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América Latina como geografía
Bariloche, 6 al 10 de octubre
La burbuja de Silicon Valley: los techies pierden su encanto por el derroche
absurdo
Las grandes fortunas que manejan
los oligarcas del mundo digital despiertan críticas enSan Francisco, la ciudad
de EE.UU. donde más creció la desigualdad en los últimos años
Sandro Pozzi
EL PAIS / La
Nación
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NUEVA YORK.- Llevar a Jan Koum a la tapa de una revista como
Forbes es una elección evidente. El cofundador de WhatsApp, como dicen sus
editores, representa el sueño americano. Emigró de chico con su familia desde
Ucrania, tuvo que hacer cola para poder hacerse con cupones de alimentos y ahora
aparece de golpe en el puesto 202 de la lista de multimillonarios, con una
fortuna de 6900 millones de dólares. Este tipo de historias de éxito les
encantan a los jefes de Estado de todo el mundo, que pasan en comitiva para
cortejar a Silicon Valley buscando ideas para replicar en sus países.
Pero Koum también refleja la "burbuja social" que crece entorno a los
techies, donde el auto de moda es el sedán eléctrico de lujo Model S de
Tesla. La foto de Sergey Brin al volante de uno de color fucsia, tuneado
como si fuera un Batimóvil y decorado con pestañas de acero en los faros
delanteros, corrió como reguero de pólvora la pasada primavera y no causó
precisamente gracia. San Francisco, según un estudio de la Brookings
Institution, es la ciudad donde creció más la desigualdad en los últimos cinco
años.
Esta brecha está generando un intenso debate, rabia y protestas. Las paredes
y puertas de los garajes de varias casas en Atherton, el barrio más caro en todo
Estados Unidos, según Fortune, aparecieron hace pocos días, justo después de
conocerse la compra de WhatsApp, con pintadas en las que se podía leer: "Que
jodan al 1%". Allí viven varios de los grandes ejecutivos del sector
tecnológico. También en las paradas de ómnibus de Google y Facebook. Los vecinos
que tienen menos no son los únicos que ponen el grito en el cielo.
John Oliver, que durante unos meses estuvo al frente del programa Daily
Show, de Jon Stewart, aprovechó una gala anual en San Francisco dedicada a
la innovación tecnológica para mofarse de la elite de Silicon Valley. "Ya no son
los desvalidos", dijo a la audiencia, "toda una ciudad está harta de ustedes, no
sólo por lo que hacen en el trabajo, sino por cómo van a trabajar". Se refería a
los servicios de ómnibus privados.
"Oí que el último diseño para sus ómnibus es usar vidrios polarizados...
pero, desde el interior, para no ver al peatón", remató el chiste. Hubo pocas
risas en el público. Ese ómnibus es ahora el símbolo más palpable de la división
que vive una ciudad que carece de vivienda a un precio asequible o de una red de
transporte decente. Es el fenómeno de "gentrificación", cuando un barrio se
renueva porque la gente con menos recursos es desplazada por otra de mayor nivel
adquisitivo.
La cadena HBO estrena el 6 de abril la serie Silicon Valley, sobre
seis programadores que intentan triunfar. Los guionistas van a tener material de
sobra. Los excesos de El Lobo de Wall Street se quedan pequeños con la
obscenidad del dinero en Silicon Valley. No hace un año que Sean Parker, el
fundador de Naspter y primer presidente de Facebook, gastó 10 millones de
dólares para su casamiento con Alexandra Lenas. Nick Bilton ya describió antes
en su blog de The New York Times el derroche en las fiestas millonarias de los
gurús tecnológicos, como la de David Sacks, de la red social Yammer, para
celebrar su cumpleaños 40.
Google seguirá siendo la empresa más deseada para trabajar. En Twitter, un
pasante puede llegar a cobrar hasta 85.000 dólares en un año. Y un ingeniero
puede tener un salario de medio millón al empezar, más que en la banca de
inversión. Sus fundadores presentan a las compañías como si fueran ONG, con una
misión social. Pero en realidad son grandes corporaciones y de gran poder, por
no dejar de mencionar la ingeniería contable de compañías como Apple para evitar
el pago de impuestos desde la legalidad.
Ante esta revuelta del pueblo contra los oligarcas de Internet, como la
denomina The Economist, Google hace un esfuerzo por presentarse como un buen
vecino en las comunidades donde sus empleados viven y trabajan. En los últimos
tres años, donó cerca de 60 millones a organizaciones como el banco de alimentos
Second Haverst y patrocina el evento de voluntariado GoogleServe. Mark
Zuckerberg, por su parte, acaba de donar junto con su esposa 970 millones a la
Silicon Valley Community Foundation.
Pero eso no va a evitar que la elite del mundo tecnológico vaya perdiendo su
encanto mientras crece la burbuja que está dividiendo San Francisco. Son los
nuevos amos del universo, una expresión que antes de la crisis financiera se
utilizaba para hablar de los arrogantes ejecutivos de Wall Street.
Ahí queda el desafortunado post de Peter Shih, uno de los fanáticos
tecnológicos de más renombre, en el que decía que entre las cosas que más
odiaba, la sexta eran los sin techo. Recibió hasta amenazas de muerte.
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