Europa es una batalla
diaria entre intereses nacionales
Algo va mal con la Unión Europea
Lo que estamos viviendo hoy en Europa rima demasiado con lo
que ocurrió en los años treinta
Antón Costas
El País
Madrid, 16/3/14
La recesión ha tocado fondo, y las
señales que llegan de las empresas y del empleo comienzan a ser alentadoras.
Pero, lamentablemente, el futuro del crecimiento y el empleo en Europa no es
nada halagüeño. El fantasma del desempleo, de la recuperación lenta y de la
deflación sobrevuela sobre las sociedades europeas. La principal razón es que la
política económica de la zona euro sigue bajo la influencia de malas ideas y de
prioridades equivocadas. Veamos.
Primero. El desempleo es el
principal problema social y económico, pero no es un problema político
prioritario en Europa. En Estados Unidos sí lo es. Ben Bernanke, el expresidente
de la Reserva Federal, afirmó que haría todo lo necesario, durante todo el
tiempo necesario, hasta que el desempleo bajase del 7,5%. Su sustituta, Janet
Yellen, mantiene esta prioridad. En Europa, cuando el euro amenazó con
descarrilar, Mario Draghi afirmó que el Banco Central Europeo (BCE) haría todo
lo necesario para “salvar el euro”, pero no dijo nada de salvar el empleo y la
economía. Europa no tiene bien definidas sus prioridades, la estabilidad de la
moneda domina sobre el empleo. Es una mala prioridad.
Segundo. En 2010, a la salida de la recesión de 2009, EE UU continuó
con las políticas de ayuda a la economía. Esas políticas han logrado crear
empleo, mantener un moderado crecimiento y reducir la deuda. En Europa, por el
contrario, se impuso el mantra de la austeridad como solución a todos los
problemas. El resultado ha sido una segunda recesión autoinfligida, que ha
aumentado el paro, la desigualdad y la deuda. La austeridad no funciona. Punto.
Es una mala idea.
Por qué esta mala idea domina la
política económica europea es intrigante. Keynes señaló que, con frecuencia, los
gobernantes son rehenes de viejas ideas que no funcionan. En todo caso, si
alguno de ustedes está interesado en este enigma, les recomiendo leer el
sugestivo libro de Mark Blytz Austeridad. Historia de una idea peligrosa.
Tercero. Como la austeridad no funciona y ha perdido
todo crédito intelectual, los responsables de la política económica europea la
han sustituido por un nuevo mantra: la devaluación interna. Es decir, por las
reducciones salariales sistemáticas. Es también una mala idea. Tampoco
funcionará. Al contrario, complicará la vida europea en todas sus
dimensiones.
La moderación de los salarios, y su
vinculación a las ganancias de productividad, es una buena cosa. Además, su
contención temporal tiene sentido en un momento en que se requiere fortalecer la
competitividad externa. Aunque tiene que ir unida a otras políticas que repartan
la carga del esfuerzo de salida de la crisis de forma equitativa. Pero el
discurso sobre la devaluación salarial va más allá y se está convirtiendo un
nuevo mantra europeo.
No está de más señalar que
los salarios no fueron los causantes de la crisis. Al contrario, los salarios
reales, y su participación en la renta nacional, han venido descendiendo desde
los noventa. De hecho, la expansión del crédito a familias que no podrían
devolverlo ha sido interpretado por algunos economistas como un intento de
darles la capacidad de compra que no tenían vía salarios. El resultado lo hemos
visto y lo estamos padeciendo. Es mejor la solución de Henry Ford I, cuando
decía que prefería trabajadores bien pagados para que le pudiesen comprar sus
coches. Era un capitalista coherente con sus intereses.
Cuarto. De la misma forma que la austeridad provocó una segunda
recesión, la devaluación salarial sistemática puede abocar a la economía europea
a una deflación prolongada, que hará más difícil aún el desendeudarse. La
austeridad pública junto con la devaluación salarial y el elevado endeudamiento
es un bidón de gasolina pura para la deflación y el desempleo.
Quinto. La austeridad y la devaluación salarial asesinan a la
economía social del mercado europeo. Y arriesgan la democracia. El capitalismo
de masas, el que está asociado a la democracia, no puede funcionar sin que
amplias capas de población tengan capacidad de compra.
La historia no se repite, pero rima. Y la que estamos viviendo hoy en
Europa rima demasiado con lo que ocurrió a principios de los años treinta. Algo
va mal con la Unión Europea.
Si la austeridad y la
devaluación salarial no funcionan, ¿de qué depende el futuro del crecimiento y
del empleo en Europa y España? Al menos, de dos cosas.
La primera, que el euro y el proyecto europeo sean capaces de ir más
allá de su actual lógica, dominada, como acabo de decir, por una errónea
elección de prioridades y por malas de ideas. Esto no vendrá de ninguna
conversión a lo San Pablo de los países que hoy imponen esa lógica. Requiere que
los países mediterráneos estén más presentes en el juego europeo. Europa no es
un sueño que se construye mientras dormimos, es una batalla diaria entre
intereses nacionales. Y los intereses españoles están aún muy poco presentes en
los organismos europeos y en los grupos de trabajo de la Comisión Europea, que
es donde se construye de verdad Europa.
La segunda
condición es que los españoles seamos capaces de articular un nuevo contrato
social, un new deal, para fortalecer una economía productiva, innovadora y con
capacidad de crear empleo de calidad y buenos salarios. Para lograrlo
necesitamos construir una santa alianza entre tres objetivos: fortalecer nuestra
base industrial; fomentar el conocimiento útil, aquel que pone en relación la
capacidad de crear conocimiento e investigación que hoy tenemos con las
necesidades de innovación de la industria, y fortalecer la capacidad de empleo
de calidad mediante una formación profesional vinculada directamente a la
industria. Sobre esta santísima trinidad hablaré en mi próximo artículo.
Antón Costas es catedrático
de Economía de la Universidad de Barcelona