Un muy feliz encuentro en
Madrid
Una tarde de mayo de 2012 recibí un correo de mi amiga Enriqueta,
que entre otras cosas, decía así:
“(…) Probablemente un poco aburrida, pongo mi nombre en Google y
aparezco en una página como inmigrante, sin profesión (tenía 3 añitos) que llega
a Argentina en el barco cabo de Hornos que salió de Vigo (todo cierto).
Alucinante.
Siguiente página que detecto: Al colegio Divino Rostro con D. Luis.
No me lo podía creer. Leo el “artículo”, previa visión de la foto, y la
alucinación no era en sepia, en todos los colores o casi. Qué emoción, qué
emoción. A continuación, investigación de contacto contigo, curriculum, etc. ya
sabes esto de internet. (…) He arribado a España en Agosto/1980. Y aquí
sigo.”
Ella se estaba refiriendo a mi blog www.viajandode.com, donde yo relataba
los viajes en micro escolar que compartimos durante todo el secundario, y a una
foto en el aula junto a nuestra compañera María Silvia. Y si bien estaba
sorprendida por ese hallazgo, mucho más cuando le comenté que justamente esa
misma mañana aprovechando una oferta de Iberia, había comprado los pasajes para
volar a Madrid a principios del año siguiente.
¡Hacía más de cuarenta años que no nos veíamos! Pero nos sentíamos
tan cerca como lo habíamos estado durante nuestra adolescencia, compartiendo
días de estudio, actividades deportivas, y largas charlas. Faltaba mucho para
nuestro encuentro, pero la ansiedad se había vuelto tan grande, que durante esos
meses mails fueron y vinieron, poniéndonos al día respecto de nuestras intensas
vidas. Y uno de los aspectos que a ambas nos preocupó, fue confirmar si
seguíamos siendo de River a pesar del descenso.
El
3 de enero de 2013, Omar y yo partimos desde Ezeiza a las 22,25, llegando a
Barajas el día 4 a las 14,25. Era la primera vez que viajábamos por Iberia, y si
bien no habíamos recibido buenos comentarios acerca del servicio, no nos pareció
malo. Tal vez porque ya estaba en manos de British Airways.

Aproximándonos al aeropuerto de
Barajas

Rápido descenso

Aterrizando…
Aunque yo le había pedido que no se molestara, ¡Enriqueta nos
estaba esperando! El abrazo y la emoción no se pueden describir con
palabras.
Enseguida nos llevó al hotel Regente. Descansamos un rato y luego
nos pasó a buscar. Caminamos por la Gran Vía y por la calle Preciados que estaba
repleta de gente por las compras de Reyes.

Una gran multitud haciendo las compras para el día
de los Reyes Magos

Gente de todas las edades caminando por la calle
Preciados

Larga fila para ingresar a la chocolatería Valor,
en la calle Postigo de San Martín

Mucha gente comiendo en las mesas de la
calle

Mitigaban el frío con grandes
braseros
Enriqueta nos llevó de un lado a otro. Si bien ya conocíamos
Madrid, ella quería enseñarnos todo de nuevo, mientras nos contaba anécdotas y
daba nuevo significado a cada cosa.
En la plaza Puerta del Sol había un enorme arbolito de Navidad muy
iluminado frente a la Real Casa de Correos. Ella decía que debido a la crisis
los adornos lumínicos de las fiestas eran muy escasos; sin embargo a nosotros
nos parecía que eran exagerados, rayanos al derroche. Pasamos por la fuente, que
era muy sobria, y por la estatua del oso y del madroño. La escultura estaba
realizada en piedra y bronce, y representaba de forma realista a las armas
heráldicas de Madrid, con el madroño superando en altura al oso y éste apoyando
sus manos sobre el tronco y dirigiendo sus fauces hacia uno de los
frutos.
Continuamos deambulando por las calles de los alrededores. Todo
estaba lleno, negocios y casas de comida. Y caminando por la calle Mayor,
llegamos al mercado de San Miguel, que lo habían puesto a nuevo, y allí nos
encontramos con Fernando, su marido, un tipo
fenomenal.

Arbolito de Navidad en la plaza Puerta del Sol
frente a la Real Casa de Correos

Fuente de la plaza Puerta del
Sol

La estatua del oso y del
madroño

Adornos lumínicos para las Fiestas de Fin de
Año

Bonitos murales en azulejos

Gran variedad de frutas en el mercado de San
Miguel

Los más exquisitos
jamones

Y las confituras adaptadas a la época del
año
Ellos nos invitaron a un lugar tradicional donde se comía bacalao
frito de la mejor calidad. El local se llamaba Casa Revuelta, y se ubicaba en la
calle de Latoneros 3. Su dueño, el señor Santiago Revuelta, aunque ya
octogenario, continuaba haciéndose cargo de la preparación del pescado sin darle
su secreto a nadie. El espacio era muy reducido y se comía de parado, y
aparentemente, siempre estaba lleno. Omar lo disfrutó muchísimo, pero yo sólo
tomé una bebida porque no me agrada nada de lo que salga del
mar.

Enriqueta, Omar y Fernando en Casa Revuelta

Omar degustando el
bacalao
Pero lo del bacalao era casi lo que ellos denominan tapas, así que
después fuimos a cenar opíparamente a otro restorán típico donde conversamos
largo y tendido… Sin dudas, un muy feliz encuentro.
Ana María Liberali