Organización armada, formada por campesinos
indígenas de las distintas etnias mayas, los zapatistas lograron dar a conocer
una nación distinta a la imaginada por las trasnacionales, diferente a la
concebida por las oligarquías bancarias y financieras, muy lejana de las elites
políticas vendepatrias de todos los signos partidarios. El EZLN emerge del
México de los de abajo, el que entró a la modernidad con la dignidad que otorga
la lucha en defensa de sus derechos, tierras, territorios, recursos y
soberanías, esto es, la vida misma. El zapatismo se constituye, asimismo, en un
hito de trascendencia universal al encauzar un horizonte de resistencias
emancipatorias en un momento en que los paradigmas del socialismo real
desaparecían, junto con la Unión Soviética y los regímenes afines de Europa del
Este.
Pese a que el agrupamiento político que da origen
al EZLN, las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), poseía las características
políticas, ideológicas y organizativas de los movimientos de liberación nacional
que optaron por la vía armada en los años posteriores a la revolución cubana, el
contexto indígena en Chiapas, en el que se establece el grupo mestizo y urbano
inicial, modifica radicalmente formas y contenidos de la revolución en ciernes,
llegando a votarse en las comunidades bajo su hegemonía, la pertinencia de la
declaración de guerra contra el gobierno, y la fecha para el inicio de
hostilidades, precisamente el día en que entraba en vigor el inconsulto Tratado
de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá.
Las propias operaciones militares del EZLN, que
duraron 12 días, no siguieron los patrones clásicos de las guerrillas
latinoamericanas, y se asemejaron a los levantamientos indígenas que tuvieron
lugar en la Colonia y en la época independiente, en los que predominaron tomas
masivas y súbitas de ciudades, centros del poder despótico y racista, por
ejércitos de indios insurrectos. Estos desplazamientos de miles de hombres y
mujeres hacia los centros del poderío mestizo dieron al EZLN una impronta que no
tenían otros movimientos de liberación nacional. Rompió también con las
distorsiones militaristas que en la segunda mitad del siglo XX imperaron en
muchas organizaciones, y que tanto daño hicieron al desarrollo de movimientos
revolucionarios. Siendo una organización armada y clandestina tuvo la madurez
para no hacer de ello un fetiche. En este proceso, las armas juegan un papel
meramente instrumental de la política. Por ello, pudo acatar el mandato de paz
que la sociedad civil expresó el 12 de enero de 1994.
El EZLN ha sido durante estas dos décadas, el
referente moral, la conciencia crítica insobornable del país. Mientras las
organizaciones partidistas de diverso signo han perdido toda legitimidad y
credibilidad, el zapatismo conserva una reserva moral incuestionable. Al no ser
reproductores del sistema en ningún terreno, sus críticas y diagnósticos sobre
la situación política nacional e internacional no contienen un ápice de retórica
ni de argumentos tendenciosos que busquen quedar bien con un electorado, una
clientela cautiva, o con los poderes fácticos e imperiales que se constituyen
los grandes electores.
El zapatismo impone la problemática indígena en el
debate nacional y obliga al Estado mexicano a negociar los acuerdos de San
Andrés en materia de derechos y cultura indígenas, los cuales,
independientemente de la traición de la clase política y de los tres poderes de
la Unión, constituyen una plataforma programática para los procesos autonómicos
de los pueblos indios que se han desarrollado durante estos años y un referente
necesario para las luchas de resistencia actuales contra las corporaciones del
capital depredador neoliberal.
En San Andrés se pusieron a prueba la validez de
los planteamientos en torno a la cuestión étnico-nacional y las autonomías, que
ni la antropología ni el marxismo esquemático habían resuelto satisfactoriamente
en teoría y práctica. Se consolidó otra ciencia social de acompañamiento de
luchas y de intercambio de saberes, a contracorriente del academicismo y el
puntillismo neoliberal.
Si tomamos como criterio actual para definir a la
izquierda como la fuerza política que construye poder popular contra el
capitalismo, sin monopolizar ni suplantar la representación ni restar
protagonismo a los distintos sectores socio-étnicos que intervienen en el
proceso, el EZLN ha sido a lo largo de estos años una organización congruente
con uno de sus más caros principios: "Para todos, todo, para nosotros, nada",
que hace realidad cuando retira a todos sus cuadros político-militares de los
distintos gobiernos autónomos bajo su hegemonía.
Pese a la contrainsurgencia, el paramilitarismo, el
desgaste y las mutaciones propias de cualquier movimiento, el zapatismo goza de
cabal salud, fortalecido con la generación de quienes eran niños y niñas en el
momento de la insurrección, plenamente incorporados ahora a las múltiples tareas
que los autogobiernos demandan, con la presencia masiva de mujeres socializadas
con una ley que garantiza su participación, con los cambios de mando que
aseguran la continuidad de un proyecto emancipatorio que, sin proponérselo, ha
dado un vuelco al universo de las utopías realizables, manteniéndose como una
opción política ética y congruente con los principios revolucionarios y
anticapitalistas. ¡Felicidades, camaradas!
La Jornada