La izquierda
debe recuperar su alternativa
15/4/14
Mediados de 1981,
Mitterrand gana las elecciones francesas con una propuesta de política económica
keynesiana: aumentar el gasto público y establecer un aumento de los salarios
reales para relanzar la demanda y, con ella, la economía francesa sumida en
recesión. La política fiscal expansiva se acompañó de una política monetaria
inicialmente laxa: tipos de interés consistentemente bajos. Reducción de las
horas trabajadas, incremento del salario mínimo, nacionalización de ciertas
industrias. Justamente en el mismo período, Alemania ejecutaba una política
económica austera: contener las demandas pública y privada para combatir la
inflación, con la limitación del aumento en los salarios reales.
No obstante, pronto
comenzaron las contradicciones en Francia en torno al programa económico: Los
tipos de interés fueron situados en el entorno 13%, dañando la demanda privada
de inversiones y consumo.
Y, a pesar de todo ello, y
del experimento tan fugaz en el tiempo, podemos debatir el resultado. Los
economistas liberales señalan que la inflación subió mientras el gobierno
francés devaluaba en un 20% la moneda nacional para mantener su competitividad.
Apuntan, incluso, a lo decepcionante del crecimiento generado. Y por esa
defensa, en 1983 ¡Mitterrand cambió radicalmente de política! y rechazó el
keynesianismo previo: límites al gasto público, política monetaria restrictiva,
política de rentas de limitación de los salarios.
Lo más increíble de la
apuesta liberal y del hecho de que ha ganado en el terreno de las ideas y se va
imponiendo como un pensamiento único que esconde sus raíces ideológicas, es la
falsedad en el terreno de los datos. Basta observar el incremento anual del PIB
en porcentaje:
La expansión fiscal del
primer gobierno de Mitterrand y la elevación de salarios reales impulsó el
crecimiento económico decididamente por encima de los Estados Unidos y de la
media ponderada de los países industrializados de la OCDE. Mientras la política
de austeridad posterior hundió a la economía francesa en un crecimiento
claramente inferior hasta 1988. Desgraciadamente el mito se ha impuesto a la
realidad.
Éste ha sido el modelo
posterior de los sucesivos gobiernos socialdemócratas: avances suaves en
políticas sociales, transformación moderada de la estructura normativa para
asegurar derechos jurídicos e igualdad, pero no social ni económica, sobre una
realidad de políticas económicas neoliberales (“neoclásicas” o “monetaristas”).
Este hecho tiene más
importancia en términos de política económica que la caída del muro, y ha hecho
mucho más para impedir la aplicación de programas de izquierdas que aquel
acontecimiento. Es una experiencia que se ha ido repitiendo innumerables veces.
Los ejemplos más recientes son los giros conservadores de programas y partidos
socialdemócratas: Schröder impuso en marzo de 1999 la dimisión del ministro de
Finanzas Lafontaine. Este político había comenzado atacando las atribuciones del
Bundesbank para eliminar la capacidad del naciente Banco Central Europeo de
cortar con políticas monetarias restrictivas toda política expansiva y de
defensa del pleno empleo. La vuelta a una política monetaria neoliberal fue
inmediata, así como la alianza del gobierno con los intereses empresariales.
Blair, Obama y Hollande, recientemente, son ejemplos adicionales. Y, ¿qué decir
de Zapatero y su inclusión de la prioridad del pago de la deuda pública en la
misma Constitución, por encima de los derechos humanos?. De la misma forma cabe,
a pesar de todo, finalmente juzgar la coalición de gobierno de Andalucía, que ha
aplicado recortes en servicios públicos.
Es curioso que el último
impulso decidido y coherente por la vía del gasto público y su financiación
procediera de Reagan y su famoso programa de rearme. “Reagan es hoy keynesiano”
fue el título el 24 de marzo de 1983 del Wall Street Journal: aumento del gasto
público, descenso de los impuestos, tipos de interés reales bajos, depreciación
del dólar. Acudamos nuevamente al gráfico que he incluido: observemos el
tremendo empujón del PIB real experimentado por los Estados Unidos entre junio
de 1983 y junio de 1987. ¡Por un programa político de la derecha más
conservadora!.
Evidentemente, Reagan
acompañó la expansión con un programa fiscal de mayores desigualdades, y un
programa de gasto nada social. Pero: la derecha es coherente, mientras la
izquierda que alcanza el poder no lo es.
Éste es el problema de la
izquierda: ha perdido el terreno de la ideas y se encuentra sin alternativas,
sin programa real y aplicando políticas de derechas. De ahí procede el
desarraigo de los ciudadanos de la política: ¿cómo votar a quien modifica sus
propuestas al alcanzar el poder?.
Propongo la construcción de
un programa real de gobierno por una izquierda en coalición, que sea coherente
en su planteamiento. Lafontaine expuso en una entrevista de 2013 puntos
importantes para establecer este proyecto de gobierno realmente de izquierdas,
con una política económica diferente:
1. Modificar los estatutos
del BCE para que financie directamente a los Estados y tenga como objetivo el
pleno empleo.
2. Que los bancos sean
regulados estrictamente.
3. Que se establezcan
impuestos progresivos sobre las grandes fortunas.
4. Que tengamos una
política salarial europea, que impida el dumping social que practica Alemania o
cualquier otro Estado miembro.
5. Que se dé una quita de
deuda en la UE, para países cuya crisis compromete los derechos humanos: Grecia
sería el primero.
6. Finalmente, una política
de inversiones relevante y europea.
La política consiste en
resolver los problemas de los ciudadanos. Urge una gran coalición de las
izquierdas europeas.