NCeHu
895/14
Argentina como geografía
Pacto con China, del
idilio a la dependencia
Carlos Pagni | LA NACION
Buenos Aires, 29/12/14
En su última sesión del año, a libro cerrado, el oficialismo
aprobará hoy en el Senado una de sus iniciativas más audaces en el campo de la
política exterior: el convenio marco de cooperación en materia económica y de
inversiones entre la Argentina y China, que va acompañado de dos acuerdos sobre
inversiones industriales e infraestructura.
Se trata de
un entendimiento con consecuencias de largo alcance para el desarrollo del país.
A cambio de financiamiento, las empresas chinas tendrán acceso privilegiado a
los negocios energéticos, mineros y agropecuarios, lo que incluye la posibilidad
de importar mano de obra. Pekín no ha conseguido un acuerdo tan generoso en toda
la región.
El convenio
plantea incógnitas muy relevantes sobre la orientación económica e internacional
de la Argentina. Y también, para escándalo del nacionalismo kirchnerista, sobre
el nivel de dependencia externa que la sociedad está dispuesta a
aceptar.
En otras
palabras: hoy los senadores deberían discutir la estrategia del país ante la
presencia cada vez más influyente de China en América latina. Pero no lo harán.
Aprobarán el acuerdo sin debate.
La primera
señal de que el tratado con China es sospechoso la emitió Cristina Kirchner. Lo
firmó el 18 de julio pasado, durante la visita del presidente Xi Jinping, pero
recién lo envió al Senado el 16 de diciembre, para que la Comisión de Relaciones
Exteriores lo tratara al día siguiente.
Los
representantes de la oposición no concurrieron a la reunión por falta de tiempo
para leer lo que se discutiría. El texto fue incluido en el orden del día de la
sesión de hoy, para que se lo vote sin análisis. Un modus operandi habitual en
el kirchnerismo, que todavía no se anima a publicar el acuerdo que firmó con
Chevron para la explotación de Vaca Muerta.
La
justificación más elegante de la urgencia es que Héctor Timerman no quiere
llegar con las manos vacías a la reunión de cancilleres de la Celac que se hará
en Pekín el 8 de enero. También hay otra excusa: la señora de Kirchner pretende
firmar convenios al amparo del que sancionará hoy el Senado cuando visite China,
en marzo.
En su
mensaje al Congreso, la Presidenta promete que su acuerdo equilibrará la balanza
comercial con China y desarrollará una industria nacional con capacidad de
exportar a ese país. ¿En qué rubro las manufacturas argentinas competirían con
ventaja con las chinas? Ella no se lo pregunta.
El texto
establece que las empresas chinas, a cambio de ofrecer financiamiento, tendrán
ventajas para acceder a negocios energéticos, mineros, industriales o
agropecuarios. El artículo 4º adelanta que se confeccionará una lista de
"proyectos prioritarios", para los cuales los inversores disfrutarán de
beneficios especiales. Por ejemplo, podrían importar insumos sin arancel. Es lo
que sucedió con las centrales eléctricas que se construyeron en los últimos
cuatro años, con escasísima participación de la industria local, para escarnio
de la mitología oficialista.
El artículo
5º prevé un plan quinquenal de infraestructura que se realizaría por
adjudicación directa. Se adopta, entonces, el método de los "créditos atados",
que, como señaló Alieto Guadagni en este diario, evitan las licitaciones con las
derivaciones clásicas: los plazos más largos y las tasas más bajas esconden
precios más caros, calidades dudosas y comisiones poco transparentes. La
Argentina conoció esa modalidad en los años 90, a raíz del acuerdo de
cooperación con Italia que estalló con el proceso mani pulite.
El artículo
6º concede condiciones de igualdad laboral, gracias a las cuales las compañías
chinas podrían transferir mano de obra de su país sin otro requisito que el que
fija Migraciones.
El artículo
2º permite a las autoridades celebrar arreglos específicos -energéticos,
mineros, de obra pública, nucleares, etc.- adecuados a este convenio marco, sin
necesidad de una nueva intervención parlamentaria.
La
diplomacia china se ha adjudicado con estos entendimientos un triunfo llamativo.
Hasta ahora no había suscripto un acuerdo tan provechoso con ningún país de la
región. Para encontrar uno similar hay que remontarse a los convenios firmados
con Angola (1984) y con Nigeria (2001), sus máximos proveedores africanos de
hidrocarburos.
En América
latina, el acuerdo que más se aproxima al que firmó Cristina Kirchner es el que,
también en julio, Xi suscribió con Nicolás Maduro. A cambio de un desembolso de
US$ 5600 millones, Pekín se asegura una provisión constante de petróleo, se
apropia de una explotación minera de oro y cobre, y alimenta un fondo binacional
destinado a otras iniciativas. China se beneficia en Venezuela con la caída del
precio del petróleo. Hace tres semanas, el gabinete económico de Maduro visitó
Pekín para realizar más concesiones a cambio de divisas. Los chinos también
aprovecharon en 2013 los problemas financieros de Ecuador. Se aseguraron el 90%
del crudo de Petroecuador a cambio de financiamiento.
El
kirchnerismo ofrece todas las condiciones que puede esperar China en su relación
con América latina. La más importante es el desarreglo económico, que produjo
una brutal caída de reservas monetarias. Para afrontar ese problema Axel
Kicillof debió sepultar el mito del desendeudamiento y pedir prestado a China.
El swap de reservas pactado con el Banco del Pueblo Chino permitió al Banco
Central incorporar el equivalente en yuanes a US$ 2300 millones. Además, sin
resolver el problema del default, la Argentina se vuelve más dependiente del
financiamiento chino. Fragilidades que la simplificación "patria o buitres" no
contempla.
El idilio
con Pekín se afianza gracias a algunas supersticiones del Gobierno. Kicillof es
un arqueólogo de la economía empeñado en exhumar una planificación que hasta a
los chinos les parece anacrónica, propia del maoísmo que practicaban sus
mayores. Esa concepción prefiere que las relaciones económicas internacionales
se establezcan entre Estados. Una receta que los prosaicos Néstor Kirchner y
Julio De Vido adoptaron para sus fideicomisos con el chavismo. Sueños
compartidos.
El
experimento de Kicillof se complementa con el rudimentario nacionalismo de
Cristina Kirchner y otros nostálgicos de los fogones universitarios de La Plata.
Uno de ellos, el neuquino Marcelo Fuentes, convertido en soldado de una segunda
Guerra Fría, explicó que el kirchnerismo hizo una "opción geopolítica" por
China, en contra de los Estados Unidos, cuya embajada es el ventrílocuo de la
oposición. Fuentes desarrolló esa teoría al justificar una base china de
investigaciones espaciales establecida en su provincia. Según él, subordinarse a
China es saludable porque tiene menos portaaviones que los Estados Unidos. Sería
una pena que hoy Fuentes, por falta de debate, prive al Senado de su simpático
rebrote adolescente. Un "volver a vivir" al que sólo le faltan Blackie y
D'Agostino.
Para el
kirchnerismo hay otro encanto en la sinodependencia. Es la posibilidad de
acordar negocios entre funcionarios, sin intervención del mercado. Esa técnica a
menudo deja caer una moneda. Las empresas imperialistas, europeas o
norteamericanas, deben mantener estándares de transparencia, cuidado ambiental y
derechos laborales a los que no están obligadas las de China. Gracias a esta
falta de fiscalización, por ejemplo, Florencio Randazzo puede viajar hacia la
Presidencia subido a un tren. O Sinohydro aliarse a Austral Construcciones para
realizar las extravagantes represas Kirchner y Cepernic, cuando ya pesaba sobre
Báez la sospecha de lavado de dinero. Cuando Báez quedó fuera de carrera, la
obra se adjudicó a Electroingeniería, de Gerardo Ferreyra, álter ego de Carlos
Zannini, asociada con la china Gezhouba.
El
kirchnerismo suele quedar en las antípodas de a donde se había propuesto ir. No
se sabe de ningún país que se haya industrializado o haya mejorado su balance
comercial asociándose con China. Los ejemplos demuestran lo contrario. Los
diplomáticos chinos lo admiten, con lógica de mercado: "No somos los culpables
de que sus empresas sean poco competitivas". Por supuesto, dejan a un lado
algunas acusaciones de dumping que enfrentan sus compañías.
Los
protocolos que se aprobarán hoy afectarán la escena regional. Muchas empresas
extranjeras, sobre todo brasileñas, se verán desplazadas por las chinas. Contra
lo que recomiendan expertos como Juan Gabriel Tokatlian, las cancillerías
argentina y brasileña no atinan a acordar una política hacia China.
Nadie puede
alegar su propia torpeza, decían los romanos. Los chinos desarrollan una
estrategia hacia América latina, y en particular hacia la Argentina, adecuada a
sus necesidades. The Economist acaba de consignar que producen la mitad de los
cerdos del planeta y que esos animales consumen más de la mitad del forraje
mundial; que importan más de la mitad de la soja que se produce a nivel global,
y que por eso los argentinos cuadruplicaron en 20 años la superficie sembrada
con esa oleaginosa. ¿Hacen falta más datos para advertir el papel de la
Argentina en la ecuación alimentaria y, por lo tanto, en la política exterior de
China?
Esa
relevancia no alcanza para que los líderes argentinos discutan una política
exterior. Sería necesario algo más, hoy imposible: que abandonen la burbuja del
presente eterno. Dicho de otro modo, que imaginen el futuro..
|
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
www.avast.com
|
|