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La sociedad civil
se echa a la calle
Los padres de los 43 desaparecidos encabezan una marcha
multitudinaria en el DF
El País
México, 6/11/14
Pasadas las cuatro de la tarde hora local, arrancó en la sede
presidencial de Los Pinos la tercera gran manifestación ciudadana por la desaparición de los 43 estudiantes de
Ayotzinapa el 26 de septiembre. La marcha
pacífica se dirigió al Zócalo, plaza principal de la capital y centro simbólico
del país, y ocupó gran parte del Paseo de la Reforma, una avenida nuclear de la
ciudad. Todo indica que ha alcanzado un volumen de decenas de miles de personas,
sobre todo estudiantes universitarios.
“¿Por qué-por qué-por qué / por
qué nos asesinan / si somos la esperanza / de América Latina?”, cantan los
estudiantes. “¡Ayotzi vive, Ayotzi vive, Ayotzi vive y vive-la lucha sigue y
sigue!”. El predominio de los estudiantes ha sido
abrumador frente a la presencia aún
discreta del ciudadano medio, del trabajador, del funcionario, del profesional
liberal, de familias, aquellos sectores que, unidos al creciente impulso
estudiantil, podrían hacer que las protestas actuales alcanzasen un nivel mayor
de masa crítica. La indignación es notable y masiva, pero parece que de momento
no ha roto diques.
“Este caso ha
removido conciencias, pero todavía no es suficiente la respuesta", dice Ilda
Rosales, una profesora de 52 años que participa en la marcha con su hija
Silvana, estudiante de cine. Detrás de ellas avanza una pancarta blanca con
grandes letras negras en la que se lee: “El Estado ha muerto”. Silvana explica
que los muchachos que llevan ese cartel son parte del “contingente” de escuelas
de arte -un concepto organizativo que remite más a la disciplina marcial que a
la rebeldía social, pero así se organizan las marchas masivas en México: por
contingentes-. Su madre opina que falta que más gente de su generación se sume
al movimiento, y cree que una de las razones de que eso no ocurra aún en mayor
medida se debe a que a través de la televisión, el medio de más influencia en
todo el país, se transmite “un discurso de conformismo y
pasividad”.
“Aquí estamos, pegándole. Ayotzinapa está abriéndole los ojos
a mucha banda”, dice Ana, estudiante de 16 años de Procesos Industriales en el
Instituto Politécnico, un centro público de tradición reivindicativa, como
demostró en octubre con una serie de marchas en contra de la reforma educativa
del actual Gobierno, que acabaron provocando que el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong,
bajase de su despacho a la calle para atender sus reclamos. A la izquierda de Ana hay un pequeño cartel en manos de
otra joven: “Seguimos en pie, por la sangre de nuestros compañeros”.
Las marchas no
están siendo canalizadas por partidos políticos. El caso Iguala, ocurrido en la zona de
Guerrero, un Estado gobernado por la
izquierda, el PRD, dentro de una República dirigida por un partido de centro, el
PRI, ha potenciado en la opinión pública la idea de que la corrupción que aqueja
al país hunde sus raíces en todas las formaciones.
A la cabeza de
la marcha están los alumnos de la mayor universidad pública de México, la UNAM;
los del Instituto Politécnico, las escuelas de Magisterio rurales y los de la
Universidad Iberoamericana, un prestigioso centro privado. Estas universidades
han decidido hacer paros desde este miércoles hasta el viernes. El movimiento
también incluye organizaciones sociales, sindicatos, colectivos de artistas o
miembros críticos de la Iglesia.
Sobre las siete
de la tarde la manifestación llegó al Zócalo y ahí hablaron los familiares de
los desaparecidos, que vienen y van desde la Escuela Normal de Ayotzinapa (donde
estudiaban los desaparecidos) hasta la capital de la República para reforzar con
su presencia los actos de protesta. Unas ocho horas de camino ida y vuelta para
tratar de que México no pierda el pulso de la tragedia. Detrás del estrado
principal estaba sentado Víctor Alfonso, 16 años, hermano de uno de los
desaparecidos, Jesús Govany Rodríguez Tlatempa. “Me siento con mucho rencor.
Sobre todo con el presidente Abarca”, dice aludiendo al exalcalde de Iguala recién detenido. “A veces me siento adolorido porque no tengo cerca a mi
hermano. Quiero ir a buscarlo. O matar al que le hizo eso a mi
hermano”.
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