Por el Camino de la Costa del
valle de Traslasierra
Una tarde salimos en dos vehículos mis nietas Laurita (7) y
Ludmila (8), mi hijo Martín (19), mi madre (87), Omar (51) y yo (58) en una
pequeña gira por los pueblitos de
Traslasierra.
Desde la Villa de Merlo tomamos la ruta provincial número cinco
hacia el oeste, hasta llegar a Santa Rosa del Conlara, desde donde con rumbo
directo al norte por la ruta ciento cuarenta y ocho, que era una recta absoluta,
llegamos a Villa Dolores.
Después de que los dos coches cargaran combustible, por la ruta
veinte hacia el este, tomamos el Camino de la Costa del valle de Traslasierra.
Se trataba de un trayecto que pasaba por el piedemonte occidental de las Sierras
Grandes de Córdoba, donde se encontraban diminutos pueblitos, uno más pintoresco
que el otro.
El primero de todos era San Javier. Estacionamos alrededor de la
plaza e ingresamos a la iglesia San Francisco Javier, de gran valor histórico,
así como sus antiguas casonas, varias de ellas de estilo
inglés.

Iglesia de San Francisco
Javier

Interior de la iglesia de San
Javier

Antiguo órgano
Una de las casas construida en el siglo XVII, había sido
totalmente restaurada y funcionaba como un complejo comercial denominado “Paseo
del Pueblo”, que comprendía un restorán, locales de venta de artesanías y juegos
para niños.

Laurita y Ludmila jugando en los jardines del
“Paseo del Pueblo”

Casona restaurada y convertida en restorán con la
sombra de un palo borracho

Laurita
y Ludmila disfrutando de los juegos
San Javier era
una localidad que parecía detenida en el tiempo. Podían encontrarse almacenes y
pulperías, y calles de tierra por donde continuaban transitando caballos y
sulkys. Y desde allí también partía un camino por el cual se podía acceder al
cerro Champaquí (2884 m.s.n.m.)

Camino de acceso al cerro
Champaquí
Separada por
sólo dos kilómetros de ruta se encontraba Yacanto, otra villa turística
semejante a la anterior. Ambas localidades nacieron con la construcción del
ferrocarril, surgiendo como lugares de descanso del personal jerárquico, por lo
que predominara el estilo inglés. Y en enero de 2011, momento en que nos
encontrábamos allí, entre ambas no llegaban a los dos mil habitantes; de hecho
se podían recorrer los dos pueblitos a pie.
El paisaje
natural estaba presidido por las laderas serranas, con numerosas quebradas, la
presencia del bosque autóctono, con ejemplares de algarrobo, piquillín, tala y
molle, entre otros. Podían realizarse paseos a través de senderos de montaña, de
a pie o a caballo, y existía una variada oferta hotelera, pero el más
distinguido, sin duda, era el hotel Yacanto, que fuimos a
visitar.

Entrada del hotel Yacanto en
Traslasierra
El hotel Yacanto
estaba diseñado sobre una antigua estancia de estilo inglés, donde el casco
había sido destinado a confortables habitaciones, y el resto del terreno, a
extensos jardines que incluían piscina natural de agua de vertiente, solárium,
cancha de golf, cancha de tenis de polvo de ladrillo, canchas de paddle, bochas
y mesas de ping pong. Pero además, el predio contaba con bosques de algarrobos,
palmeras y eucaliptus, ideales para hacer caminatas respirando aire
puro.

Casco de estancia convertido en
hotel

Laurita y Omar regresando de la cancha del Golf
Club Yacanto

Palmeras Caranday en los jardines del hotel
Yacanto

Laurita y Ludmila en el bosquecito de
eucaliptos

Con Ludmila y Laurita en un puentecito colgante
en el predio del hotel Yacanto
Permanecimos un
rato disfrutando del lugar mientras los chicos fueron a los juegos, y luego,
continuamos viaje.
Pero Ludmila
cuestionó que no nos hubiéramos alojado allí, diciendo que le iba a decir a su
papá que la llevara a pasar las vacaciones a ese
hotel.
Yo le contesté
que su padre sólo podría ir a ese lugar como cocinero, a lo que ella replicó que
le iba a buscar una novia con plata, y que ya sabía quién iba a ser.
Y cuando le
preguntamos de quién se trataba, contestó:
-
“Cristina”.
-
“¿Qué Cristina?”
-
“La presidenta, que tiene plata y ahora está
solita…”
¡Sin palabras! El conductor del remis tuvo que
parar el coche porque no podía dejar de reirse, diciendo: -“¡Esta nena sí que
tiene las cosas claras!”
Siguiendo hacia el sur, tuvimos una hermosa vista
del cerro Champaquí, que hasta pocos minutos antes había estado cubierto por una
espesa nube.

Cerro Champaquí desde el camino entre Yacanto y
Luyaba

En las cercanías de
Luyaba

Bienvenidos a Luyaba
Una de las construcciones más pintorescas de la
localidad de Luyaba era la iglesia de la Virgen de la Merced. Sus líneas
arquitectónicas expresaban simplicidad, características del estilo colonial, y
contaba con un pequeño campanario en uno de los laterales del
techo.

Iglesia
de la Virgen de la Merced en Luyaba
Pero los chicos, cada vez que veían juegos,
corrían rápidamente hacia ellos, no haciendo caso de los demás
atractivos.

Laurita hamacándose en la plaza de
Luyaba
En el extremo sur de Traslasierra se encontraba
La Paz, donde la refinada gastronomía europea convivía con la sencilla cocina
serrana.
La zona albergaba espesos bosques nativos y era considerada el
paraíso de las hierbas medicinales. Tanto por la variedad y cantidad d especies
se había convertido en uno de los centros productores de mayor importancia del
país confundiéndose el aroma de las hierbas con el perfume de los naranjales,
una verdadera fiesta para los sentidos. Varios establecimientos vendían a la
vera de la ruta nueces, cedrón, peperina, romero, orégano, miel…

Venta de productos de la zona a la vera de la
ruta
El pueblo había nacido a partir de una pequeña villa asentata en
torno a la capilla de San Juan de las Talas, que databa de 1720, conservando
gran parte de su arquitectura de fines del 1800. La fiesta patronal era el 29 de
agosto en honor a San Juan Bautista.

Plaza
San Martín en La Paz

Iglesia de San Juan Bautista de La
Paz

Ludmila y Laurita en el interior de la iglesia
San Juan Bautista
Quedaban sólo 15 kilómetros para llegar a Merlo y
teníamos a nuestro frente la sierra de Comechingones, sector sur de las Sierras
Grandes, límite entre las provincias de Córdoba y San
Luis.

Sierra de Comechingones y vegetación de monte a
ambos lados del camino

Nacientes de arroyos en las laderas de la Sierra
de Comechingones

Un enorme cono de deyección
al frente de nuestra vista

Lo de Ceberra – ALMACÉN DE
CAMPO
El paseo por el Camino de la
Costa del valle de Traslasierra nos había resultado sumamente interesante y
agradable donde, personas con tan amplio espectro de edades, habíamos podido
disfrutar tanto de atractivos naturales como
culturales.
Ana
María Liberali