El Ejército de Estados Unidos ha entrado en un
periodo de cambio histórico después de más de una década de guerra tras los
atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Concluimos la guerra en
Irak; estamos implementando una transición y una retirada efectiva de
Afganistán, y en la lucha contra el terrorismo debilitamos seriamente el
liderazgo de Al Qaeda.
Como resultado de estos esfuerzos y de la realidad
de las limitaciones presupuestarias, Estados Unidos ha desarrollado una nueva
estrategia de defensa para el siglo XXI, que hace hincapié en la agilidad, la
tecnología y la proyección de fuerza. Hemos comenzado a concentrarnos en los
desafíos y las oportunidades del futuro, y resulta evidente que muchos de ellos
se sitúan en Asia.
Después de todo, el centro global de gravedad está
virando hacia la región de Asia-Pacífico, vinculando más estrechamente aún la
prosperidad y la seguridad futuras de Estados Unidos a esta región de rápido
crecimiento. Al mismo tiempo, un creciente gasto militar, desafíos a la
seguridad marítima, amenazas no tradicionales que van desde la piratería hasta
el terrorismo y la destrucción generada por los desastres naturales, hacen que
el contexto de seguridad de la región sea más complejo. Por estas razones, el
Departamento de Defensa de Estados Unidos está llevando a cabo un reequilibrio
del interés y la postura estratégicos de Estados Unidos frente a la región de
Asia-Pacífico.
Este esfuerzo descansa sobre cuatro pilares. El
primero es el compromiso de Estados Unidos con un conjunto de principios que
ayudaron a fomentar la paz y la seguridad en la región en el siglo XX. Por ser
una potencia del Pacífico, Estados Unidos tiene un interés nacional perdurable
en un orden internacional justo que resalte los derechos y responsabilidades de
los Estados y su fidelidad hacia el imperio de la ley; un acceso abierto a todos
a los derechos globales del mar, el espacio y el ciberespacio; un desarrollo
económico y un comercio sin obstáculos; y una resolución de los conflictos que
no apele al uso de la fuerza. Estos principios pueden y deben apuntalar hoy
relaciones económicas, diplomáticas y militares fuertes en toda la
región.
El segundo pilar es una prioridad personal:
modernizar y fortalecer las alianzas y asociaciones de Estados Unidos en la
región, y desarrollar otras nuevas. Esa misión me ha llevado a viajar a Asia
cuatro veces desde que asumí el cargo de secretario de Defensa en julio de 2011.
Y nos ha conducido a dedicar más recursos y esfuerzo a fortalecer las
capacidades de nuestros socios y mejorar la interoperabilidad entre el Ejército
de Estados Unidos y las fuerzas en la región. También estamos trabajando para
identificar oportunidades que nos permitan profundizar nuestra cooperación en
materia de seguridad de la información, inteligencia, vigilancia y
reconocimiento, y otras fronteras de alta tecnología, desde el ciberespacio
hasta el espacio exterior.
Una de las maneras más importantes de mejorar las
alianzas y asociaciones es a través del entrenamiento y de maniobras conjuntos.
En 2012, Estados Unidos aumentó tanto el tamaño como la cantidad de ejercicios
bilaterales y multilaterales en toda la región de Asia-Pacífico. Por ejemplo,
las maniobras Costa del Pacífico (RIMPAC por sus siglas en inglés) fueron las
mayores de la historia: incluyeron a más de 42 barcos y 25.000 personas de 22
países, mientras que Estados Unidos y China llevaron a cabo su primer ejercicio
marítimo contra la piratería cerca de la región del Cuerno de África. En 2013,
participaremos por primera vez en ejercicios militares multilaterales liderados
por la ASEAN, mientras que China ha sido invitada a enviar barcos a RIMPAC
2014.
En respaldo de este mayor compromiso —destinado, no
a establecer nuevas bases permanentes, sino a fortalecer a nuestros aliados y
socios a través de una mayor presencia rotativa— el tercer pilar del
reequilibrio de Estados Unidos es el de mejorar nuestra presencia en los océanos
Pacífico e Índico.
En el noreste de Asia, donde el Ejército de Estados
Unidos ha mantenido tradicionalmente una presencia fuerte, estamos modernizando
nuestra posición. El ejército de Estados Unidos también se está reequilibrando
dentro de la región de Asia-Pacífico para poner más énfasis en nuevas
asociaciones en el sureste de Asia y el océano Índico.
El pilar final del reequilibrio estadounidense es
la proyección de fuerzas. Planeamos tener el 60% de nuestra flota naval basada
en el Pacífico para 2020, y el presupuesto de defensa de Estados Unidos ha
preservado, e incluso fomentado, la inversión en nuevos activos y mayores
capacidades, necesarios en el teatro del Pacífico. Nuestro plan de inversión
prioriza el desarrollo e instalación de la tecnología más moderna y competente,
que incluye submarinos de clase Virginia, aviones de combate F-22 y F-35 de
quinta generación, aviones de patrulla marítima P-8, nuevas capacidades de
guerra electrónica y comunicaciones, y mejores armas de precisión y misiles de
crucero. Estas son algunas de las capacidades que permitirán a nuestras fuerzas
proyectar poder en caso de que nuestro acceso y libertad de acción se vieran
comprometidos.
Estos
cuatro pilares reflejan la estrategia integral del Departamento de Defensa para
contribuir a que exista una región de Asia-Pacífico pacífica y próspera en el
siglo XXI. Este reequilibrio es una estrategia a largo plazo, y en 2012 sentamos
las bases para su éxito.
Sin embargo, siguen existiendo interrogantes y
percepciones erróneas. Algunos concluyeron que el reequilibrio está dirigido
contra China. No es así. Un componente clave del reequilibrio es una relación de
ejército a ejército saludable, estable y continua con China, basada en un
diálogo sostenido y sustancial que mejore nuestra capacidad para trabajar
conjuntamente y evitar cualquier tipo de error de cálculo.
Realicé una visita a China en septiembre que se
saldó con éxito, y soy realista, pero a la vez optimista, respecto del futuro de
esta importante relación entre nuestras fuerzas armadas. Considerando que
Estados Unidos busca lazos de defensa más fuertes con China y los países de toda
la región, esperamos y acogemos con agrado los esfuerzos de los que buscan
construir vínculos con China y Estados Unidos por igual.
Algunos sostienen que la inestabilidad y la
agitación en Oriente Próximo nos impedirán implementar la reorientación. Nuestra
nueva estrategia y nuestro presupuesto en materia de defensa constatan que no
será así. El Ejército de Estados Unidos es una fuerza global que puede caminar y
mascar chicle al mismo tiempo. Aun si implementamos un reequilibrio pensando en
la región de Asia-Pacífico, conservaremos una presencia significativa en Oriente
Próximo para disuadir la agresión y promover la estabilidad.
Finalmente, algunos preguntan si, dadas las
limitaciones fiscales de Estados Unidos, el Ejército norteamericano puede hacer
las inversiones necesarias para implementar este reequilibrio. Ciertamente
Estados Unidos afronta una nueva realidad fiscal, y el presupuesto de defensa
debe reducirse en 487.000 millones de dólares en los próximos 10 años. Pero los
presupuestos tienen que ver con las prioridades, y claramente hemos decidido que
la región de Asia-Pacífico es una prioridad. Tenemos un plan detallado para el
reequilibrio en nuestro presupuesto, y hemos tomado decisiones que harán que
nuestro Ejército sea más efectivo en términos de costes, más eficiente y más
productivo.
Estados Unidos es y siempre será una nación del
Pacífico. Ha peleado y derramado sangre preciosa para darles a los países de la
región de Asia-Pacífico la oportunidad de alcanzar la prosperidad y la
seguridad. Seguimos comprometidos con mejorar las vidas de todos aquellos que
son parte de la familia de naciones del Pacífico. El objetivo del reequilibrio
es cumplir con ese compromiso con el sueño de un siglo XXI mejor y más
seguro.
Leon E. Panetta es el secretario de Defensa de Estados Unidos.