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América Latina como geografía
Bariloche, 6 al 10 de octubre
Rusia
Crimea o la huida hacia adelante del “sistema
Putin”
Kevin
Limonier
Viento
Sur
Viernes 21 de marzo de 2014
Utilizando la historia de Crimea, Vladimir
Putin “demuestra una vez más su capacidad para hacer girar una situación a su
favor colocando la memoria y el patriotismo en el corazón de la crisis”, afirma
el investigador Kevin Limonier, para quien esta puesta en escena de la potencia
rusa ha sido una nueva ocasión de hacer olvidar los problemas internos de
Rusia.
Desde la
oficialización, el martes pasado, de la adhesión de Crimea a Rusia, el país está
atravesado por una inmensa ola de entusiasmo patriótico. Sin embargo, la
ostentación espectacular de la potencia rusa a la que se entrega Vladimir Putin
desde el comienzo de la crisis disimula mal la grave crisis política interna que
atraviesa actualmente el país. El posicionamiento tan radical como sorprendente
del Kremlin en este asunto se debe, sobre todo, a la debilidad de un sistema de
dominación basado en la renta energética que alcanza hoy sus límites. Asistimos
también, quizás, a la peligrosa huida hacia adelante de un presidente obligado a
suscitar el reflejo nacionalista para preservar un poder cuyo origen remonta al
comienzo de los años 2000.
En aquel momento,
Vladimir Putin heredaba un país en crisis y sólidamente controlado por amplias
redes de clientelismo cuyo centro lo constituían los oligarcas. Éstos fueron
aparcado progresivamente y pronto se proclamó, a través de la “verticalidad del
poder”, la vuelta de un Estado fuerte y una Rusia soberana. Pero esta retórica
no marca el fin del sistema del que los oligarcas sacaban su poder; muy al
contrario: gracias a una estrategia que mezcla hábilmente investigaciones,
confiscaciones y persuasiones, Vladimir Putin logra obtener que la mayor parte
de los responsables políticos regionales, algunos de los cuales habían
construido en sus circunscripciones verdaderos imperios económicos en los años
1990, le juren fidelidad sustituyendo a los oligarcas. Se instaura una jerarquía
paralela a la de la administración, muy pronto alimentada por la creciente renta
energética del país: a un alcalde, un gobernador o un jefe de empresa se les
pueden atribuir subvenciones en una perspectiva de relanzamiento económico,
cerrando las autoridades centrales los ojos sobre las desviaciones de fondos a
cambio de la fidelidad de los responsables en cuestión. De ese modo, el dinero
recuperado permitió constituir amplias redes de estómagos agradecidos cuyo peso
condiciona la posición y la influencia de sus jefes respecto a Moscú.
En 2007, este sistema
de dominación por la renta estaba en su cenit: la economía rusa iba bien y había
pocos opositores; tan era así que el presidente prefirió ceder su puesto a un
allegado durante cuatro años antes que modificar la Constitución. Pero este
apogeo es de corta duración. La crisis financiera de 2008 hace caer el precio de
los hidrocarburos provocando una disminución de la renta y, por tanto, una
reducción de la cantidad de dinero disponible para irrigar el “sistema Putin”:
los estómagos agradecidos están entonces obligados a ampliar sus horizontes de
prospección de recursos “grises” a fin de mantener su posición, suscitando el
descontento de una población que un decenio de crecimiento y de estabilidad ha
llevado a aspiraciones de transparencia y de igualdad social. Estallaron
numerosos escándalos locales, amplificados por internet y las redes sociales,
hasta que, en diciembre de 2011, fueron organizadas grandes manifestaciones
contra Rusia Unida, el partido de Vladimir Putin entonces denominado “partido de
estafadores y de ladrones”.
Habiendo perdido el
apoyo de las clases medias urbanas, Putin está obligado a replegarse sobre su
electorado tradicional, conservador y provincial, muy apegado a los mitos de la
potencia y el patriotismo ruso. Mientras proseguían los escándalos de corrupción
y de desviación de fondos y crecía una sorda cólera en las grandes ciudades, el
asunto de las Pussy Riot, la preparación de los juegos olímpicos de Sotchi o
también sus éxitos diplomáticos en Siria han permitido a Vladimir Putin, hasta
ahora, monopolizar una escena mediática que no puede abandonar so pena de ver su
poder contestado.
El asunto de Crimea es
la última y más espectacular de estas acciones mediáticas. Si todo el mundo fue
sorprendido por el cariz que tomó la protesta en Ucrania, el apoyo sin fisuras
de Moscú a los rusófonos de la región representa una oportunidad suplementaria
de poner en escena una cierta visión de la potencia rusa a la vez que se hacen
olvidar las vicisitudes internas. Utilizando la historia compleja de esta casi
isla y la del puerto de Sebastopol, verdadero monumento del heroísmo militar
ruso, Vladimir Putin demuestra una vez más su capacidad de hacer girar la
situación a su favor colocando la memoria y el patriotismo en el corazón de la
crisis. Se juega en ello la supervivencia política de un presidente cuya base
interna resulta cada vez más incierta y que se ve obligado, como sus fieles, a
acciones cada vez más audaces.
http://blogs.mediapart.fr/edition/les-invites-de-mediapart/article/190314/la-crimee-ou-la-fuite-en-avant-du-systeme-poutine
[ANEXO
¡50 000 en Moscú contra
la guerra!
El pasado 15
de marzo de 2014, el corresponsal en Moscú de la revista Inprecor
escribía la siguiente crónica:
Ha sido la mayor
movilización desde hace mucho; la mayor desde hace un año. La manifestación ha
sido organizada por la oposición liberal, en particular el Partido del Progreso
de Alexei Navalny. Muchos jóvenes y menos jóvenes con banderas ucranianas y
pancartas por la paz han desfilado por los bulevares de Moscú durante al menos
tres horas. Al final, una oradora del Maidan ucraniano, Nadya Tolokonnikokva (de
Pussy Riot), venida especialmente a Moscú, ha tomado la palabra así como músicos
y periodistas de primera línea.
Había un sector visible
de la extrema izquierda en la manifestación, compuesta por el Movimiento
Socialista de Rusia (RSD), la sección rusa del Comité por una Internacional
Obrera (CIO/CWI), los anarquistas, el contingente LGBT y algunos más.
Al mismo tiempo había
otras dos manifestaciones por “una Crimea rusa”, organizadas por grupos
fundamentalistas de extrema derecha y ortodoxos. Esas dos manifestaciones no han
reunido a más de 5 000 personas.
También hubo acciones
antiguerra en San Petersburgo, Ekaterimburgo (con el alcalde de la ciudad, que
apoyó la manifestación y tomó la palabra), Niní Nóvgorod y en otras
ciudades.
Todo indica una clara
oposición a la política de Putin en Ucrania por parte de los sectores
políticamente activos de la sociedad rusa.
http://orta.dynalias.org/inprecor/article-inprecor?id=1599]
Traducción: Faustino
Eguberri para VIENTO SUR
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