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La crisis en
Medio Oriente / El drama de los civiles
En Gaza, la tregua
fue apenas un breve respiro en un conflicto interminable
Luego del
comienzo del alto el fuego, miles de palestinos salieron de sus refugios para ir
a sus casas o conseguir alimentos; muchos se encontraron con sus hogares en
ruinas y cadáveres bajo los escombros
Témoris Grecko
La Nación
Buenos Aires, 2/8/14
CIUDAD DE GAZA.- El
puerto de Gaza recuperaba ayer la vida: después de semanas de asedio, en las que
los botes de pesca eran hundidos y los barcos israelíes bombardeaban la playa,
el inicio de un cese del fuego de tres días, a las 8 (hora local), fue como la
campanada que sacó a hombres, mujeres y chicos de sus escondites para ir a jugar
y salir a lanzar las redes para conseguir alimento.
Hasta las 7.59, proseguía la normalidad de la
violencia : desde el desierto y el mar, la
artillería israelí golpeaba aldeas y ciudades, mientras los milicianos de Hamas
abrían los ojos para lanzar cohetes hacia la inutilidad. Se estaban dando duro,
como temerosos de perder el último momento de hacerse daño. Pero cuando el reloj
marcó la hora, los cañones callaron.
Gaza despertó. Sin el miedo de ser
aplastados por los gordos dedos de los cielos, los habitantes salían a ver cómo
era el sol sin la intermediación de las ventanas. Algunos pensaban que ya, por
fin, se había acabado la guerra, que el sufrimiento había pasado su punto más
alto y que en su decadencia permitiría a la gente reconstruir sus vidas. Otros
eran más cautos y pedían esperar al final del tercer día. "Estás en Gaza, aquí
sólo crees en mañana cuando ya casi llegas a pasado mañana", dijo un
palestino.
En algunos de los sitios más
afectados, la retirada de las tropas permitió que los pobladores, asilados en
otros lugares, regresaran a ver si su casa seguía allí o si por lo menos había
algo que pudieran rescatar. Según la ONU, 235.000 personas (de un total de
1.800.000 habitantes en la Franja) están refugiadas en las escuelas del
organismo. Pero hay muchos más. Nadie sabe cuántos: antes que ir a amontonarse
en patios, pasillos y aulas, muchos trataron de ser recibidos por parientes o
amigos. Por eso los misiles mataron en un solo golpe a familias
completas.
Los más optimistas abandonaron los
albergues con todo lo que tenían: utensilios, mantas, juguetes... todo en
cualquier vehículo disponible. No así los que iban a Kuzaah, donde no había
lugar para alegrías ingenuas. Este pueblo del sur de Gaza, dependiente de la
ciudad de Jan Yunis, fue tomado por el ejército israelí en el inicio de su
ofensiva terrestre. Su desocupación, durante la noche del jueves al viernes,
abrió una puerta ancha y alta. Pero no a la esperanza, sino al
horror.
Para bloquear el acceso, los soldados
habían roto la ruta y los vehículos no podían aproximarse a menos de un
kilómetro. Era el sitio donde esperaban las ambulancias y hasta ahí, entre las
construcciones destrozadas, llegaban las primeras señales de lo que esperaba en
la villa: con mantas como camillas, los jóvenes trasladaban cadáveres
quemados.
Bajo un sol inhóspito, se percibía,
poco a poco, el tamaño del espanto. No había una sola construcción sin daños.
Muchas estaban en tal ruina que eran irreconocibles. Debajo de los escombros
había cadáveres. No hacían falta perros entrenados para detectarlos: el hedor
aullaba. El mismo que rodeó a los militares israelíes durante las dos semanas
que estuvieron ahí, sin rescatar los cuerpos. Se lo dejaron a los que llegarían
después.
Como a quienes comprendieron que un
coche de madera, volteado y enterrado hasta la mitad en un cerro, iba tirado por
un hombre humilde que ahora, seguramente, yacía oculto, sepultado por la
explosión.
Al final del pueblo estaba la casa
maldita. El hedor que hacía estremecer se intensificaba desde la entrada, al
caminar por el jardín, y mucho más al pasar la puerta. Hedor de muerte
concentrada. Al frente, una cocina, con charcos de sangre vieja e impactos de
bala en la pared. A la derecha, un cuarto con la puerta desvencijada, la cama
rota, sangre e impactos de bala. Entre ambos salones, un baño. El baño más
doloroso del mundo.
Los cuerpos ya no estaban. Los
vecinos que llegaron muy temprano encontraron los cadáveres. Fueron los primeros
que sacaron de allí. No sabían decir cuántos: entre seis y ocho. Tampoco los
pudieron reconocer porque habían sido destrozados a balazos y abandonados por
semanas. Como pistas de los autores de la matanza sólo quedaban decenas de
casquillos, esbeltos y alargados.
Al salir de ahí, las circunstancias
habían cambiado. Se oían disparos. Los jóvenes ya no llevaban cadáveres podridos
y calcinados, sino cuerpos de hombres heridos. Alguien explicó que el ejército
quería vengar la captura de un militar israelí. "Secuestro", era el término que
utilizaba, al afirmar que había ocurrido a las 9.30. "Pero uno no secuestra a un
soldado invasor, lo toma prisionero", precisó. "Y lo hicieron antes de las 8."
La diferencia es vital para establecer quién pulverizó la tregua. Eso quedaría
en acusaciones mutuas.
Lo inmediato, en todo caso, era que
los cañonazos sonaban cada vez más cerca. Los vecinos que habían regresado se
marchaban a toda prisa. Los optimistas con sus autos llenos de enseres habían
dado media vuelta. Las calles se vaciaban, temerosas de los gordos dedos de los
cielos; los pescadores remaban a la costa y los chicos escapaban del alcance de
los barcos israelíes. El puerto de Gaza recuperó la muerte.
"Es una guerra apuntada a los
chicos"
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"Es la sangrienta guerra apuntada
a los chicos, a las mujeres, a la gente que sufre", le contó a su hermana el
cura argentino Jorge Hernández, que se encuentra en la Franja de Gaza en medio
del conflicto.
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Según el cura, en la Franja "no
dejan entrar alimentos y tampoco se lo permiten a la ONU ni a los organismos
mundiales que podrían hacerlo", comentó Silvina Hernández a una radio
mendocina.
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"Hay gente que en la
desesperación empezó a tomar agua de mar. Gracias a Dios, él todavía tiene
algunos recursos, pero al tener a su cargo a las refugiadas que son mujeres
con bebes y 29 chicos discapacitados, la higiene es necesaria y dice que no le
queda mucho más por dar", indicó la mujer. Anteayer, en su cuenta de Facebook,
el cura argentino agradeció al gobierno argentino por la "total disposición
para cualquier ayuda o servicio".
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