NCeHu
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México
A un mes de la matanza de
Iguala
Una crisis nacional
Manuel Aguilar
Mora
Viento
Sur
Lunes 27 de octubre de 2014
Lo que
era inevitable desde hace un mes de ocurrida la masacre de Iguala, la renuncia
del gobernador perredista (que había sido antes gobernador priista) del estado
de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, se produjo finalmente la noche del 23 de
octubre. El acontecimiento fue la cúspide de una serie de hechos que están
sucediéndose de manera acelerada conformando una de las peores crisis
nacionales, la cual al mismo tiempo abre de par en par la puerta a la primera
gran crisis del gobierno de Peña Nieto.
Una
crisis nacional
Ya el 21
de octubre fatalmente había sucedido lo que tenía que suceder: las oficinas del
PRD en Chilpancingo, capital del estado, fueron saqueadas e incendiadas por una
multitud de encolerizados maestros, trabajadores y pueblo en general. En esos
mismos momentos, 200 kilómetros al norte, en la Ciudad de México, en una sesión
del Senado los senadores del PRD sostenían a rajatabla su decisión de mantener
su respaldo político al gobernador y tuvieron que ser senadores del PRI y el PAN
los encargados de la tarea de convocar a éste para que “renunciara tomando una
licencia del cargo” y dándole nueve días para que se decidiera si no ellos se lo
exigirían el 30 de octubre. Tal actitud que parece increíble por parte de la
dirección perredista de los Chuchos (el recientemente electo presidente Carlos
Navarrete, el ex senador Jesús Ortega y el ex presidente Jesús Zambrano), estaba
a contracorriente incluso del sentir de un amplísimo sector de miembros de su
propio partido que les exigían que también ellos pidieran dicha renuncia. Lo más
que pudo decir Alejandro Encinas, uno de los senadores perredistas, es que “lo
que sucede en Guerrero es responsabilidad de todos los partidos.”
Dos días
después ese apoyo de la cúpula perredista no fue suficiente para sostenerlo y
Aguirre Rivero debió abandonar el cargo, a petición incluso del mismo Navarrete
que horas antes todavía lo defendía. Obviamente el propio Peña Nieto debió
reconocer que no era posible seguir eludiendo la carga que le tocaba a él mismo
en la mayúscula crisis. Su compadre Aguirre Rivero, uno de sus aliados más
cercanos a quien visitó veinte veces en respectivas giras a Guerrero en los dos
años de su gobierno, fue abandonado durante el mes de la crisis. Desde el 26 de
septiembres Peña no se ha apersonado ni un día en Guerrero. Aguirre ya ni como
espantapájaros era útil. Por supuesto, al mismo tiempo los jilgueros
presidenciales no dejaron de sacar partido político de la renuncia.
No podía
ser de otra forma. La renuncia se dio un día después de que, convocadas por una
Asamblea interuniversitaria de cerca de mil estudiantes realizada días antes en
el auditorio Che Guevara de la Ciudad Universitaria de Coyoacán, tuvieron lugar
las jornadas del Día de la Acción Global por Ayotsinapa. El 22 de octubre
participaron en dichas jornadas estudiantes, maestros, trabajadores y pueblo en
general en manifestaciones en decenas de ciudades, desde Tijuana, Baja
California hasta Chiapas, pasando por México D.F. Sólo en la Ciudad de México,
un río humano con antorchas y veladoras desfiló durante cuatro horas por el
centro histórico. Las autoridades reportaron la cifra de 50 mil manifestantes,
lo cual nos dice que fácilmente más de 100 000 personas marcharon encabezadas
por los padres y madres de los estudiantes normalistas desaparecidos. Se reportó
que en 31 ciudades de veinte Estados de la República hubieron manifestaciones
siendo las más concurridas las de Iguala (que terminó con el incendio del
palacio municipal), de Guadalajara y de Cuernavaca. Ochenta escuelas, entre
universidades y bachilleratos se unieron al paro en solidaridad con Ayotsinapa,
destacando en la oleada estudiantil la participación no sólo de las
universidades públicas sino de privadas como la Universidad Iberoamericana
(jesuita) y el Instituto Tecnológico Autónomo de México, el semillero de los
futuros funcionarios de la tecnocracia gobernante. Las antorchas eran la luz
libertaria que miles de manifestantes prendieron para conjurar la negra noche
que el terrorismo del estado, aliado con el crimen organizado, anuncia con sus
atrocidades. “¡Ayotsinapa somos todos!” fue el grito de combate que
complementaba la consigna más voceada por los manifestantes “¡Vivos se los
llevaron, vivos los queremos!”
La
solidaridad internacional fue también importante: se realizaron manifestaciones
y mítines por segunda vez en menos de un mes frente a las embajadas y consulados
mexicanos en treinta ciudades de doce países, desde Noruega y Dinamarca hasta
Inglaterra y España, desde Alemania hasta Italia y en numerosas ciudades como
Londres, París, Barcelona, Berlín y Florencia. Incluso en la India se reportó
una manifestación en Nueva Delhi. Por supuesto en América Latina también se
registraron expresiones de solidaridad con la lucha de Ayotsinapa en Buenos
Aires, Rio de Janeiro, Caracas, Puerto Rico, Nicaragua, Guatemala entre otras. Y
en Estados Unidos igualmente en Nueva York, Chicago, Los Ángeles así como en
otras ciudades se registraron numerosos y concurridos actos solidarios. Como se
puede apreciar, las jornadas tuvieron una dimensión comparable a la que adquirió
el movimiento de solidaridad internacional con la lucha del EZLN hace 20
años.
La
narco política
“México
se ha convertido en una tumba sin nombre donde caen todas las víctimas y los
desaparecidos” manifestaban en una carta publicada el mismo día de los actos
solidarios un grupo de sectores progresistas que tradicionalmente habían estado
en/o cercanos al PRD que incluyen a escritores como Elena Poniatowska, Paco
Ignacio Taibo II, Juan Villoro, Fabricio Mejía Madrid y actores como Gael García
Bernal, Demián Bichir y Daniel Jiménez Cacho. A un mes de lo ocurrido en esa
infausta noche del 26 de septiembre en Iguala los gobiernos federal y estatal no
tienen todavía nada que informar a un país tenso y exasperado: el Procurador
General de la República ha descartado que los cadáveres encontrados en las fosas
abiertas en las cercanías de Iguala sean de los estudiantes, el alcalde José
Luis Abarca sigue prófugo y no se han presentado todavía culpables confesos. El
siniestro Aguirre Rivero, ahora ya ex gobernador, sin ninguna autoridad política
y moral, seguía todavía días antes de su renuncia tan campante pagando millones
de pesos en planas enteras y spots televisivos anunciando sus “numerosos actos
de gobierno” en un estado convulsionado por el horror de los acontecimientos. Un
escenario verdaderamente surrealista que muestra la profundidad de la
descomposición social de las clases dominantes y la corrupción de sus
gobernantes.
Los
acontecimientos de la masacre de Iguala han arrojado al escenario nacional una
realidad sobre la que ya se sabía mucho y se hablaba no menos: la relación cada
vez mayor de la delincuencia organizada con la política institucional. Pero
ahora ese rostro macabro de corrupción y muerte se ha enseñoreado del escenario
nacional. Durante el gobierno panista de Calderón, los propios canales oficiales
reconocían esa contaminación creciente de la delincuencia organizada con las
autoridades. Esa realidad fue la razón principal dada por el gobierno para sacar
al ejército y depués a la marina de sus cuarteles para que lucharan contra la
delincuencia organizada cuya fuerza estaba superando e infiltrando a los grupos
policiacos encargados de combatirla. Calderón y sus funcionarios indicaban que
la infiltración se daba ante todo al nivel municipal. Se quedaron cortos. Con
Peña Nieto surgió con evidencia que la penetración ya se daba a los más altos
niveles, como se demostró en el caso de Michoacán.
La
impunidad ante la enormidad y la escandalosa evidencia de la relación de los
grupos políticos dominantes con el crimen organizado tal y como ha salido a
relucir en los últimos años en Michoacán, Guerrero y Tamaulipas y que está
subyacente en muchos otros estados ha sido expuesta y analizada ampliamente por
analistas y periodistas que han publicado y evidenciado multitud de casos de
esta relación. Se trata de una realidad sociopolítica que hoy es una
característica consustancial del método de dominación de un sector cada vez más
amplio de gobernantes. Uno de lo periodistas mejor informados sobre el
particular Luis Hernández Navarro, autor de un reciente libro en donde se expone
una investigación importante del proceso paralelo de las policías comunitarias y
los grupos de autodefensa de Guerrero y Michoacán, respectivamente, ha escrito
un importante artículo que incluye los siguientes párrafos sobre el caso de
Guerrero:
“Las
víctimas de desaparición forzada y de ejecuciones extrajudiciales durante el
gobierno de Ángel Aguirre son múltiples. [...] Entre otros muchos, forman parte
de esa lista los ecologistas Eva Alarcón Ortiz, y Marcial Bautista Valle. Los
normalistas Jorge Alexis Herrera y Gabriel Echeverría. Los dirigentes de la Liga
Agraria Revolucionaria del Sur Emiliano Zapata, Raymundo Velázquez y Samuel
Vargas. La ambientalista Juventina Villa y a su hijo Reynaldo Santana. El
síndico de Iguala, Justino Carbajal. Los integrantes de la Unión Popular Arturo
Hernández, Rafael Banderas y Ángel Román. Rocío Mesino que estaba al frente de
la Organización Campesina de la Sierra del Sur. Los campesinos Juan Lucena y
José Luis Sotelo, promotores de una autodefensa en Atoyac. Los organizadores
campesinos José Luis Olivares Enríquez y Ana Lilia Gatica Rómulo. [...] La narco
política no es asunto exclusivo del viejo PRI. Integrantes de varias corrientes
del PRD han sido señalados como parte de ella. De manera reiterada, el miembro
de Nueva Izquierda y presidente del Congreso estatal, Bernardo Ortega, ha sido
señalado como jefe del grupo Los Ardillos. Su padre estuvo preso por el
asesinato de dos agentes del AFI y fue ejecutado al salir libre.” (La Jornada,
21 de octubre de 2014). Obviamente en este devastador panorama el propio ex
gobernador Aguirre Rivero está incluido como uno más de los miembros de los
cárteles que operan en Guerrero.
A partir
de la década de los 80’s, con motivo de la cada vez mayor penetración del
negocio del narcotráfico de procedencia colombiana en México, esta fuente de
enormes ganancias comenzó a enraizar en el suelo nacional. Surgieron grupos
aliados a los cárteles colombianos cuya fuerza se incrementaba en la medida en
que el país se iba transformando en la principal plataforma de la penetración de
la droga a su mercado más importante, el vecino del norte, Estados Unidos. Para
el periodo bisagra entre los siglos los cárteles mexicanos ya eran tan o más
poderosos que los colombianos. El caso del Chapo Guzmán evidenció de la forma
más elocuente la fuerza que había adquirido el negocio de la droga en el país
cuando la revista Forbes incluyó su nombre durante varios años en su lista de
los 100 hombres más ricos del mundo.
Alrededor
de los cárteles de la droga se comenzó a desarrollar toda una cultura del
crimen. La delincuencia se ramificó ampliamente debido tanto a las enormes
riquezas que reportaban sus actividades (además de la droga, se fueron añadiendo
otras fuentes de dinero como los secuestros, la trata de blancas nacionales y
extranjeras, la explotación de los migrantes centroamericanos, tomas
clandestinas de gasolina, petróleo y gas entre otras) como a la devastación
social de las políticas neoliberales de privatizaciones, desregulación
económica, recortes draconianos de los presupuestos sociales de salud, educación
y de bienestar en general en aras de preservar un estado al completo servicio de
los intereses capitalistas. Particularmente las consecuencias devastadoras de
estas políticas en el campo convirtieron a enormes extensiones del territorio
nacional en eriales estériles habitados por cientos de miles de jóvenes
desempleados que cada vez más tenían sólo dos alternativas, irse de mojados al
país norteño o ser reclutados a cualquiera de las numerosas bandas que
comenzaron a surgir como hongos precisamente en esos ámbitos de pobreza y
miseria extremas.
Con el
poder del dinero, en forma natural el crimen organizado entró en la economía
formal, inaugurándose la industria del “lavado de dinero”. Dinero llama a
dinero. A continuación con el poder del dinero se comenzó a adquirir cada vez
más poder político, que a su vez también incrementaba la acumulación
capitalista. La penetración del dinero “lavado” se dio en todos los niveles de
la economía, desde la industria gastronómica hasta los circuitos de los grandes
consorcios bancarios (por ejemplo, el caso de Banamex, propiedad del American
City Bank, fue notorio) y necesariamente también la penetración se fue dando en
el gobierno incluyendo al ejército.
Ha sido
al nivel municipal y principalmente en los estados más pobres y con índices
mayores de marginación social en donde esta penetración del crimen organizado se
efectuó de forma más evidente: Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Tamaulipas y
Veracruz, encontrándose en forma menos ostentosa pero no por ello menos decisiva
en los estados norteños “más ricos” como Nuevo León, Chihuahua, Durango,
Sinaloa, Sonora, etc. La presión de los criminales sobre los ediles y
funcionarios de los municipios se incrementó: sobornos cada vez más apetitosos
pero también coerción física, incluso amenazas mortales, muchas veces cumplidas.
Comenzaron a darse las confrontaciones entre bandas, las ejecuciones de ediles y
de personal de los ayuntamientos y, por supuesto, se arreció la represión contra
los sectores defensores de causas sociales populares. Fue durante el gobierno
panista de Felipe Calderón cuando la situación del desarreglo y la
descomposición del llamado “estado de derecho” se hizo evidente. Situación que
ha heredado Peña Nieto agravada y profundizada.
Guillermo
Trejo y Sandra Ley, de la Universidad de Notre Dame, realizaron una
investigación de esa penetración y encontraron que en los últimos seis años
hubieron 300 ejecuciones de autoridades locales por parte del crimen organizado,
siendo Guerrero y Michoacán los que encabezaban la lista con más de la tercera
parte de las víctimas. (El País, 12 de octubre de 2014). Es decir, los dos
estados en donde el PRD, aparte del Distrito Federal, enraizó profundamente
gobernándolos durante casi dos décadas.
¿Ha
muerto políticamente el PRD?
La
conducta de los dirigentes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en la
crisis actual plantea claramente esta pregunta para miles, sino es que para
cientos de miles de fieles y no tan fieles seguidores de este partido. Para
muchos de ellos los desfiguros absolutamente desastrosos de los dirigentes
mayoritarios perredistas, los Chuchos, los están convenciendo que el PRD no es
de ninguna manera el partido que supuestamente se identifica como de izquierda,
democrático y revolucionario como su nombre lo anuncia. ¿Cómo aceptar seguir en
un partido cuya conducta como aparato electoral no fue diferente a la del PRI y
el PAN, negociando sobre los cadáveres de los normalistas posiciones electoreras
y de aparato más que enarbolar una política intransigente y denunciadora de la
barbarie? ¿Qué pensar de un partido en el que uno de sus miembros asesina a tres
de sus “compañeros”, como lo hizo José Luis Abarca, se enteran del hecho los
dirigentes partidarios y no pasa absolutamente nada, manteniéndose durante un
año en su cargo el asesino edil de Iguala, sólo descubierto públicamente con
motivo de las atrocidades del 26 de septiembre?
El
desfondamiento del PRD ya se considera ampliamente conducirá a que perderá el
gobierno de Guerrero y se hará patente en las próximas elecciones de julio de
2015 en que se renovará la Cámara de diputados y se elegirán gobernadores en
varios estados. Miles, cientos de miles de votantes que en 2012 sufragaron por
este partido colocándolo en el umbral de la victoria con los más de 16 millones
de votos conseguidos por su candidato López Obrador (AMLO), ya no sufragarán por
el partido del sol azteca en las próximas elecciones intermedias.
De hecho
con los acontecimientos actuales se abre una situación política en el país que
cambiará radicalmente muchas cosas. Sólo podemos atisbar esos cambios, pero esos
atisbos señalan ya cosas portentosas. El desnudamiento completo del PRD como un
partido sistémico era evidente desde el año pasado con su integración en el
Pacto por México, una estrategia de colaboración con los dos partidos burgueses
principales mexicanos para permitir que Peña Nieto pusiera en práctica “las
reformas estructurales de la tercera generación”, en especial la privatización
completa de la industria energética, exigidas por los consorcios capitalistas
más poderosos nacionales y ante todo imperialistas. No hubo dentro del PRD una
verdadera e intransigente oposición a esta política puesta en marcha por el
sector hegemónico dirigente de los Chuchos. Lo único que pudo proponer como
alternativa el “líder moral” del partido Cuauhtémoc Cárdenas fue que se hiciera
una “consulta popular” en 2015 con motivo de las elecciones intermedias de es
año. Una propuesta que en nada afecta, ni afectará a las decisiones ya tomadas
del poder que se apresta a llevar a cabo el desmantelamiento de lo que quedaba
de la industria nacionalizada del petróleo.
En el
Distrito Federal, la joya de la corona perredista, el gobierno anterior de
Marcelo Ebrard es hoy acusado de ser responsable de una megaoperación de
corrupción efectuada con motivo de la construcción de la línea 12 del tren
metropolitano (“metro”), la mayor obra pública del sexenio de 2006-2012. Miles
de millones de pesos fueron pagados para que la mitad de la recién inaugurada
línea más cara y larga del metro capitalino hoy esté clausurada y
reconstruyéndose por las fallas vinculadas a compras multimillonarias de
materiales inadecuados.
Y ahora
el escándalo mayúsculo de la masacre de Iguala, un municipio gobernado por el
gánster José Luis Abarca perteneciente con su esposa y familia política
delincuente a las filas de la Nueva Izquierda, la corriente dirigente del PRD;
en Guerrero, un estado gobernado por otro gánster ex priista, Aguirre Rivero,
cooptado por los Chuchos.
Las
repercusiones se ramificarán precisamente a la capital de la República, desde
1997 en poder del PRD y que el PRI no escatima esfuerzo por recuperar para
completar su restauración triunfalmente. Los signos señalan que en esta tarea la
complicidad, tácita y/o premeditada, de los Chuchos es más que
evidente.
En las
últimas elecciones para la elección de su dirección, realizadas precisamente
semanas antes de los sucesos de Iguala, el patrón oficial perredista contaba con
4 millones 531 mil 120 miembros. Ciertamente “un partido de masas”, “masas” que
en su abrumadora mayoría representan clientelas para los dirigentes
profesionales que disputan los cargos de elección popular a todos los niveles y
que una vez electos se integran a las burocracias burguesas gobernantes, “masas”
que son llamadas para votar pero durante toda su existencia el PRD no ha
educado, no ha promovido su autoorganización, no ha defendido sus intereses como
trabajadores, no ha promovido en suma su concientización para que tomen en sus
manos su destino como explotados y oprimidos.
Pero, al
mismo tiempo, el colapso del PRD también afectará necesariamente los planes de
Peña Nieto. El pilar sistémico de “izquierda” quebrado debilita al sistema en su
conjunto en un periodo en que la restauración priista debe todavía consolidarse.
Por supuesto, como aparato político electoral el PRD seguirá siendo un factor
importante pues seguirá contando con un jugoso presupuesto dentro del tinglado
del Instituto Nacional Electoral, cuya bolsa de recursos financieros públicos se
ha incrementado precisamente para alejar el poder corruptor del crimen
organizado de los partidos. Para los comicios del 2015 el INE cuenta con la
impresionante cantidad de 20 mil millones de pesos (1 dólar=13 pesos), la bolsa
más grande de su historia, correspondiéndole al PRD la tercera tajada de esos
recursos destinados a los partidos. Pero el PRD no es ya como lo era en 1989 “el
partido de la esperanza” para millones de mexicanos
Hacia
el nuevo periodo
Desde
1982, con la decisión de la cúpula priista de cambiar por completo el
tradicional curso económico de la “economía mixta” en favor del nuevo curso
neoliberal impuesto por Washington, se inició un cambio político de los grupos
dominantes que en 1988 produjo la primera ruptura importante en décadas del PRI
con la salida del grupo encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz
Ledo.
La
“Corriente democrática” neocardenista, reivindicando los patrones del viejo
nacionalismo revolucionario priista, pulsó una fibra populista potente y vigente
durante décadas. Se trata de la consecuencia política fundamental protagonizada
por el grupo de Carranza y Obregón que salió victorioso de la Revolución
mexicana. El “nacionalismo revolucionario” enarbolado por el Partido Nacional
Revolucionario, el abuelo del PRI, que cada vez menos nacionalista y menos
revolucionario, imperó sin embargo como la ideología dominante de la política
mexicana.
Fue bajo
la hegemonía del priismo que se inició y consolidó el desarrollo moderno del
capitalismo en México y el consiguiente surgimiento de la dominación de una
burguesía cada vez más poderosa. El PRI se declaraba el heredero y representante
de la “ideología de la revolución mexicana” y en tanto tal usufructuaba sus
principales privilegios políticos como el partido único de facto del sistema
político durante el siglo XX: completo control del aparato de estado,
corporativismo de las masas trabajadoras a través de la incorporación de sus
organizaciones en el PRI, disposición de una amplia y estratégica estructura
económica estatizada, entre los factores esenciales. Fue la política de
conciliación e integración de clases muy semejante a lo que Trotsky definió como
la estrategia frentepopulista del estalinismo: las masas trabajadoras del campo
y la ciudad dirigidas y encabezadas por sectores burgueses que lograban impedir
que los intereses reales de tales masas se expresarán verdadera y
revolucionariamente. Todo esto entró en crisis en los años 80’s.
A pesar
de que la lucha de un sector de grupos socialistas y comunistas se expresó con
fuerza y combatividad a partir de los años 60’s, la tradición nacionalista
revolucionaria fuertemente influyente en las filas de la extrema izquierda por
la tradición estalinista, precisamente favorable a los frentes populares, del
Partido Comunista (PCM), del Partido Popular de Lombardo Toledano y de otros
grupos, no pudo ser superada en 1988 y el surgimiento del PRD prácticamente
significó la desaparición de la franja promisoria de socialistas revolucionarios
que se estaba configurando. Fue el registro partidario del propio agrupamiento
heredero directo del PCM el que la dirección neocardenista utilizó para
registrar al nuevo partido, el “partido de la esperanza” en el cual, alrededor
de la corriente democrática priista, se reunieron prácticamente todos los
sectores existentes de la extrema izquierda: estalinistas, maoístas, castristas,
guevaristas y hasta trotskistas. Por supuesto hubieron también muchos militantes
abnegados y combativos que lucharon por los principios democráticos y
socialistas de las organizaciones de las que provenían. En sus primeros años, la
represión se cebó con fuerza sobre ellos, en especial precisamente en los
militantes de Guerrero, Estado en que el enraizamiento perredista se dio
rápidamente. Cientos de perredistas murieron víctimas de la represión del
gobierno de Salinas de Gortari. Pero la dirección burguesa representada por
Cárdenas, Muñoz Ledo y demás dirigentes sabían perfectamente las condiciones que
le permitirían a su partido integrarse y se atuvieron a ellas. Finalmente
sucedió lo que esa dirección burguesas buscaba conseguir, como el pilar
sistémico de izquierda del régimen, conseguir poder. El PRD se convirtió durante
los siguientes 25 años en la “izquierda oficial” de México.
El
periodo que se está abriendo a partir de la masacre de Iguala apenas ha cumplido
un mes y ya se aprecian los acelerados cambios que están afectando en primer
lugar al sistema de los partidos políticos y a través de ellos al propio
gobierno de Peña Nieto. El 8 de octubre, durante la primera manifestación masiva
en la Ciudad de México contra las atrocidades de Iguala, hubo un incidente que
fue ampliamente difundido por los medios de comunicación. Al término de la
manifestación, en el Zócalo, un grupo se manifestó contrario a la presencia de
Cuauhtémoc Cárdenas en la manifestación quien fue abucheado e incluso agredido
con objetos que le arrojaron a él y a sus acompañantes entre los cuales iba
Adolfo Gilly, el historiador y profesor emérito de la UNAM, quien resultó
descalabrado. Ciertamente fue lamentable el hecho de tal agresión física. Sin
embargo, la presencia de Cárdenas y sus acompañantes, todos ellos del PRD, no
fue exactamente pertinente en un acto que se realizaba precisamente contra su
partido. Si antes de integrarse a la manifestación Cárdenas hubiera declarado su
total repudio a las acciones del PRD e incluso anunciado su salida del mismo,
hasta aplausos hubiera recibido.
La
cuestión es que el PRD es un partido que ha mostrado su verdadero carácter ante
las más amplias masas. La lucha de clases lo ha desnudado y su realidad no es
nada agradable. Un partido se define por su programa, por su dirección y por su
colocación en el régimen político. No es su membrecía el principal factor para
su caracterización. Desde que existe la sociedad burguesa, la mayoría de los
partidos que se desarrollan en seno están compuestos por membrecías
pluriclasistas. El PRI es también “un partido de masas”, siempre lo ha sido;
pero su carácter se lo da su colocación dentro del tinglado del poder, posición
que, por cierto, le permite contar con las clientelas masivas que votan por
él.
La crisis
perredista va a producir un vacío político cada vez mayor en la medida que se
profundice. El nuevo partido de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena)
impulsado por AMLO se apunta como el recambio para muchos sectores perredistas
desengañados y dispuestos a buscar y forjar una alternativa a la crisis
perredista. Sin embargo, muchas señales son ya elocuentes e indican que Morena
está siendo una repetición programática y organizativa del PRD, es decir, que va
en dirección de ser un PRD bis. El propio AMLO no está alejado por completo de
la crisis perredista. En 2012 su alianza con los Chuchos fue clave para su
campaña como candidato presidencial y cuando se decidió a fundar Morena, cuando
se separó del PRD tuvo sólo palabras de agradecimiento para los Chuchos. Es
imposible pensar que AMLO era ignorante de su catadura siniestra. Finalmente
trabajó para ellos pues los 16 millones de votos conseguidos para su candidatura
en 2012, han sido los Chuchos quienes los han aprovechado, habiéndose montado en
ellos para negociar con Peña su lugar en el Pacto por México.
Para los
sectores socialistas revolucionarios que se han mantenido firmes, la crisis
actual es una gran oportunidad para exponer su programa anticapitalista,
antiimperialista y socialista ante los más amplios sectores que comienzan a
buscar alternativas ante la bancarrota de los partidos gobernantes y la
maduración consciente que se da en el seno de numerosos grupos de trabajadores,
maestros, estudiantes y pueblo en general. Un nuevo periodo se abre también para
ellos, quienes encarnan y reivindican una estrategia socialista, revolucionaria
e internacionalista para salir de la crisis.
24/10/2014
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