Una mañana en el Bosque de
Arrayanes
Nos levantamos temprano pero nos demoramos más de
la cuenta durante el desayuno, no sólo porque tuvimos que esperar mesa, sino
porque al ser buffet, los chicos se entusiasmaron con tanta diversidad de
alimentos. Además, Martín quería ser servido por sus sobrinas, quienes tenían
que atenderlo permanentemente.
Luego nos dirigimos a una de las agencias de
turismo, donde me informaron que estaba por salir una lancha desde Puerto
Pañuelo rumbo al Bosque de Arrayanes, pero que el ómnibus de la empresa ya había
partido. Consulté precios y cuando me dijeron que para cada uno costaba
cuatrocientos pesos, pregunté si había descuento para discapacitados. Me
respondieron que para Martín era sin cargo y que yo, como acompañante, abonaría
el cincuenta por ciento. Pero, como suele suceder en estas ocasiones, tuve que
regresar al hotel a buscar el certificado de discapacidad que me había olvidado,
y llenar un formulario. Así que para poder acceder a la excursión tuvimos que
tomar un remis hasta Puerto Pañuelo.

Ludmila, Martín y Laurita en Puerto
Pañuelo

Ludmila, Laurita y Martín. Como fondo, el hotel
Llao Llao
Enseguida embarcamos en la Modesta Victoria y
comenzamos a disfrutar del maravilloso paisaje que daba marco al lago Nahuel
Huapi.
El lago Nahuel Huapi, con una profundidad máxima
de cuatrocientos sesenta y cuatro metros, como la mayoría de los situados en los
Andes Patagónico-Fueguinos, era de origen tectónico-glaciario, constituyendo
cada uno de sus brazos, una falla. Ellos eran el Campanario, de la Tristeza,
Blest, Machete, del Rincón, Última Esperanza y
Huemul.

Laurita, Martín y Ludmila embarcando en la Modesta
Victoria

El hotel Llao Llao desde el lago Nahuel
Huapi

Vista del cerro López desde el
lago

Bosque de coníferas en las márgenes del lago
Nahuel Huapi
Las nenas estaban sorprendidas por tanta belleza,
ya que era la primera vez que visitaban Bariloche, y pasaron un buen tiempo con
la mirada fija en el entorno. Hasta que de pronto comenzaron a reírse por algo
que estaba sucediendo dentro de la embarcación. Lo que ocurría era que una
pareja que estaba sentada frente a nosotros, había puesto un mantel sobre la
mesa y colocado una panera, para tan sólo tomar dos aguas saborizadas con pajita
y comer algunas galletitas de agua. Tanta obsesión nos pareció ridícula, y
haciendo ver que fotografiaba el paisaje, los retraté a ellos. Después nos
enteramos que eran de Mendoza, y si bien se trataba de una de las ciudades más
limpias de la Argentina, sus cuidados nos parecieron exagerados. Pero en fin, lo
que pasa es que la mitad del mundo se ríe de la otra mitad, y nosotros, en este
viaje, todo lo tomamos a risa.

Pareja
de mendocinos comiendo galletitas de agua con panera y
mantel
Como el Nahuel Huapi era compartido por dos
provincias, habíamos partido de Puerto Pañuelo en Río Negro, para llegar al
embarcadero de la península de Quetrihué, en Neuquén.

Martín, Ludmila y Laurita en el embarcadero de la
península de Quetrihué

Vista panorámica del embarcadero de la península
de Quetrihué
Nos encontrábamos en el Parque Nacional Los
Arrayanes, que formaba parte de la Reserva de Biosfera Andino Norpatagónica. Se
trataba de una formación boscosa compuesta en exclusividad por arrayanes, un
árbol de la familia de las mirtáceas de vistosa corteza color canela y manchas
blancas.

Laurita y Ludmila al ingresar al Parque Nacional Los Arrayanes

Tronco liso color canela con manchas blancas
formadas al desprenderse la corteza

Algunos ejemplares tenían entre quinientos y
seiscientos cincuenta años de edad

Los guías afirmaban que se trataba del único
bosque de arrayanes del mundo

Con Ludmila y Martín en el bosque de
Arrayanes
Varias décadas atrás estaba permitido deambular
libremente, pero debido a que los visitantes cortaban ramitas y pisaban raíces,
sumado al lento crecimiento de estos árboles, el bosque se estaba deteriorando,
por lo que construyeron pasarelas limitando el recorrido y brindando
información.

Raíces de arrayanes en
superficie

Laurita
y Ludmila en la pasarelas del bosque de arrayanes

Carteles
informativos a cada paso

Ludmila y Laurita comprobando la frialdad del
tronco del arrayán

En el interior del bosque de arrayanes

Algunos ejemplares superaban los quince metros de
altura

Un claro en el bosque

Sotobosque de otras
especies

Con
Martín y Ludmila en una zona de abundante
sotobosque
Después de la caminata entre arrayanes, llegamos a
la cabaña en la cual supuestamente Walt Disney se inspiró para filmar “Bambi”. Y
como era de rigor, los fotógrafos estaban a la pesca de cuanto turista estuviera
dispuesto a llevarse un recuerdo. Y aceptamos para poder estar los cuatro
juntos.

Cabaña
en la cual supuestamente Walt Disney se inspiró para filmar
“Bambi”

Con Laurita, Ludmila y Martín en la cabaña del
Bosque de Arrayanes
Y si bien daba para quedarse un rato más, el guía
comenzó a apurarnos porque nuestra lancha estaba a punto de partir para
continuar la excursión en la isla Victoria.
Ana María Liberali