NCeHu
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Ucrania
La primavera de los pueblos ha llegado a
Europa
Zbiginiew
Kowalewski
Viento
Sur
Sábado 29 de marzo de 2014
La
Primavera árabe llegó en invierno de 2010 en la vecindad de Europa: en los
países que se encuentran en la otra orilla del Mediterráneo. Cuatro años más
tarde vemos que esa Primavera de los pueblos no es exclusivamente árabe.
Irrumpió también en invierno en Europa, aunque de momento en la periferia de la
Unión Europea. No nos habíamos percatado, probablemente, de hasta qué punto el
proceso de integración capitalista de Europa contribuía a la acumulación
explosiva de las tensiones en su periferia cercana, pero
extraeuropea.
Esto es
todavía más cierto en la actualidad, en la periferia más cercana, ahora ya
europea, como nos muestra el caso de Ucrania. El vínculo ha sido esta vez
directo, claramente visible: al comienzo, el conflicto estalló alrededor de la
cuestión de la adhesión a la UE. Esa fue la primera consigna que comenzó a
movilizar a las masas, que dio a luz un movimiento social masivo y que
desencadenó una enorme tormenta, incluso con la amenaza de una guerra. No una
guerra civil, contrariamente al caso de Libia o de Siria –aunque era algo con
que se contaba y que se alentaba en Rusia y en todas las redes de propaganda
asociadas en todo el mundo–, sino una guerra internacional.
Una
primavera de los pueblos siempre sorprende. Llega a un país de forma totalmente
inesperada, como un rayo en un cielo sereno. Sin embargo, después resulta que no
era en absoluto extraño que se produjera justamente allí y no en otra parte.
Ahora ha ocurrido lo mismo: en el mapamundi político, Ucrania es una gigantesca
anomalía histórica, una desviación con respecto a cierto “caso típico” muy
importante, por lo menos a escala europea. Resulta que el país más grande de
Europa por su superficie, después de Rusia, y uno de los más grandes por
población, es un Estado independiente desde hace apenas 23 años. Eso en un
continente en el que desde hace muchísimo tiempo el “caso típico” corresponde a
Estados nacionales de todas las grandes naciones, incluidas algunas que son
infinitamente más pequeñas que la nación ucraniana. Las anomalías históricas
tienen la peculiaridad de que alrededor de ellas se acumulan, se desencadenan y
se entrelazan las más diversas contradicciones, que se convierten en verdaderos
polvorines con mucha más facilidad que en otras partes.
El peso de una opresión secular
Sobre
Ucrania pesa un fardo extraordinario de varios siglos de opresión nacional,
principalmente polaca y rusa /1.
En la Ucrania soviética, tras varios años de intensa discriminación positiva
denominada “ucrainización”, con el advenimiento del régimen estalinista se
produjo un retorno a la política de rusificación, impulsada por el imperialismo
ruso. Masacrada la intelectualidad, varios millones de campesinos –es decir, la
base de la identidad nacional– fueron exterminados por el hambre. Tras la
segunda guerra mundial, la rusificación se extendió a todos los territorios
ucranianos, entonces ya unificados, a pesar de que en Ucrania occidental, que
había vivido bajo el yugo colonial polaco, se mantuvo una fuerte resistencia
antisoviética de los nacionalistas ucranianos hasta mediados de la década de
1950.
Salvo durante el periodo del gobierno de Petro Chelest (1963-1972),
la rusificación fue un proceso continuo prácticamente hasta la caída de la URSS.
En vísperas de la proclamación de la independencia de Ucrania, escribí en la
revista Nueva Europa, editada por el Parlamento Europeo, que “
lo que hace que el proceso ucraniano sea vulnerable es el hecho de que como
nación sin Estado sometida a una opresión secular, todavía no ha llevado a cabo
su formación nacional ”/2. Y hoy por
hoy todavía no lo ha conseguido. Apenas dos decenios de existencia como Estado
es demasiado poco para cerrar heridas abiertas, tapar brechas profundas y
desactivar numerosas minas que esta opresión ha sembrado en el interior de la
sociedad ucraniana.
De ahí se
derivan las grandes disparidades regionales del levantamiento masivo (el
segundo, tras la “revolución naranja”). Dirigido contra un régimen cuyas bases
principales están en el este y el sur, ha sido amplio en las regiones del oeste
y del centro, las mismas en que tuvieron su origen los movimientos
independentistas tras la primera guerra mundial. De ahí también una
contradicción paradójica entre este movimiento nacional, muy retrasado
históricamente, pero que aspira a consolidar un Estado independiente, y su
voluntad de adherirse a la UE, que siendo el instrumento de la globalización
capitalista debilita los Estados nacionales y limita su soberanía.
El hecho
de señalar esta contradicción no significa en absoluto estar de acuerdo con
quienes gozan de privilegios asociados a la pertenencia a esta Europa fortaleza
próspera y selecta, y que de puertas adentro no propugnan en modo alguno
abandonarla, pero al mismo tiempo desaconsejan a Ucrania que se adhiera, incluso
estigmatizándola por ese deseo. Es un ejemplo de chovinismo de privilegiados. El
acceso al mercado de trabajo comunitario ha salvado a millones de polacos de la
miseria y del hambre, y muchos ucranianos lo saben. En los países de la UE, la
izquierda tiene el deber de solidarizarse con los pueblos excluidos del este y
del sur que también quieren entrar. El argumento que dice que dentro de la UE
les esperan reformas neoliberales socialmente catastróficas es totalmente falso.
No solo no los evitarán quedándose fuera, sino que además se verán golpeados con
todavía mayor dureza al no poder beneficiarse de las ventajas que procura la
pertenencia a una Europa integrada. En cambio, en el interior de la UE tendrán
la posibilidad de resistirse a las transformaciones capitalistas neoliberales
junto con los demás pueblos, y no separadamente de ellos.
No se
trata en modo alguno de dejar de lado las inquietudes de quienes con razón temen
–y que en Ucrania también son muchos– que la adhesión a una zona de libre
comercio con la UE tendrá consecuencias dramáticas para sus puestos de trabajo y
su nivel de vida. Al igual que el derecho de las naciones a la
autodeterminación, se trata de defender el derecho democrático de Ucrania de
adherirse a la UE.
Un movimiento democrático de masas
No menos
paradójica es otra contradicción del reciente levantamiento masivo en Ucrania.
Es un movimiento democrático en su misma esencia, dirigido contra un régimen que
representa los intereses de la poderosa oligarquía de Ucrania oriental, conocido
por sus fraudes electorales; un régimen autoritario, gangrenado por la
corrupción y el saqueo de las riquezas nacionales. Este movimiento halló su
segundo aliento, se lanzó con ímpetu imparable y dio muestras de una
extraordinaria determinación en la lucha cuando, el 16 de enero, el parlamento
dócil votó unas restricciones radicales de las libertades democráticas. A lo
largo de toda la sublevación, mantuvo una independencia muy clara con respecto a
los principales partidos de oposición, de los que desconfiaba y que consideraba
incluso desacreditados.
Las masas
reunidas en la plaza Maidán de Kiev nunca reconocieron como dirección propia al
memorable trío de payasos y fanfarrones. Fueron ellos los que se erigieron en
líderes, y como tales fueron promovidos vigorosamente por las elites políticas
de la UE y los medios de comunicación internacionales. Dirigían el movimiento
hacia ninguna parte; solo podían haberlo conducido a la derrota. Lo seducían con
vagas promesas de “medidas que esta vez serán sin duda eficaces”, como por
ejemplo hacer votar al parlamento una limitación de los poderes presidenciales.
Todo esto para mantener al movimiento en estado de inercia, o al menos para
engatusarlo, a fin de que no sucediera nada que pudiera provocar la caída de
Yanukóvich. En vano. No solo la población reunida masivamente en Maidán no les
siguió, sino que a menudo fueron ridiculizados y cosecharon pitadas y broncas
repetidas. Lo que dominaba en Maidán fue la autoorganización y una voluntad
irreductible de luchar hasta la victoria, es decir, hasta el derrocamiento del
régimen.
En un
pasado no tan lejano, la pesadilla del movimiento altermundialista y de
numerosas protestas masivas en Europa fueron los grupos de combate que actuaban
sin su consentimiento, al margen de todo control democrático, pero por cuenta de
esos movimientos. Cualesquiera que sean las siglas con las que actúan,
reproducen inconscientemente en sus prácticas las ideologías de extrema derecha
que preconizan la violencia. No es extraño que sean permeables a las
provocaciones, que provoquen a menudo la represión policial contra los
movimientos de masas o den al poder del Estado preciosos pretextos para
reprimirlos. Frente a las brutales agresiones policiales, el movimiento de
Maidán no podía prescindir de sus fuerzas de autodefensa, sino que las
necesitaba desesperadamente. De todos modos, estaba demasiado poco estructurado
y consolidado como para poder imponer a cualquier organización de combate la
subordinación a su poder social soberano y evitar así la aparición del fenómeno
de las milicias incontroladas. El resultado de esta debilidad del movimiento fue
la aparición –en los alrededores de la barricada estratégica de la calle
Jruchevsky, cerca de la plaza Maidán– de una plaza de armas dominada por una
coalición de comandos de extrema derecha llamada Sector Derecha.
Esta
coalición está rodeada de cierto número de asuntos turbios, entre otros su
demostrada permeabilidad a las provocaciones. Veamos a título de ejemplo un
hecho absolutamente pasmoso: el jueves, 20 de febrero, un día en que corrió
mucha sangre en la plaza Maidán, Dmytro Yarosh, comandante en jefe del Sector
Derecha, se reunió en secreto con el todavía presidente Yanukóvich en persona.
Esto lo descubrieron unos periodistas tras la caída del presidente. ¿De qué
hablaron? Atrapado, Yarosh explicó que “ se trataba del acuerdo que
se firmaría más tarde. Yo me negué a firmar. Le dije que no somos ni seremos
marionetas. Además le dije que retirara el ejército, pues de lo contrario en
toda Ucrania comenzaría una guerra de guerrillas. Se trataba de decir que no
renunciaríamos, que no depondríamos las armas, que seguiríamos hasta el final.
[…] Se veía que estaba agotado y tenía
miedo.” /3
No se sabe nada más de aquel extraño encuentro. Sin embargo, es una bomba, tal
vez una bomba de relojería.
Una alianza paradójica
El
papel sumamente importante desempeñado por esta formación ultranacionalista en
los combates con la policía proyectó una sombra parda sobre el movimiento de
Maidán. Del mismo modo que la presencia entre los tres fanfarrones mencionados
más arriba del dirigente de Svoboda, el partido de la derecha nacionalista
radical. El comportamiento de Svoboda durante estos acontecimientos le valió,
por parte de un observador ucraniano, el epíteto de “ merodeador de la
revolución”/4. La
propaganda rusa y sus portavoces diseminados por el mundo entero han hecho lo
imposible por utilizar esta sombra para desacreditar la revuelta popular,
presentada como un movimiento fascista o neonazi/5.
Esta propaganda resultó tan efectiva que 40 historiadores ucranianos y
extranjeros, especializados en el nacionalismo ucraniano, han considerado
necesario responder. La de Maidán, han declarado, “es una acción
emancipatoria, y no extremista, de masas, una acción de desobediencia
ciudadana”. Conscientes del “riesgo que representa para el Euromaidán
la participación de la extrema derecha”, han apelado a los medios de
comunicación del mundo entero a no dar a entender que “está dirigido o
dominado por grupos de fanáticos radicales etnocéntricos”, y les han pedido
que tengan en cuenta el hecho de que tales insinuaciones no hacen más que
aportar agua al molino del imperialismo ruso. Este imperialismo, han advertido,
representa “un peligro mucho mayor para la justicia social, los derechos de
las minorías y la igualdad política que todos los etnocéntricos ucranianos
juntos” /6.
Es un
hecho que Maidán fue el escenario de una sorprendente alianza del movimiento
democrático de masas con las milicias de extrema derecha. Esta es la segunda
gran contradicción de Maidán. Para este movimiento supone un peligro mortal. Sin
embargo, los grandes movimientos de masas nunca están pertrechados por la
Historia frente a toda clase de peligros. Hasta los movimientos ya constituidos
desde un punto de vista de clase, y con tanta mayor razón los que toda no lo
están, como el de Ucrania, aprenden fundamentalmente de su propia experiencia
acumulada con gran esfuerzo. Avanzan a ciegas por el escenario político,
concretan su naturaleza social y se diferencian políticamente en procesos
enrevesados, siguiendo trayectorias en que abundan callejones sin salida y
emboscadas. No puede ser de otra manera hasta que no creen sus propias fuerzas
políticas orgánicas, capaces de proponer programas de acción y estrategias de
lucha coherentes.
En
el seno de un pueblo que –expuesto a la opresión, la presión o la agresión
imperialistas– todavía no ha logrado resolver su propia cuestión nacional, tales
combinaciones paradójicas, como la alianza mencionada, son en el fondo
inevitables. Las razones ya las explicó Mikola Jvilovy –comunista, escritor y
dirigente de la Academia Libre de Literatura Proletaria–, quien se suicidó en
1933 para protestar contra la espantosa masacre de su pueblo perpetrada por
Staline; del mismo modo que lo hizo casi simultáneamente el dirigente histórico
de los comunistas ucranianos, Mikola Skripnik. Pocos años antes, Jvilovy
escribió estas palabras significativas: “ Cuando un pueblo (como ya
se ha dicho en repetidas ocasiones) manifiesta durante siglos su voluntad de
constituir su propio organismo estatal, todos los intentos de detener de una
manera u otra este proceso natural frenan la formación de las fuerzas de clase
y, por otro lado, introducen un elemento de caos en el proceso histórico
mundial. Negar la aspiración a la independencia al amparo de un seudomarxismo
estéril significa no comprender que Ucrania será un campo de acción de la
contrarrevolución mientras no pase por esta etapa natural que Europa occidental
atravesó en los tiempos en que se formaron los Estados nacionales.
”/7
Es
sumamente difícil pasar por esta etapa cuando la gran potencia vecina no quiere
desprenderse de su antigua posesión, amenazando con la guerra y la anexión; y
cuando el nuevo gobierno de neoliberales y nacionalistas radicales de derecha,
no menos antipopular que el anterior, está creando a su vez una nueva base
oligárquica y está dispuesto a someter el país a una globalización capitalista
rapaz.
Una cosa
es segura: la nueva ola de la primavera contemporánea de los pueblos se ha
llevado por delante un régimen más, tras una larga lucha y al precio de enormes
sacrificios. Por primera vez lo ha hecho en Europa. Es un gran
acontecimiento.
1/3/2014
Le Monde
Diplomatique – edición polaca, n° 3 (97), marzo de 2014.
Traducción:
VIENTO SUR
Notas
1/ Véase Z.M.
Kowalewski, “L’Ukraine : réveil d’un peuple, reprise d’une
mémoire”, Hérodote n° 54-55, 1989; ídem, “Miedzy wojna o
historie a wyprawami kijowskimi” [Entre una guerra de historia y las
expediciones kievianas], Le Monde Diplomatique – edición polaca, n° 1
(95), 2014.
2/ Z.M. Kowalewski, “L’Ucraine entre la Russie
soviétique et l’Europe orientale”, Nouvelle Europe, n° 3, 1990, p.
5.
3/ R. Malko, “Dmytro Iaroch: Moïa zoustritch iz
Ianoukovytchem spravdi boula [Mi conversación con Yanukóvich tuvo lugar
realmente], Oukraïins´kyi Tyzhden´, n° 9 (329), 2014, p.
12.
4/ W. Rasewycz, “Swoboda, maruderzy rewolucji”
[Svoboda, los merodeadores de la revolución], Le Monde Diplomatique –
edición polaca, n° 3 (97), 2014.
5/ En Internet, el blog de Anton Shekhovtsov es
primordial para comprender el ultranacionalismo en Ucrania, inclusive en el
contexto de Maidán. Véase también A. Umland (ed.), “Post-Soviet Ukrainian
Right-Wing Extremism”, Russian Politics and Law, vol. 51, n° 5,
2013.
6/ A. Umland y cols., “Kyiv’s Euromaidan is a
Liberationist and not Extremist Mass Action of Civic Disobedience”, http://krytyka.com/ua/articles/kyyi...
Disponible en ESSF ,Ukraine
– Une mise au point de spécialistes des sciences humaines : “Euromaidan à Kiev
n’est pas un mouvement de masse extrémiste, mais un mouvement de masse de
libération et de désobéissance civile”.
/7 M. Khvylovy, The Cultural
Renaissance in Ukraine: Polemical Pamphlets, 1925-1926, Edmonton, Canadian
Institute of Ukrainian Studies, 1986, p. 227.
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