NCeHu
304/14
América Latina como
geografía
Bariloche, 6 al 10 de
octubre
Prensa
Obrera
Buenos Aires,
30/4/14
A medida que se
desarrolla la producción capitalista, y con ella la productividad del trabajo,
el valor de la riqueza social tiende a disminuir. Es sencillo: se reduce el
tiempo socialmente necesario para producir la masa ofrecida de mercancías.
Llegado a un punto extremo de esta tendencia histórica descendente, el valor se
transforma en una base muy estrecha de la riqueza social concreta, que es
independiente de las necesidades elementales insatisfechas de la inmensa mayoría
de la población. La riqueza social, bajo el capitalismo, no se mide en términos
de capacidad de desarrollo del individuo social sino en la masa de mercancías
que intercambia en forma regular, como resultado de un trabajo medido en
términos de energía física dispensada. La tendencia a la extinción de la ley del
valor es una manifestación del carácter perecedero o transitorio del
capitalismo.
El proceso, sin
embargo, no concluye aquí, porque el capital convierte a su límite en un
acicate. Es así que contrarresta esta tendencia a la extinción del valor como
medida universal de la riqueza social, mediante la ampliación continua de su
frontera histórica, sea mediante la extensión incesante de las necesidades
sociales, sea revolucionando su radio geográfico y espacial. O sea creando una
masa de valor incesantemente mayor, que se interrumpe bajo las crisis. Cuando
los teóricos del capital se quejan, con bastante frecuencia, del “consumismo”,
simplemente se disparan a los pies, porque sin ese “consumismo” el capital
sufriría una ‘muerte súbita’. A través del crédito y la especulación, procura
incluso desarrollar la posibilidad -que no es más que una ilusión o espejismo- ,
de separar la creación de la riqueza social del trabajo social, o sea superar el
‘chaleco de fuerza’ de la ley del valor, sólo para descubrir la inutilidad del
propósito a través de crisis financieras, que desploman los ‘valores’ creados en
forma ficticia y que sacuden el conjunto del andamiaje económico. El desarrollo
monstruoso del armamentismo, el comercio del narcotráfico o la trata de
personas, incluido el trabajo esclavo inmigrante, ilustra asimismo acerca del
carácter que va asumiendo la ininterrumpida incentivación de necesidades
sociales en cuanto cabe al capital. Lo mismo ocurre con la creación de productos
nuevos que pierden vigencia en un período corto de tiempo (obsolescencia). El
esfuerzo del capital para ir más allá de su propio límite histórico resulta en
definitiva en una ampliación gigantesca del desarrollo de sus contradicciones y
en el terreno preparatorio de revoluciones sociales de mayor alcance.
La reducción, siempre
relativa pero creciente, del valor creado, obliga al capital a reforzar la base
fundamental del sistema: la explotación del trabajo asalariado, la creación de
plusvalía. La tendencia a la extinción del valor mercantil, no disminuye sino
que potencia la tendencia a la explotación de la fuerza de trabajo. La reducción
relativa del valor de la riqueza capitalista, no amplía el valor relativo de la
fuerza de trabajo, o sea la capacidad de adquisición de mercancías. La fuerza de
trabajo es, ella misma, una mercancía. Para defender su tasa de beneficio o de
ganancia en un universo de disminución del valor relativo de las mercancías, el
capital necesita apretar las clavijas, más que nunca, sobre la fuerza de
trabajo. Esto explica la liquidación de derechos laborales en todo el mundo, la
elevada desocupación, la extensión del trabajo precario y semiesclavo, esto no
ya en Bangladesh o Vietnam sino en Milán y en el bajo Flores.
Es cierto que la
composición de una canasta familiar en el siglo XXI difiere en forma sideral de
la del siglo XIX; es el resultado de la enorme ampliación de necesidades
sociales que ha generado el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas.
Es claro que, hasta un cierto punto, incluso la capacidad de adquisición de una
canasta moderna es mayor que la antigua, fundamentalmente debido a la enorme
acción reivindicativa y revolucionaria de las organizaciones obreras a través
del tiempo. Hoy mismo asistimos a victorias reivindicativas importantísimas de
una clase obrera tan importante como la de China. La tendencia en su conjunto
es, sin embargo, innegable: la extracción de una plusvalía cada vez mayor es el
mecanismo ‘compensatorio’ ineludible a la tendencia a la extinción del valor
como medida de la riqueza social, o sea a la extinción del capitalismo. Valor y
plusvalor se mueven en un sentido antagónico. Conclusión: a medida en que el
capital se extingue históricamente, lo cual se manifiesta en crisis económicas e
internacionales de magnitud creciente y hasta un cierto punto inéditas, la lucha
entre el capital y el trabajo se acentúa, como consecuencia de la
intensificación de la tendencia del capital a defender y ampliar su derecho
mismo a la existencia: la captura del valor creado por el trabajo ajeno. Las
premisas teóricas y prácticas se conjugan o convergen en la revolución.
|