NCeHu
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OBAMA | PRESIDENTE DE ESTADOS
UNIDOS
“No vamos a permitir que los grupos yihadistas creen un
califato”
El presidente de Estados Unidos cree
hay que actuar "ante una amenaza de genocidio"
El
País
Washington,
9/8/14
No cabe duda de que al
presidente Obama le han salido muchas
canas, y seguramente la mitad de ellas le han salido por su intento de conducir
la política exterior en un mundo cada vez más convulso (la otra mitad es culpa
del Tea Party). Sin embargo, después de haber pasado una hora examinando el
horizonte con él en la Sala de Mapas de la Casa Blanca el viernes pasado, me ha
quedado claro que el presidente tiene una visión concreta del mundo, nacida de
todas las lecciones que ha aprendido en los seis últimos años, y ofrece
enérgicas respuestas a todos los que critican su acción
internacional.
Obama asegura
que solo va a intensificar la participación de EE UU en lugares como
Oriente Próximo mientras las comunidades
locales acepten una política integradora en la que no haya vencedores ni
vencidos. EE UU no va a ser la fuerza aérea de los chiíes en Irak ni de
ninguna otra facción. A pesar de las sanciones de Occidente, advierte, el presidente Vladímir Putin “podría invadir” Ucrania en cualquier
momento, y, en ese caso, “tratar de
recuperar una relación de cooperación con Rusia durante el resto de mi mandato
será mucho más difícil”. La intervención en Libia para prevenir una matanza fue
acertada, afirma Obama, pero el hecho de
que luego no se desplegara la fuerza terrestre necesaria para vigilar la
transición de Libia a una situación más democrática es con toda probabilidad el
aspecto de su política exterior del que más se arrepiente.
A la hora de la
verdad, reflexiona el presidente, la mayor amenaza contra EE UU —la única fuerza
verdaderamente capaz de debilitarnos— somos nosotros mismos. Tenemos muchas
ventajas como país, como los nuevos recursos energéticos, la innovación y una
economía que está volviendo a crecer, dice, pero nunca desarrollaremos todo
nuestro potencial mientras nuestros dos partidos no adopten la misma actitud que
estamos pidiendo a los chiíes, los suníes, los kurdos, los israelíes y los
palestinos: ni vencedores ni vencidos, y el propósito de trabajar todos
juntos.
“EE UU no va a ser
la fuerza aérea de los chiíes iraquíes ni de otra facción”
“Nuestra
política es disfuncional”, dice Obama, y debemos prestar atención a las
terribles divisiones en Oriente Próximo como “una advertencia: las sociedades no
funcionan si las distintas facciones políticas adoptan posturas maximalistas. Y,
cuanto más variado es un país, menos puede permitirse el lujo de esos
maximalismos”.
Aunque achaca la
desaparición de tantos acuerdos con posibilidades al ascenso de la extrema
derecha republicana, Obama reconoce también que la manipulación, la
balcanización de los medios de comunicación y el uso descontrolado del dinero en
la política —las entrañas de nuestro sistema político actual— están acabando,
más que cualquier enemigo extranjero, con nuestra capacidad de afrontar unidos
los grandes retos. “Cada vez más, se recompensa a los políticos por adoptar las
posturas más extremas y maximalistas”, dice, “y eso lo pagaremos tarde o
temprano”.
Mi primera
pregunta al presidente es si siente que él está asistiendo a la “desintegración”
del orden posterior a la II Guerra Mundial,
“Para empezar,
creo que no se puede generalizar, porque hay una serie de lugares en el mundo en
el que se suceden las buenas noticias”. Fíjese en Asia, dice, en países como
Indonesia, y también en muchos países de Latinoamérica, como Chile. “Pero estoy
convencido”, añade, “de que lo que estamos viendo en Oriente Próximo y partes
del norte de África es el desplome de un orden que se remonta a la I Guerra
Mundial”.
¿Pero no sería
mejor que hubiéramos armado a los rebeldes laicos sirios desde el principio o
que las tropas estadounidenses hubieran permanecido en Irak? La verdad, dice el
presidente, es que nunca habría sido necesario mantener una presencia de tropas
en Irak si la mayoría chií no hubiera “desperdiciado la oportunidad” de
compartir el poder con los suníes y los kurdos. “Si la mayoría chií hubiera
aprovechado la ocasión para tender la mano a los suníes y los kurdos y hubiera
aprobado leyes como las de desbaazificación”, no habría hecho falta ninguna
tropa extranjera. Con esa actitud, asegura, nuestras tropas habrían acabado
involucradas en algún momento.
“Respecto a
Siria”, dice el presidente, la idea de que armar a los rebeldes podía haber
cambiado las cosas “ha sido siempre una ilusión. Esta idea de que podríamos
haber suministrado armas ligeras o incluso más sofisticadas a una oposición
fundamentalmente compuesta por antiguos médicos, campesinos, farmacéuticos y
gente así, y que entonces habrían podido luchar no solo contra un Estado muy
bien armado sino respaldado por Rusia, Irán y Hezbolá, ha sido siempre una
fantasía”.
Todavía hoy,
dice el presidente, a la Administración le cuesta encontrar, formar y armar al
número suficiente de jefes para dirigir a los rebeldes laicos sirios: “No tienen
tanta capacidad como nos gustaría pensar”.
“No debemos
nunca olvidar la situación general”, añade, “que es que existen unos suníes
descontentos, una minoría en el caso de Irak, una mayoría en el caso de Siria,
que se extienden de Bagdad a Damasco... Si no les proporcionamos una fórmula que
responda a las aspiraciones de esta población, será inevitable que tengamos
problemas. Por desgracia, todavía está el EI [el Estado islámico], que, en mi
opinión, es poco atractivo para los suníes normales y corrientes”. Pero “llenan
un hueco, y debemos plantearnos, además de cómo luchar contra ellos en el
terreno militar, cómo dirigirnos a una mayoría suní en esa zona que, hoy, está
apartada de la economía global”.
¿Está
colaborando Irán? “Creo que lo que han hecho los iraníes”, dice el presidente,
“es darse cuenta por fin de que, si los chiíes en Irak mantienen una postura
maximalista, a largo plazo fracasarán. Y esa es una lección aplicable para todos
los países: si uno quiere el cien por cien, y se aferra a la idea de que el
vencedor se queda con todo, ese Gobierno acaba cayendo tarde o
temprano”.
“Tras derrocar a
Gadafi debíamos haber reconstruido la sociedad libia”
Los únicos
Estados que van bien, como Túnez, lo han logrado porque sus facciones han
asumido el principio de que no haya vencedores ni vencidos. Gracias a eso, no
han necesitado ayuda exterior.
“No podemos
hacer por ellos nada que no estén dispuestos a hacer por sí mismos”, dice el
presidente a propósito de las facciones en Irak. “Nuestro Ejército es tan
poderoso que, si nos lo propusiéramos, seguramente podríamos mantener el
problema controlado durante un tiempo. Ahora bien, para que una sociedad
funcione, son los propios habitantes los que deben tomar una serie de decisiones
sobre cómo van a convivir, cómo van a tener en cuenta los intereses de todos,
como van a ceder. En asuntos como la corrupción, los ciudadanos y sus líderes
deben asumir la responsabilidad de cambiar esa cultura... Podemos ayudarles y
colaborar con ellos en todo momento. Pero no podemos hacerlo todo”.
Entonces,
pregunto, ¿por qué su decisión de utilizar la fuerza militar para proteger a los refugiados
del EI y el Kurdistán, que es un islote de
dignidad dentro de Irak?
“Cuando existe
una situación tan extraordinaria, con la amenaza de genocidio, y el país desea
que estemos allí, y hay un fuerte consenso internacional de que es necesario
proteger a esta gente, y tenemos la capacidad de hacerlo, entonces, nuestra
obligación es actuar”, dice Obama. Sin embargo, después de ver ese islote de
dignidad que han construido los kurdos, añade, también debemos preguntarnos no
solo “cómo hacemos retroceder al EI, sino también cómo protegemos ese espacio
que contiene las mejores intenciones dentro de Irak; es algo en lo que pienso
constantemente”.
“Creo que los
kurdos aprovecharon el tiempo que les concedieron los sacrificios de nuestras
tropas en Irak. Hicieron buen uso de ese tiempo y hoy la región kurda es
funcional y como nos parece que debe ser. Tiene una tolerancia con otras sectas
y otras religiones que nos gustaría ver en otros lugares. Por eso nos parece
importante garantizar la protección de ese espacio, pero, más en general, lo que
he indicado es que no quiero convertirme en la fuerza aérea iraquí. Ni tampoco
quiero ser la fuerza aérea kurda, mientras no haya un compromiso por parte de
los habitantes de que van a organizarse y hacer todo lo necesario para empezar a
defenderse ellos mismos contra el EI”.
El motivo, añade
el presidente, "por el que no empezamos a lanzar ataques aéreos en todo Irak en
cuanto apareció el Estado Islámico fue que de esa forma se habría aliviado la
presión sobre [el primer ministro] al Maliki". Habría empujado a Maliki y otros
chiíes a pensar: “No hace falta que lleguemos a acuerdos. No hace falta que
tomemos decisiones. No hace falta que vivamos el difícil proceso de descubrir en
qué nos hemos equivocado. Basta con que dejemos que los americanos vuelvan a
salvarnos el pellejo. Y después podremos seguir como siempre”.
Obama dice que
está diciendo a todas las facciones en Irak lo siguiente: “Vamos a ser vuestros
socios, pero no vamos a hacer vuestro trabajo. No vamos a volver a enviar tropas
de tierra para controlar la situación. Tenéis que demostrarnos que estáis
dispuestos y preparados para intentar mantener un Gobierno unido y basado en los
compromisos. Que estáis dispuestos a seguir construyendo una fuerza de seguridad
eficiente y no sectaria, que responda ante un Gobierno civil... A nosotros nos
interesa hacer retroceder al EI. No vamos a permitir que creen un califato que
abarque Siria e Irak, pero solo podremos hacerlo si sabemos que sobre el terreno
hay gente capaz de llenar ese hueco. De modo que, si tendemos la mano a las
tribus suníes, si vamos a tender la mano a gobernadores y jefes locales, es
necesario que ellos sientan que están luchando por algo”. En caso contrario,
dice Obama, "Podemos rechazar al Estado Islámico durante un tiempo, pero, en
cuanto desaparezcan nuestros aviones, ellos volverán".
Le pregunto al
presidente si está preocupado por Israel.
“Es asombroso
hasta dónde ha llegado Israel en los últimos decenios” responde. “Haber sacado
de la pura roca un país tan increíblemente vibrante, próspero, rico y poderoso
da fe del ingenio, la energía y la visión del pueblo judío. Dada la capacidad
militar de Israel, no me preocupa su supervivencia... En mi opinión, la
verdadera pregunta es cómo va a sobrevivir Israel. Y cómo puede crearse un
Estado de Israel que mantenga sus tradiciones democráticas y cívicas. Cómo puede
preservarse un Estado judío que refleje los mejores valores de quienes fundaron
Israel. Para lograrlo, siempre he pensado que deben encontrar la manera de
convivir en paz con los palestinos. Deben reconocer que tienen reivindicaciones
legítimas y que esa es también su tierra y su región”.
Al preguntarle
si debería ejercer presiones más enérgicas sobre el primer ministro israelí,
Benjamin Netanyahu, y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas
—también llamado Abu Mazen—, para que alcancen un acuerdo de tierras por paz, el
presidente contesta que son ellos quienes deben dar el primer paso. Netanyahu
tiene “unos índices de aprobación en las encuestas muy superiores a los míos” y
que “se han visto muy mejorados por la guerra en Gaza”. “Por eso, si no tiene
presiones internas, es difícil que forje una serie de acuerdos muy delicados,
por ejemplo a propósito del movimiento de los colonos. Es muy complicado. En
cuanto a Abu Mazen, el problema es ligeramente distinto. Bibi es demasiado
fuerte en ciertos aspectos y Abu Mazen demasiado débil en otros como para que
puedan unirse y tomar decisiones tan audaces como las que Sadat, Begin o Rabin
se atrevieron a tomar. Para mirar más allá del futuro inmediato van a ser
necesarios auténticos líderes, tanto palestinos como israelíes. Y lo más difícil
para un político es abordar los problemas con la vista puesta a largo
plazo”.
Por supuesto,
muchas opiniones del presidente sobre Irak son consecuencia del caos desatado en
Libia por la decisión de la OTAN de derrocar al coronel Muamar Gadafi sin
organizar después suficiente ayuda internacional para ayudar a los libios a
construir nuevas instituciones. Tanto a la hora de volver a Irak como de entrar
en Siria lo que más le importa a Obama es: ¿Cuento con los socios —locales o
internacionales— necesarios para que cualquier mejora que implantemos siga
sosteniéndose después?
“Este es un
ejemplo de lección que he tenido que aprender y que aún hoy tiene
ramificaciones”, dice Obama. “Me refiero a nuestra participación en la coalición
que derrocó a Gadafi en Libia. Estoy totalmente convencido de que hicimos lo que
había que hacer. Si no hubiéramos intervenido, es muy probable que Libia
estuviera como Siria. De modo que habría más muerte, más caos, más destrucción.
Pero también es cierto que nosotros y nuestros socios europeos subestimamos la
necesidad de emplear todas nuestras fuerzas para una operación así. Al día
siguiente de derrocar a Gadafi, cuando todo el mundo estaba satisfecho y todos
alzaban pancartas que decían “Gracias, América”, en ese momento, debíamos haber
hecho un esfuerzo mucho más agresivo para reconstruir unas sociedades que
carecían de tradiciones cívicas. Esa es una lección que tengo ahora en cuenta
cada vez que me pregunto: ¿Deberíamos intervenir militarmente? ¿Tenemos
respuesta para el día siguiente?”
Traducción de
María Luisa Rodríguez Tapia
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