De Retiro a Neuquén en
ómnibus
En diciembre de 2009 me convocaron desde la Universidad Nacional
del Comahue para desempeñarme como jurado de un concurso para la designación de
titular de la asignatura “Geografía Argentina” dictada por el Departamento de
Geografía. Y debido a que la estada iba a ser de sólo un día, me ofrecieron un
pasaje aéreo. Sin embargo, yo preferí desplazarme por tierra, en parte debido a
los inconvenientes que solían producirse en el tráfico aéreo, y fundamentalmente
porque yo observo y tomo nota de todo lo que veo por la ventanilla; además ya
hacía varios años que no transitaba esa ruta y como sabía que algunas cosas
habían cambiado, pretendí tener una visión ocular al respecto.
Salí de la terminal de ómnibus de Retiro apenas pasado el mediodía.
Sus alrededores no eran novedad para mí, ya que la frecuentaba permanentemente,
pero, al estar sobre un asiento reclinable, descontracturada, y siendo pleno
día, me detuve en la imagen panorámica del lugar que incluía al Kavanagh, a la
plaza Fuerza Aérea Argentina con su Torre Monumental, y a la cúpula de la
estación del ferrocarril General Belgrano.
El Kavanagh, diseñado por el Ing. Rodolfo Cervini, fue el primer
edificio de hormigón armado destinado a viviendas en Buenos Aires. En 1936, año
de su inauguración, con sus ciento veinte metros, era el más alto de Sudamérica,
y contó con aire acondicionado centralizado provisto por la empresa
estadounidense Carrier. Pese a este gran adelanto, por la lógica de la época, no
tenía ni cocheras ni portero eléctrico. En 1994, la Asociación Estadounidense de
Ingeniería Civil lo distinguió como “hito histórico internacional de la
ingeniería”. Desde 1999 pertenece al Patrimonio Mundial de la Arquitectura
de la Modernidad por decisión de la UNESCO; y en el mismo año fue declarado
Monumento Histórico Nacional, con lo cual los residentes quedaron eximidos del
pago de impuestos.
La Torre Monumental y la Plaza Fuerza Aérea Argentina, fueron
re-bautizadas con dichos nombres a posteriori de la Guerra de Malvinas, ya que
previamente eran denominadas Torre de los Ingleses y Plaza Británica. La torre
había sido construida por residentes británicos en 1910 con el fin de conmemorar
el centenario de la Revolución de Mayo. De estilo palladiano, contaba con
ornamentación y diferentes emblemas del Imperio Británico, y con un reloj que
imitaba al de la Abadía de Westminster. Algunos de los materiales originales
fueron reemplazados luego de los destrozos sufridos por un grupo de
manifestantes durante el conflicto bélico.
Retiro era, sin duda, un nudo de comunicaciones, ya que además de
la terminal de ómnibus y paradas de colectivos de gran cantidad de líneas que se
desplazaban hacia diferentes barrios de la ciudad y localidades del conurbano,
se localizaban tres grandes estaciones ferroviarias: Mitre, Belgrano y San
Martín. De los tres edificios, el más imponente era el del Belgrano, de estilo
academicista francés con una cúpula que se destacaba a lo lejos y databa de
1914.

El Kavanagh, la Torre Monumental en la plaza
Fuerza Aérea Argentina,
y la cúpula de la estación del ferrocarril
Belgrano, entre las del Mitre y del San Martín
Enseguida tomamos la avenida Eduardo Madero, que corría en
dirección norte-sur desde la plaza Fuerza Aérea Argentina hasta el Parque Colón.
Como siempre, estaba repleta de camiones que procedían del puerto y que
dificultaban el tránsito, pero la lentitud con la que nos desplazábamos me
permitió tomar fotografías de parte de las torres del gran complejo de negocios
Catalinas Norte.

Algunas de las torres del Complejo Catalinas
Norte

Torre Catalinas Norte, de ciento nueve metros,
construida en 1975
Al cruzar la avenida Córdoba, dejamos atrás el barrio de Retiro e
ingresamos al de Monserrat, y bordeamos el Parque Colón contiguo a la fachada
posterior de la Casa Rosada.

Cruzando la avenida Córdoba por la avenida Eduardo
Madero

El Ministerio de Economía, la Casa Rosada, el
Parque Colón y la playa de estacionamiento
de la intersección de la avenida Eduardo Madero
con la calle Tte. Gral. Juan Domingo Perón
La Casa Rosada, sede del Poder Ejecutivo de la República Argentina,
y Monumento Histórico Nacional desde 1942, fue construida en el lugar donde,
entre los siglos XVI y XIX, se asentara una fortaleza con fines de defensa sobre
la barranca del río de la Plata. Todos los terrenos lindantes hacia el este
fueron ganados al río a partir de 1850.
Según la tradición el color de la Casa de Gobierno se debe al deseo
del Presidente Domingo Faustino Sarmiento de representar simbólicamente la
fusión de los partidos que protagonizaron las cruentas guerras civiles de la
primera mitad del siglo XIX, con la mezcla del blanco supuestamente usado por
los unitarios y el rojo de los federales. La leyenda, sin embargo, parece
improbable, ya que los unitarios se identificaban con el color celeste. Por otra
parte, el color rosa era muy utilizado en la época como combinación de la
pintura a la cal con la sangre bovina, por sus propiedades hidrófugas y
fijadoras.

Casa de Gobierno de la República Argentina
y torre del Palacio de la Legislatura de la Ciudad
de Buenos Aires
En el Parque Colón se encontraba un monumento al navegante genovés,
que fuera donado por la comunidad italiana con motivo del Centenario de la
Revolución de Mayo.

Monumento a Cristónal Colón. Detrás, el Ministerio
de Economía de la Nación

El monumento al “descubridor de América” se
encontraba en el Parque Colón
lindando con la Casa
Rosada
Continuamos transitando por la avenida Paseo Colón, rumbo al sur,
hasta llegar a la autopista 25 de Mayo. Se trataba de una de las áreas más
antiguas de la ciudad donde pude divisar, entre otros, al Railway Building, del
que nadie hablaba a pesar de su importancia.
A principios del siglo XX, las compañías inglesas y francesas que
administraban los ferrocarriles del Sud (Roca), Central Argentino (Mitre), del
Oeste (Sarmiento), y Buenos Aires al Pacífico (San Martín), decidieron
concentrar sus oficinas en un solo edificio, por lo que mandaron a construir el
Railway Building, de estilos victoriano y eduardiano combinados, primer
rascacielos de Buenos Aires, que comenzó a funcionar en 1914. Debido a que
superaba la normativa de altura de la legislación porteña, fue solicitada una
excepción que fue aprobada por el Concejo Deliberante y por el intendente Carlos
Torcuato de Alvear. Cuando en 1947 se nacionalizaron los ferrocarriles, pasó a
pertenecer a la empresa Ferrocarriles Argentinos, en 1955 a Aerolíneas
Argentinas, y en 1994 fue transferido al Ministerio de Economía.

El Railway Building, en la avenida Paseo Colón
esquina Adolfo Alsina
Ingresamos
a la autopista 25 de Mayo en San Telmo y atravesamos los barrios de
Constitución, San Cristóbal, Boedo, Parque Chacabuco, Flores y Parque
Avellaneda, desde donde continuamos por la autopista Perito Moreno pasando por
Villa Luro y Versalles.

Circulando por la autopista 25 de Mayo

Avenida Curapaligüe desde la autopista en el
barrio de Parque Chacabuco

Barrio Parque
Avellaneda

Predominio de casas bajas en los barrios del oeste de la ciudad de
Buenos Aires

Desde la autopista Perito
Moreno

Instalaciones del Club Atlético Vélez
Sársfield

Estadio de Vélez Sársfield, una de las sedes del
Mundial de Fútbol 78
Hicimos una parada en la terminal de Liniers donde
subieron varios pasajeros. Llevábamos una hora y media sobre el micro y aun no
habíamos dejado la ciudad de Buenos Aires. Tomamos el Acceso Oeste, y volvimos a
parar en la terminal de Luján, desde donde recién nos dirigimos a la ruta
nacional número cinco que atravesaba la provincia de Buenos Aires en dirección a
la ciudad de Santa Rosa, capital de la provincia de La
Pampa.

Barrio de Liniers, en el límite oeste de la ciudad
de Buenos Aires

Desde la autopista Perito Moreno hacia el Acceso
Oeste

La avenida General Paz constituía uno de los
límites
entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la
Provincia de Buenos Aires
Como era de esperar, extensos campos de soja
reemplazaban a la diversidad productiva de años anteriores. Una gran disminución
de ganado bovino lechero y de cultivos destinados al mercado interno, fueron una
constante a través de todo el recorrido.

Campos de soja a ambos lados de la ruta nacional número
cinco

El alambrado que controlaba el desplazamiento del
ganado,
ya innecesario para el cultivo de
soja

Escaso ganado lechero y menor cantidad de tambos
en la provincia de Buenos Aires

Un antiguo molino en los campos
bonaerenses

Hortalizas y frutales en algunas
zonas

Campo cubierto con
rastrojos

¡Y aparecieron los
girasoles!
Llevábamos un atraso considerable debido al denso
tránsito dentro del Centro de Buenos Aires y de conflictos generados por algunos
pasajeros que habían subido en las terminales de Liniers y Luján a causa de que
les habían vendido asientos ya ocupados, lo que fuera resuelto
satisfactoriamente pero que indudablemente había demandado su tiempo.
Para colmo de males, repentinamente se largó una
lluvia torrencial que obligó a los choferes a circular a paso de hombre. ¡No se
veía absolutamente nada! Y en medio de semejante tormenta, ¡chocamos! Por suerte
no fue nada grave, pero por cuestiones de protocolo el micro debió ser retenido
y los pasajeros tuvimos que esperar que nos vinieran a buscar con otro
vehículo.
Ya la lluvia había parado pero el sol había
comenzado a ocultarse cuando recién estábamos próximos a la ciudad de Chivilcoy,
a ciento sesenta kilómetros de la Ciudad de Buenos
Aires.

Planta de la empresa láctea SanCor, próxima a la
ciudad de Chivilcoy

Un hermoso atardecer
pampeano

Febo en primer plano, lo que nunca podía ver desde
la monumental Buenos Aires

En pocos minutos nuestra estrella más cercana
desaparecería en el horizonte
Cuando nos sirvieron la cena, aun estábamos en la
provincia de Buenos Aires, y enseguida me dormí. No me enteré si paró o no en la
terminal de Santa Rosa y me desperté ya en Río Negro durante una parada previa
al destino final. Finalmente llegamos a la capital neuquina con atraso, pero no
tanto como el esperado, ya que seguramente en la zona desértica pampeana, donde
el tráfico era escaso, había podido recuperar parte del tiempo
perdido.
Neuquén, tal como gran parte de las ciudades de la
Argentina había surgido en torno a la llegada del ferrocarril a principios del
siglo XX, por lo cual la atravesaban las vías en sentido este-oeste. Había
tenido un período de esplendor durante las décadas del sesenta y setenta, cuando
además de la producción petrolera y frutícola, había recibido un espaldarazo
político-económico como capital de la región-plan del Comahue, que incluía
básicamente a las provincias de Neuquén y Río Negro. Pero posteriormente, con
crisis periódicas en la producción y comercialización de la fruta en el Valle
del Río Negro y la definitiva desaparición del ferrocarril, sufrió un gran
deterioro manifestado por los grandes cordones de marginalidad que fueron
creciendo por diversas causas locales, regionales y
nacionales.
En el camino entre la terminal de ómnibus y la
Universidad, pasé por lo que otrora fueran los terrenos del ferrocarril Sud
(Roca), convertidos en el Parque Central, y los galpones, en diversos espacios
culturales.

Galpón de embarque de frutos convertido en la Sala
de Arte “Emilio Saraco”
Continuamos por la avenida Coronel Olascoaga,
donde en la intersección con Vuelta de Obligado se encontraba el Monumento a la
Madre, obra del escultor cipoleño Atilio Morosin (1965), donado por la Policía
de la Provincia del Neuquén.

Monumento a la Madre en la avenida Coronel
Olascoaga y Vuelta de Obligado
Hacia el norte la avenida Olascoaga se denominaba
Argentina, y ya casi en sus últimas cuadras, sobre una barda, se encontraba la
Universidad.
El concurso fue muy sencillo ya que se presentó
una sola postulante con méritos suficientes para el cargo en cuestión, así que
antes de redactar el dictamen, junto con otras personas involucradas, salimos a
almorzar. El lugar era excelente tanto en sitio como desde el punto de vista
gastronómico, por lo que estaba lleno de gente y tardaron muchísimo en
atendernos.
Ya avanzada la tarde, después de completar los
documentos pertinentes fuimos a festejar a Bonafide con una deliciosa merienda,
y los anfitriones me llevaron hasta la terminal. No tenía reserva de boleto
porque no sabía a qué hora me iba a desocupar, así que conseguí un servicio que
salía casi a la medianoche, por lo que no iban a ofrecer cena. Entonces,
mientras esperaba la partida, me tenté con un super-pancho al que le agregaron
mostaza, mayonesa y mini-papitas fritas. ¡Una deliciosa chatarra!
Antes de dormirme, mientras pasábamos por el Alto
Valle del Río Negro, pude ver los álamos balanceándose de un lado a otro por la
fuerza del viento, y en semejante oscuridad, el paisaje se presentaba
fantasmagórico. En esta oportunidad, el micro iría vía Bahía Blanca, llegando a
Buenos Aires por la ruta nacional número tres. Pero sin contratiempos y en
horario.