En Jujuy
En cuanto nos instalamos en San Salvador de Jujuy, Omar, Marisol,
Joaquín, Martín y yo, fuimos hasta el Centro cruce del río Xibi-Xibi mediante. Y
en ese trayecto pasamos por la plaza Belgrano alrededor de la cual se
encontraban la Casa de Gobierno, la Iglesia Catedral y el Cabildo.
El edificio del Cabildo había sido reconstruido entre los años 1864
y 1867 reemplazando al anterior por tener que ser demolido después del terremoto
de 1863. La tradición indicaba que desde el balcón del primitivo Cabildo, Manuel
Belgrano había mostrado al pueblo jujeño la bandera, que luego fuera bendecida
por el Canónigo Gorriti en el atrio de la Catedral.

Marisol y Martín en la recova
del Cabildo de San Salvador de Jujuy
Después de caminar por la peatonal y tomar algunas bebidas en uno
de los bares emblemáticos, nos dirigimos hacia el hotel Alto La Viña, desde
donde se podía observar toda la ciudad
panorámicamente.

Martín y Joaquín en el parque del hotel Alto La
Viña

Vista panorámica de San Salvador de
Jujuy

Vista parcial de San Salvador de
Jujuy
A la mañana siguiente regresamos a uno de los miradores para ver la
ciudad con mayor luminosidad y desde allí partimos hacia Termas de
Reyes.

Con
Marisol, Omar, Martín y Joaquín desde uno de los miradores de San Salvador de
Jujuy
Termas de Reyes era un lugar paradisíaco a sólo diecinueve
kilómetros de San Salvador. Se trataba de la quebrada del río Reyes, rodeada de
cerros de abundante vegetación.

Quebrada del río Reyes

Durante las crecidas el río
arrastraba a gran velocidad las piedras de su
lecho
El lugar contaba con manantiales de aguas hipertermales junto a las
cuales estaba emplazado un hotel con piletas donde sumergirse. Pero nosotros nos
conformamos con caminar por el lugar respirando aire puro y escuchando solamente
el sonido del río y el canto de los pájaros, que los había y en cantidad. Entre
las aves más abundantes estaban los loros, las urracas y las pavas del monte,
mientras que en las alturas podía divisarse algún
cóndor.

Con Marisol y Martín en el
puente de Termas de Reyes
Para
algunos autores esta zona pertenecía a la provincia fitogeográfica de las
Yungas, correspondiente a un ecotono entre la selva serrana subtropical y el
chaco serrano (bosque xerofítico), entendiéndose por ecotono a un área de
transición; mientras que otros la clasificaban como bosque o selva
subtropical.

Montañas cubiertas de
vegetación a lo largo de todo el camino
Pero fuere cual fuere la clasificación más acertada, el hecho era
que se trataba de comunidades tupidas con predominio de formas arbóreas cuyas
copas formaban una cubierta vegetal continua. Y debajo de ellas se desarrollaban
arbustos y pastizales, con diversidad de helechos y abundantes musgos y líquenes
en las áreas más húmedas. Entre las especies típicas se hallaban el cebil
colorado, la tipa blanca, el pacará, el horco cevil, los ceibos y los
cedros.

Formas arbóreas cuyas copas formaban una cubierta vegetal
continua
Los
suelos, en general, correspondían a alfisoles, con horizontes superficiales
claros y subsuelo arcilloso, lo que impedía que las aguas se infiltraran durante
la época de lluvias, provocando grandes crecidas.

Lecho de arcilla y piedras del
río Reyes
El
río Reyes era exorreico por ser afluente del río Grande que a su vez lo era del
San Francisco que desembocaba en el Bermejo, perteneciente a la cuenca del
Plata.

Cuenca inferior del río
Reyes

Meandro del río Reyes cerca de su desembocadura en el río
Grande
El
6 de enero a la mañana partimos rumbo a la Quebrada de Humahuaca, donde las
precipitaciones comenzaban a disminuir, y por lo tanto, la vegetación
también.

En camino a la quebrada de
Humahuaca
La quebrada de Humahuaca consistía en un profundo y angosto surco
de origen tectónico-fluvial en la cordillera Oriental, recorrida por el río
Grande que se extendía desde la localidad de Bárcena hasta Tres Cruces, siendo
sus principales localidades Purmamarca, Tilcara y
Humahuaca.
Cuando ya estábamos a sesenta y cinco kilómetros de San Salvador de
Jujuy, semejando un gran valle frente al río Grande, se encontraba la quebrada
de Purmamarca, un área semi-desértica con cardones sobre las laderas de las
montañas.
El cerro más atractivo era, sin lugar a dudas, el de los Siete
Colores, conformado por sedimentos marinos, lacustres y fluviales que fueran
depositándose en la zona durante millones de años.

Con Omar y Martín en
Purmamarca. Al fondo, el cerro de los Siete
Colores
En 2001 Purmamarca era aún un pueblo muy pequeño cuya gente
conservaba su arquitectura y sus costumbres tradicionales, contando con una
feria artesanal permanente.

Con Martín en la feria
artesanal de Purmamarca
Después
de pasear por el pueblo y comprar algunos recuerdos, recorrimos la zona de los
Colorados para seguir viaje rumbo a Tilcara.

Laderas verdes a causa de las
lluvias de verano

Conos de deyección en la
ladera del cerro

Otro enorme cono de deyección
con mayor vegetación que las laderas

Varias quebradas menores
atravesaban la de Humahuaca

Y a medida que íbamos hacia el
norte, ascendíamos sobre el nivel del
mar
Tras
transitar veinticinco kilómetros más llegamos a Tilcara, situada a 2465 m.s.n.m. Nos hospedamos en el hotel de Turismo y
rápidamente nos dimos un chapuzón en la piscina que estaba a disposición de
nosotros.

Martín en la piscina del hotel
de Turismo de Tilcara
Cuando bajó el sol salimos a caminar por el pueblo donde, bajando
del cerro, iba un grupo de niños bailando y cantando villancicos para festejar
el día de Reyes. Y ante nuestra sorpresa, Martín, que era muy reacio a la
relación con desconocidos, se sumó al grupo y continuó con ellos por las calles
de Tilcara. ¡Estaba muy feliz!
Esa noche cenamos en el restorán del hotel. Cuando el mozo vino a
atendernos nos recomendó varios platos, entre los cuales estaba el vitel toné.
Entonces Martín comenzó a pedirlo sin parar, pero al estar presentado como
entrada, la porción era muy pequeña, así que pidió repetirla. Y cuando lo hizo
por tercera vez, el gerente, quien andaba deambulando por el salón, se la sirvió
personalmente, diciendo que se trataba de una atención de la casa. Él dijo que
el vitel toné no lo preparaba el chef sino su esposa, y que era un verdadero
halago ver cómo una criatura lo degustaba con tanto
placer.
Al
día siguiente volvimos a recorrer el Pucará como ya lo habíamos hecho en otras
oportunidades, y paseamos por los alrededores disfrutando tanto del paisaje como
de la tranquilidad.

Joaquín no se animó a
acercarse más a la llama por temor a que lo
escupiera
Un
par de días después nos trasladamos a la localidad de Humahuaca, donde
continuamos con nuestro plan de descanso.
Ana María Liberali