Tras décadas de hostilidad hacia Irán, que incluyeron
muchas amenazas de ataques militares y sanciones contra ese país, una parte de
la élite política estadounidense parece haber concluido que todas estas medidas
han sido ineficaces y no han logrado ningún resultado positivo para EEUU. Ni la
economía de Irán ha sido destruida, ni la influencia de Irán en Oriente Medio y
el mundo ha sido frenada y tampoco se ha detenido el desarrollo militar y
tecnológico del país.
En realidad, Irán es un país demasiado grande, demasiado
rico en recursos de todo tipo, demasiado poderoso desde el punto de vista
político, diplomático y religioso y demasiado bien situado estratégicamente,
entre Oriente Medio y Asia Central y entre el Cáucaso y el Golfo Pérsico, como
para poder ser sometido por medio de presiones, chantajes y amenazas.
En unas recientes declaraciones el secretario de Estado de
EEUU, John Kerry, señaló que si no se lograba un acuerdo nuclear que levantara
las sanciones contra Irán, el régimen de sanciones se derrumbaría gradualmente.
“El mundo”, señaló el presidente Barack Obama, en este mismo sentido, “no
apoyará un esfuerzo permanente para sancionar a Irán hasta la
sumisión”.
En realidad, la capacidad de EEUU y sus aliados para
socavar la economía iraní era muy limitada, ya que la mayor parte de los
intercambios comerciales iraníes son realizados con Rusia, China y otros países
asiáticos. Y en un contexto de una creciente confrontación entre EEUU y Rusia
por el tema de Ucrania y de EEUU y China por la presencia china en las islas del
Mar de la China Meridional era muy poco probable que estos países aceptaran
sancionar a Irán, al que ven como un socio y aliado en contra del hegemonismo
estadounidense y en la lucha contra el terrorismo takfiri que amenaza a ambos
países.
EEUU teme que Irán se integre cada vez más en una alianza
con Rusia y China, que han manifestado su interés en ver a este último país
integrarse en la Organización de Cooperación de Shanghai, que ellos controlan y
que reúne ahora a las principales potencias de Asia. No es un secreto que el
objetivo de la creación de la OCS fue el de frenar la influencia de EEUU en
Eurasia que había crecido tras el estallido de la guerra de Afganistán en 2001 y
el subsiguiente establecimiento de bases militares estadounidenses en algunos
países de Asia Central. Para las élites norteamericanas, una alianza
ruso-chino-iraní dominaría Eurasia y debilitaría la posición de EEUU en esta
región y en todo el mundo.
Moscú y Pekín están también dando pasos para multiplicar
sus vínculos económicos y militares con Teherán, China es ahora el principal
socio comercial de Irán, mientras que Rusia e Irán están incrementando su
colaboración en el terreno de la defensa. Rusia e Irán son los principales
apoyos de Siria e Iraq en su lucha contra el terrorismo. Mientras que los países
occidentales han estado intentando presionar a Irán y Rusia para que acepten la
salida del poder del presidente sirio, Bashar al Assad, ambos países han
señalado que un cambio de este tipo corresponde decidirlo únicamente a los
propios sirios añadiendo además que Assad es hoy la principal garantía de
permanencia del Estado sirio en la lucha frente al terrorismo.
El acuerdo con Irán es también un paso importante para que
EEUU lleve a cabo su planeado “giro hacia Asia”, una región donde se concentrará
la mayor parte del crecimiento económico mundial en este siglo. Con el fin de
preparar su futura estrategia dirigida a aislar a Rusia y a China, el
establishment político y militar de EEUU necesita desengancharse de los
acontecimientos que tienen lugar en Oriente Medio, cosa que no ha podido hacer
hasta la fecha debido a los múltiples conflictos que se suceden allí y a las
tensiones relativas al programa nuclear de Irán.
Sin embargo, la parte de la clase política estadounidense
que posee vínculos más estrechos con el lobby sionista ha estado manteniendo una
postura diferente y prefiere seguir dirigiendo su atención hacia Oriente Medio
con el fin fundamental de servir a los propósitos hegemonistas de Israel en la
región. No obstante, las guerras fallidas de EEUU en Iraq y Afganistán, la mala
situación económica de EEUU, incluyendo su enorme endeudamiento, y el rechazo
del pueblo de EEUU a nuevas guerras en Oriente Medio hacen que estos sectores se
hallen hoy en una posición de debilidad y sean incapaces de hacer fracasar el
acuerdo con Irán.
Al Manar