Argentina y el neoliberalismo, los cambios que
vienen.
“Los que prosperan tienen que poner en marcha las políticas
necesarias para reforzar esa prosperidad: menos impuestos, menos
reglamentaciones y más libre comercio”. G.W. Bush, julio 2001.
Alfredo César
Dachary
El triunfo de la derecha en Argentina, en
noviembre del 2015, no puede ser visto como la repetición de una historia
trágica, como fue el Menemismo en la década de los 90´s, que derivó en la crisis
del 2001, el default, la pobreza y un alto costo para el país que no fue fácil
salir del mismo.
Al analizar las causas de este retroceso de la
Argentina, al sociólogo Boaventura de Sousa Santos, estudioso de los procesos
sociales y políticos de Latinoamérica, le preocupa la incertidumbre que se
cierne sobre nuestra región, ahora que el ciclo de gobiernos progresistas que
impulsaron un profundo cambio en Sudamérica la década anterior entra en crisis,
de lo cual hay claros signos de agotamiento del modelo, los casos de Argentina y
Brasil lo demuestran claramente.
Sin embargo, no todos los países del grupo
denominado “progresista” para unos y “populista” para otros, están sujetos a
esta lógica trágica, como es el caso de Bolivia que ha logrado grandes avances y
que las transformaciones son más profundas, lo cual hace muy compleja por la vía
democrática el retorno al pasado. Estos cambios se reflejan en la sociedad que
los ha sabido valorar y, por ello, el Presidente Evo Morales tiene, pese a los
años transcurridos, un alto nivel de aceptación.
En el caso del Presidente de Ecuador, Rafael
Correa, esto es menor pero el límite constitucional frena la reelección y con
ello el régimen se puede debilitar ante una oposición que en toda América Latina
se ha caracterizado por la aplicación de los denominados “golpes
blandos”.
Este nuevo ciclo de “recuperación” del poder
sobre más países por parte de Estados Unidos, ya se expresa en esta segunda
década de una manera diferente a las usadas anteriormente, ya no se trata de
acuerdos para promover el libre comercio, sino de asumir las premisas del
neoliberalismo extremo, que reducen al mínimo el peso del Estado, salvo para
controlar el orden interior y eliminar la base de la soberanía a partir de
acuerdos secretos, donde hasta la jurisdicción de litigios es cedida y más la de
promover leyes que vayan en contra de lo pactado.
Creo que Uruguay y Chile, con aparentes
“gobiernos de izquierda”, no forman parte de esta ofensiva, ya que se han
plegado desde el comienzo de sus gestiones y no se han sumado al bloque de
resistencia a la hegemonía de Estados Unidos, ya que solo fue en la forma pero
no en el fondo.
El neoliberalismo hoy plantea una gran zona de
libre comercio, pero a diferencia de las anteriores, ésta está orientada más a
la agricultura, las agroindustrias y los servicios que son el motor de las
grandes economías; de allí la importancia de dos de los modelos planteados por
Estados Unidos, a los que seguramente se integra Argentina.
Del TTIP al
TISA
El Mercosur tenía importancia como contrapeso por
varias razones, quizás la primera fue porque Brasil está en el BRICS y además
tiene grandes reservas de petróleo. La segunda sería que Brasil, Argentina,
Uruguay y Paraguay son los grandes productores de granos del mundo junto a
Estados Unidos, especialmente de soja, y que a Uruguay y Paraguay ya los han
plegado; Argentina se sumará ahora con el nuevo gobierno de derecha y Brasil
quedará solo, ante la difícil situación al igual que Venezuela.
Con esto se revierte la derrota de Estados Unidos
por el ALCA, y como precio se integrarán a un tratado mucho más leonino y
dominador que el ALCA y ya tiene como antecedente el Acuerdo Transpacífico de
Cooperación Económica (TPP).
El TTIP es la Asociación Transatlántica para el
Comercio y la Inversión, propuesta de tratado entre Estados Unidos y la
Unión Europea (UE) y está dividido
en 15 grupos de trabajo específicos, cada uno atendiendo a diferentes áreas.
Este acuerdo es un peligro democrático ya que está siendo negociado de forma
opaca y de espaldas a la ciudadanía, ya que se conoció por filtraciones de
plataformas como WikiLeaks o Filtra.la, en 2014.
Un mandato que otorgaba competencia exclusiva a
la Comisión Europea para negociar el acuerdo de libre comercio e inversiones
entre Europa y Estados Unidos pero sin embargo, a nadie se le escapa que no se
trata de un simple tratado comercial. Tanto por el tamaño del socio, Estados
Unidos, como por su ambición, al querer renovar, armonizar o converger las
barreras protectoras que dificultan los intereses del comercio en el Atlántico
norte, estamos frente a algo nuevo y con un potencial de impacto gigantesco.
El objetivo es crear un área comercial con 800
millones de consumidores. La ciudadanía europea está en alerta, sumida en un
proceso de deterioro social y con su blindaje social, el estado del bienestar,
dañado por años de crisis y la desconfianza crece en un planeta en el que el 1%
de la población tendrá para 2016 más dinero que el 99% restante, según el último
informe de Intermón Oxfam.
El primer objetivo es eliminar, tanto como sea posible, todas
las "obligaciones aduaneras" entre la UE y Estados Unidos. Esto ya ha sido
prácticamente conseguido, excepto en el sector agrícola donde permanecen siendo
elevadas.
El segundo objetivo es reducir, o incluso
eliminar, lo que la jerga especializada denomina barreras no arancelarias. Esto
hace referencia a las normas, reglas y regulaciones legales y constitucionales
alegables de limitar la amplitud de la competencia económica, definida aquí como
una libertad fundamental suprema e inalienable. Estas normas pueden ser de
cualquier tipo: éticas, democráticas, legales, sociales, referentes a la salud o
de orientación medioambiental, financieras, económicas o técnicas. Un artículo
establece que los servicios audiovisuales no están incluidos en el
acuerdo.
El tercer objetivo es proporcionar a las
corporaciones privadas derecho de litigio contra las leyes y regulaciones de los
diversos estados, en aquellos casos en los que dichas corporaciones sientan que
tales leyes y regulaciones representan obstáculos innecesarios para el comercio,
el acceso a los mercados públicos y a las actividades de suministro de
servicios. Estos litigios no serán ya más establecidos de acuerdo a las
jurisdicciones nacionales, sino a través de estructuras privadas de arbitrio
denominadas "mecanismos de resolución de conflictos". Los artículos 23
(inversiones), 32 (normativas laborales y medioambientales) y 45 (para todo el
acuerdo), requieren la creación de este mecanismo.
Los puntos conflictivos más importantes son las
políticas europeas de limitación de las importaciones
de alimentos transgénicos, así como la normativa de la UE relativamente
más laxa sobre la regulación del sector financiero, en oposición a las leyes
domésticas más estrictas de aplicación sobre los bancos
estadounidenses.
La Resolución de Conflictos entre Inversores y
Estados (RCIE) es un instrumento que permite a los inversores crear un caso
directamente contra el país que alberga sus inversiones, sin la intervención del
país de origen del inversor.
Por ello, el objetivo es integrar y “armonizar”
las economías de Estados Unidos y la UE con normas para remplazar a gobiernos,
leyes y jueces en el manejo de la cuestión pública cuando afecta a las grandes
compañías, comenta Susan George.
El documento es poco conocido y los diputados
europeos solo tienen dos horas en una habitación controlada, sin copias de
ningún tipo para verlo en la versión electrónica y para poder votarlo, situación
que se tolera por ser la derecha la gran mayoría en este euro
parlamento.
El motivo es “aparentemente los aranceles” que
son muy bajos entre Estados Unidos y la UE, del 2 al 3% salvo en la agricultura,
pero esto va más allá ya que si se da este tratado, 13,000.000 de familias en
Europa no podrán competir con las granjas mecanizadas y tecnificadas de Estados
Unidos, con grandes subsidios; a México ya le pasó, se aniquilaron 2,500.000
campesinos con sus familias.
Si se aprueba el TTIP, los europeos están sujetos
a consumir alimentos contaminados con químicos, desde la carne a los peces y las
verduras, todos altamente expuestos. Hasta hoy, las agencias de la UE aceptan
los principios de Precaución, algo que no aceptan los empresarios de Estados
Unidos que exigen en este tratado que se pruebe al 100% la toxicidad de los
alimentos, algo muy difícil. Se trata en el TTIP de abolir las denominaciones de
origen europeas, más de 3,000, para que se puedan “reproducir” masivamente en
Estados Unidos, eso es despojar de la identidad a una
región.
Esto es una primera parte, un ensayo del asalto
final a todo occidente, por el otro tratado que está más oculto, el TISA, y que
será el que Argentina en el 2016 se va a adherir sin lugar a dudas, porque es un
requerimiento del verdadero poder.
El TISA
Detrás del TTIP como el gran enemigo, el TISA
(Trade in Services Agreements), que es el Acuerdo sobre el Comercio de
Servicios, tratado extremo del neoliberalismo firmado por más de 50 países, sin
que la población lo sepa y puesto a la luz por
Wikileaks.
Se ha negociado en secreto y, a su vez, no se
conocerá hasta el año 2020, que entre en vigor y ya controle el 68,2% de los
servicios. Este tratado ha sido manejado clandestinamente, es una violación a la
Convención de Viena sobre la Ley de Tratados.
Los gobiernos involucrados en la negociación
secreta son: Australia, Canadá, Chile, Colombia, Corea del Sur, Costa Rica,
Estados Unidos, Hong Kong, Islandia, Israel, Japón, Liechtenstein, México, Nueva
Zelandia, Noruega, Paquistán, Panamá, Paraguay, Perú, Suiza, Taiwán, Turquía y
la Comisión Europea en representación de los 28 países de la
UE.
El objetivo del TISA es la liberalización
absoluta de los servicios financieros, suprimiendo todo límite a sus
instituciones y restricciones incluido los Swaps. El acuerdo incluye:
telecomunicaciones, comercio electrónico, transporte aéreo y marítimo,
distribución y envíos, servicios profesionales, transparencia, movimiento de
personas físicas, regulaciones nacionales internas, servicio postal universal,
además de salud, educación y hasta los servicios de seguridad de los ejércitos
privados.
El TISA obligará a los gobiernos firmantes a
apuntalar y ampliar la desregularización y liberalización bursátil, causas de la
crisis del 2008; los forzará a aceptar derivados crediticios tóxicos y los atará
de manos si tratan de impedir adoptar medidas para responder a la
recesión.
El TISA obliga a los gobiernos a tener
“imparcialidad” para conceder licencias de servicios a empresas extranjeras y
por ello seguir “criterios objetivos y transparentes”, como la “capacidad de
prestar servicios” que tenga una empresa dejando de lado las razones: sociales,
medioambientales y culturales, con ello el TISA restringe la capacidad del gobierno
para regular el mercado.
En el punto 3 del artículo 1-1- sobre el alcance
de las disposiciones generales, sostiene que en cumplimiento de las obligaciones
y compromisos bajo el acuerdo, cada participe (país) debe adoptar todas las
medidas razonables a su disposición para asegurar el cumplimiento por los
gobiernos regionales y locales y por las autoridades y organismos no
gubernamentales dentro de su territorio.
Los gobiernos que negocian el TISA renuncian a su
derecho soberano de dar preferencia a los proveedores locales de servicios
estratégicos o de necesidad pública como, la educación, la sanidad, las
telecomunicaciones, la energía o los abastecimientos
urbanos.
Así mismo, se renuncia a limitar la inversión
extranjera en sectores claves o de requerir mayoría de nacionales en los
consejos de administración y en los accionarios de los sectores de los que
dependa la seguridad nacional.
Si uno de los países firmantes no notifica una
propuesta de ley y tampoco ofrece la oportunidad de comentarla con la suficiente
antelación, comunicará por escrito las razones por la cual no ha hecho.
Otro de los objetivos del TISA es el de eludir
las regulaciones de la Organización Civil Internacional (ICAO) que integra a la
industria del transporte aéreo y remplazarla por directrices propias, que
traerán aparejadas, la pérdida de derechos laborales de sus empleados sin
ninguna protección ante los vaivenes empresariales. Aumenta la inseguridad aérea
en el mantenimiento de las naves y sus riegos. El número de accidentes por
mantenimiento ha crecido en un 100% según la ITF, citada por la ICAO, mientras
los vuelos han crecido un 55% más.
El TTIP Y TISA son las herramientas para una concentración y globalización
del poder económico y político de mano de las transnacionales a manos de las
transnacionales y el mercado financiero. El objetivo de estos tratados es el de
desestructurar el tejido productivo local, social, ambiental y laboral, como
mecanismo para reactivar las tasas de acumulación y beneficio del gran capital
financiero.
Argentina del 2016 se ubica en este grupo de
promotores de una nueva globalización donde los actores son las grandes
corporaciones mundiales, los fondos de inversión y los que pagarán las
consecuencias son la gran mayoría de la sociedad hoy alienada por el consumo,
pero cada vez más limitada por los ingresos que están en contradicción con un
trabajo cada vez más escaso y menos retribuido.