De
Cuenca a Lima
Después de haber pasado una grata estada en la bella ciudad de
Cuenca, partimos una mañana rumbo a Loja. El camino era extremadamente sinuoso,
algo que siempre me había gustado mucho porque detrás de cada curva, el paisaje
era diferente.

Saliendo de
Cuenca

Camino extremadamente sinuoso entre Cuenca y
Loja

Plantaciones de maíz en los
valles

Un salón de belleza unisex en
un pueblito perdido en la montaña

Caseríos en las áreas
rurales

Cultivos entremedio de las
casas

Vivienda de buen nivel
socioeconómico

Verdes campos en suaves
colinas

Cambios en la vegetación en
función de la altura

Aproximándonos a
Loja…

Suburbios de Loja con una
tumba a la vera del camino

Pintadas del Movimiento de
Unidad Plurinacional Pachakutik,
de tendencia indigenista y
socialdemócrata

Ganado pastando en verdes
colinas
Si bien la distancia entre Cuenca y Loja era de sólo doscientos
kilómetros, debido al tamaño del ómnibus que dificultaba tomar las pronunciadas
curvas a velocidad, y a la cantidad de paradas en el camino, llegamos a destino
pasado el mediodía.
Loja había sido fundada como un sitio de descanso (Tambo), entre
las ciudades de Quito y Lima, y también ese era nuestro propósito en ese
momento, descansar del largo tramo que estábamos
transitando.

Llegando a Loja, en el valle
de Cuxibamba
Ya era el 28 de enero de 2009, día en que Martín cumplía dieciocho
años. Así que prontamente nos propusimos encontrar un lugar donde hacer un
sencillo festejo por la noche, con pizza y torta de
chocolate.

Martín festejando sus
dieciocho años
Después de la cena salimos a caminar por el Centro Histórico, que
estaba totalmente iluminado. Pasamos por el Parque Central frente al cual se
encontraban la Catedral y el Banco Bolivariano, entre otros edificios
emblemáticos; y luego, por la calle de Lourdes donde se encontraban varias
casonas coloniales, muchas de ellas reconvertidas en locales
típicos.

Catedral de Loja, hogar de la
Virgen del Cisne

El Banco Bolivariano,
frente al Parque Central

Callejuelas de
Loja
A la mañana siguiente salimos a recorrer la ciudad. Pequeña y
bonita, rodeada por cerros, contaba con apenas doscientos mil
habitantes.
A lo largo del recorrido pudimos ver varias iglesias, pero la que
se destacaba en medio del paisaje era la de Santo Domingo. Había sido construida
en 1557 en estilo gótico, pero después del terremoto de 1867, sólo las torres
gemelas permanecieron en pie, que se mantuvieron a pesar de que el edificio
fuera renovado en estilo colonial.

De entre montañas y edificios se destacaban las
torres de la iglesia de Santo Domingo

Vista parcial del casco histórico de
Loja

Loja, construida entre
cordones montañosos
Loja se caracterizaba por una rica tradición en las artes, y era
conocida como la capital musical y cultural del Ecuador. La ciudad albergaba dos
universidades, la Nacional de Loja fundada en 1859 por el Gobierno Federal de
Loja, y la Técnica Particular de Loja que tuviera su origen en 1971. Pero, como
en muchos países latinoamericanos, las condiciones no eran las ideales, por lo
que estudiantes, docentes y administrativos, llevaron a cabo una gran marcha a
través de las principales calles del Centro.

Marcha universitaria por las
calles del Centro de Loja

La Juventud Universitaria de
Loja

“Por una universidad progresista” –
FIU
Área de Educación, el Arte y
la Comunicación. Sector Administrativo
Esa noche cenamos en un local autoservicio y a pesar de la cantidad
de platos que se ofrecían, muchos de ellos desconocidos por nosotros, pedimos
salchipapa, el preferido de Martín.

Parte de la oferta
gastronómica con los precios expresados en dólares, moneda oficial de
Ecuador
Si bien la ciudad hubiera merecido que nuestra presencia fuera más
prolongada, al día siguiente la abandonaríamos porque ya estábamos en viaje de
vuelta y debíamos prever cualquier inconveniente en la ruta a
transitar.

En la mañana del 30 de enero
nos despedimos de Loja
A medida que avanzábamos hacia la frontera ecuatoriano-peruana, la
vegetación se hacía más exuberante, señal evidente del aumento de las
precipitaciones.

Gran nubosidad en el camino hacia la frontera
ecuatoriano-peruana

Claveles del aire en los
alambrados

Diversidad de cultivos en los
valles y laderas

Vegetación cada vez más
exuberante

Bellísimo paisaje entre Loja y
la frontera con Perú

Al conductor del micro se le
presentaban algunas contradicciones:
la bandera de los Estados
Unidos junto al Che Guevara y a la Virgen

El mapa con la bandera de los Estados Unidos,
la Virgen y una cruz con el Che Guevara

Ya cerca de la frontera
comenzaban los cultivos de arroz, típicos de zonas cálidas y muy
húmedas
Al llegar al paso fronterizo de Macará, presentamos la
documentación ante las autoridades ecuatorianas. Y en cuanto vio mi pasaporte
argentino, el agente que me estaba atendiendo, me preguntó serio y con voz
grave:
-
“Es usted de Boca o de River”.
-
“De River”, le dije con orgullo.
-
“Entonces no la dejaré pasar”, respondió. Y acto seguido desabrochó
los botones de su uniforme mostrando su gran panza cubierta por la camiseta
xeneixe.
Yo largué la carcajada, y repliqué: - “Pero mi hijo es bostero.
¡Sucede en las mejores familias!”
-
“Entonces haremos una excepción. Pasará gracias a
él.”
Fue una simpática despedida de Ecuador, país que nos había agradado
muchísimo, tanto por la diversidad de sus paisajes como por el trato que nos
diera su gente.

Martín en el puente fronterizo
ecuatoriano-peruano

Omar y Martín, todavía del
lado ecuatoriano

Río Macará, límite entre
Ecuador y Perú
Ingresamos a Perú sin inconvenientes. La vegetación continuó siendo
higrófila, y aumentó la cantidad de arrozales, pero notamos sectores de pobreza
mucho más marcados que los que habíamos visto en territorio
ecuatoriano.

La vegetación continuó siendo
higrófila

Grandes plantaciones de arroz
a la vera de la carretera

Establecimientos ganaderos muy
rudimentarios

Típico paisaje del norte
peruano
Llegamos a la ciudad de Piura a media tarde, comimos algo ligero y
continuamos viaje en otro ómnibus hacia Lima, distante a casi mil kilómetros de
allí, lo que demandaría alrededor de trece horas de
viaje.

Plaza Miguel Grau, en
honor al máximo patriota peruano, conocido como “El Caballero de los Mares”

Traslado de obreros en la
ciudad de Piura

Puente Sánchez Cerro sobre el
río Piura
Ya en Lima hicimos algunas caminatas por el Centro Histórico,
disfrutamos de las exquisiteces de la cocina peruana, y observamos antiguas y
modernas edificaciones.

Martín en un paseo peatonal de
la ciudad de Lima

Martín junto a una típica reja
en el Centro Histórico de Lima

El Sheraton de Lima, un
edificio sismoresistente…

Tan desagradable como
seguro

Iluminadas, las antiguas iglesias se veían más
impactantes aún
Y por la noche, después de una agradable cena junto a nuestros
amigos Hildegardo y Paquita, nos dispusimos a descansar para, al día siguiente,
emprender un largo camino hasta la capital chilena.
Ana María
Liberali