NCeHu
631/14
Reformas Consumadas
Aquel 18 de marzo de
1938
Adolfo
Gilly
La
Jornada
México,
12/8/14
El presidente Lázaro Cárdenas del Río lee el decreto de
expropiación petrolera en el balcón central de Palacio Nacional, durante la
magna manifestación de apoyo, el 23 de marzo de 1938Foto AGN
/Fondo Enrique Díaz
Fragmento de un suplemento del diario El Nacional,
publicado el domingo 27 de marzo de 1938, que muestra la variedad de apoyos
–legisladores, militares, trabajadores y población en general– que generó la
decisión del general Lázaro Cárdenas del Río de expropiar el petróleo
Primera plana del periódico El Nacional del domingo
20 de marzo de 1938, con el tema de la expropiación petrolera a ocho columnas
Una página interior del diario El Nacional
correspondiente al martes 22 de marzo de 1938, con algunas de las reacciones de
diputados a la expropiación de la industria petrolera
Este relato de los
sucesos del día de la expropiación petrolera en México, 18 de marzo de 1938, es
el capítulo cinco de mi libro El cardenismo, una utopía mexicana,
Ediciones Era, México, 2001 (segunda reimpresión: 2013, 384 pp.), pp. 57-64.
Para facilitar su lectura en La Jornada, se omiten aquí las referencias
y notas al pie de página que aparecen en el volumen
La reunión de gabinete en
la cual el presidente Lázaro Cárdenas anunció la decisión de expropiar a las
empresas petroleras y obtuvo su aprobación tuvo lugar el viernes 18 de marzo a
las 20 horas. Eduardo Suárez, el secretario de Hacienda, refirió en sus memorias
su participación en esa reunión. Dice que días después de su conversación con el
Presidente, a la salida de la entrevista que tuvieron el 7 de marzo con los
representantes de las empresas petroleras, precisamente el día 18 de
marzo,
el señor
Presidente me citó para que me presentase en su domicilio particular en Los
Pinos. Esperé un poco en la antesala y vi salir al señor licenciado Lombardo
Toledano, secretario de la Confederación de Trabajadores de México, y a los
líderes del Sindicato Petrolero. Enseguida el señor Presidente me invitó a que
lo acompañara en su automóvil a que diéramos algunas vueltas por el Bosque de
Chapultepec, para ponerme al tanto de lo que había determinado que debía hacerse
y para que nos reuniésemos posteriormente con los miembros del gabinete
presidencial, a quienes tenía reunidos en el Palacio Nacional.
Durante el
trayecto me pidió que explicara en su nombre al Consejo de Ministros todos los
esfuerzos que se habían hecho para llegar a un acuerdo con los trabajadores de
la industria petrolera y con las empresas; que la huelga estaba ya causando muy
serios trastornos a la economía nacional y que no podía continuar así por tiempo
indefinido pues, como yo sabía, la industria y los transportes de México se
movían principalmente con productos del petróleo y que la huelga, de prolongarse
algunos días más, tendría la consecuencia de paralizar la economía nacional; que
en vista de la intransigencia de las compañías para negociar, no le quedaba más
remedio que expropiar los bienes de las compañías petroleras en su integridad, y
que ya había dado instrucciones a la Secretaría de Economía Nacional para que se
preparasen los efectos correspondientes.
Llegamos a
Palacio, y en el salón de Consejo de la Presidencia de la República el señor
general Cárdenas me dio la palabra para exponer lo que habíamos hablado en
nuestro paseo por el Bosque de Chapultepec. Todos los ministros aprobaron la
resolución tomada, y el decreto de expropiación fue firmado ahí mismo por el
señor Presidente y refrendado por el señor don Efraín Buenrostro, secretario de
Economía Nacional, y por mí, en mi carácter de secretario de
Hacienda.
En ese momento, 18
de marzo a la tarde, eran por los menos tres los secretarios de Estado al tanto
de la decisión del Presidente: uno, el general Múgica, con quien la discutió el
9 de marzo y a quien encargó al día siguiente preparar el manifiesto a la nación
que sería leído esa noche; los otros dos, informados ese 18 de marzo con
anterioridad a la reunión de gabinete, el secretario de Hacienda Eduardo Suárez,
encargado de presentar el informe en dicha reunión, y el secretario de Economía
Efraín Buenrostro, encargado de preparar las medidas administrativas. Parece
lógico suponer que a esa altura el secretario de la Defensa Nacional, Manuel
Ávila Camacho, también estaba al tanto de la decisión que Cárdenas comunicaría
en esa reunión.
El viernes 18 de
marzo Cárdenas anotó en sus Apuntes estas pocas líneas:
En el acuerdo
colectivo celebrado hoy a las 20 horas comuniqué al Gabinete que se aplicará la
ley de expropiación a los bienes de las compañías petroleras por su actitud
rebelde, habiendo sido aprobada la decisión del Ejecutivo
Federal.
A las 22 horas
di a conocer por radio a toda la Nación el paso dado por el Gobierno en defensa
de su soberanía, reintegrando a su dominio la riqueza petrolera que el capital
imperialista ha venido aprovechando para mantener al país dentro de una
situación humillante.
Cárdenas no registra
discusión alguna en esa reunión: simplemente, poco antes de leer el manifiesto
redactado por Múgica, comunicó al gabinete que sería aplicada la ley de
expropiación y su decisión fue aprobada. El decreto de expropiación fue
redactado mientras el Presidente leía el mensaje a la nación. En su formulación
participaron el secretario particular del Presidente, Raúl Castellano, el
secretario de Hacienda, Eduardo Suárez, el jefe del Departamento del Trabajo,
Antonio Villalobos, y el consejero de la presidencia Enrique
Calderón.
* * *
Era viernes en la noche. El
Presidente mexicano había ganado un fin de semana de ventaja. En sus cálculos
entraba la sorpresa, y por lo tanto una respuesta más lenta que lo necesario de
la otra parte. El anuncio, en efecto, tomó desprevenidos a los corresponsales
extranjeros, a las embajadas y a los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Betty Kirk, corresponsal de The Christian Science Monitor, lo refería
pocos años después:
La noche
de las expropiaciones agarró durmiendo a los corresponsales extranjeros.
Habíamos vivido semanas de intenso trabajo informando, hecho por hecho, el gran
juego del Capital Extranjero versus México. Habíamos cubierto las
huelgas, las manifestaciones obreras, las decisiones de la Suprema Corte, el
desafío y las amenazas de las compañías, la audacia coherente del Presidente.
Pero a las seis de la tarde del 18 de marzo de 1938, pensamos que el juego
estaba concluido cuando las compañías sacaron un último viraje y aceptaron pagar
los 26 millones de pesos de aumento decretados por los tribunales. Esto era una
aplastante victoria para el gobierno, que registramos en nuestros despachos, y
luego, distendidos, nos fuimos a jugar.
Algunos fueron
al cine, otros a su casa, pero la mayoría de nuestro grupo tenía un coctel de
despedida ofrecido por Mig y Sheldon Tower en la terraza del Hotel Majestic. No
sé quién tuvo primero la noticia, pero recuerdo vívidamente que Johnny McKnight,
de la Associated Press, abandonó la fiesta misteriosamente después de una
llamada desde su oficina. Eran unos minutos después de las diez. A las diez el
presidente Cárdenas había anunciado por radio que su gobierno estaba expropiando
a las empresas por necesidad nacional . La política de apaciguamiento por
parte del capital extranjero había llegado demasiado tarde.
* * *
En su autobiografía,
Josephus Daniels, el embajador de Estados Unidos, dice que se enteró de la
expropiación a través de los corresponsales extranjeros:
Estaba yo
sentado en mi estudio en la embajada en la tarde del 18 de marzo de 1938, cuando
representantes de la prensa estadounidense y mexicana llegaron a la embajada y
pidieron verme. Estaban excitados y sorprendidos, y yo también quedé sorprendido
cuando me dijeron que esa misma tarde, momentos antes, el Presidente Cárdenas
había anunciado por radio un decreto expropiando las propiedades de las
compañías petroleras estadounidenses y británicas en la República, acusándolas
de conspiración contra México.
Las memorias de
Daniels, salvo en el elemento sorpresa, no coinciden exactamente con los
recuerdos de Bobbie MacVeagh, empleada de la embajada y esposa del segundo
secretario, John MacVeagh. En marzo de 1946, antes de que Daniels publicara sus
memorias, Bobbie MacVeagh le envió una extensa carta recordando lo que pasó en
la embajada en los días de la expropiación petrolera. En las últimas horas de
una tarde, escribe Bobbie, su esposo Jack respondió al teléfono y, con cierta
sorpresa,
escuchó decir a
Jim Stewart, el cónsul general: Por favor, enciendan la radio y díganme qué
está pasando. Una de mis empleadas consulares me acaba de telefonear que
encendió su radio y escuchó al Presidente Cárdenas expropiar las compañías
petroleras. Yo no tengo radio pero sé que ustedes tienen. Enciéndanlo . Jack
corrió a hacerlo y, por supuesto, el Presidente Cárdenas estaba pronunciando un
discurso anunciando la expropiación de las compañías petroleras.
Jack rápidamente
telefoneó al embajador Daniels y le dijo que encendiera su radio en tal número
del dial, sin tener en cuenta el hecho de que el señor Daniels hablaba poco
español y que Cárdenas estaba casi al final de su discurso.
El señor
Daniels, sin embargo, sintonizó justo a tiempo para escuchar la totalidad de la
excelente traducción inglesa del discurso del Presidente Cárdenas que el
gobierno mexicano había tenido la buena idea de ofrecer. Este fue el primer
conocimiento que tuvo la embajada de que la suerte realmente estaba echada, y yo
siempre he pensado que esa empleada consular merecía una medalla por su devoción
a la radio en ese momento.
La versión del
embajador aparece más elaborada y oficial –dice que estaba en su oficina
cuando llegó la noticia–, pero el que coincide con el testimonio de la
periodista Betty Kirk es el relato vívido y coloquial de Bobbie MacVeagh. Éste
se corresponde, además, con el texto del cable urgente que esa misma noche el
embajador envió al Departamento de Estado para informar sobre la
expropiación:
El propio
Presidente Cárdenas dio a conocer esta noche una declaración, que también fue
difundida por radio en inglés, analizando el impasse en la controversia
petrolera e indicando que las propiedades petroleras serán incautadas bajo la
ley de expropiación. Todavía no se ha publicado el decreto pero se espera esta
noche o mañana. Mañana a la una se realizará una reunión extraordinaria del
bloque del Partido Nacional Revolucionario en el Congreso. Daniels.
De Ciudad de
México. Sin fecha. Recibido 19 marzo 1938, 02:53 a.m.
* * *
Cuatro horas después, a las
siete de la mañana de ese sábado 19 de marzo, llegaba un escueto telegrama de
respuesta del Departamento de Estado a Daniels. Preguntaba si las compañías
tenían plazo para apelar y pedía que en la información sucesiva se tomara en
cuenta la posibilidad de actividades alemanas, italianas o japonesas, tales
como negociaciones para comprar petróleo .
En esa primerísima
reacción, tal como lo habían previsto diez días antes Cárdenas y Múgica, la
preocupación del Departamento de Estado en Washington era ubicar las
consecuencias de la medida mexicana dentro de la situación internacional.
Hilando más fino el significado de esa reacción, es posible imaginar que la
mentalidad de los funcionarios de Estados Unidos se resistía a aceptar la
posibilidad de que el gobierno de un país como México se hubiera lanzado solo a
la aventura expropiatoria sin tener previas seguridades de alguna otra gran
potencia. De uno u otro modo, la pregunta era lógica.
Ese sábado 19 de
marzo Josephus Daniels envió sucesivos telegramas al Departamento de Estado
informando sobre los antecedentes y el desarrollo de la situación. El domingo 20
de marzo a las 13 horas, en respuesta a las preguntas de Washington del día
anterior, telegrafió:
En mi opinión,
la medida en que el Presidente y el gobierno se han comprometido al hacer esta
expropiación prácticamente elimina la probabilidad de un arreglo en el futuro
cercano. Las compañías sienten que la única posibilidad de arreglo sería si la
expropiación de sus propiedades por el gobierno condujera a una quiebra
económica tan seria que el Poder Ejecutivo de este gobierno cambiara de manos.
Esto último no parece probable.
El domingo 20 de
marzo Josephus Daniels dio una conferencia de prensa. Según refiere Bobbie
MacVeagh:
Los periodistas
volaron desde Estados Unidos para engrosar las filas de los corresponsales
permanentes y se le pidió al embajador Daniels que diera una entrevista a la
prensa. Al hacerlo deduzco que se esforzó por tomar la situación en la forma más
calmada posible. Su actitud probablemente fue un tanto malentendida por
periodistas ansiosos de encabezados llamativos y esto, combinado con la conocida
simpatía del señor Daniels por México, llevó a los reporteros a describir al
embajador como si simpatizara con la acción de Cárdenas.
* * *
Esos periodistas, en
efecto, esperaban del embajador una declaración de enérgica condena a la
expropiación. No la hubo. Al día siguiente, The New York Times tituló
la información de su corresponsal Frank Klukhohn: “Embajador dice que México
agarró a Estados Unidos dormido –Daniels declara que el Departamento de Estado
no sabía de las expropiaciones– Un rayo en cielo sereno”.
El
embajador Josephus Daniels afirmó que a Estados Unidos lo había agarrado
completamente dormido el plan del gobierno mexicano para expropiar las
compañías petroleras extranjeras. Preguntado si era correcta la impresión
mexicana de que Washington había aceptado de antemano la expropiación, el señor
Daniels respondió: “Ni el Presidente Roosevelt ni el secretario de Estado
Cordell Hull ni yo sabíamos sobre la expropiación. La impresión general aquí era
que habría una incautación (receivership ) por parte del gobierno. La
expropiación fue un rayo en cielo sereno”.
Mientras tanto, por
instrucciones del gobierno los trabajadores y el sindicato estaban tomando las
instalaciones a su cargo en todos los campos y oficinas petroleras. Pese a
algunos primeros informes alarmistas y a ciertas inevitables fricciones, la
operación se desarrolló con calma y diligencia. Los estadounidenses y
extranjeros en general han encomiado mucho el trato que recibieron de los
trabajadores en relación con su partida y el retiro de sus efectos
personales , informó uno de los funcionarios de la Huasteca Petroleum al
cónsul de Estados Unidos en Tampico.
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