David Harvey describe el segundo volumen de 'Das Kapital'
de Karl Marx como “el libro más aburrido que se haya escrito”. Su obra teórica,
una introducción algo más interesante, empezó como una reflexión sobre los
aspectos contradictorios del capitalismo, cuyo último resultado es el libro
'Seventeen Contradictions and the End of Capitalism.'
Después de un día en el que presentó su libro en un
auditorio atestado y formó parte del tribunal de una lectura de tesis,
'Lundagård' se reúne con un David Harvey ligeramente cansado en el Grand Hotel
de Lund.
Afirmaba usted hoy en su intervención que ”los
estudiantes endeudados no protestan”. ¿Por qué piensa que es así y quién cree
que se beneficia de ello?
Bueno, se trata de una afirmación general, no tengo
pruebas empíricas. Pero lo cierto es que los propietarios de vivienda que están
endeudados se muestran políticamente activos siguiendo un rumbo más bien
reaccionario. Creo que resulta bastante notable que parte del aumento de las
matrículas que provocó en un principio la indignación estudiantil y su reacción
[en Gran Bretaña] no haya acabado generando un movimiento estudiantil
perdurable. Mi conclusión, que tiene mucho de conjetura lo mismo que de bien
informada, es que el endeudamiento que está dominando el cuerpo estudiantil ha
sido, para empezar, aceptado, y que al mismo tiempo se trata de algo que va a
mantener a la gente en una situación de servidumbre por deudas durante una
considerable parte de su vida.
¿Piensa entonces que este endeudamiento ha creado o
creará un cuerpo estudiantil más reaccionario?
No sé si creará un cuerpo estudiantil más reaccionario.
Desde luego, no ha desencadenado el grado de activismo que yo esperaba que se
hubiera producido. Del mismo modo que en Gran Bretaña la imposición de las tasas
de matrícula no ha generado una campaña a largo plazo de amplia agitación en pro
de la supresión de estas tasas. Pienso que si en este caso hubiera habido una
agitación masiva, se habría hecho muy difícil para el Partido Laborista no haber
dado su respaldo a la abolición de las tasas. Creo de nuevo que forma parte de
esta aquiescencia a la aceptación de la mercantilización de la educación
superior, a la que yo creo que habría que haberse resistido más
tajantemente.
Mencionó la importancia de hacer llegar la información
y de que “bien pudiera ser que tuviéramos un movimiento en nuestras manos” si
esta información tuviese una amplia difusión. ¿Cuál cree usted que debería ser
el método para ello y a quién debería dirigirse?
Creo que los estudiantes mismos tienen que autoorganizarse
y hay señales de ello, pequeños grupos de estudiantes que intentan rotundamente
generar un movimiento. Pero mi impresión es que se enfrentan a una enorme
indiferencia por parte de la masa del cuerpo estudiantil.
¿Pero bastará con la información o existe una
“necesidad”, si esa es la palabra correcta, de que se empuje aun más a la
población antes de que se forme un movimiento?
Hay ciertas condiciones necesarias para que surja un
movimiento. Una condición necesaria, que yo creo que no cumple el liderazgo de
la izquierda, consiste en una cierta visión de la alternativa. Mucha gente
preguntará “¿dónde está la alternativa?” y “¿qué clase de visión tiene usted?”.
Ahora bien, ofrecer alguna visión de algún tipo es un requisito previo muy
importante para cualquier movimiento, pero eso no garantiza un
movimiento.
Mi visión de los procesos de cambio social es que
necesitas cambios simultáneos en muchas dimensiones, entre ellos los de nuestras
concepciones mentales del mundo. Y nuestras concepciones mentales del mundo se
han visto acorraladas por la forma en que se ha estructurado la actividad de
oposición. Si quieres denunciar la discriminación, tienes que mostrar el
perjuicio y la intencionalidad. La política de victimización no es una buena
política de solidaridad. Las victimas pueden presentarse y puede que algunas
puedan contar un dramón que baste para conseguir compensaciones o remedios. Pero
no se hace nada por la masa de la población. De manera que la historia del
dramón se convierte en la forma principal de la política o el remedio de algunos
males.
Lo que la izquierda, me parece, no comprende es que está
siendo acorralada en esa clase de oposición. Lo que de hecho la vuelve bastante
impotente cuando se trata de movimientos solidarios de masas. De manera que hay
una lucha por encontrar formas de expresar una oposición masiva a un sistema que
ha erigido una política en la que las únicas posibilidades políticas consisten
en este tipo de política del victimismo, lo que no va a llevar a ningún cambio
radical. Una vez que entendamos la sofisticación del acorralamiento neoliberal
de la política de esta manera, tenemos que aprender formas de trascenderlo, pero
no creo que eso lo hayamos aprendido en este momento”.
El contraargumento más común por parte de la izquierda
respecto al tipo de política que usted promueve es que esta solidaridad
humanitaria va destinada habitualmente a los hombres blancos.
Creo que hay razones sólidas para ser antirracistas y
tomarse muy en serio las políticas de género. La dificultad estriba en que si no
prestas atención al modo en que el “motor económico” del capitalismo le hace la
puñeta a la gente, te estás perdiendo buena parte de lo más importante. Así, por
ejemplo, puede que haya cuatro, o seis, millones de personas en EEUU que han
perdido sus hogares, y una cantidad desproporcionada de las mismas son
inmigrantes o comunidades afroamericanas y mujeres. Pero el impulso real que
llevó al crac no se puede explicar analizando raza y género. Sus repercusiones
se filtraron a través de la raza y el género, pero sus orígenes, no.
¿Qué posibilidades tienen las universidades como
espacios de lucha?
Hay gente que a veces me dice “tú estás ahí metido en el
mundo académico” y “tendrías que ir a una acería” o algo parecido. Bueno, de la
misma manera que en una acería necesitas trabajadores del acero que puedan hacer
de agitadores, necesitas gente que mantenga espacios abiertos dentro de la
universidad para esa clase de producción que es contrahegemónica. Y eso precisa
mucho esfuerzo, mucho trabajo y mucho compromiso.
David Harvey es profesor de Antropología y Geografía en
el Graduate Center de la City University of New York (CUNY), director del Center
for Place, Culture and Politics, y autor de numerosos libros, el más reciente de
los cuales es 'Seventeen Contradictions and the End of Capitalism' (Profile
Press, Londres, y Oxford University Press, Nueva York). Ha enseñado 'El Capital'
de Karl Marx durante más de 40 años.
Lundagård, 22 de abril de 2014.
Traducción para sinpermiso.info: Lucas Antón