Washington y Paris, mientras preparan un asalto a Nigeria
para “ liberar a las niñas secuestradas”, y desembarcan en Sudán para “pacificar
el país”, planean enviar militares a Libia con el fin de imponer paz y orden.
Barak Obama discretamente sigue con la conquista de nuevos territorios,
derramando algunas lagrimitas y dispuesto a salvar a mujeres oprimidas –no del
planeta, no, sino de aquellos territorios que indiquen el Pentágono y las
empresas de su país (ver: Obama y su realismo aristotélico).
El segundo asalto de EEUU a Libia sucede tres años después
del asesinato de su jefe de Estado, el Coronel Gadafi. ¿Se acuerdan del
“Fuimos, vimos, murió” de Hillary Clinton? Pues, éste país, la Nueva
Libia, el que iba a convertirse en un paraíso según Cameron y Sarkozi, aún
carece de una Constitución y ha tenido seis gobiernos desde el octubre del 2011.
Está dividido en feudos en el que cada gobernador cuenta con una milicia armada
que tiene a raya a la población, el suministro del petróleo está paralizado y
miles de personas han huido de sus hogares por el caos reinante. El último
primer ministro, el empresario Ahmed Maitiq, designado hace unos días, es
respaldado por los Hermanos Musulmanes, un mal detalle ya que provocará el
enfado de los wahabitas, brazo armado-religioso de Arabia Saudí en el
país.
O sea, que el cuento de la “destrucción creativa”, es solo
un cuento. EEUU no confiesa que parte de la oposición a Gadafi fueron justamente
estos islamistas al qaedistas que el líder libio reprimió por las exigencias
estadounidenses y de su “guerra contra el terror”, condición previa para ser
readmitido en el club occidental, y aun así, no tuvieron piedad con él (ver:
¿Por qué
EEUU/OTAN derrocaron a Gadafi?). Grupos
como Rafalla al-Sahati o Ansar al-Sharia, entonces reclutados por la OTAN y sus
socios saudíes y qataríes, y acusados luego de matar al embajador Chris Stevens,
también han asesinado a jueces, fiscales, intelectuales progresistas y mujeres
sin velo.
Hace unos días, cerca de 6.000 rebeldes del Ejército
Nacional libio, dirigidos por el general retirado Khalifa Hafter, atacaron las
posiciones de un grupo islamista del que, para el colmo del desmadre, el
gobierno central ni si quiera conocía. Hifter –un viejo colaborador de la CIA-,
es un personaje como el expresidente afgano Hamid Karzai o el iraquí Ahmed
Chalabi, cuya misión ha sido allanar el camino del dominio institucional de las
potencias occidentales sobre su país.
En Bengasi, muchas misiones diplomáticas, tras ser
atacadas, han evacuado a su personal. En octubre pasado, el propio primer
ministro fue secuestrado en pijama y en su dormitorio, para ser liberado horas
después por otro grupo (ver:Libia y el “social
imperialismo”, dos años después).
En Libia, el caos no es fruto de una larga guerra civil,
sino resultado directo de una intervención ilegal de la OTAN.
¿Quo boni?
¿Qué buscan los rebeldes y a quién benefician estos actos
y esta situación? Dos son las principales exigencias de las milicias armadas:
autonomía política en las regiones donde operan y una renta entre 15% y 20% del
beneficio del petróleo. Ellos quizás no sepan que uno de los motivos del
derrocamiento de los muyahedines y los talibanes afganos –llevados al poder por
EEUU tras derrocar al presidente marxista del país, el doctor Nayibolah-, fue su
codicia, pidiendo una mayor comisión por el tránsito del gaseoducto que las
empresas occidentales iban a trazar desde Turkmenistán hasta el Mar arábigo y
que obligatoriamente tenía que cruzar Afganistán. (ver: De aquellos polvos,
estos lodos). Bueno, la otra verdad es que ni los talibanes ni Karzai
consiguieron la seguridad que requieren estos tubos y el proyecto se abandonó.
Una ocupación totalmente fracasada.
Es una paradoja que EEUU instale gobiernos débiles para
poder manejarlos en distintos países, y luego espere que éstos –sin fuerza,
capacidad y autonomía- consigan establecer la seguridad. Si a este mal se añade
el resentimiento de la población, víctima de los bombardeos de la aviación
estadounidense –tripulada o no-, en oriente Medio y África, la conquista
territorial se convierte en una pesadilla.
Y una vez más, estéril de ideas, a Washington solo se le
ocurre la solución militar: a pesar de que en 2012 envió a 12.000 soldados a
Libia, vuelve a ofrecerle más tropas para estabilizar el país, y entrenar a sus
fuerzas de seguridad. No será gratis. Los libios pagarán a los agresores un
mínimo de 600 millones de dólares para que formen a 7.000 hombres, y que así, la
guerra contra las multinacionales y por la democracia política y económica
derive en una guerra civil. ¿Ocurrirá igual que en Irak, donde el personal
entrenado se encarga principalmente de la seguridad de los oleoductos? Las
lecciones se las darán en las bases militares en Bulgaria, y posiblemente en la
base de las Islas Canarias de España. Otros miles aprenderán a matar a sus
propios compatriotas en países como Marruecos, Turquía, Reino Unido e Italia.
Así, la Nueva Libia, además de producir petróleo, fabricará matones en
cantidades industriales. A palabras de David Rodríguez, el jefe del AFRICOM, se
está creando una fuerza militar a la medida de los propios intereses de EEUU en
Libia y en África.
La clave está en ONN
Menos Oriente Próximo y más África. “Operación Nueva
Normalidad” (Operation New Normal, en inglés) es el nombre de un proyecto de
EEUU para África, dirigido por el coronel Robert E. Lee Magee. Según el
periodista estadounidense Nick Turse (TomDispatch.com), la ONN que fue lanzada
tras el asesinato del embajador de EEUU en Bengasi, complementa las acciones que
ya se había iniciado tras el 11S: el aumento de las misiones del Pentágono por
África y Oriente Próximo bajo el pretexto de la ayuda humanitaria o lucha contra
el terror, sobornar a los mandatarios de países en los que hay intereses,
bombardear instalaciones que potencialmente podrían ser usadas por sus rivales o
enemigos, tejer una red de espías, quintas columnas y grupos mercenarios,
aumentar el número de bases militares, instalar sofisticados radares, una serie
de campamentos de acción rápida, etc. , y todo en gran parte del continente y en
colaboración con los ejércitos locales.
Aunque las misiones quirúrgicas las realizaban las
llamadas “Special -Purpose Marine Air -Ground Task Force” (SP-MAGTF),
estacionadas en la Base Aérea de Morón en España, en Colorado y en el Camp
Lemonnier en Yibuti, la misión de la ONN, que dispone de fuerzas de élite de
reacción rápida en tierra, mar y aire, será una ayuda a AFRICOM: prestará apoyo
logístico a los proxies (aliados) locales, mejorará su alcance regional y el
movimiento de las tropas americanas en el continente, y creara como el fin
último, grandes oportunidades de negocio para las empresas estadounidenses (ver:
Libia: un
negocio de guerra redondo). O sea, más de lo mismo
con distintos nombres, para una mayor militarización de África, y una mayor
financiación de la industria militar y, de paso, alimentar a Hollywood con
nuevos Rambos: serán los Navy SEALs, el mismo grupo que supuestamente mató al
espíritu de Bin Laden (¡no hubo cuerpo, por lo que no hubo asesinato!), de los
que -por cierto- sólo siguen con vida dos de los 25 participantes en aquella
‘Operación Gerónimo’.
Libia se ‘somaliza’
¿Qué pasó con el
petróleo libio? Su ubicación y su abundante crudo
son responsables de la tragedia de los libios, que pasan hambre, viven
aterrorizados y mueren en las aguas del mismo Mediterráneo que transporta su oro
negro al mundo desarrollado(ver “El Anti-Titanic” se
hunde en Lampedusa).
Lo primordial para las empresas petroleras es custodiar
las arterias de transporte del todo el país y disipar la incertidumbre política
de Libia. Los terminales del Mediterráneo son objetivos de continuos sabotajes.
El último, el 16 de mayo, en Zueitina, de donde sale una quinta parte de las
exportaciones de Libia. Royal Dutch Shell, BP y la italiana Eni -que sigue
siendo el mayor productor extranjero de hidrocarburos libios- han invertido
millones de dólares en este país y no se irán con manos vacías. China, aunque
aquí no ha sido una inversora en el campo del petróleo, sí que ha hecho
propuestas para la compra de 140.000 barriles a diario. Por su parte, las rusas
Tatneft y Gazprom barajan colaborar con la italiana Eni. El objetivo es que
Libia produzca 1,78 millones de barriles por día en el 2017, y 1,87 millones el
2022. ¿Espejismo?
Cuidado con las noticias
Para el asalto militar a África se está utilizando la
brutal violencia que se ejerce contra mujeres y niños, endémico en muchos países
del mundo, cuando justamente la mayoría de las víctima de estas guerras
“humanitarias” son mujeres, niños y ancianos; todos aquellos que no pueden
huir.
Lo hicieron en la guerra de Yugoslavia: mintieron sobre la
violación de hasta 50.000 bosnias por serbios (ver: Violación, guerra y
propaganda). Lo hicieron en Kuwait, donde las
tropas de Saddam Hussein tiraban al suelo las incubadoras. En Libia, las tropas
de Gadafi violaban a las ciudadanas. Y ahora hacen lo mismo con Nigeria (ver:
“¿en el
rescate de las niñas nigerianas?) y con Sudán,
donde ha sucedido otra tragedia con rostro de mujer: la de una joven embarazada
condenada a muerte por casarse con un cristiano (ver: Detrás de su
partición). ¿O es que en Arabia Saudí, nuestro
gran aliado-, no condenan a muerte a los musulmanes conversos?
Otra curiosa propaganda de guerra ha sido la lanzada por
Al-Jazeera, cadena catarí -un sultanato oscurantista que aloja una base militar
de EEUU. En un documental afirma que ha sido el gobierno iraní y no el libio el
implicado en el atentado de Lockerbie contra el avión Pan Am-103 que mató a 270
personas. Entonces, ¿podrán los libios reclamar la devolución de los tres
millones de euros de indemnización que pagaron en 2004 más todos los daños que
recibieron por las sanciones? En el documental se afirma que Teherán cometió el
atentado a través del Frente para la Liberación de Palestina (comunista), en
venganza por el derribo de un avión de pasajeros iraní por la marina de EE.UU. a
principios de 1988. Muy raro, teniendo en cuenta que el ayatola Jomeini, tras
conocer a Yaser Arafat en 1980, no quiso volver a verle por no ser islamista y,
encima, colaborar con los marxistas en la OLP.
Será que el acercamiento entre Teherán y el grupo 5+1
molesta a países que se frotan las manos cuando ven al vecino ardiendo en el
fuego criminal de la guerra.
Recuerden que los grandes medios de comunicación
pertenecen a grandes poderes económicos, políticos y militares.
Fuente: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/1624/libia-y-la-operacion-nueva-normalidad-de-eeuu/