Del nivel del mar a
cuatro mil metros de altura en una hora y
media
Finalizadas las actividades académicas el viernes 22,
tenía ganas de quedarme unos días más en Perú, pero el lunes 25 debía participar
de un seminario internacional organizado por la Universidad Mayor de San Andrés,
por lo que decidí ir a Bolivia con cierta anticipación.
Muchas veces había estado en zonas de altura, y era como
que ya no me afectaba tanto. En parte porque lo iba haciendo paulatinamente por
tierra, subiendo de a poco, y en parte porque tomaba ciertos recaudos como
caminar despacio, beber mucha agua y comer poco. Pero en esta oportunidad,
tendría que volar desde Lima, a nivel del mar, a La Paz, cuyo aeropuerto,
ubicado en El Alto, se encontraba sobre los cuatro mil metros sobre el nivel del
mar. Así que preventivamente había ido a una farmacia explicando la situación
donde me habían dado unas pastillas que debía tomar cada ocho horas, la primera
de las cuales, una hora antes del aterrizaje.
Esa noche cené con Eddy y Rodrigo en el
shopping frente al mar del barrio de Miraflores, y después, previo paso por la
Sociedad Geográfica de Lima para buscar mi equipaje, me dirigí en un taxi hasta
el aeropuerto Jorge Chávez desde donde partiría a las
23,50.
El vuelo de LAN iría primeramente a Santa Cruz de la
Sierra que quedaba más lejos, y luego se dirigiría a La Paz. Así que yo calculé
que debería tomar la medicación durante esa escala. Pero cuando llevábamos una
hora y diez de vuelo, anunciaron que por mal tiempo en Santa Cruz,
aterrizaríamos en veinte minutos en La Paz. ¡Ya no me daban los tiempos! Pero de
todos modos, le pedí a la azafata que me trajera urgentemente un vaso de agua y
tomé la pastillita, aunque cuando aterrizamos no era posible que me hubiera
hecho efecto.
Caminé lo más despacio que pude y quedé última en la fila
de migraciones. Completé un pequeño formulario y cuando llegué al mostrador, el
agente me devolvió el papelito diciéndome que me faltaba un dato. Y fue en ese
momento en que le dije:
-“No veo
nada.”
-“¿Por qué no se pone los
anteojos?”, me contestó de mala
manera.
-“Es que tampoco
lo veo a usted, todo se me está nublando”, repliqué.
Entonces llamó a alguien para que me acompañara hasta la
enfermería, donde me acostaron, me tomaron la presión y me pusieron una máscara
de oxígeno. No recuerdo lo que pasó durante el tiempo que permanecí allí, pero
cuando me sentí mejor, pude ver que las demás camillas también estaban ocupadas.
El médico me tomó la presión nuevamente, me dijo que ya tenía nueve y trece, por
lo que podía retirarme, sin decirme cuánto había tenido antes, si demasiado alta
o demasiado baja; pero me indicó reposo y dieta líquida, fundamentalmente mate
de coca.
Tomé un taxi hasta el hotel Copacabana de la avenida 16
de Julio. Me costó sesenta bolivianos, que en ese momento, febrero de 2013, la
conversión era uno a uno con el peso argentino.
Al llegar, en el lobby había un termo con agua caliente y
saquitos de mate de coca gratuitos, como en todas partes. Así que después de
tomarlo, pedí una habitación a la calle y rápidamente me
acosté.

Envase del mate de
coca Windsor, una de las marcas más famosas en
Bolivia
Dormí profundamente toda la mañana, despertándome sólo en
algún momento para tomar el agua que me habían dejado en una enorme jarra; y ya
al mediodía me levanté y saqué algunas fotos desde la ventana.
Haciendo un paneo de izquierda a derecha, lo primero que
me llamó la atención fue la torre Alameda, un rascacielos de veintiséis pisos,
uno de los más altos del país, inaugurado en 1975. Y luego, otro grupo de
edificios entre los que se encontraba el Ministerio de
Justicia.

Edificio Alameda, uno de los más
altos de Bolivia

El edificio color ladrillo era el
Ministerio de Justicia
Justo frente a mi habitación, sobre la avenida 16 de
Julio esquina Tiahuanaco, se encontraba la Basílica Menor de María Auxiliadora,
de estilo Art Decó, cuya torre estaba formada por tres cuerpos decrecientes del
campanario y la cúpula. Su construcción se había iniciado en 1946 en la
ceremonia del 50° aniversario de la fundación de la Obra Salesiana en La Paz.

Basílica María Auxiliadora, junto al
colegio Don Bosco

Al lado del colegio Don Bosco, el
cine 16 de Julio frente al paseo El
Prado
Si bien aún me sentía muy floja y cansada, tenía hambre
por lo que bajé hasta el Alexander Coffe Shop, que quedaba al lado del hotel. Y
allí comí un sándwich vegetariano a base de palta con una enorme taza de mate de
coca. Pero en cuanto terminé mi frugal almuerzo, volví a la habitación y
continué durmiendo hasta la noche.

Sándwich vegetariano y mate de
coca
Cuando me desperté casi todos los bares estaban cerrados
por lo que tuve que cruzar hasta el Café Ciudad, en la esquina de la avenida 16
de Julio y Batallón Colorados, donde había estado en un viaje anterior junto con
Martín y Omar. El lugar era muy agradable y muy parecido a los existentes en
Buenos Aires, y los precios también. Comí un sándwich de tomate y queso con una
Fanta Mandarina y un café doble, todo a cuarenta y dos bolivianos, alrededor de
siete dólares en ese entonces.
Si bien era tarde, pensé que iba a costarme conciliar el
sueño por todo lo que había dormido, sin embargo, haberme trasladado hasta la
vereda de enfrente me había cansado como si hubiese subido a una montaña, y me
dolía absolutamente todo el cuerpo, por lo que rápidamente me entregué a
Morfeo.
El domingo a la mañana me levanté a las ocho y desayuné
en el hotel, pero entre algo de mareo y dolor de cabeza, regresé a la cama hasta
el mediodía, momento en que nuevamente fui al Alexander Coffe Shop. Comí otro
sándwich vegetariano con mucha agua y una gaseosa por sentir que me faltaba
azúcar, pero ya reemplacé el mate de coca por mi acostumbrado café y le agregué
un brownie, que por su sabor, seguramente estaría elaborado con leche de cabra.
Y por todo eso pagué sesenta bolivianos.
Después de haber dormido más de treinta horas,
levantándome sólo para comer algo y tomar mucho líquido, recién entonces, me
sentí mejor.
Ana
María Liberali