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Asunto: | NoticiasdelCeHu 318/14 - Rusia y China: cada vez más cerca (pero aún lejos) / Rumbo al XVI EnHu (128) | Fecha: | Lunes, 12 de Mayo, 2014 22:42:15 (-0300) | Autor: | Noticias del CeHu <noticias @..............org>
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318/14
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Rumbo al XVI
EnHu (128)
América Latina como
geografía
Bariloche, 6 al 10 de octubre
Rusia y China: cada vez más
cerca (pero aún lejos)
Ángel Ferrero
Sin Permiso
11/5/14
En el 2012 se estrenó Red Dawn, un remake de la película homónima de John Milius de 1984 en la que una
coalición formada por la Unión Soviética, Cuba y Nicaragua invadía Estados
Unidos. Desaparecida la URSS, los guionistas de la nueva versión llegaron a la
conclusión de que, lógicamente, la única potencia capaz de invadir EE.UU. era la
China “roja” con la ayuda militar de Rusia. Sin embargo, el guión se filtró a la
red y la prensa china reaccionó con duras críticas. Para evitar perder los
enormes ingresos que proporciona la taquilla china, su productora, la Metro
Goldwyn Mayer (MGM), cambió el argumento a una inversemblante invasión
norcoreana (manteniendo, eso sí, la ayuda rusa). Como la película ya estaba
filmada, se doblaron los diálogos y se cambiaron los símbolos chinos por otros
norcoreanos. El absurdo del planteamiento – ¿Cómo un país de 24 millones de
habitantes y tecnológicamente inferior como Corea del Norte puede conquistar a
una superpotencia de más de 300 millones de habitantes como Estados Unidos? ¿Con
qué objetivo?– y una dirección, montaje e interpretaciones manifiestamente malas
convirtieron la película en uno de los fiascos de aquel año, pero la idea de
fondo es completamente vigente, a saber: el temor transatlántico a un eje
Beijing-Moscú. El exasesor de Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, escribía –ya en
1997– que el escenario más peligroso para la hegemonía estadounidense “sería una
gran coalición entre China y Rusia, y quizá Irán, una coalición
'antihegemónica', unida no por motivos ideológicos, sino agravios
complementarios. Sería reminiscentes, en escala y dimensiones, al entonces
bloque sinosoviético, pero en esta ocasión posiblemente lideraría el bloque
China y Rusia iría detrás de ella.” Desde hace unos años la prensa occidental va
llena de este temor, especialmente desde el veto de ambas potencias en el
Consejo de Seguridad de la ONU a una intervención militar en Siria o el apoyo
chino a Rusia durante las primeras semanas de crisis en Ucrania. Los dragones
rojos proyectando su sombra sobre el mundo y los osos pardos poniendo su pezuña sobre Europa
occidental vuelven a ser portada.
“Las relaciones sino-rusas”, ha escrito Serguéi
Karagánov en The Moscow Times, “han conseguido un grado sin precedentes de calidez.
Los chinos están haciendo todo lo posible para aplacar las preocupaciones de los
rusos. Ya no se habla de las antiguas disputas fronterizas y el volumen
comercial entre ambos países crece rápidamente.” Se calcula que el comercio
entre China y Rusia mueve anualmente unos 90.000 millones de dólares y se espera
que pronto rebase los 100.000 millones. La primera visita oficial del Presidente
de la República Popular China, Xi Jingping, fue justamente a Moscú, y coincidió
con la noticia de que el país se había convertido en
el principal importador de petróleo de Russia. Esta relación comercial podría
ser mutuamente beneficiosa: por una parte, ayudaría al gobierno a modernizar y
mejorar las técnicas de extracción de los yacimientos de Siberia oriental y, por
la otra, permitiría a China mantener el ritmo de producción de su industria.
Entre ambos países está ya en marcha el proyecto de construir “Power of
Siberia”, un gasoducto valorado en 46.000 millones de dólares para transportar
el gas natural procedente del campo de Chayadínskoye, en Yakutia, y
Kovyktínskoye, en Irkutsk, hasta una planta gasificadora en Vladivostok, desde
donde se enviaría a China y Japón. El pasado13 de abril, The Moscow Times recogía el anuncio del Banco de Desarrollo chino de
inversiones en Rusia por valor de 5.000 millones de dólares. Por su parte, Rusia
está modernizando los ferrocarriles transsiberiano y Baikal-Amur con un coste de
18.000 millones de dólares, y tiene pensado construir una red de estaciones de
gas licuado (LNG) con base central en la isla de Sajalín para suministrar por
mar a los mercados asiáticos.
¿Qué obstáculos quedan por
superar?
Los obstáculos a superar para consolidar este
eje son fundamentalmente históricos y culturales. El más conocido para el
público occidental quizá sea la ruptura sino-soviética del año 1969, que degeneró en un conflicto armado nunca declarado, del
que se cree que se cobró la vida de al menos 800 soldados chinos y 59
soviéticos. No obstante, los imperios ruso y chino compartieron durante siglos,
como todos los imperios contiguos, unas fronteras poco definidas y muy
disputadas, en no pocas ocasiones militarmente, como fue el caso de la batalla
por el control del río Amur en 1900. Sólo en el 2004 Beijing y Moscú
consiguieron sellar un acuerdo –ratificado al año siguiente por la Asamblea
Popular china y la Duma rusa– y poner fin, así, a siglos de disputas fronterizas
entre ambos países. Incluso el actual ministro de Defensa, Serguéi Shoigú,
propuso en 2012, cuando todavía era gobernador de la región de Moscú, trasladar
la capital administrativa de Rusia desde Moscú hasta Novosibirsk, por la
proximidad de esta última con Asia, en una clara apuestapor dinamizar las
relaciones entre ambos países. Más recientemente, el viceprimer ministro ruso,
Dimitri Rogozin, en unas declaraciones
en Cheliábinsk durante un encuentro el 14 de abril con profesores y estudiantes
recogidas por The Siberian
Times ,
afirmó que “todas nuestras perspectivas no se encuentran en Occidente, sino en
Oriente”. Allí, continuó Rogizin, “Rusia tiene fronteras con Japón y China,
India se encuentra muy cerca, también ambas Coreas y todo el sudeste asiático.
Todo el futuro del siglo XXI se encuentra allí, en Oriente, y no –sin ninguna
duda– en Occidente, confinado como está en la pequeña Unión Europea.”
A pesar de todo, a la pregunta de “¿Cuál es el
mayor peligro para los intereses de Rusia y de sus territorios orientales?”, los
habitantes de Vladivostok –que fue en el 2012 sede de la cumbre de la
Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC)– respondió el año pasado que “la
mala política de Moscú” (47%), “la fuerza militar de China” (37%) y “el
imperialismo de EE.UU.” (36%). En el Extremo Oriente ruso persiste el temor,
basado en un evidente prejuicio xenófobo, que la fuerte presión demográfica rusa
acabe “desbordando” al país vecino, causando una ola migratoria hacia Rusia
–poseedora de grandes extensiones de espacio sin habitar– que “desplazaria” a la
población russa étnica local e incluso la “disolvería” por la via de matrimonios
interétnicos.
A pesar de la mejora de las relaciones, Moscú y
Beijing son también competidores en los mercados internacionales en sectores
como los de defensa y tecnología, especialmente en mercados emergentes como el
latinoamericano. Según autores como Vladislav Inosemziev, que dedica un artículo
sobre las relaciones sino-rusas en la edición alemana de
Le Monde
Diplomatique, una relación comercial basada en el intercambio de hidrocarburos y
otras materias primas por productos manufacturados como el riesgo de
desindustrializar a Rusia en el momento
mismo en que busca modernizar su tejido industrial y generaria, por
extensión, una dependencia comercial de China. Por este motivo Rusia busca
diversificar la venta de hidrocarburos a todo el sudeste asiático, también hacia
Japón y Corea del Sur, dos naciones industriales no menos necesitadas de
energía. Fruto de estas relaciones, por ejemplo, ninguno de los países
mencionados apoyó las sanciones económicas contra Rusia a raíz de la anexión de
Crimea. China, por su parte, tampoco está interesada en invertir tanto en la
industria rusa como para fomentar un competidor, ni en situarse en una relación
de dependencia energética hacia Moscú.
¿Esferas de influencia o
Realpolitik?
Otro de los obstáculos al eje Beijing-Moscú es
el incremento de la influencia china en las antiguas repúblicas soviéticas de
Asia Central, especialmente Tayikistán. El gobierno chino mantiene buenas
relaciones con Dushanbé y varias empresas semiestatales chinas han adquirido
tierras para cultivar productos destinados a alimentar a su población, un
quebradero de cabeza constante para Beijing. En efecto, la inversión de papeles
apuntada por Brzezinski, con una China mucho más fuerte que Rusia en
prácticamente todos los aspectos, sería otro de los sapos que Rusia tendría que
tragarse, especialmente ahora que busca reafirmarse internacionalmente y que en
su propia casa utiliza una ideología impregnada de tonos nacionalistas.
Muchos de los halcones de la Casa Blanca y el
Pentágono creen, en un discurso repleto de metáforas espaciales, que “empujando”
a Rusia hacia Oriente se conseguirá reducirla “a la irrelevancia”,
“conteniéndola” entre dos rivales económicamente fuertes como son la Unión
Europea y la propia China.
Esta estrategia geopolítica obvia en primer
lugar los problemes socioeconómicos internos de la UE y China, y en segundo
lugar, el alehjamiento de Beijing con respecto a EE.UU. causado por el cambio de
estrategia de Washington y su nuevo foco en el llamado “pivote Asia-Pacífico”,
destinado a “contener” las ambiciones chinas. En un mundo multipolar, los
equilibrios no son tan fáciles de mantener y, de tantos giros como ha dado en
estos últimos años, la estrategia estadounidense puede abrir espacios a otros
actores internacionales, en solitario o en una nueva constelación de
alianzas.
Las esferas de influencia y la desconfianza
mútua por motivos histórico-culturales pueden quedar aparcadas por motivos de
Realpolitik. La historia está repleta de ejemplos. En los años previos a la
Primera Guerra Mundial, Alemania se negó sistemáticamente a creer que Francia y
el Reino Unido entrarían en una alianza a pesar de todas las pruebas que
indicaban lo contrario. Para la diplomacia alemana, la colaboración política y
militar de dos países históricamente enfrentados no estaba destinada a durar, y
en consecuencia, a suponer una amenaza militar al Imperio alemán. Esta
interpretación errónea contribuyó a que ambos países estrechasen todavía más sus
vínculos. Y si Francia y el Reino Unido lo consiguieron, ¿por qué no podrían
hacerlo Rusia y China?
Àngel Ferrero es miembro del comité de redacción de
SinPermiso
Traducción para www.sinpermiso.info del
autor
Directa , n. 359, 30 de abril 2014
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