Una tarde en la isla
Victoria
Al regresar al embarcadero del Bosque de
Arrayanes, tuvimos que esperar a mucha gente que se había demorado en la “Cabaña
de Disney”, por lo que las nenas aprovecharon para corretear por la playita
lindera.

Embarcadero del Bosque de Arrayanes con la Modesta
Victoria y un Catamarán

Ludmila y Laurita corretearon por la playita mientras esperábamos a
los demás pasajeros

Abundante vegetación en las costas de la península
de Quetrihué

Yendo a embarcar en la Modesta Victoria
Y luego de una plácida navegación por el área
neuquina del lago Nahuel Huapi, arribamos a Puerto Anchorena, en la isla
Victoria.

Nahuel Huapi verde
esmeralda

En Puerto Anchorena – Isla
Victoria

La Modesta Victoria alejándose del
muelle

La Modesta Victoria volvería por nosotros al caer
la tarde
En cuanto pisamos la isla, el guía dio una serie
de instrucciones no sólo en cuanto a la continuidad de la excursión, sino
fundamentalmente respecto de los cuidados extremos que se debían tener debido a
la elevada sensibilidad ambiental del paisaje circundante.
Ludmila me preguntó cómo se llamaba ese árbol
cuyas hojas tenían forma de serpientes. Se trataba de la Araucaria o Pehuen, y
si bien tenía razón en su observación, nunca había reparado en ese detalle; muy
por el contrario, me parecía un árbol muy bonito.

Araucaria o Pehuen en la isla
Victoria
Enseguida todos salimos en busca de los
sanitarios. Eran escasos en relación a la cantidad de gente que traían las
lanchas, sucios y no se cerraban bien las puertas. ¡Una vergüenza! Yo pedí por
el baño de discapacitados para asistir a Martín, pero no encontraron la llave. Y
al tener que llevarlo al de damas, tuve que soportar algunas protestas de
turistas argentinas, ¡como siempre!
Muchos se habían llevado una vianda y se ubicaron
en diferentes lugares para tener su almuerzo. Pero yo ni estaba al tanto de los
costos ni había tenido tiempo de comprar algo en el supermercado, así que
ingresé al comedor con los chicos. El lugar estaba muy descuidado, y además de
ser autoservicio, la calidad de la comida no estaba acorde con los precios.
¡Mucho más caro que en Europa donde había estado el mes anterior! Así que pedí
tres porciones que compartimos y limité el consumo de
gaseosas.

El comedor lindo por fuera y descuidado por
dentro

Después del almuerzo, y antes de emprender una
caminata,
Ludmila, Martín y Laurita se tomaron un
descanso

Pero prontamente, Ludmila y Laurita comenzaron a
treparse por donde pudieron
El guía volvió a reunir a todos para iniciar una
recorrida y dar explicaciones detalladas sobre las características de la isla,
pero yo ya las conocía por haberlas escuchado en otras oportunidades, y preferí
tener una tarde más distendida y contestar sólo lo que los chicos me
preguntaran, que seguramente no iba a ser poco. Así que los llevé por el bosque
hasta la playa del Toro.

Caminamos por hermosos senderos con frondosa
vegetación

Un tenebroso bosque
gris

El lago Nahuel Huapi desde la isla
Victoria

El bosque patagónico en todo su
esplendor

Predominaban los coihues y los
cipreses
La playa del Toro era tranquilísima, y cuando la
temperatura era elevada, las aguas se entibiaban lo suficiente como para poder
darse un chapuzón. Y eso ocurrió durante la tarde, cuando la temperatura llegó a
los 25°C.
En el blog magiaenelcamino.com.ar, Dino, uno de
sus autores, afirmaba “De vez en cuando
la vida… nos besa en la boca… Y una de esas veces la estoy viviendo ahora”.
Él se estaba refiriendo al lago Baikal; pero eso era precisamente lo que yo
estaba sintiendo en ese momento, junto al lago Nahuel Huapi, al ver a mi hijo
Martín y a mis nietas Ludmila y Laurita, tan felices en semejante
paraíso.

Arribamos a la playa del Toro donde había gente
tomando sol

Laurita, Ludmila y Martín se le animaron al
agua

Martín, Laurita y Ludmila posando con los pies en
el agua

Ludmila, Laurita y Martín se animaron un poco
más

Martín mirando como Laurita y Ludmila se sumergían
totalmente
Después de haberse sumergido con la ropa puesta,
tuvieron que secarse al sol al reparo de la barranca a modo de paredón que
reparaba de los vientos, y más tarde emprendimos el regreso hacia el
embarcadero. Y en el camino pudimos ver tanto expresiones de arte rupestre como
información acerca de los árboles del lugar.

Hostería Nacional Isla Victoria, sobre el
acantilado de la playa del Toro

Arte sobre roca

Arte tehuelche y de sus
antecesores

¿Qué edad tengo?

Un ejemplar de
Sequoia
Ya llegando a Puerto Anchorena, un cartel indicaba
el riesgo de incendio, que en ese momento era alto, característico del verano
por las altas temperaturas relativas, pero muy especialmente en ese momento, en
que no había llovido durante varios días.

El cartel indicaba alto riesgo de
incendio
La isla Victoria era un verdadero reservorio de
flora y fauna de la región, perteneciente al Parque Nacional Nahuel Huapi desde
1934, estando dividida en tres áreas, dos intangibles y una central que era la
que acabábamos de visitar.
Ana María
Liberali