En la capital, el Gobierno del presidente Nuri al
Maliki —atrincherado en la Zona Verde fortificada— culmina su incompetencia y no
es capaz siquiera de conseguir que el Parlamento le otorgue poderes especiales
para hacer frente a la situación. La única respuesta al EIIL viene del máximo
líder espiritual chií iraquí, Alí al Sistani, y arroja aún más tensión, al
llamar a los civiles a empuñar las armas contra los yihadistas.
El EIIL no es un grupo más en la miríada de
organizaciones armadas islamistas que desde hace más de una década operan en
Oriente Medio y el Norte de África. Se trata de una organización que propugna la
instauración de un califato en Oriente Medio, con capital en Bagdad, al tiempo
que rechaza el Tratado Sykes-Pikot de 1916 firmado entre Reino Unido y Francia
para repartirse la región. De hecho, ya ha unificado regiones de Siria e Irak y
levantado simbólicamente los mojones fronterizos colocados hace casi un siglo.
La organización se ha fortalecido a la sombra del desgobierno y el descontento
en Irak, especialmente entre la minoría suní, que causó el fracaso de la gestión
de la posguerra tras la invasión estadounidense de 2003.
La incompetencia de los Gobiernos iraquíes elegidos
en las urnas, más pendientes de solucionar rencillas políticas y primar los
intereses de la mayoría chií o la minoría kurda que de prestar atención a la
situación de los suníes, ha empeorado aún más el panorama. Muestra de la
gravedad de la situación es que por primera vez en décadas Irán y EE UU se ven
obligados a coincidir en la misma opción: frenar el avance del EIIL. Esta común
preocupación es un factor que puede facilitar un cierto consenso internacional
para evitar el derrumbamiento total.
El presidente Obama, que reiteró ayer que
Washington no se va involucrar en ninguna acción militar directa y pidió “un
plan político” a los iraquíes que indique “que pueden trabajar juntos” —lo que
sugiere una descalificación clara de Al Maliki— se enfrenta al escenario que
precisamente quiso evitar cuando ordenó la salida de sus tropas del país,
completada en 2011. Ahora, o Washington interviene de alguna manera en Irak
—Obama aseguró que tomará decisiones en los próximos días— o el país se vendrá
abajo definitivamente y abrirá un proceso regional cuyo alcance es difícil de
pronosticar.
Editoriales anteriores
Una
década frustrante (20/03/2013)
Irak
ante si mismo (20/08/2010)
Reinventar
Irak (02/09/2010