Inundaciones: Hemos aceptado mansamente vivir en
riesgo
D.
Claudia
Natenzon
No hay
nada más que decir. Se saben las múltiples causas que generan estas catástrofes.
Lo saben los científicos, lo saben los funcionarios, lo saben los políticos, lo
sabe particularmente la gente que las padece. Esa gente que siente y dice:
“estamos solos frente a la adversidad”.
No es
el cambio climático, no son los canales clandestinos y la sojización, no son los
edificios construidos en zonas inundables, no son los barrios cerrados o los
clubes de golf o los “countries”, no es la deforestación, ni la construcción de
rutas sin desagües adecuados, ni las intervenciones puntuales y parciales que
modifican el natural escurrimiento de cuencas de llanura sin tener en cuenta el
conjunto. No es que llueve más en áreas más intervenidas.
No es
la migración de familias que buscan el sustento diario en ciudades y pueblo con
nuevas actividades económicas, instalándose allí donde pueden. No es la
permisividad de las autoridades respecto al manejo discrecional del territorio
por parte de los intereses económicos particulares y su desidia respecto a las
necesidades de los más vulnerables.
Es
todo esto, combinado de manera desigual, generando más desigualdad, en toda una
historia de mirar para otro lado no bien el agua bajó.
No es
un momento, no es un lugar, no es esta catástrofe. Son procesos de larga
duración, en territorios extensos, que van influyendo unos en otros, con una
historia mucho más larga que un período de gobierno, el tiempo de una nación o
de un modelo productivo.
Hemos
incorporado con total naturalidad el hecho de vivir en una sociedad del riesgo,
y por eso aceptamos mansamente lo que nos pasa. Nos han domesticado. Y todos
hablamos, y damos opiniones mientras el agua está alta dentro de las casas.
Después, a esperar la próxima inundación.
Los
responsables (comunales, provinciales, nacionales) tienen que ponerse los
pantalones largos, dejar de estar sólo para la foto y no descargar el peso de la
solución en los bomberos voluntarios, en las organizaciones no gubernamentales
como Cruz Roja y CARITAS, y en las propias organizaciones vecinales.
En las
catástrofes, la defensa civil no puede hacerse cargo más que de los platos
rotos. Ellos recogen los resultados de una construcción social de condiciones
inseguras y riesgosas. Condiciones producidas en conjunto por los empresarios
del agro y de la industria; grandes y chicos; locales, nacionales y
transnacionales; y los funcionarios municipales, provinciales y nacionales.
Condiciones vulnerables vinculadas más con la gestión sectorial (como en salud,
educación, vivienda, producción, transporte, hidráulica, ambiente,
infraestructura, investigación). Y también con lo que hacen legisladores, jueces
y partidos políticos. Con todos los decisores que ejercen una parte del
poder.
Hacen
falta noticias de la inundación cuando no está inundado, periodistas que vayan
todos los meses a los lugares que se inundaron y vean qué se está haciendo de lo
propuesto y programado para reparar, sí, pero también para prevenir la próxima.
Y hacen falta medios de comunicación que lo publiquen.
La
gente del común acepta el desafío y colabora en un accionar que se resalta como
heroico. Pero ¿por qué llegar a esto? Basta de palabras, vamos a los hechos. Hay
que exigir la construcción colectiva de una estrategia conjunta, de largo plazo
pero detallada, donde cada uno cumpla su rol en la prevención. Los recursos
están, el dinero está, el conocimiento está. Nada está sobredeterminado, podemos
cambiar la realidad, podemos intervenir en la construcción de nuestra historia,
podemos prevenir.
Todos sabemos esto, basta de
palabras.
Claudia Natenzon, Instituto de Geografía, UBA y Flacso
Argentina
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Opinión
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16/08/15