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Asunto: | NoticiasdelCeHu 117/14 - El conflicto de Ucrania: entre mafias y expansionismo militar (Alejandro Nadal) / Rumbo al XVI EnHu (28) | Fecha: | Jueves, 6 de Marzo, 2014 22:03:18 (-0300) | Autor: | Noticias del CeHu <noticias @..............org>
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NCeHu
117/14
Rumbo al XVI EnHu
América Latina como
geografía
Bariloche, 6 al 10 de octubre
El
conflicto de Ucrania: entre mafias y expansionismo militar
Alejandro Nadal,
La Jornada
Jaque al neoliberalismo,
6/3/14
La crisis en Ucrania puede desembocar en una lucha armada de
terribles consecuencias. Aun si no estalla una guerra, el conflicto en Ucrania y
Crimea marcará las relaciones internacionales y las percepciones europeas,
estadunidenses y rusas durante los próximos lustros de manera
decisiva.
Las raíces de esta crisis constituyen una madeja compleja y por
eso hay que desconfiar de las narrativas simplificadoras (provenientes de Moscú
o Washington). Entre las causas que llevan al conflicto actual se encuentra la
expansión del militarismo estadunidense que nunca abandonó sus obsesiones de la
guerra fría. También se encuentra la voracidad del capital financiero que busca
consolidar el neoliberalismo en Ucrania.
Las mafias en el poder en Rusia y en Kiev son el complemento
perfecto para detonar el conflicto. Para el pueblo ucranio las opciones han sido
permanecer bajo el dominio de mafias que simpatizan con Moscú, o entregarse a
mafias inclinadas al acercamiento con la Unión Europea y Washington. El telón de
fondo de este cóctel explosivo es la larga historia de nacionalismos y
movimientos separatistas.
Sin duda para muchos lectores hablar de
expansión del militarismo estadunidense suena exagerado. Pero hay que considerar
los siguientes elementos. En 1949 se creó la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN). Su misión era clara: contrarrestar las fuerzas que la
Unión Soviética tenía estacionadas en su territorio y en los países de Europa
del este. La URSS replicó creando su propio bloque, con el Tratado de
Varsovia.
La OTAN parecía haber perdido su razón de ser al derrumbarse la
URSS. Los arsenales nucleares de Estados Unidos y Rusia fueron objeto de varios
tratados de reducción de armas estratégicas y en términos generales se generó
una atmósfera de cierta distensión. Pero las corrientes más conservadoras en
Estados Unidos no resistieron la tentación de aprovechar el momento para buscar
la expansión de la OTAN y desplazar la línea divisoria de la antigua guerra fría
hasta la frontera con Rusia.
La OTAN no sólo no desapareció, sino que
cultivó sus ambiciones estratégicas en lo que había sido el espacio soviético
durante la guerra fría. Esa expansión se inició con Clinton y prosiguió con
Bush. Para algunos analistas esto se acompaña de los sueños del Pentágono de ver
un día a la flota estadunidense fondear en Sebastopol y Balaclava, los
principales puertos de Crimea. Pero lo que es sueño para el Pentágono es una
pesadilla para el nacionalismo ruso.
En 1999 Polonia, Hungría y la
República checa ingresaron a la OTAN, en medio de un feroz debate y la oposición
de Rusia. En 2004 tocó el turno a las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y
Lituania), además de Eslovenia, Bulgaria y Rumania. Muy pocos analistas se
detuvieron a pensar cómo interpretaría Rusia este proceso.
George F.
Kennan, probablemente el más agudo y más experimentado artífice de la política
exterior estadunidense, advirtió en 1997 que la expansión de la OTAN constituía
el error más grave y ominoso de Estados Unidos en la historia de la posguerra.
Para Kennan este acto inflamaría el militarismo ruso, ahogaría la democracia y,
en general, porque impulsaría a la política exterior rusa hacia objetivos que no
serían de nuestro agrado.
Nadie lo escuchó, y en 2008 George W. Bush
propuso planes para que Georgia y Ucrania se convirtieran en miembros de la
OTAN. Por eso el comunicado del encuentro de la OTAN en abril de ese año señala
que Georgia y Ucrania serán miembros de la OTAN, aunque sin especificar la
fecha. El conflicto entre Rusia y Georgia de 2008 alertó a los europeos sobre el
riesgo de seguir por esta vía y eso frenó los planes de otorgar a Ucrania un
plan de membresía, el primer paso para acceder a la OTAN. La lectura rusa de
todo este proceso fue inmediata: Washington y sus aliados no habían abandonado
sus prioridades de la guerra fría y su estrategia seguía siendo rodear Rusia por
todos sus flancos.
Después del colapso de la URSS, Ucrania se convirtió
en el tercer estado en cantidad de armas nucleares (después de Estados Unidos y
Rusia). Pero en 1996 todo su armamento nuclear había sido entregado a Rusia y
Ucrania se convirtió en un estado libre de armas nucleares. A pesar de que el
ejército ucranio no podría detener una ofensiva rusa, tampoco estamos en
presencia de una fuerza despreciable y cualquier conflicto armado tendría
consecuencias desastrosas. La economía mundial, y en especial la europea, no
están para afrontar el castigo de un espectacular repunte del precio de
petróleo, desplome de los mercados de valores y volatilidad sin paralelo en las
principales divisas.
Para lograr una mayor integración económica con
Ucrania, la Unión Europea buscó negociar un pacto que daría a Kiev un estatus
privilegiado en lo comercial y financiero. Bruselas ofreció además un trato
especial en materia de visas y otros incentivos, pero sin otorgar la membresía.
El verdadero objetivo de la UE es reducir la influencia rusa, en especial
después de la iniciativa de Putin en Siria (que enfrió los planes más
intervencionistas de Estados Unidos) y el otorgamiento de asilo a Snowden (hecho
que Washington no perdona).
El paquete ofrecido por la UE incluía las
típicas medidas de austeridad que pusieron de rodillas a Grecia y tanto daño han
causado en Europa. Pero lo más importante es que el tratado con la UE incluía
cláusulas de contenido militar que obligarían a Ucrania a seguir lineamientos
estratégicos de la OTAN. Para Moscú esto era el colmo y por ello intensificó la
presión sobre el corrupto presidente ucranio Yanukovich. El 9 de noviembre
pasado Putin se reunió en secreto con su homólogo ucranio para firmar un tratado
alternativo entre Kiev y Moscú. En la recta final, además de acceso al mercado
ruso Putin ofreció condonar parte importante de la deuda ucrania y varios miles
de millones de euros en créditos.
El anuncio generó una oleada de
protestas que terminó por derrocar a Yanukovich. Moscú sintió que perdía la
oportunidad de frenar las pretensiones de expansión de los estadunidenses y
europeos. La intervención en Crimea es una respuesta, arbitraria, peligrosa y
rebosante de ilegalidad. Desgraciadamente ninguna de las potencias que hoy
pretenden dar lecciones de civilidad a Moscú tiene las manos limpias. La
hipocresía de Washington es grande, pero no alcanza a ocultar su desprecio por
el derecho internacional. Los ejemplos de la invasión de Irak y Afganistán
(antes de que el Consejo de Seguridad autorizara una intervención) todavía están
frescos en la memoria.
Queda poco tiempo para desactivar la crisis. Si no
se aprovecha se tomará el sendero que conduce al conflicto armado. Moscú podría
retirar sus tropas de Crimea a cambio de regresar al status quo ex ante (leyes
de extranjería y del idioma ruso). Pero el tono belicoso y la amenaza de
sanciones provenientes de Washington y Bruselas no van a calmar los ánimos.
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