De la sociedad del control a Big Data
“Las verdaderas columnas de
la sociedad son la verdad y la libertad”. Henrik J. Ibsen
Alfredo César
Dachary
La esclavitud, que es uso del ser humano como instrumento de trabajo,
placer o servidumbre, sin derecho a nada viene desde tiempos muy remotos, y se
ejercitaba principalmente con los pueblos derrotados, así su gente era reducida
a la esclavitud. En el Medioevo, las poblaciones deseosas de protección vivían
junto a los castillos y así se pasó a siervo de la gleba, un tipo de esclavo más
moderno al servicio del señor feudal.
Con la modernidad, la institución se reformuló para empeorar y así se
esclavizaron millones de personas durante la conquista de América, África y
Asia, pero la segunda colonización, en el siglo XIX del imperialismo
monopolista, fue la más cruel y violenta, pero se hizo a nombre de civilizar,
modernizar y mejorar la vida de los otros, los diferentes, los extranjeros; era
la obra maestra, la ideología central del sistema: el eurocentrismo. En
esa etapa se sentaron las bases materiales para la destrucción de los grandes
ecosistemas de África; en la anterior se destrozaron los pueblos, en estas sus
selvas.
Pero los ajustes de los poderosos con los pueblos no eximia a los
propios que también les tocó ser parte de las transformaciones que exigía el
capitalismo incipiente, así Foucault situó las sociedades disciplinarias en los
siglos XVIII y XIX; estas sociedades alcanzan su apogeo a principios del XX, y
proceden a la organización de los grandes espacios de encierro.
El individuo no deja de pasar de un espacio cerrado a otro, cada uno
con sus leyes, el primero es la familia, después la escuela, después el cuartel
cuando se entra a la milicia obligatoria, después la fábrica, el gran cuartel
donde los trabajadores eran controlados, medidos en sus tiempos de producción en
medio de grandes máquinas que muchas veces generaban grandes tragedias humanas.
En la fábrica, hoy un monumento al pasado en el primer mundo, la función era
concentrar, repartir en el espacio, ordenar en el tiempo, componer en el
espacio-tiempo una fuerza productiva cuyo efecto debe ser superior a la suma de
las fuerzas elementales.
Le sigue en esta larga lista, el hospital un lugar donde llegan los
enfermos por un tiempo o toda la vida si éste es un manicomio y al final de la
lista está la prisión, que es el lugar de encierro por excelencia, y hoy
continua siendo un lugar donde el hombre deja su dignidad y está sujeto a todo
tipo de atropellos, porque ha perdido en la práctica sus
derechos.
Pero esta larga cadena de lugares de “enseñanza” de la disciplina y,
por ende, la base de una sociedad controlada, ya envejecieron y no son hoy
funcionales a la nueva sociedad.
Según un reportaje publicado por el periódico Daily Mail, en el 2006 nacieron fuera del matrimonio un
total de 327,000 niños, 59,000 más que en 2001. En términos de proporción
con respecto al total de matrimonios, en el 2006 el 43,7 % de los bebés nacieron
de madres no casadas. El matrimonio y la familia son realidades cada vez más
frágiles. En el Reino
Unido, por ejemplo, las últimas noticias muestran que el número de
mujeres que han tenido hijos fuera del matrimonio ha subido un 22 % en los
últimos cinco años.
El informe de la ONU también mostraba que desde 1971 la proporción de
personas que viven en hogares con familias tradicionales, con parejas e hijos
dependientes, ha descendido del 52% al 37% de la población. Además, la
proporción de personas que viven en pareja sin hijos ha subido del 19 al 25
%.
Con el final de la segunda guerra mundial, las sociedades
disciplinarias eran lo que ya no éramos, lo que dejábamos de ser. Estamos en una
crisis generalizada de todos los lugares de encierro: prisión, hospital,
fábrica, escuela y familia. La familia es un “interior” en crisis como todos los
interiores, escolares, profesionales, etc.
Por ello para Foucault, que sabía de la brevedad del modelo, en los
tiempos de la historia, y que le sucedía a las sociedades de soberanía, cuyo
objetivo y funciones eran recaudar más que organizar la producción, y de allí la
acumulación, la transición se hizo progresivamente, porque las disciplinas a su
vez sufrirían una crisis, en beneficio de nuevas fuerzas que se irían instalando
lentamente, y que se precipitarían tras la segunda guerra mundial: las
sociedades disciplinarias eran lo que ya no éramos, lo que dejábamos de ser.
Estamos en una crisis generalizada de todos los lugares de encierro.
Ahora son las sociedades de control las que están reemplazando a las
sociedades disciplinarias y es que “control” es el nombre que Burroughs, el
ensayista y crítico estadunidense, propone para designar al nuevo monstruo, y
que Foucault reconocía como nuestro futuro próximo, el cual ya
llegó.
Para Ignacio Ramonet, editor de Le Monde Diplomatique, este futuro lo
está operando desde ya Google, que se ha transformado en el “Gran Hermano”, que
por un lado nos controla a través de todos los medios que operamos y funciones y
servicios que tomamos, y nos educa como en la época de la Enciclopedia, con una
monumental información, no toda de calidad y mucha de dudoso origen.
Ya no hace falta la fábrica porque la mayoría ha cerrado y se han
desparramado entre los miserables de los países más pobres que por monedas hacen
el trabajo, una esclavitud operada por las grandes marcas globales.
La televisión e Internet y otros aditamentos compiten con la escuela,
en un mundo con cada vez hay más niños de los países desarrollados que son
educados en su familia, y en los pobres no van a la escuela porque no pueden
dejar de trabajar, son los pequeños esclavos.
Pero la nueva esclavitud tiene una meta, además de alienar al hombre
y a la mujer, es la de hacerlo un consumidor total, única meta y destino, para
ello hay que dominar los gustos de la gente para estar sobre éstos y obligarlos
a que no tengan más opción que consumir, porque le ofrecen lo que se apetece.
Así el nuevo Gran Hermano utiliza los rastros que entregan nuestra
identidad, dejan ver nuestras relaciones, reconstruyen nuestros desplazamientos,
identifican nuestras ideas, develan nuestros gustos, nuestras elecciones y
nuestras pasiones, incluso, las más secretas y a lo largo del planeta múltiples
redes de control masivo no paran de vigilarnos.
Siempre alguien nos observa a través de nuevas cerraduras digitales y
el desarrollo del Internet de las cosas y la proliferación de aparatos
conectados multiplican la cantidad de “espías” de todo tipo, que nos cercan y un
ejemplo de ello es la empresa de electrónica Vizio, instalada en Irvine,
California, principal fabricante de televisores inteligentes conectados a
Internet, ha revelado recientemente que sus televisores espiaban a los usuarios
por medio de tecnologías incorporadas en el aparato.
Los televisores graban todo lo que los espectadores consumen en
materia de programas audiovisuales, tanto los programas de las cadenas por cable
como DVD, paquetes de acceso a Internet o consolas de videojuegos, así Vizio
puede saber todo sobre las selecciones que sus clientes prefieren en materia de
ocio audiovisual, y a la vez vender esa información a empresas publicitarias
que, gracias al análisis de los datos acopiados, conocerán con precisión los
gustos de los usuarios y estarán en mejor situación para tenerlos en el punto de
mira.
Esta es una estrategia diferente de la que, por ejemplo, Facebook y
Google utilizan habitualmente para conocer a los internautas y ofrecerles
publicidad adaptada a sus supuestos gustos, se da así, como en la novela de
Orwell, “1984”, los
televisores que eran obligatorios
en cada domicilio y ven a través de la pantalla lo que hace la gente, ya es
realidad.
En agosto de 2015, el diputado californiano Mike Gatto puso una
denuncia contra la empresa sudcoreana Samsung, ya que ésta era acusada de
equipar sus nuevos televisores con un micro oculto, capaz de grabar las
conversaciones de los telespectadores sin que éstos lo supieran y transmitirlas
a terceros. Mike Gatto, quien preside la Comisión de Protección del Consumidor y
de la Vida Privada del Congreso de California, presentó incluso una iniciativa
de ley para prohibir que los televisores pudieran espiar a la
gente.
Jim Dempsey, director
del Centro Derecho y Tecnologías, de la Universidad de California en Berkeley,
piensa que los televisores espías van a proliferar y la tecnología
permitirá analizar los comportamientos de la gente, y esto no sólo interesará a
los anunciantes, sino que además podría permitir la realización de evaluaciones
sicológicas o culturales que, por ejemplo, interesarán también a las compañías
de seguros. Sobre todo teniendo en cuenta que las empresas de recursos humanos y
de trabajo temporal ya utilizan sistemas de análisis de voz para establecer un
diagnóstico sicológico inmediato de las personas que les llaman por teléfono en
busca de empleo.
Repartidos un poco por todas partes, los detectores de nuestros actos
y gestos abundan alrededor de nosotros; incluso, como acabamos de ver, en
nuestro televisor: sensores que registran la velocidad de nuestros
desplazamientos o itinerarios; tecnologías de reconocimiento facial que
memorizan la impronta de nuestro rostro y crean, sin que lo sepamos, bases de
datos biométricos de cada uno de nosotros.
Los nuevos chips de identificación por radiofrecuencia descubren
automáticamente nuestro perfil de consumidor, como hacen ya las tarjetas de
fidelidad que generosamente ofrecen la mayoría de los grandes supermercados
y es que ya no estamos solos frente a la pantalla de nuestro ordenador. ¿Quién
ignora a estas alturas que son examinados y filtrados los mensajes electrónicos,
las consultas en la red, los intercambios en las redes sociales? Cada clic, cada
uso del teléfono, cada utilización de la tarjeta de crédito y cada navegación en
Internet suministra excelentes informaciones sobre cada uno de nosotros, que se
apresura a analizar un imperio en la sombra al servicio de corporaciones
comerciales, empresas publicitarias, entidades financieras, partidos políticos y
autoridades oficiales.
Terminó la era de la sociedad disciplinaria, entramos a la del
control global, que responde a un sistema mundial, y que nos referencia a la
esclavitud, o sea, la pérdida de la libertad, algo que hoy es posible en el
marco de la alienación colectiva y en medio de la fiesta del consumo, aunque
nuestros ingresos al final nos hagan tocar el piso de la realidad.
La nueva era se inició a fines de los 80´y hoy está consolidada, la
pregunta es ¿qué viene después?
alfredocesar7@yahoo.com.mx