La Jornada
México, 6/8/14
El objetivo de la ofensiva israelí en
Gaza se presenta, según Tel Aviv, en términos militares. Se trata, de acuerdo
con los comunicados oficiales, de una embestida para cancelar la capacidad de
las milicias Al-Qassam de Hamas de lanzar cohetes en contra de asentamientos en
territorio israelí. Pero la desmesura de los ataques de las fuerzas de Israel
hacen pensar en otro tipo de designios y de empresa. En realidad el objetivo es
anular la esperanza y enfatizar el mensaje de que el pueblo palestino no tiene
alternativa, carece de salida y debe abandonar cualquier expectativa sobre el
surgimiento de un Estado autónomo.
Desde el punto de vista estrictamente militar, la
ofensiva israelí en Gaza ha fracasado. Su objetivo no se cumplió. Las milicias
de Hamas no han sido destruidas y conservan la capacidad de lanzar cohetes hacia
asentamientos en Israel.
En el plano politico la ofensiva de Israel también
fracasó. En los escombros de las escuelas de Gaza se hallan también los restos
de la argumentación israelí sobre su derecho a defenderse. Es cierto que el
orden jurídico internacional consagra el derecho de un Estado a protegerse
frente a una agresión. Pero ese derecho se encuentra sujeto a varias
disciplinas: la respuesta debe guardar proporcionalidad con la agresión y no
debe acompañarse de crímenes de guerra o contra la humanidad. Israel ha violado
ambas restricciones.
Es una historia conocida que se remonta hasta los
orígenes. Al cumplirse 30 años de la fundación del Estado de Israel (1948) se
abrieron los archivos de las fuerzas armadas, del Ministerio de Asuntos
Extranjeros y de organizaciones como Haganah, con lo que fue posible hacer una
nueva lectura de los hechos. Lo que descubrieron los historiadores es que la
visión estándar sionista sobre el nacimiento del Estado israelí y la guerra de
cinco décadas en contra de sus vecinos árabes no tenía nada de desinteresada y
estaba marcada por graves sesgos y simplificaciones.
Los nuevos historiadores llevaron a cabo un
análisis diferente sobre las raíces históricas de cinco decenios de guerras,
masacres y relocalización forzada de pueblos enteros. Los trabajos de Avi
Shlaim, Benny Morris, Ilán Pappe y Simha Flapan marcan un hito en este
debate.
Según Shlaim, los hallazgos del nuevo análisis
pueden sintetizarse alrededor de cinco vertientes de análisis: la postura
británica al finalizar el mandato inglés en Palestina, la guerra de 1948, las
causas del éxodo del pueblo palestino, los objetivos de los árabes y las razones
del impasse político que vivimos hasta nuestros días.
Según la versión oficial sionista el gobierno
británico trató de impedir la creación del Estado de Israel. Sin embargo, los
nuevos historiadores han mostrado que Londres más bien fue un obstáculo a la
creación de un Estado palestino. Su análisis también pudo mostrar que contrario
a lo que señala la versión oficial, los estados árabes estuvieron divididos y no
tenían un plan coordinado para destruir a Israel.
Durante la guerra de 1948 alrededor de 711 mil
palestinos tuvieron que huir de los territorios que serían parte de Israel.
Según la versión sionista, el nuevo Estado les pidió que se quedaran y se
convirtieran en ciudadanos de pleno derecho. Según los nuevos historiadores,
inicialmente un número de palestinos abandonó voluntariamente sus casas y
tierras, pero un número mayor de palestinos fue expulsado de sus aldeas en una
operación de limpieza étnica. Este es el origen de la nakba o catástrofe
palestina.
La versión sionista también sostiene que Israel ha
estado siempre en desventaja, pero el análisis histórico revela que aún en 1948
ese no fue el caso. Habría que añadir hoy que Israel es el único poseedor de
armas nucleares en Medio Oriente. Y, finalmente, el callejón sin salida en el
que se encuentra la región no es producto de la intransigencia árabe, ya que en
muchos casos los líderes de Israel han rechazado ofrecimientos de paz genuina de
los países árabes. La ocupación ilegal de la margen occidental del río Jordán,
la destrucción de casas de palestinos, las masacres de Sabra y Shatyla, así como
el bloqueo ilegal de Gaza son algunos ejemplos claros (no los únicos) de la
cerrazón israelí.
El potencial militar de Hamas es limitado y en
ningún momento constituye una amenaza seria a la seguridad del Estado de Israel.
Pero su presencia entraña un mensaje esencialmente político. Por el sólo hecho
de existir, Hamas y sus milicias envían una señal de resistencia cotidiana a sus
interlocutores en Israel y de promesa a sus seguidores en los territorios
palestinos, no sólo en Gaza. Los cohetes de Hamas son condenables, pero también
lo es el bloqueo inhumano que aplica Israel desde hace siete años en Gaza. La
respuesta desmesurada de Israel, con sus ataques de artillería y bombas a
escuelas y hospitales (refugios conocidos y bien identificados) revela que Tel
Aviv está obsesionada por otras consideraciones. Su objetivo central es mantener
al pueblo palestino sin esperanzas sobre su futuro. Al tratar de hundir al
pueblo palestino en un cruel sistema de guetos, Israel se destruye a sí misma.