Barack Obama ordena lanzar toneladas de bombas
(autorización y permiso son, en este caso, pobres eufemismos) y anuncia que la
acción puede tomar mucho tiempo, pero al mismo tiempo dice que Estados Unidos no
se involucrará en una nueva guerra en Irak. Razones hay, sin embargo, para
afirmar que, con los bombardeos, se da continuidad al saqueo y se avanza en el
rediseño del mapa de Oriente, a fin de acentuar el dominio político de Estados
Unidos, preservar la posición de Israel, y afianzar el control sobre los
recursos naturales.
Las agencias de comunicación al servicio del sistema
colaboran haciendo invisibles los destrozos materiales y las víctimas y
reconociendo como objetivos militares los hogares habitados por civiles de
cualquier edad.
El manido pretexto de que se busca defender al personal
estadounidense y evitar un genocidio, es puesto en la voz de Obama desde el
pasado remoto.
El llamado Estado Islámico de Irak y el Levante fue aliado
de Al Qaeda, pero ya no lo es. Con reinventado descaro, Obama se abstiene de
explicar cómo, si por décadas Estados Unidos ha mantenido en esa zona recursos
militares y de inteligencia, pudo surgir y desarrollarse el EIIL, que hoy
controla un área de enorme importancia, dispone de miles de combatientes y tiene
eficiente coordinación, altos niveles de organización, modernas armas y muchos
recursos. ¿Magia?
El ex agente de inteligencia estadounidense Edward
Snowden, avala con documentos su afirmación de que el EIIL surgió con
financiamiento de Estados Unidos y colaboración directa de Israel. En el marco
del programa Nido del Avispón, el Mossad procuró el entrenamiento militar,
cursos de oratoria y teología a Abu Bakr Al Baghdadi, jefe del EIIL. La
estimación de que controla 2 mil millones de dólares no es exacta, pero sí la de
que actúa en una región que se extiende desde Alepo en Siria, hasta las ciudades
de Faluya, Mosul y Tal Afar en Irak.
En un artículo publicado en el sitio Voltaire.net (“¿Qué
tienen en común las guerras de Ucrania, Gaza, Siria y Libia?”), el analista
mexicano Alfredo Jalife, agrega a esta información que en la parte siria
controlada por el EIIL hay enormes yacimientos de hidrocarburos en tierra firme.
¿Surgió el criminal EIIL y se fortaleció solo con la
indiferencia de las fuerzas militares y de inteligencia de Estados Unidos, de
Israel y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), o acaso
necesitó la complicidad de alguna de esas partes?
Para responder, se puede omitir la denuncia de Snowden y
hasta desconocer la opinión de acreditados analistas; pero se hace imposible con
esas omisiones explicar por qué la situación creada favorece la aplicación de
políticas diseñadas con antelación en los centros de poder.
¿Desmembrar a Irak para clausurar un estado?
Si después de votar en el Senado a favor de los bombardeos
contra Irak en el año 2002, el hoy vicepresidente Joe Biden admitió que cometió
un error, no tuvo que hacer lo mismo con su posición de que Irak debe ser
dividido en tres estados étnicos: kurdo, árabe chií y árabe suní. Junto al
republicano Sam Brownback, sometió el proyecto, que fue aprobado en septiembre
del año 2007 por el Senado (75 votos a favor y 23 en contra).
En la elaboración, participó Leslie Gelb, experto en
política exterior de la administración del ex presidente Jimmy Carter.
Es inocultable que el poder estadounidense actúa como
conjunto hacia el objetivo de desmembrar a Irak.
No hay exageración alguna al citar como antecedente la
idea de Oded Yinon, un aliado del sionismo que en la década de 1980 planteó la
necesidad de convertir a Israel en una gran potencia y desmembrar Estados como
Irak y Siria.
La presencia del EIIL y sus atrocidades se presentan ahora
como pretexto para aplicar en Irak una receta similar a la aplicada contra
Yugoslavia.
¿Quién los crea y los pone en su camino?
En el Consejo de Seguridad de la Organización de las
Naciones Unidas, parece imposible cuestionar a Estados Unidos en torno a las
razones por las cuales situaciones como el derrumbe de las Torres Gemelas el 11
de septiembre de 2001 y la presencia de los fundamentalistas en Irak y en Siria
crean nuevas oportunidades para el saqueo y el despojo.
Esto ha sido probado en el caso de Ucrania. La
colaboración de Estados Unidos con los grupos contrarios a Rusia en Ucrania es
evidente, y lo es también la participación de corporaciones yanquis en el
negocio del gas. ¿Por qué no es posible atribuir responsabilidad al poder
estadounidense en el derramamiento de sangre en esa zona, a pesar de que los
genocidas son aliados suyos?
Las recientes declaraciones de Hillary Clinton, ex
secretaria de Estado, sobre la colaboración con los mal llamados rebeldes
sirios, solo reflejan que Siria sigue siendo objetivo militar, y que no es
casual que el EIIL haya hecho “nido” en una parte de su territorio. La
prepotencia imperialista tiene una definición esencial, y eso no puede ser
desconocido.
¿Con qué derecho Estados Unidos financia grupos para la
conspiración o la guerra? ¿Con qué derecho ha actuado en Siria y en Libia? ¿Con
qué derecho financia y respalda al genocida Estado de Israel?
El apoyo de las potencias europeas crea una sombrilla de
legalidad, pero no justifica estas actuaciones. Forma terroristas, los financia,
los arma, los organiza, y luego saca de los almacenes sus armas y pone en
funcionamiento los que están en prueba, para combatirlos. Los civiles muertos se
llaman daños colaterales y las modificaciones al mapa político son presentadas
como necesarias.
El orden internacional que otorga sello legal y apariencia
de legitimidad a estas acciones constituye, en sí mismo, una amenaza para la
humanidad. Este orden protege los capitales de grupos como la familia Bush, la
familia Biden y el grupo Clinton, y presenta como “respetables” empresarios a
agentes del saqueo y el despojo como Condoleezza Rice o Dick Cheney.
La transformación política global, que incluye el desmonte
del orden imperialista, es necesaria… y urgente.