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El caso Nisman
Netanyahu, más lejos de Obama: advirtió sobre un "mal acuerdo" con
Irán
Dijo que el pacto que la Casa Blanca negocia con Teherán le
garantiza la bomba atómica al régimen de los ayatollahs; "No ofreció
alternativas", le respondió Obama
Silvia
Pisani | LA
NACION
Buenos Aires,
4/3/15
WASHINGTON.- No hay registro de semejante tirantez entre Washington
e Israel. La relación entre ambos "aliados estratégicos" ingresó ayer en terreno
desconocido cuando el primer ministro Benjamin Netanyahu usó el poderoso atril
del Capitolio para denunciar desde allí que la actual política de la Casa Blanca
de acercamiento y negociación con Teherán "allana el camino de Irán hacia la
bomba atómica".
Ovacionado
más de 20 veces por legisladores de ambas cámaras, Netanyahu insistió en que el
acuerdo nuclear que el presidente Barack Obama busca con el gobierno iraní es "pésimo" y que el mundo
"estaría mucho mejor sin eso".
Con todo,
intentó atajar las críticas que se le hacen de que no tiene alternativa al
asegurar que lo que él propone a cambio "no es necesariamente la guerra con
Irán", sino la búsqueda de un acuerdo "mejor" del que, por estas mismas horas,
Obama y sus aliados europeos negocian con Teherán en Suiza.
"Lo que
estamos viendo es que el pueblo judío sufre otro intento de destrucción", en
referencia al desarrollo nuclear iraní. "El régimen iraní es tan radical como
siempre y no debe convertirse en un amigo de Estados Unidos",
subrayó.
Previno que
la negociación de un acuerdo nuclear que busca Obama no sólo "no bloquea el
camino de Irán hacia una bomba" atómica, sino que "lo allana". Tan extremo fue
lo que sucedió aquí que, por un momento, pareció que Netanyahu era el presidente
y no Obama. Invitado por los republicanos sin consentimiento de la Casa Blanca,
el israelí se movió sobre la misma escenografía que se reserva al jefe de la
Casa Blanca para su solemne discurso anual sobre el Estado de la
Unión.
Avanzó,
entre aplausos y vítores, por el mismo pasillo por el que ingresa Obama para dar
su discurso de la Unión, saludando aquí y allá a legisladores apiñados para
verlo. Los pases para acceder se agotaron.
Afuera, el
operativo de seguridad bloqueó buena parte del centro de la ciudad. Con ruidosos
helicópteros en vuelo estático sobre las principales calles y francotiradores en
los techos, era difícil no darse cuenta de lo altamente sensible de la
jornada.
El
presidente se enteró de todo desde un sillón en su oficina. "Leí la
transcripción del discurso", dijo. Molesto con Netanyahu -a quien se negó a
recibir en la Casa Blanca-, convocó luego a periodistas al Salón Oval para
descalificar los dichos del huésped de los republicanos.
"No sólo no
hubo nada nuevo en sus palabras, sino que no ofreció alternativas viables" a las
negociaciones que él espera tener listas para fines de este mes. Prometió, de
paso, que Estados Unidos "no firmará un mal acuerdo" con Irán.
Recordó que
a la instancia negociadora se llegó "luego de un período de duras sanciones
económicas" que no sólo abrieron paso a la negociación, sino también a
inspecciones inéditas de las instalaciones nucleares del país persa, así como al
"congelamiento" de su programa atómico.
La
ratificación plena del curso por parte de la Casa Blanca fue el fútil corolario
del día de gloria que tuvo Netanyahu en esta ciudad. Poseedor de un inglés
fluido y excelente orador, igualó ayer a su admirado Winston Churchill al
convertirse, junto con él, en los únicos jefes de gobierno extranjeros en
exponer tres veces ante el Capitolio.
"No creo
que esto cambie para nada la percepción que el público norteamericano tiene del
acuerdo que se busca con Irán", dijo Michael Shifter, del Interamerican
Dialogue.
El consenso
aquí es que el gran objetivo de Netanyahu era obtener rédito interno de cara a
las elecciones en las que busca un histórico cuarto mandato al frente del
gobierno. Lo mismo se les atribuye a los republicanos. El hecho de que la cita
electoral sea dentro de dos semanas fue la excusa perfecta para mandarlo de
regreso sin recibirlo. "La norma es mantenerse al margen de los procesos
electorales", dijo el vocero presidencial, Josh Earnest.
Como si no
supiera lo que provocaría, el premier arrancó su discurso con una disculpa.
"Lamento profundamente que algunos consideren mi visita como algo político", fue
su frase. De paso, dedicó alabanzas al "apoyo" de Obama a Israel, que recibe de
Washington la mayor ayuda militar que haya obtenido nunca. Llamó, de hecho, a
trabajar juntos. "Debemos estar unidos para frenar la marcha iraní de conquista,
terror y represión", y alertó que creer en su actitud negociadora "es un error",
porque, en realidad, su régimen "sigue siendo tan radical como
siempre".
Describió
cierta ingenuidad política al esperar que Irán desee integrarse "a la comunidad
de naciones" cuando, en realidad, lo que pretende es "seguir devorando
naciones". Aludió así al hecho de que "ya domina los gobiernos de Irak, Siria,
Líbano y Yemen" y que, "seguramente, pronto vendrán otros más". El premier hizo
referencia también al soporte terrorista del régimen y reiteró su participación
en las voladuras de la embajada de Israel en Buenos Aires y de la mutual judía
AMIA (ver página 8).
Un puñado
de legisladores demócratas boicoteó la comparecencia. Pero la gran mayoría
estuvo presente. "Ha sido muy triste presenciar semejante insulto", dijo, por
caso, la jefa de ese bloque de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. "Es
penoso que se ignore el enorme esfuerzo que estamos haciendo para prevenir la
proliferación nuclear."
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