A dos meses de la muerte de Nisman la investigación
sobre su asesinato o suicidio se ha estancado. La fiscalía no corrobora
hipótesis, no define imputados y no esclarece móviles. Las causas del
fallecimiento siguen en la penumbra, nadie explica la desaparición de los
custodios y crece el misterio por el desorden en la escena del crimen.
Persisten, además, las discrepancias entre los peritos y todas las pruebas se
esfumaron.
Pero en este caos se han reflotado varios datos de
la trama que rodea a los atentados de la embajada de Israel (1992) y la AMIA
(1994).
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