De Genova a Firenze en
tren
El sábado 1ro. de febrero amaneció tormentoso tal
como lo habían anunciado y como estaba sucediendo en toda Italia, por lo que de
habernos podido quedar un tiempo más en Genova, igualmente no hubiéramos podido
conocer los atractivos de sus alrededores, ya que, debido a la pendiente y los
derrumbes, varios accesos estarían inaccesibles.
Nos levantamos muy temprano y nos disponíamos a
desayunar en el hotel cuando el conserje advirtió que éramos argentinos. Él no
nos había visto antes porque sólo estaba encargado los fines de semana. Entonces, emocionado, puso discos de
tango de Ana Falcón. Él era yugoslavo, sabía mucho sobre el Che Guevara y sobre
otras cuestiones de la Argentina. Y estaba tan contento de haber podido tener
una charla en español con nosotros, que cargó con nuestro equipaje por la
empinada escalera y, bajo la intensa lluvia, nos acompañó hasta un
taxi.
En la estación Genoa Piazza Principe tomamos el
tren hasta Pisa Centrale donde debíamos esperar otro convoy que nos llevara
hasta la estación Firenze Santa Maria Novella.

El compartimento era para seis
pasajeros, pero estuvimos solos durante todo el
viaje

Omar al partir de la estación Genoa Piazza
Principe
A poco de andar el tren comenzó a circular paralelo al mar de
Liguria, y a pesar del mal tiempo, el paisaje nos pareció maravilloso. Nos
estábamos desplazando nada menos que por la Riviera de Levante que comprendía el
territorio costero desde Genova hasta La Spezia, entre los Alpes y los
Apeninos.
A menos de una hora de viaje estábamos pasando por
Recco, una pequeña ciudad de poco más de diez mil habitantes que se extendía a
la salida del valle del arroyo homónimo, en una pequeña caleta del golfo
Paraíso, al oeste del promontorio de Portofino.

Pasando por la localidad de
Recco
Paramos unos minutos en la estación de Rapallo, y
en ese mismo momento se vinieron a mi mente todas las imágenes que mi padre no
se había cansado de describir cuando hiciera ese mismo viaje cincuenta años
atrás. Y a pesar de la lluvia y de la velocidad que llevábamos, pude apreciar
las bellezas de esta región.
La ciudad se extendía desde la costa del golfo de
Tigullio hasta las colinas circundantes, entre varios esteros que recorrían el
territorio; y en 2014, momento en que nos encontrábamos allí, Rapallo contaba
con algo más de treinta mil habitantes.

Estación de
Rapallo, un importante centro turístico de la
Riviera

Bonitos edificios en Rapallo, construidos en la
pendiente

Cruzamos el arroyo San Francisco paralelo a la via
Bartolomeo Maggiocco
Pronto llegamos a La Spezia, una ciudad de casi
cien mil habitantes. Se encontraba ubicada, como las anteriores, entre la
montaña y el mar, en las márgenes del golfo de La Spezia, conocido también como
Golfo dei Poeti, por haber sido residencia durante algún tiempo de los poetas
ingleses Percy Bysshe Shelley y George Byron. Y, desde ya, un atractivo polo
turístico.

Llegando a La Spezia

Vista parcial de la ciudad de
La Spezia, reconstruida después de la Segunda Guerra Mundial
a causa de los bombardeos
sufridos por la presencia de su base militar de
submarinos

Casas de La Spezia contruidas
sobre los faldeos de los Alpes Apuanos

Nieve en los Alpes Apuanos al sur de La
Spezia
Llevábamos dos horas de viaje cuando arribamos al
municipio de Carrara, ya en la región de Toscana, centro importantísimo de la
industria marmolística, gracias al famoso mármol blanco que se extraía de sus
proximidades. La pureza era tal, que el nombre del color de carrocería utilizado
por Porsche en sus modelos deportivos era Blanco
Carrara.

Empresa “Carlo Telara”, dedicada a la extracción y
elaboración del mármol de Carrara
por más de tres
generaciones

La empresa “Carlo Telara”, además de
revestimientos para interiores y exteriores,
también contaban con un laboratorio dedicado a la
escultura de mármol
y hospedaban a artistas procedentes de todo el
mundo

La empresa “MARMICARRARA” también extraía y vendía
mármol blanco en grandes bloques

Grandes bloques de mármol de Carrara vistos desde
el tren
Cuando llegamos a la estación de Firenze,
caminamos seiscientos metros por la via Nazionale hasta el número 22 A, donde se
encontraba el hotel Galileo.

Recién llegada al hotel
Galileo de Firenze

Omar descansando en el hotel
Galileo
Y tras un breve y necesario descanso, salimos a
conocer la ciudad.
Ana María Liberali