Asunto: | NoticiasdelCeHu 161/14 - La hegemonía posneoliberal (Emir Sader) / R umbo al XVI EnHu (57) | Fecha: | Viernes, 14 de Marzo, 2014 20:45:00 (-0300) | Autor: | Noticias del CeHu <noticias @..............org>
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NCeHu
161/14
América Latina como geografía
Bariloche, 6 al 10 de octubre
La hegemonía posneoliberal
14/3/14
El movimiento de gobiernos progresistas en América latina
vino para superar y dar vuelta la página del neoliberalismo. Tuvieron un
comienzo en que se fueron sucediendo, conforme fueron fracasando los gobiernos
neoliberales.
Han atacado los puntos más débiles del neoliberalismo: la
desigualdad social, la centralidad del mercado, los acuerdos de libre comercio
con Estados Unidos. La derecha de cada país y Washington perdieron capacidad de
iniciativa.
¿Qué iban a
decir sobre políticas sociales que disminuyen la desigualdad, la pobreza, la
miseria y la exclusión social, producidas por sus gobiernos a lo largo de tanto
tiempo? ¿Qué podrían argumentar en contra de la acción del Estado para resistir
a la recesión producida en el centro del capitalismo? ¿Cómo garantizar derechos
sociales y desarrollo económico si no a través del impulso del Estado, sobre
todo en tiempos de recesión? ¿Qué argumentos podrían tener en contra de la
intensificación del comercio con China, del comercio regional –dos de los únicos
elementos dinámicos en una economía mundial recesiva–? ¿Qué pueden argumentar en
contra de la extensión del mercado interno de consumo popular, que extiende el
acceso de la gente a bienes fundamentales de consumo, a la vez que abren
espacios de realización para la producción nacional?
Donde se han
instalado gobiernos progresistas, las derechas latinoamericanas han quedado
reducidas a la inacción, a la oposición sin alternativas. Basta con decir que en
los países en que se han aprovechado de gobiernos todavía débiles, para
recuperar el poder –como en Honduras y Paraguay–, aun ahí lo han hecho por la
vía de golpes blandos, hiriendo la misma institucionalidad construida por
ellos.
Pero un revés de esa dimensión, propiciada por tantos gobiernos
progresistas a la vez en América latina, aislando como nunca a los EE.UU., no
podría dejar de tener contraofensivas de parte de las derechas locales y de
Washington. Las primeras reacciones fueron netamente golpistas, de las que el
intento de 2002 en Venezuela fue el ejemplo más expresivo y que cerró el período
de intentos golpistas de viejo estilo.
Enseguida vinieron otros intentos,
más diversificados. Una modalidad que se repite siempre es el intento de tildar
a los gobiernos de “corruptos”, que se asocia a la idea de que los partidos de
izquierda se apropian del Estado para sus fines y de que toda fuente de
corrupción viene del Estado. La ofensiva en contra del gobierno de Lula en 2005
es el mejor ejemplo de esta modalidad.
En Bolivia, la renovada iniciativa
de la derecha tuvo como tema la reivindicación de la autonomía de provincias en
contra del gobierno central de Evo Morales. Posteriormente, el tema ecológico
fue utilizado por la oposición para apoyar marchas en contra del
gobierno.
En Argentina, la ofensiva del 2007 en contra del gobierno de
Cristina Kirchner se centró en la elevación de impuestos a la exportación de la
soja. Posteriormente, temas vinculados con la inflación y al desabastecimiento
–al igual que actualmente también en Venezuela– son los centros de las campañas
opositoras.
El listado podría ser más largo y debiera ser, especialmente,
más detallado. Sin embargo, nos basta para que podamos, en primer lugar,
constatar que lo que la Cepal llamara, en su momento, un período “fácil” de
acumulación, ya fue superado. Las derechas se recomponen y, contando con EE.UU.,
buscan recuperar iniciativa. No tienen propuestas alternativas de gobierno,
oscilan entre afirmar que harán “lo mismo pero mejor”, a distintas formas de
retroceso a políticas neoliberales –de las que el ejemplo más claro son las
posiciones brasileñas reivindicando el equipo económico del gobierno de
Cardoso–.
Lo que es cierto es que los gobiernos posneoliberales han
logrado un gran apoyo popular, centralmente por sus políticas sociales, que son
determinantes en el continente más desigual del mundo. Pero cuando hay fallas en
las políticas sociales, ya sea directamente por problemas en las áreas
correspondientes o, indirectamente, por ejemplo, cuando procesos inflacionarios
quitan capacidad de compra a los salarios, se pierden apoyos
populares.
Las políticas sociales, por esenciales que sean, permiten
formas de consenso pasivo, como las sucesivas victorias electorales, aun a pesar
de los monopolios privados de los medios de comunicación. Pero el paso de los
consensos pasivos –aquellos en que, consultadas, las personas se pronuncian a
favor de los gobiernos por sus políticas de carácter popular– a consensos
activos, en que la gente dispone de argumentos a favor de esas políticas, de
valores correspondientes a las formas de vida solidarias, y se dispone a
organizarse y a movilizarse en su defensa, requiere estrategias específicas de
construcción de hegemonías alternativas.
Esos análisis tienen que tomar
en cuenta el marco general de la hegemonía conservadora, incluyendo las formas
de vida y de consumo exportadas por EE.UU., el monopolio de los medios de
comunicación y los otros factores que componen el período histórico que vivimos
en América latina.
Hay que denunciar siempre las maniobras de la derecha
y de su gran aliado, el gobierno de los EE.UU., pero hay que tener conciencia de
que, cuando logran retomar la iniciativa e imponer reveses a las fuerzas
progresistas, es porque han encontrado errores en esas fuerzas. Es hora de hacer
un balance de las trayectorias recorridas por esos gobiernos, desde el triunfo
de Hugo Chávez en 1998, pasando por todos los avances y los tropiezos desde
entonces, en la perspectiva de la formulación consciente de estrategias de
hegemonía posneoliberales, tomando en cuenta las fuerzas propias y las de los
adversarios, así como nuestros objetivos estratégicos.
Ellos siempre
actuarán conforme sus intereses y objetivos. Nos toca tener los nuestros claros,
hacer balances constantes y actuar de forma coordinada.
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