I.
Una nueva etapa en la época de la agonía del capitalismo
Jorge Altamira
En
Defensa del Marxismo
Buenos
Aires, abril de 2004
1
- Las características que distinguen a la presente etapa histórica han sido
determinadas a partir de la disolución de la Unión Soviética y de la
restauración del capitalismo que se encuentra en curso, en distinto grado, en
Rusia, en China y en el conjunto de los ex estados obreros degenerados. Aunque
nunca hayan salido del marco de la economía capitalista mundial, como tampoco
habrían podido hacerlo, su desaparición ha ampliado geográfica y socialmente la
dominación del capital en una escala sin precedentes.
La
restauración capitalista ha reforzado la competencia dentro de la clase obrera
mundial al reintegrar al mercado mundial a centenares de millones de
trabajadores. La expropiación del capital, al limitar esa competencia por medios
revolucionarios, había significado un progreso de la lucha de la clase obrera
contra la clase capitalista por el reparto del ingreso mundial.
2
- La
restauración del capital en los ex estados obreros puso fin a una larga serie de
tentativas del proletariado para acabar con los regímenes burocráticos con
métodos revolucionarios. Las revoluciones políticas contra las burocracias
gobernantes de todos los ex estados obreros, entre 1953 y 1989, debutaron como
una rebelión de las fuerzas productivas que se habían desarrollado en el marco
de la economía planificada contra su deformación y estrangulamiento por parte de
las burocracias contrarrevolucionarias. Sin embargo, a partir de las crecientes
alianzas económicas, políticas y diplomáticas de la burocracia
contrarrevolucionaria con el imperialismo, esas revoluciones se fueron
transformando, objetivamente, en una rebelión de fuerzas productivas contra el
capital mundial. La restauración capitalista significa, de conjunto, o sea con
independencia de los resultados parciales y relativos que pueda tener en este o
aquel país, una regresión histórica de las fuerzas productivas impuesta por las
relaciones sociales existentes.
El
ingreso de los regímenes burocráticos al sistema internacional de la deuda
externa; los acuerdos cada vez más frecuentes de sus gobiernos con el FMI; los
tratados internacionales que comprometían a la burocracia con la defensa de la
propiedad y del mercado capitalistas (Helsinki, 1975, cesión de Hong Kong,
1982), fueron otras tantas manifestaciones de la tendencia de la burocracia a la
restauración capitalista.
La
desintegración de los aparatos de estado en China y en Polonia, en el marco de
la "revolución cultural", uno, y de las ocupaciones de fábrica de finales de los
70, el otro, marcaron los puntos de viraje que dejaron a los regímenes sociales
"transitorios" sin una "tercera opción" entre la restauración del capitalismo y
la revolución proletaria.
Estas
crisis revolucionarias no solamente reflejaron el agotamiento del "socialismo en
un solo país" sino también el impasse de conjunto del capitalismo mundial.
Tuvieron lugar cuando el llamado "boom" económico internacional de la posguerra
se había agotado y una década después de la crisis internacional de 1971-75 que
inició una declinación económica relativa muy prolongada y extensa.
3
- La
restauración del capitalismo, que se encuentra en las etapas iniciales, ha
ampliado el radio de explotación del capital internacional. La apertura de los
ex estados obreros le ha ofrecido al capital una nueva posibilidad de
explotación, que involucra a centenares de millones de personas (China) o la
posibilidad de apropiarse, además, de un sofisticado parque tecnológico (Rusia).
Pero este principio de salida a la saturación del mercado mundial ha sido
acompañado por una mayor saturación de ese mismo mercado mundial.
Ocurre
que en estrecha relación con esta ampliación se ha intensificado la competencia
entre los monopolios capitalistas internacionales que procuran la conquista de
esos nuevos mercados y un nuevo reparto del mercado mundial. La mayor movilidad
geográfica ganada por el capital ha acentuado la competencia dentro del
proletariado a nivel internacional. La competencia entre los trabajadores se
manifiesta, indirectamente, por medio de la explotación de fuerzas productivas y
trabajadores más baratos, y, en una forma directa, en la ola de inmigrantes
hacia las metrópolis. En los países atrasados se agrava la sobrepoblación
relativa que resulta de la quiebra de la pequeña producción y de la crisis
agraria, en tanto que en las metrópolis se manifiesta un marcado retroceso
social.
Como
el capital encara la restauración capitalista con los métodos que le son
propios, se han reforzado también sus tendencias fundamentales: concentración de
la riqueza en un polo y de la miseria social en el otro; acentuación de la
anarquía económica y, por lo tanto, de las crisis financieras y comerciales;
liquidación de los estratos intermedios y de la pequeña producción; incremento
de las crisis agrarias y de los estallidos campesinos; un mayor bloqueo del
desarrollo independiente de las naciones atrasadas. En última instancia,
impulsando nuevas guerras y nuevas revoluciones.
Con
la restauración capitalista, la crisis histórica del capitalismo no se ha
atenuado sino que se ha agudizado. Es que el derrumbe de los estados obreros
degenerados se procesa en el marco de las tendencias de la crisis capitalista
mundial. Desde la ex Alemania oriental a Rusia se desenvuelve un verdadero
retroceso en el nivel de civilización. En China, la invasión del capital
extranjero ha explotado el desnivel entre la economía mundial y el atraso
histórico de China para dar lugar a un desarrollo tan explosivo como unilateral,
pero que provoca, junto a una enorme polarización de la riqueza, la demolición
de la economía estatal, todavía mayoritaria, y una gigantesca crisis agraria.
Las economías más avanzadas, por su lado, sufren una seguidilla de crisis
financieras cada vez más amplias e intensas, que arrastra a monopolios y
naciones enteras a la bancarrota y a la explosión social y política. Por primera
vez se encuentra amenazada la supervivencia de la Unión Europea como entidad
política. La crisis histórica del capital ha avanzado varios peldaños, y ello ha
reforzado la tendencia a la creación de situaciones revolucionarias y de
revoluciones sociales. Se pone de manifiesto, de este modo, la tendencia del
capital hacia su propia disolución.
4
- La
etapa abierta por el derrumbe de los estados obreros degenerados ha disuelto el
sistema de relaciones internacionales establecido por los acuerdos de posguerra
y, con ello, ha generado crisis internacionales cada vez más profundas. El
agotamiento de la "arquitectura diplomática" de la llamada "guerra fría" es una
expresión de una nueva etapa en las relaciones entre las clases sociales en su
conjunto.
Los
partidos que respondían al aparato internacional manejado por Moscú han
fracasado en su prolongado intento por reconvertirse en partidos reformistas
"nacionales" y de un modo general se encuentran en desintegración. Asimismo, se
han venido abajo numerosos estados clientes de la burocracia rusa, en especial
en los Balcanes, Medio Oriente, Asia Central y Africa. La restauración
capitalista en la ex URSS no solamente ha provocado una desorganización
económica generalizada, sino que ha hecho saltar todos los antagonismos
nacionales soterrados de su estado policial. Las naciones de Asia Central y del
Cáucaso se han convertido en un gigantesco campo de disputa para el imperialismo
mundial. En el plano de las relaciones políticas internacionales, la nueva etapa
se caracteriza por crisis estatales y guerras generalizadas en todos los
continentes.
II.
La ideología del imperialismo en la actual etapa
5
- La
caracterización de la etapa en curso, que realiza la academia oficial y
semi-oficial, como una "globalización" (se refiere al capital) reviste de un
carácter histórico progresivo a la restauración capitalista en los ex estados
obreros. La globalización del capital, sin embargo, es un fenómeno que llegó a
su apogeo histórico hace mucho tiempo, con la plena formación del mercado
mundial y la emergencia del imperialismo. Expresa la declinación del
capitalismo, no su ascenso. La regresión histórica, que tiene un punto de
culminación con la restauración capitalista en curso, tuvo su inicio con la
contrarrevolución burocrática, que no fue más que la expresión de la presión de
la economía mundial capitalista sobre un "socialismo" aislado en "uno" o varios
países históricamente retrasados. La "globalización" , en tanto restauración del
capital allí donde había sido expropiado, no constituye un avance sino un
retroceso histórico, y conlleva, de un lado, la pérdida de conquistas históricas
y sociales en esos países así como a nivel internacional. La "globalización" es
la expresión ideológica de la destrucción del socialismo como perspectiva, la
cual fue históricamente conquistada por el proletariado en dos siglos de lucha
de clases.
Adjudica
la victoria transitoria del capital sobre los regímenes sociales no capitalistas
dirigidos por una burocracia, a una capacidad del capital para revolucionar
indefinidamente las fuerzas productivas, lo cual escamotea, de un lado, el
carácter internamente contradictorio del capital y, del otro, su carácter
históricamente condicionado; que el avance de la ciencia y la técnica, que el
capital impulsa, no como una finalidad social conciente, sino por la necesidad
de incrementar la explotación del trabajo ajeno, potencia sus contradicciones y
las hace cada vez más explosivas.
El
eufemismo "globalizador" pretende poner un signo igual entre la liquidación de
las formaciones económicas precapitalistas por parte del capital mundial en la
época histórica de su ascenso (liberalismo) y la destrucción de la propiedad
estatizada y de la economía planificada en la etapa del capital monopolista en
disgregación.
Presenta
a la unificación capitalista del mercado mundial como una perspectiva aún no
completada, y no como una realidad que ha agotado sus posibilidades históricas y
que engendra crisis económicas explosivas, catástrofes sociales mayores y
guerras todavía más destructivas.
La
"globalización" rechaza que la restauración capitalista tenga un carácter
transitorio, cuyo desenlace será determinado por el desarrollo de la presente
crisis mundial.
6
- La
"globalización" es una ficción ideológica que pretende igualmente encubrir el
conjunto de tendencias dislocadoras del capital mundial. Por ejemplo, la
extensión fenomenal del capital ficticio (endeudamiento público y privado, de
inversores y consumidores, financiero y especulativo) , que supera con creces el
capital en su forma material y que lleva a la ruina los presupuestos estatales.
El desarrollo del capital ficticio bajo la forma de una extensión sin
precedentes de los mercados de capitales constituye un medio poderoso de
confiscación económica adicional de los trabajadores, de los estratos sociales
intermedios y de estados enteros.
La
llamada tercerización o subcontratación, otra característica de la mentada
globalización, no representa una nueva fase histórica de la industrialización
bajo el impulso de la división internacional del trabajo, sino un desarrollo
parasitario de los grandes pulpos capitalistas, que sustituye la
industrialización de los países atrasados por la implantación de maquiladoras y
armadurías, para explotar la mano de obra barata y saquear fiscalmente a las
naciones involucradas.
El
resultado de este conjunto de tendencias es la sobreproducción crónica de
mercancías y capitales, la tendencia a la depresión económica, la generalización
(esta sí global) de la deflación a escala internacional y la desocupación obrera
más alta y permanente de la historia del capitalismo. La llamada globalización
"engloba" a todas las formas del capital como un capital "global", para ocultar,
de este modo, su fase histórica específica, o sea el nivel excepcional que ha
alcanzado su desarrollo parasitario y rentístico.
7
- El
desarrollo capitalista de las últimas décadas ha reforzado la contradicción
entre el carácter mundial del desarrollo de las fuerzas productivas y del
mercado, por un lado, y el carácter nacional de los capitales, los monopolios y
los Estados. O sea que se ha acentuado la anarquía capitalista.
El
reforzamiento de la nacionalización de los capitales pone al desnudo el carácter
interesado de las expresiones apologéticas tales como "trasnacionales" ,
"multinacionales" o "globalización" . La nacionalización del capital se
manifiesta de forma especial en la supremacía que ha alcanzado el capital
norteamericano, por sobre todo en la banca de inversión.
La
Unión Europea
ha fracasado en su intento de crear un capital específicamente europeo en
oposición a los capitales norteamericanos y japoneses e incluso con referencia a
los capitales nacionales de los respectivos estados europeos, o sea franceses,
italianos, alemanes o incluso griegos. La atomización nacional del capital
monopolista en Europa no ha sido superada ni por la creación de un Banco Central
ni por una moneda única; esta última ha exacerbado las contradicciones de sus
economías nacionales, como consecuencia de sus acentuados desniveles de
desarrollo. La tentativa de establecer una moneda de reserva propia, en
competencia con el dólar, es una manifestación muy destacada de las rivalidades
nacionales del capital y constituye una constante fuente de choques
internacionales, enfrentamientos diplomáticos y hasta guerras por interposición
(fuera y dentro de las fronteras de Europa). La coalición que tiene lugar entre
diversos pulpos económicos de nacionalidades diferentes tiene, casi
unánimemente, un carácter transitorio. Es la manifestación del choque de unos
bloques nacionales contra otros, que se disgregan, a su turno, con cada
manifestación de la crisis económica en general. Los estados nacionales son más
que nunca las herramientas de los monopolios en la lucha por la supremacía en el
mercado mundial. Este fenómeno se ha acentuado con la política de "libre
comercio", la que priva a las naciones más débiles de la posibilidad de
protegerse con medidas de orden político y las deja al arbitrio de las muy pocas
naciones más poderosas, en especial los Estados Unidos.
8
- La
formación de la Unión
Europea no ha sido un proceso histórico lineal. Ha
representado, en diferentes etapas, los intentos de adaptación y de
supervivencia de la burguesía imperialista europea a las condiciones cambiantes
de la crisis mundial. Bajo denominaciones parecidas ha representado fenómenos
sociales y políticos diferentes.
Sea
para contener la revolución social en la posguerra; sea como un marco que
permitiera restablecer los viejos estados nacionales agotados por dos guerras
mundiales, como las únicas formas concretas de dominación política del capital;
sea para resolver la crisis de sobreproducción mediante una eliminación parcial
de las barreras al comercio; sea como un método político para unificar la
ofensiva contra los trabajadores luego del fin del "boom" de posguerra y el
comienzo de la presente etapa de crisis; sea para organizar la lucha contra el
capital norteamericano en el cuadro de esta misma crisis mundial; sea como un
intento, finalmente, de los estados más poderosos, especialmente de Alemania,
para adaptase al derrumbe de la
URSS y de Europa oriental y anexar a los nuevos mercados del
este y Rusia. El imperialismo europeo ha montado un conjunto de "corredores"
(transportes, caminos y ductos), para enlazar al oeste de Europa con el Cáucaso
y hasta Asia central, pasando por los países que componen la península de los
Balcanes.
Bajo
la presión de la crisis económica mundial y de las luchas de los trabajadores,
sin embargo, las tendencias centrífugas tienden a imponerse cada vez más sobre
las centrípetas. La utilización de las rivalidades nacionales por parte del
capital financiero norteamericano tiende a fracturar a la Unión Europea. El crecimiento
de esta lucha interimperialista condiciona el conjunto de la crisis política
mundial. Desde los Balcanes, Rusia y el Cáucaso hasta el lejano Oriente, Irak y
Palestina, las crisis, los enfrentamientos nacionales y las guerras expresan,
cada vez más, la creciente oposición entre los capitales y estados europeos, que
están también divididos entre ellos, y el norteamericano. Las manifestaciones de
una tendencia a la dislocación de la Unión Europea se han acentuado,
sembrando la confusión entre quienes la consideraban irreversible y le
aseguraban un progreso infinito.
9
- Las
tendencias centrífugas y el choque creciente con el imperialismo norteamericano
han afectado los ritmos de desarrollo de las crisis políticas, con especial
impacto en el viejo continente. Esta tendencia de conjunto condena al ridículo a
quienes abogan por completar el desarrollo de la Europa imperialista con una
"construcción más democrática". La penetración de los monopolios europeos en los
países del este ha reforzado la tendencia imperialista de la UE, agudiza la competencia entre
los pulpos internacionales, acentúa la disolución social creciente en los
Balcanes y el este y potencia la ofensiva del capital y de sus Estados contra
las condiciones del proletariado del oeste.
La
crisis económica que provocó el estallido de la burbuja financiera
norteamericana, a principios del 2002, se ha manifestado con la mayor agudeza en
la Unión
Europea, en especial en la tendencia a la depresión económica
que afecta a Alemania, Francia e Italia. La pérdida de posiciones de estos
países en el mercado mundial, en beneficio del capital norteamericano, ha
planteado una aguda tensión entre la burguesía y el proletariado, porque el
capital europeo no puede hacer frente a la competencia internacional sin
incursionar severamente contra las conquistas sociales y laborales de las masas.
El ataque contra la seguridad social y la salud ha abierto una etapa de
conflictos de clase violentos en Europa. El "espacio" para una "construcción
democrática", o sea en el marco imperialista, se achica de más en más.
Idealizada por sus apologistas como un medio de superar los límites que imponen
las fronteras nacionales al desarrollo de las fuerzas productivas,
la Unión
Europea se ha revelado rápidamente como un freno a ese
desarrollo. Estalla, en cierto modo, el intento de encajar en un único molde
institucional los agudos desniveles de desarrollo capitalista que caracterizan a
la UE. La IV
Internacional denuncia el carácter imperialista de la Unión Europea y de sus
propósitos de expansión oriental; destaca que el imperialismo plantea una
tendencia a la reacción política y no a la democracia; señala que ha fracasado
en el intento de superar el escollo histórico de las fronteras nacionales para
desarrollar las fuerzas productivas, y aun más, que ha creado escollos
adicionales que tienen que ver con su artificialidad histórica; y pone de
manifiesto que la tendencia imperialista y la tendencia a acentuar sus
contradicciones conducen a un agravamiento de la lucha de clases en el interior
de Europa. Este conjunto de factores refuerza la tendencia a crisis políticas de
envergadura en los países europeos e incluso a que se plantee una cuestión de
poder. La IV
Internacional inscribe en este marco a la crisis política de
abril del 2001 en Francia, cuando se produjo una licuación política de los
partidos tradicionales de la derecha y de la izquierda, en combinación con
grandes movilizaciones de masas, en especial de la juventud. Quedó al desnudo,
en esa crisis, el agotamiento de la democracia imperialista. Sobre esta base
la IV
Internacional denuncia el carácter reaccionario de la consigna
por una Unión Europea democrática y social y plantea la total vigencia de la
unión del proletariado europeo por la expropiación del capital y el
establecimiento de los Estados Unidos Socialistas de Europa.
10
- La
fase económica mundial que se inicia alrededor de los años 70 se distingue de la
que tuvo lugar a partir de la posguerra, no solamente por una inversión de
tendencia en la curva general del desarrollo de la producción. La caracterizan,
por sobre todo, las recesiones cíclicas de características explosivas que se
combinan con crisis financieras de inusitada amplitud, como consecuencia del
estallido de las "burbujas" especulativas, del extraordinario endeudamiento de
los Estados, y de los capitales individuales y de los consumidores, con los que
se intenta cebar la "recuperación" económica. Los derrumbes financieros que van
de 1997 al 2001 clausuran el ciclo especulativo extraordinario que se inicia con
la "euforia" que provocó la disolución de la URSS.
La
economía mundial, en su conjunto, se caracteriza por la tendencia a mayores
crisis financieras y a la deflación. La política mundial, a su vez, se encuentra
condicionada por estas tendencias de la economía.
11
- La
guerra de los Balcanes, Afganistán, Irak, el Cáucaso, Palestina y diversos
países de Africa ha inaugurado una etapa de guerras imperialistas de alcance
internacional, que refutan por completo la pretensión universalista de la
"globalización" , su carácter idílico, o sea puramente "económico" y "pacífico",
o la "naturalidad" de la supremacía del capitalismo en la presente etapa
histórica. El derrumbe "práctico" e ideológico de la "globalización" se expresa
en el resurgimiento de sus expresiones formalmente opuestas, como la del "choque
de civilizaciones" , la necesidad de "las construcciones nacionales" o la
especie del ‘terrorismo internacional´ como una guerra mundial que no se
presenta como un enfrentamiento entre estados.
Esta
nueva oleada de guerras es apenas la etapa preliminar de un nuevo período de
matanzas. Ella es, antes que nada, una expresión eminente del empantanamiento
del capital. No involucra solamente una rivalidad comercial relativa al petróleo
y a los mercados de materias primas del Asia central. Es una manifestación
irrefutable de que la restauración capitalista es un proceso de violencias y de
guerras. Su hilo conductor es la lucha por la conquista económica y política del
espacio dejado por la disolución de la Unión Soviética y por el
control de la restauración capitalista en China. La hegemonía de la restauración
capitalista por alguno de los bloques en disputa desequilibraría decisivamente
las relaciones de fuerza entre las distintas potencias imperialistas. La lucha
por la conquista de los mercados orientales de Europa y de Asia tiende a
transformarse, por este motivo, en una lucha interimperialista sin paralelo en
la historia. Esta lucha interimperialista, expresión de una crisis enorme en las
relaciones entre las clases dentro de todos los estados, deberá potenciar las
crisis y las luchas entre las clases en todas las naciones, incluidas las
semi-colonias.
Desde
un punto de vista histórico de conjunto, la etapa actual forma parte de toda una
época, que arranca con la primera guerra mundial y las revoluciones que la
sucedieron, fundamentalmente la revolución de octubre del 17. Las
contradicciones mortales de esta época, entre las guerras imperialistas y la
revolución, no encontraron su salida en el curso de la segunda guerra mundial.
Por un lado, la victoria del ejército rojo sobre el nazismo, la revolución
china, la extensión de la
URSS al este de Europa y varias revoluciones en las colonias
pusieron un límite a una salida basada en la restauración del capital en
la Unión
Soviética. Por otro lado, la derrota de la revolución en
Europa, el restablecimiento del capitalismo golpeado por la guerra y la
prolongación de la dominación de la burocracia contrarrevolucionaria en los
estados obreros bloqueó la salida histórica de la revolución socialista a escala
internacional.
En
la fase ulterior, las revoluciones políticas, el derrumbe de la burocracia y la
crisis capitalista mundial dieron al traste con la "coexistencia pacífica" o la
"convergencia de sistemas". El actual período histórico plantea la alternativa
entre la restauración completa del capitalismo a través de la barbarie de las
guerras y el retroceso social de las masas, o la victoria definitiva de la
revolución socialista, que sería reforzada por los desastres de la restauración
capitalista y que, por lo tanto, podría encontrar más que nunca un terreno
fértil en las naciones imperialistas. Los reformistas y los centristas se han
apresurado demasiado en dar por cancelada la época de guerras y revoluciones y
en pontificar la aurora de una "paz infinita".
Fuente: extraído
de "Tesis Programáticas para la
IV° Internacional".
Revista
En
Defensa del Marxismo
nº 33; abril de 2004, Buenos Aires.