El Valle de los Caídos, un lugar
para no volver
Salimos de Segovia apenas pasado el mediodía y
en algo más de media hora recorrimos los cincuenta kilómetros que nos separaban
del conjunto monumental Valle de los Caídos, situado sobre el paraje del valle
de Cuelgamuros, en el municipio de San Lorenzo de El Escorial, en la Comunidad
de Madrid.

Desde la ruta, la sierra de
Guadarrama

Llegando al valle de Cuelgamuros, repoblado
principalmente con pinos, cipreses y abetos
En el complejo se hallaban una Basílica, una
abadía benedictina, y una hospedería para atender al turismo, pero lo primero
que tuvimos ante nuestra vista fue una gran cruz dominando la escena. Ésta tenía
una altura de ciento cincuenta metros, de los cuales veinticinco correspondían
al basamento; dieciocho a los cuatro evangelistas y sus símbolos: Juan y el
Águila, Lucas y el Toro, Marcos y el León, y Mateo y el Hombre Alado; diecisiete
al cuerpo intermedio con las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza
y templanza; y ciento ocho al fuste de la cruz.

Una enorme cruz dominaba el conjunto
monumental

Detalle de la cruz y a la derecha las vías del
funicular que llegaba hasta su base
La
obra había sido ordenada por el entonces Jefe del Estado Español, el general
Francisco Franco, comenzándose en 1940 para ser inaugurada recién en 1959. Y en
su construcción participaron miles de presos políticos, muchos de los cuales
murieron debido a las precarias condiciones laborales hasta la amnistía de 1950,
momento en que comenzaron a trabajar reclusos comunes que por cada día de
trabajo redimían cinco de pena.

Al complejo se accedía por una gran
explanada

La explanada y la sierra de
Guadarrama

Uno de los escudos de los Reyes Católicos en
sobrerrelieve

Detalle de los arcos de medio punto formando
una galería
Tras abonar cinco euros, ser revisados, y
prohibirnos terminantemente tomar fotografías, ingresamos a la Basílica, que
estaba construida debajo de una gran piedra.
Era considerada la más grande del mundo ya que
su longitud era de doscientos sesenta y tres metros. Pero Pío XII, quien era el
Papa en el momento en que se construyó, no quiso que fuera superior a la de San
Pedro que medía ciento noventa y tres, por lo que le colocaron una reja que
disminuía en apariencia la extensión de la nave mayor. Sin embargo, al no tener
bancos, la sensación de inmensidad igualmente se
manifestaba.
Y allí estaban enterrados el general Francisco
Franco junto con José Antonio Primo de Rivera, fundador del partido Falange
Española, además de treinta y tres mil ochocientos setenta y dos combatientes de
la Guerra Civil, tanto nacionalistas como republicanos. Los columbarios se
ubicaban detrás de las dos grandes capillas del Santísimo y del Sepulcro, sin
separación de bandos; unos y otros se encontraban
entremezclados.
Tanto Primo de Rivera como Franco fallecieron
un 20 de noviembre; el primero en 1936 y el segundo en 1975. Y por esa causa, el
20-N se había convertido en un punto de reunión para sus
seguidores.

El grupo escultórico La Piedad, sobre la
cornisa del pórtico de la Basílica

El pórtico de la Basílica era de bronce
y estaban representados los quince misterios
del rosario y un apostolado

La explanada desde la escalinata de la
Basílica
Salimos de la Basílica en profundo silencio.
Las construcciones de cemento, granito y mármol eran frías, rígidas, que
expresaban una gran dureza tal cual lo que había sido el régimen franquista.
Todo había sido impactante, tétrico. Negros recuerdos habían invadido nuestras
mentes. Sin dudas, un lugar para no volver.
Ana María
Liberali