Asunción de
día
A la mañana temprano salí a caminar con Omar con el fin de hacer
una recorrida por Nuestra Señora Santa María de la Asunción, la capital
paraguaya.

Intersección de las calles
Independencia Nacional y Mcal. Estigarribia
A pocas cuadras del
hotel ya nos encontrábamos en el Centro de la ciudad, donde cuatro manzanas
verdes conformaban un conjunto de plazas: Juan E. O’leary, de los Héroes, de la
Libertad, y de la Democracia.

Para de taxis en la plaza Juan
E. O’Ieary

Plaza de los Héroes

Bancos con sombra para un
eventual descanso

Calle Nuestra Señora de la
Asunción atravesando las plazas
Se trataba de una zona comercial y financiera, donde se encontraban
las principales entidades bancarias y las casas de
cambio.

Banco
Nacional de Fomento

El Banco de la Nación
Argentina detrás del Panteón Nacional de los
Héroes

Casas de cambio y vendedores
informales en Palma y Nuestra Señora de la
Asunción
La calle más concurrida era Palma tanto por sus diversas propuestas
comerciales como por los cafés y eventos que allí se realizaban.

Calle Palma frente a las
plazas con árboles generalmente florecidos
Esa calle, debido a su aspecto afrancesado, fue denominada
“Petit Boulevard” por Madame Lynch, primera dama del Paraguay durante el
gobierno de Francisco Solano López, quien residiera en una de sus casonas de
estilo neoclásico de mediados del siglo XVIII.

Calle Palma, de elegante
estilo francés
Turistas, vendedores ambulantes, comerciantes informales y artistas
callejeros formaban parte de ella.

Venta
de recuerdos para los turistas que transitaban por la calle
Palma
Los indígenas que ofrecían artesanías tradicionales en las veredas
eran los Makás, que residían en la Nueva Colonia Indígena Maká en el conurbano
de Asunción. Se suponía que los antepasados de los Makás eran una tribu mataca
del Chaco sudoriental que tomaron elementos de sus vecinos guaycurúes, vilelas y
calchaquíes, adoptando el modo de vida ecuestre y emigrando luego al norte del
estero Patiño en el Chaco Boreal. Los Makás habían establecido alianzas con los
chulupíes en contra de sus enemigos pilagás y
tobas.

Indígenas makás vendiendo artesanías elaboradas por
ellos
También sobre la calle Palma estaba el Panteón Nacional de los
Héroes y Oratorio de la Virgen Nuestra Señora Santa María de la Asunción,
construcción iniciada en el año 1864 por el Mariscal Francisco Solano López, que
quedara trunca debido a la Guerra de la Triple Alianza, y cuya culminación
tuviera lugar recién en 1936, a posteriori de la Guerra del Chaco.

Panteón de los Héroes sobre la calle Palma, frente a la plaza de
los Héroes

Makás vendiendo sus productos
junto al Panteón de los Héroes
El Panteón Nacional de los Héroes, diseñado por arquitectos
italianos, era la réplica paraguaya de “Les Inválides” de
París.

Cúpula del Oratorio de la
Virgen Nuestra Señora Santa María de la Asunción
y Panteón de los Héroes con
columnas corintias con la inscripción Fides et Patria (Fe y
Patria)
El simbolismo del Panteón de los Héroes era tan grande, que las
rutas nacionales de dominio del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones de
Paraguay tenían su kilómetro cero en el eje del pórtico del
edificio.

Kilómetro cero de las rutas
nacionales paraguayas
Constituía el mausoleo a la patria, donde reposaban los restos
mortales de algunos de los héroes de la historia paraguaya como los de Don
Carlos Antonio López (primer presidente constitucional), del Mariscal Francisco
Solano López, del Mariscal José Félix Estigarribia (héroe y vencedor en la
Guerra del Chaco contra Bolivia) y de su esposa, de los Niños Mártires de Acosta
Ñu, y de dos Soldados Desconocidos, entre otros.
Cada 1ro. de marzo se conmemoraba el Día de los Héroes, en honor al
Mariscal Francisco Solano López, que había sido asesinado en esa fecha de 1870,
dando así fin a la Guerra de la Triple Alianza, siendo día feriado por lo que se
suspendían las actividades laborales en las instituciones
públicas.

Urna conteniendo los restos
del Mariscal Francisco Solano López
Estando la Guerra prácticamente perdida, Francisco Solano López se
rehusó a rendirse, afirmando que iba a pelear hasta los confines del Paraguay. Y
fue así que en la Batalla de Campo Grande, llamada Batalla de los Niños o
Batalla de Acosta Ñu por los paraguayos, ocurrida el 16 de agosto de 1869, el
enfrentamiento se desarrolló entre veinte mil hombres de la Triple Alianza que
lucharon contra quinientos veteranos y tres mil quinientos niños de entre seis y
quince años, ya que todos los adultos paraguayos estaban muertos o capturados.
En su homenaje, en el Paraguay era celebrado el Día del Niño, el dieciséis de
agosto de cada año.
Es desgarradora la descripción que el historiador brasileño Juan
José Chiavenatto, hace en su libro “Genocídio Americano: A Guerra do
Paraguai”, publicado en Brasil en 1979 y en Paraguay en
1984:
“Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla,
despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileños, llorando
que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en la selva
próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron
lanzas y llegaron a comandar un grupo de niños en la resistencia. Finalmente,
después de un día de lucha, los paraguayos fueron derrotados. El conde D’Eu, el
comandante de la guerra, después de la insólita batalla de Acosta Ñu, cuando
estaba terminada, al caer la tarde, y las madres de los niños paraguayos salían
de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos
sobrevivientes, mandó incendiar la maleza, matando quemados a niños y madres.
Mandó hacer cerco del hospital de Piribebuí, manteniendo en su interior los
enfermos –en su mayoría jóvenes y niños- y lo incendió. El hospital en llamas
quedó cercado por las tropas brasileñas que, cumpliendo las órdenes, empujaban a
punta de bayoneta adentro de las llamas los enfermos que milagrosamente
intentaban salir de la fogata. No se conoce en la historia de América del Sur
por lo menos, ningún crimen de guerra más hediondo que
ese.”
Y si bien no dejamos de condenar a Francisco
Solano López por permitir que los niños fueran al campo de batalla, y al
comandante del ejército brasileño por el ensañamiento brutal con el que actuara,
de hecho, los principales responsables fueron sin duda don Pedro II en Brasil y
el presidente argentino Bartolomé Mitre, que necesitaron que la guerra se
prolongase hasta el final, para zanjar las crisis internas que los aquejaban. Y
al respecto, Domingo Faustino Sarmiento, cuyo hijo Dominguito de veintiún años
había muerto en la batalla de Curupayty en 1866, sentenció: “Si hemos vencido fue porque hasta los niños
paraguayos hemos matado”.

En homenaje a los Niños
Mártires de Acosta Ñu

Al Soldado
Desconocido

Oratorio a la Virgen Nuestra
Señora Santa María de la Asunción
Dentro del recinto del Panteón se han fijado
infinidad de placas honoríficas enviadas por gobernantes extranjeros, reyes y
príncipes, algunas de las cuales procedieron del Gobierno, del Ministerio de
Defensa y de la Fuerza Aérea Argentina.

Placa enviada por el Gobierno
Argentino en 1991

Placas enviadas por el
Ministerio de Defensa y la Fuerza Aérea de
Argentina
Si bien Asunción del Paraguay había venido creciendo por su elevada
tasa de natalidad y ser un centro de inmigración por parte de la población del
interior del país, no lo había hecho tanto como otras capitales latinoamericanas
en virtud de que el Paraguay en su conjunto ha sido expulsor tanto hacia la
Argentina y Brasil como hacia Estados Unidos o Europa. No obstante, continuaba
siendo la ciudad más poblada contando con más de dos millones y medio de
habitantes incluyendo su conurbano, de los seis millones y medio del total del
país.

Al fondo de la avenida
Paraguayo Independiente se divisaba la Catedral
Metropolitana
Asunción era conocida como la “Madre de Ciudades” porque
durante la Conquista partieron desde ella varias expediciones con el objetivo de
fundar otras ciudades del cono sur americano, entre ellas Buenos Aires por
segunda vez, Corrientes, Santa Fe, Concepción del Bermejo, Santa Cruz de la
Sierra, Santiago de Jerez y Ciudad Real.

Plaza de Armas, en la
intersección de la avenida Paraguayo Independiente y
Alberdi
En el año 2008, el presidente Fernando Lugo y la intendenta de
Asunción, María Evangelista -Evanhy- Troche Soler de Gallegos, fueron los
encargados de correr el velo que escondía el escudo del municipio y la
inscripción “Asunción, Madre de Ciudades y Cuna de la Libertad de América”,
en el monumento realizado por el escultor Hermann Guggiari, en la plaza de
Armas, frente al Congreso Nacional. La escultura totalmente metálica tenía forma
de lapacho con una altura de doce metros por dos de diámetro, y la rodeaban
cadenas rotas.

Monumento a Asunción, Madre de
Ciudades

Congreso Nacional – Luego
convertido en el Centro Cultural de la República “El
Cabildo”
Asunción desde su fundación siempre fue la sede de los tres poderes
de la Nación (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), además del centro cultural del
país.

Placa colocada por la
Municipalidad de Asunción en 2009 frente al Antiguo
Cabildo
En setiembre de 2011 hacía veinticuatro años y dos meses
exactamente que yo había visitado Asunción por primera vez, momento en que
todavía estaba a cargo del gobierno el dictador Alfredo Stroessner, quien
ejerciera la presidencia del Paraguay desde 1954 hasta 1989. Y desde ya que todo
había cambiado bastante, como por ejemplo el estado de las calles y la nueva
edificación de altura, incluida alguna referida a la administración
gubernamental. Sin embargo, la pobreza continuaba estando presente, allí nomás,
frente a los grandes edificios de gobierno. Pero sí, ya se podían ver
manifestaciones de protesta, que durante la dictadura hubieran sido
decididamente suicidas.

Ex colegio militar y nuevo
Palacio legislativo

Detalle lateral del nuevo
Parlamento Paraguayo

Palacio
Legislativo

Vivienda en los terrenos bajos de la bahía de Asunción, sobre el
parque de la Victoria
Frente a la plaza del Congreso venía creciendo el barrio conocido
como La Chacarita, cuyo verdadero nombre era Ricardo Brugara, en honor a quien
fuera llamado a principios del siglo XX “el abogado de los pobres”, un
caudillo popular que formara parte de la Asociación Nacional Republicana y que
se alzara como defensor de las clases desposeídas, cuyo pensamiento se sintetiza
en muy pocas palabras: “Busco el bienestar de la clase obrera… y en ese ideal
se concentran todos mis esfuerzos; enarbolo la bandera del desinterés en medio
de este grosero materialismo que nos devora, y me creo con fuerzas suficientes
para conjurar todas las tempestades que surgen a menudo en la desigual lucha del
obrero y del capitalista.”

Barrio Ricardo Brugada (La
Chacarita), entre la plaza del Congreso y la bahía de
Asunción
Frente al Parlamento se levantaba un campamento de protesta donde
se acusaba a los congresistas de estafadores por utilizar los fondos públicos
para sus candidaturas en lugar de asistir a las verdaderas necesidades del
pueblo.

Acampe de protesta frente al
Parlamento, haciendo especial mención al Arq. Gonzalo “Chalo”
Garay
Muy cerca de allí se encontraba el Palacio de Gobierno, también
llamado usualmente Palacio Presidencial o Palacio de López, por haber sido
encargada su construcción por Francisco Solano López en terrenos que le
pertenecían.
La edificación estuvo a cargo de arquitectos e ingenieros europeos
que lo diseñaron de estilo neoclásico con cierta influencia palladiana; y los
materiales de construcción procedían de varios lugares del interior del Paraguay
como las piedras de las canteras de Emboscada y Altos, maderas de Ñeembucú y
Yaguarón, ladrillos de Tacumbú, piezas de hierro fundidas de Ybycuí…
Diversos artistas europeos se encargaron de la decoración interior,
mediante pinturas, esculturas y escaleras espejos y muebles llevados desde
París, que le daban carácter de suntuosidad.

Frente del Palacio de López
adornado con banderas paraguayas
Cuando el palacio ya estaba casi terminado, estalló la Guerra de la
Triple Alianza, lo que obligó a Solano López a trasladarse a los campos de
batalla, por lo que nunca llegó a habitarlo. Y en 1869 la escuadra
brasileño-argentina lo bombardeó provocando serios daños, para luego saquearlo y
confiscar los ornamentos y mobiliarios que fueran llevados a
Brasil.
Después
de muchos años de abandonado y luego de su restauración pudo concretarse su
ocupación como sede del Gobierno Nacional en 1894.

Parte posterior del Palacio de
Lopez con jardines que daban a la bahía de
Asunción
Siendo
ya el mediodía, regresamos a las angostas callejuelas del Centro donde la
actividad continuaba siendo intensa, pero no por eso había agitación alguna en
los transeúntes. Todo se desarrollaba con una parsimonia semejante a la de las
ciudades del norte de la Argentina, donde parecería existir todo el tiempo del
mundo para realizar cada actividad.

Pleno centro capitalino con
ritmo de pueblo
Almorzamos
en uno de los pocos establecimientos populares de la calle principal y no nos
quedó otra opción que ir a dormir la siesta, porque llegaba la hora del Yasi
Yateré, y absolutamente todo se cerraba, hasta los bancos, cuyo horario de
atención era de 8,30 a 13,30.

Una calle céntrica a la hora
del Yasi Yateré

Vista obtenida desde una de
las ventanas del hotel
Evidentemente
Asunción no contaba con grandes atractivos, pero su elevada temperatura durante
la mayor parte del año, sus amplios espacios verdes, y el escaso ritmo de su
gente, la hacían ideal para pasar unos pocos días de invierno, escapando de la
fría y alocada Buenos Aires.
Ana María
Liberali