Libre comercio a dos puntas o la nueva geopolítica
global
"Medio centenar de potentados imponen las leyes económicas de
la UE" Susan George.
Alfredo César
Dachary
En estas tres últimas décadas, ante la imposición del nuevo modelo
del capitalismo global, el neoliberalismo, que implica una desregularización
total del mercado, una reducción de la función del Estado en la sociedad y una
pérdida sistemática de los derechos laborales hoy sujetos a libre negociación,
los países líderes económicos, encabezados por Estados Unidos, plantean
sistemáticamente diferentes modelos de asociación, cada vez más restrictivos de
la soberanía y de los derechos adquiridos.
El manejo secreto del Tratado de Libre Comercio (TTIP) entre Estados
Unidos y la Unión Europea parecía encaminado al éxito, pero la filtración de
WikiLeaks, ha generado un fuerte reacción entre los europeos, que ya hay un
grupo que rechaza el mismo al enterarse por esa vía de sus verdaderos
alcances.
Este mega tratado es una cortina de humo para tapar la verdadera
alianza neoliberal planetaria el Trade in Services Agreement (TiSA), un acuerdo de intercambio de productos, pero principalmente de
servicios, entre medio centenar de países, incluida España,
que no sólo se está negociando en el más absoluto de los secretos sino
que se pretende que siga clasificado, oculto al conocimiento público, durante
otros cinco años cuando ya haya entrado en vigor y esté condicionando el 68.2% del comercio mundial de
servicios.
Las negociaciones clandestinas entre medio centenar de gobiernos para
establecer un acuerdo mundial secreto de comercio internacional de servicios que
estará por encima de todas las regulaciones y normativas estatales y
parlamentarias, en beneficio de las corporaciones.
El TiSA que cubre todos los campos, desde telecomunicaciones y
comercio electrónico hasta servicios financieros, seguros y transportes, es
incluso superior al del Trans-Pacific Partnership Agreement (TPPA) entre
Washington y sus socios asiáticos, para el que se prevén cuatro años de vigencia
en la clandestinidad.
Los gobiernos que impulsan el TiSA son los mismos que impusieron el
modelo de la OMC y está promovido por los
mismos gobiernos, Estados Unidos y los de la Unión Europea, que impusieron el
fallido modelo financiero desregulado de la Organización Mundial de Comercio
(OMC) y que provocaron la crisis financiera global de 2007-2008 que arrastró a las
economías.
Lo que se trata de imponer en este nuevo pacto neoliberal mundial es
la continuidad e intensificación de ese sistema, que ha profundizado la
asimetría planetaria en favor de ese 1% que controlan las grandes compañías privadas
transnacionales y atando las manos de gobiernos e instituciones
públicas.
Esos objetivos son evidentes en la intención de mantener el tratado
secreto durante años, es una violación de la Convención de Viena sobre la Ley de
Tratados, que requiere trabajos preparatorios y debates previos entre expertos y
académicos, agencias no gubernamentales, partidos políticos y otros actores,
algo a todo punto imposible cuando la elaboración de un acuerdo se efectúa en
estricto secreto y a escondidas de la luz pública.
Según los papeles revelados por WikiLeaks los gobiernos implicados en
la negociación secreta del TiSA son: Australia, Canadá, Chile, Colombia,
Corea del Sur, Costa Rica, Estados Unidos, Hong Kong, Islandia, Israel, Japón,
Liechtenstein, México, Nueva Zelanda, Noruega, Pakistán, Panamá, Paraguay, Perú,
Suiza, Taiwán, Turquía y la Comisión Europea, en representación de los 28
países miembros de la UE, pese a ser un organismo no electo por sufragio
universal. Así mismo hay otros socios,
tres paraísos fiscales declarados, que participan activamente en la elaboración
de los artículos, especialmente Suiza, el mayor de
ellos.
Estos países son responsables de más de las dos terceras partes del
comercio mundial de servicios, pero más del 90% de esta cuota se compone de
servicios comerciales de los países desarrollados, o sea, los miembros de la
Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos
(OCDE).
Las negociaciones sobre
el TiSA comenzaron en 2012, con un plazo suave de finalización para 2014, donde
los participantes, los más firmes defensores de la liberalización de los
servicios, en las negociaciones sobre los servicios de la Ronda de Doha de la
OMC, se denominan a sí mismos “los verdaderos buenos amigos de los servicios”.
Este tratado espera dejar de lado las estancadas negociaciones de
Doha sobre los servicios y completar su programa inconcluso sobre la
liberalización del comercio de servicios, que durante más de una década ha sido
negociado sin lograr grandes acuerdos.
Este tratado busca eliminar todo control o limitación a la
liberalización global de los servicios financieros, suprimiendo cualquier
restricción, que fueran a su criterio una parte importante en el estallido de la
crisis del 2008. Este tema en los textos de la negociación secreta del TiSA que ahora desvela WikiLeaks
muestran que lo que se pretende es eliminar todos los controles y obstáculos
para la liberalización global de los servicios financieros, suprimiendo todo
límite a sus instituciones y cualquier restricción a sus productos innovadores, a pesar de que
fueron precisamente esos inventos financieros, como los derivados o los
CDS que eran auténticas apuestas
sobre posibles quiebras, los que
generaron la burbuja bursátil mundial que al estallar en 2007-2008 destruyó los
fundamentos económicos de las potencias occidentales y obligó al
rescate de esas entidades con cientos de miles de millones en fondos
públicos.
Entre los países invitados a integrarse a este tratado, no aparecen
las potencias emergentes del llamado BRICS (Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica) han quedado apartadas del tratado secreto, precisamente porque serán
las que más pierdan al aplicarse las condiciones pactadas.
Para el periodista González García, los antecedentes del TiSA están
inicialmente en la Declaración
Transatlántica, firmada en noviembre de 1990 por el presidente George Bush, por
un lado, y el primer ministro italiano, Giulio Andreotti, que encabezaba ese
semestre el Consejo Europeo, y el presidente de la Comisión Europea, Jacques
Delors. El siguiente hito relevante se encuentra en la Declaración común de la
Unión Europea y Estados Unidos (1998) sobre el acuerdo económico
transatlántico.
En 2007, Barroso y Merkel -por el lado europeo- y Bush por el
estadounidense crean el Consejo Económico Transatlántico para la armonización
legislativa. En 2011 se crea un Grupo de Trabajo de Alto Nivel encargado de
estudiar la reducción de los obstáculos para el comercio entre ambas partes.
El 13 de febrero de 2013, los Presidentes de Estados Unidos, el
Consejo Europeo y la Comisión Europea, Obama, van Rompuy y Barroso anuncian que
se inician las negociaciones para alcanzar el acuerdo.
El mayor rechazo a este tratado se está dando en Europa, ya que el
que lo negocia es un organismo supranacional, y para los grupos opositores los
mayores riesgos para la ciudadanía son cinco básicamente. El primero y más
importante es la pérdida de derechos laborales, ya que Estados Unidos sólo ha
suscrito 2 de los 8 Convenios fundamentales de la OIT, ya que en general este
país no se adhiere a leyes restrictivas internacionales ni a jurisdicciones
legales como la Corte Internacional de Justicia de La
Haya.
De éste deriva el segundo, que es la limitación de los derechos de
representación colectiva de los trabajadores, y asociado a éste está el tercero,
que es el olvido del principio de precaución en materia de estándares técnicos y
de normalización industrial.
Sin embargo, entre los
más temidos están la privatización de los servicios públicos, por el
establecimiento de una lista muy reducida de aquellos que no se pueden
privatizar.
Y por último, un tema que deriva de los anteriores y que está en la
base de las ventajas para las grandes corporaciones es el riesgo de rebaja
salarial, teniendo en cuenta el efecto que pudiera tener los sueldos más bajos
de algunos países como referente, que terminarán igualando hacia abajo las
remuneraciones.
Susan George, una de las conocidas intelectuales de Estados Unidos y
dirigentes sindicales y de derechos civiles encabezan un intento de rechazo
desde la perspectiva de la sociedad norteamericana, a lo que ellos denominan
cinco grandes amenazas, iniciadas por uno de los temas de la Convención del
Cambio Climático, el aumento del consumo de petróleo y la restricción a la utilización de los carburantes menos
contaminantes, como ya ha ocurrido en España entre otros, donde las energías
alternativas pierden el apoyo del Estado para promover la transición.
El no etiquetaje de productos modificados transgénicamente, al cual
la sociedad norteamericana le desconfía por sus consecuencias en la salud
humana, la eliminación de reglas sobre los mercados financieros, más estrictas
en la actualidad en Estados Unidos.
A éstos se le suman dos temas importantes en la política interior
norteamericana como es por un lado la eliminación de las evaluaciones
independientes de los medicamentos no producidos en ese país y, por el otro, la
eliminación de las reglas de preferencia nacional en los contratos
públicos.
El tema es complejo y expresa un problema mayor al cual Estados
Unidos pretende enfrentar con estas armas, por un lado la hegemonía paralela en
lo económico de China, y el renacer militar de Rusia, dos fuentes de limitación
y culminación del medio siglo de hegemonía absoluta del último imperio moderno
del mundo.
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