NCeHu
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El caso Nisman
EE.UU
La Casa Blanca se
irrita con Netanyahu y califica su visita de "destructiva"
La invitación
de los republicanos al premier israelí para que hable en el Congreso genera
malestar
Silvia Pisani | LA
NACION
Buenos Aires,
26/11/15
WASHINGTON.- En menos de una semana, la relación de los Estados
Unidos con Israel, su aliado de hierro en Medio Oriente, pasará una inédita
prueba de fuego.
Invitado
por los republicanos, el primer
ministro israelí, Benjamin Netanyahu,
despotricará contra el presidente Barack Obama en una sesión especial del
Capitolio, calificada ya de la peor manera por la Casa Blanca. Pese a eso, la
convocatoria sigue adelante, impermeable a las presiones en
contrario.
"Es una
visita destructiva para el entramado" de la relación bilateral, dijo ayer la
asesora de Seguridad Nacional, Susan Rice, una figura de llegada directa al
presidente. "Con esto, se le está inyectando un color partidista" a la política
exterior, añadió.
Muy lejos
de ser casuales, los dichos de Rice suman a una escalada de señales de
indisimulable malestar en la
Casa Blanca para esta visita, que tuvo
origen en una decisión del líder de la Cámara de Representantes, el republicano
John Boehner.
"Tengo todo
el derecho del mundo a formular este tipo de convocatorias para exponer en el
Capitolio y no pienso retractarme", se plantó ayer el siempre bronceado
legislador por Ohio.
Y tiene
razón: su cargo le permite este tipo de convocatorias. Un mecanismo que también
usó, por ejemplo, para el discurso que pronunciará el papa Francisco en
septiembre ante las dos cámaras.
Al igual
que ahora, la invitación se formuló sin consulta a la Casa Blanca, que se enteró
casi al mismo tiempo que los periodistas. La diferencia es que con el caso del
Papa, la comparecencia parlamentaria forma parte de una visita ya programada,
mientras que en el caso de Netanyahu, su presencia en sí se está convirtiendo en
un dolor de cabeza.
"Nunca
recibimos a mandatarios en plena etapa electoral", tuvo que aclarar días atrás
el propio Obama. Lo hizo para explicar su tajante decisión de no recibir a
Netanyahu durante su estancia en Washington. No es el único: una veintena de
legisladores de su partido piensa boicotear la comparecencia y no asistir al
plenario.
De hecho,
es difícil saber hoy qué personalidad del partido en el gobierno tendrá
interacción con Netanyahu. El secretario de Estado, John Kerry, ya se excusó y
lo mismo hizo el vicepresidente Joe Biden. Obama insiste en que no piensa
recibirlo en la Casa Blanca. "No corresponde", dijo.
La Casa
Blanca tiene la mejor de las excusas en su tradición de mantener "manos afuera"
durante una campaña electoral. Netanyahu llegará para su gran comparecencia en
Washington apenas dos semanas antes de las elecciones generales en Israel,
previstas para el 17 de marzo.
Por debajo
de todo eso está la inocultable tirantez entre ambos gobiernos. Netanyahu ha
hecho causa con dinamitar las conversaciones que Estados Unidos mantiene con
Irán con miras a un acuerdo de control nuclear.
"Yo no
pienso permitir la existencia de un Irán con armamento nuclear, porque eso
significaría poner en riesgo a Israel", repite el premier, en plena campaña para
obtener la reelección.
Al igual
que sus aliados en Europa y tras una campaña con sanciones económicas,
Washington está en tratativas con Irán para lograr que abra su programa de
desarrollo nuclear, algo que, hasta ahora, mantiene velado. Con ese paso daría
garantías de que lo usa con fines militares.
Las
expresiones de Netanyahu vienen molestando a la Casa Blanca. "Parece que las
potencias occidentales cedieron en su compromiso de impedir que Irán obtenga
armas nucleares. Aceptan que Irán adquiera gradualmente, en pocos años, la
capacidad de fabricar material para muchas armas nucleares. Yo no estoy
dispuesto a aceptarlo", embistió ayer el premier derechista desde Tel Aviv. "Me
parece que está equivocado", lo descalificó Kerry.
En el
gobierno existe la convicción de que el único objetivo de su visita a esta
ciudad y de su discurso en el Congreso será encender los ánimos para complicar
el acuerdo nuclear con Irán, la meta más ambiciosa de Obama en política
exterior.
Lo otro que
crece es la sospecha de que tanto Netanyahu como los republicanos quieren usar
esa visita con fines de política interna. "Se le está incorporando a eso un
ingrediente de politiquería" que afecta la relación entre ambos gobiernos, dijo
Rice.
Obama hace
un delicado equilibrio para mostrar que una cosa es separarse de esta "maniobra"
y otra, mantener "el lazo inquebrantable" con Israel, más allá de que en esta
ocasión no quiera verle la cara a su primer ministro, con el que el jefe de la
Casa Blanca nunca se ha llevado bien.
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