Enamorados de
Porto
El jueves 17 de enero amaneció nublado, y
aunque eso me generaba cierto bajón, no impidió que volviéramos a caminar por
los lugares recorridos el día anterior.

Jardines en un sector antiguo de la
ciudad

Fachadas de intensos
colores

Zona de deterioro cercana al
Centro

Interior del Café Majestic
Pero al llegar a la Praça da Libertade comenzó
a llover por lo que tuvimos que continuar el paseo a bordo de un
vehículo.

Estatua al Rey Pedro IV en la Praça da
Libertade
Inmediatamente nos dirigimos hacia la plaza de
Albuquerque Mouzinho donde se encontraba el monumento a los Héroes de la Guerra
Peninsular o a los Héroes de la Guerra de la Independencia, dedicado a todos
aquellos portugueses que lucharon contra los ejércitos franceses de Napoleón
Bonaparte, que habían invadido la península Ibérica. Esa guerra se desarrolló
entre los años 1807 y 1814. El monumento consistía en un gran pedestal de
cuarenta y cinco metros de altura, rodeado de grupos escultóricos. Las escenas
de la base representaban a los soldados ingleses que se sumaron al ejército luso
y de las valientes intervenciones del pueblo portugués frente a los soldados
franceses. Una de las esculturas representaba el terrible desastre acontecido
cuando el 29 de marzo de 1809 las tropas franceses invadieron Porto y cuando la
población intentara huir a través del Ponte de Barcas, éste no pudo aguantar el
peso hundiéndose, por lo que murieron cuatro mil personas. La columna que surgía
del pedestal estaba coronada por la figura de un león atrapando a un águila. El
león representaba el apoyo inglés, ya que ese animal aparecía en la bandera de
ese país, mientras que el águila simbolizaba al imperio de
Napoleón.

Monumento a los Héroes de la
Guerra Peninsular
Luego pasamos por un barrio residencial con
casitas de techos de tejas a dos aguas y amplios
jardines…

Barrio residencial
Y transitando por amplias autopistas internas
nos dirigimos hacia la costa del océano
Atlántico.

Autopista interna
Ahí se encontraba el Forte Sao Francisco
Xavier, construido en el siglo XVII con el fin de defender la costa contra las
incursiones de los piratas provenientes del norte de África. El fuerte fue más
conocido como Castelo do Queijo por estar construido sobre una roca granítica
redondeada con forma similar a un queso.

Forte Sao Francisco Xavier o Castelo do Queijo
frente al océano Atléntico

Detalle del Castelo do Queijo
Desde allí continuamos bordeando el mar hasta
el estuario del río Douro.

Desembocadura del río Douro en el
mar

Arbolada costanera entre el río y el
mar

Gran cantidad de canoas descansaban en aguas apacibles
La ciudad de Porto u Oporto se encontraba
situada sobre la margen norte del Douro, lo que generara la necesidad de
comunicación hacia la margen sur del río, travesía que durante siglos se hiciera
mediante barcos, botes o barcazas. Por esa razón en 1806 tuvo lugar la
inauguración del primer puente, denominado Ponte das Barcas, cuyo diseño
original se componía de veinte barcas amarradas por cabos de acero que se podía
abrir en dos partes para facilitar el tráfico
fluvial.

Vista panorámica de Vila Nova de Gaia en la margen sur del río
Douro
Las relaciones económicas de Porto con el valle
del Duero están bien documentadas desde la Edad Media. Nueces, frutos secos y
aceite de oliva sustentaron un próspero comercio no sólo con la región sino con
el resto del mundo. Sin embargo, el gran impulso al desarrollo de las relaciones
comerciales interregionales vino de la agroindustria del Vino de Oporto, lo que
produjera una relación de complementariedad entre el gran centro urbano del
litoral y la región contigua de enorme potencial agrícola, particularmente
consagrada a la producción de vinos fortificados de gran calidad. Por otra
parte, el desarrollo económico de Oporto quedó íntimamente ligado a la margen
sur del río, Vila Nova de Gaia, donde se establecieron las cavas para el
envejecimiento de los vinos finos del Alto
Douro.
Y fue por esa razón que el aumento del tráfico
entre Porto y Gaia exigiera la construcción de un nuevo puente para unir
permanentemente ambas márgenes, el Ponte Pênsil abierto en 1843. Dicho puente
era sustentado mediante un sistema de peaje: cinco reales por cada transeúnte,
veinte reales por caballo y cuarenta por carro; precios que por la noche se
duplicaban. Este puente fue desmantelado tras la construcción del Ponte Luis I
en 1886.

Ponte da Arrábida, el más occidental de los seis que conectaban
Porto con Gaia

Al momento de su inauguración, 1963, era el puente con el mayor
arco de hormigón del mundo
Nuestra recorrida continuó por la Rua do Ouro,
desde donde pudimos observar antiguas casonas construidas sobre pendientes
empinadas que daban directamente al río.

Antiguas casonas en la margen norte del
Douro

Hermoso paisaje a pesar de tratarse de un día
gris

Diferentes estilos y diferentes
épocas
Porto siempre rivalizó con Lisboa en poder
económico. Los ricos de la región crearon, a mediados del siglo XIX la poderosa
Asociación Industrial Portuense que posteriormente pasara a ser la Asociación
Empresarial de Portugal, y la antigua Bolsa de Oporto se convirtió en la mayor
Bolsa de Derivados de Portugal al fusionarse con la Bolsa de Lisboa, creando la
Bolsa de Valores de Lisboa y Oporto que en 2002 se integrara a Euronext, junto
con bolsas de Bélgica, Francia, Países Bajos y el Reino
Unido.

Casas de estilo, producto de tiempos de grandes
negocios

Calles en reparación
A pesar de la progresiva terciarización del
Centro, continuó siendo de gran importancia su cinturón industrial donde se
instalaron fábricas de textiles, calzado, muebles, cerámica, metalurgia,
orfebrería y otras actividades fabriles así como algunas artesanales. En la
margen sur se encontraban las famosas bodegas, que en realidad ya no se trataba
de Oporto sino de Gaia.
Y estas actividades también han sido posibles
gracias a que Porto ha sido también un nudo de comunicaciones tanto por su
puerto de ultramar como por su red ferroviaria y de carreteras. De hecho tanto
el país como el vino, Vinho do Porto, u Oporto a secas, deben sus nombres a la
ciudad de Porto, que significa “puerto”.

Zona Portuaria de Porto
A la localidad de Vilanova de Gaia, continuidad
de su centro industrial, podía cruzarse a través de un cablecarril como de los
puentes que atravesaban el río Douro.

Cablecarril entre Porto y Vilanova de
Gaia
Nosotros cruzamos por el puente Dom Luís I,
llegamos a la costanera de Gaia y después de caminarla, nos detuvimos a
almorzar.

Nosotros cruzamos por el Ponte Dom Luís
I

Vista panorámica de Porto desde Vilanova de
Gaia

Porto desde la avenida Diego Leite en Vilanova de
Gaia

Cablecarril arribando a Vilanova de
Gaia
Sin duda el Ponte de Dom Luís I era el más
admirado y típico de la zona de la Ribeira, y uno de los emblemas de la ciudad
de Porto. Databa de 1886 y fue diseñado por Teófilo Seyrig, discípulo de Gustave
Eiffel, quien había participado con él en el diseño del puente de María Pía, por
eso era que ambos se parecían, basándose en una impresionante estructura de
hierro; pero el Dom Luís I tenía dos niveles, uno superior ferroviario y uno
inferior, vial y de peatones.

Ponte Dom Luís I visto desde Vilanova de
Gaia

Vista de Porto desde el Ponte Dom
Luís I
Al regresar a Porto circulamos por la avenida
Gustavo Eiffel, que al cruzar el Ponte do Infante tomaba el nombre de Paiva
Couceiro. Era una zona donde se encontraban amarradas gran cantidad de lanchas y
pequeños yatecitos.

Lanchas amarradas en las
tranquilas aguas del río Douro
Un poco más adelante pudimos admirar la belleza
del Ponte de María Pia, así llamado en honor a María Pía de Saboya, en una obra
finalizada en 1877 por la empresa de Gustave Eiffel, y que fuera el primer
puente ferroviario en unir las dos márgenes del río Douro. Ya a fines del siglo
XX era evidente que ya no respondía a las necesidades de la época por estar
dotado de una sola línea y permitiendo la circulación a sólo veinte kilómetros
por hora con cargas muy limitadas. Por lo que en 1991 fue reemplazado por el
puente ferroviario Sao Joao.

En primer plano el Ponte María Pía
(1877). Detrás, el Ponte ferroviario Sao Joao de cemento
(1991)
Bajamos del vehículo y caminamos un corto
trecho observando las edificaciones que revelaban diferentes niveles
socioeconómicos.

Con Omar bajo el puente Sao
Joao

Edificaciones de diferentes
sectores socioeconómicos
Sin llegar al Ponte do Freixo, el más oriental
de todos, pegamos la vuelta. Y en el retorno tomamos el viaducto dos Cais das
Pedras desde donde volvimos a tener una visión panorámica del Ponte da
Arrábida.

Ponte da Arrábida desde el Viaduto dos Cais das
Pedras

Ribera norte del río Douro desde el
viaducto
Ya en el camino el día comenzó a oscurecerse
cada vez más, y repentinamente la lluvia se hizo
presente.

Colina de Porto a la vera del Douro bajo la
lluvia

Copiosa lluvia al llegar al
Centro

Pasamos por la Catedral

Y por la Muralla Fernandina…

Volvimos a ver el Ponte Dom Luís I desde un mirador

Y nos despedimos del Douro y sus
puentes
Nos bajamos cerca de la Praça da Libertade y
habiendo parado la lluvia, fuimos caminando hasta la estación de trenes Sao
Bento, no sin antes pasar por la Igreja dos Congregados, construida en 1703
sobre una antigua capilla.

Praça da
Libertade

Igreja dos Congregados
La ciudad disponía de una red ferroviaria
interurbana manejada por Trenes de Portugal, de las líneas de Aveiro, Braga,
Guimaraes y Penafiel.

Estación Sao Bento
La estación de Sao Bento se destacaba por haber
sido construida a principio del siglo XIX sobre los restos del antiguo convento
de San Bento del Ave María. Y si bien su fachada era señorial, la verdadera joya
se encontraba en su interior, ya que el hall estaba decorado con más de veinte
mil azulejos en los que se retrataba la historia de
Portugal.

Hall de la estación de Sao
Bento

Escenas campestres

Cruce del río antes de la construcción de los
puentes

Venta de alimentos en el andén de la estación
Sao Bento

Impactante andén rodeado de antiguos
edificios
Cuando salimos de la estación Sao Bento había
vuelto a llover, por lo que tomamos un taxi que nos condujera hasta la
mini-terminal de ómnibus con el fin de sacar pasajes para regresar a España al
día siguiente…

Los taxis eran negros con el techo
verde

Pasamos por un edificio totalmente
embanderado

Por un local de trajes
típicos…

Y por la Torre de los Clérigos
Después de comprar nuestros boletos,
aprovechamos para tomar un café en el barcito contiguo. Muy amables, muy bien
servido y pagamos sólo 1,30 euros.

Y
cuando paró de llover, a pesar de estar todo embarrado, salimos a dar una vuelta
por los alrededores del Jardim de Cordoaria, que se trataba de un jardín de
estilo romántico, con árboles clasificados como de “Interés Público”, un pequeño
lago y llamativas esculturas.

Jardim de
Cordoaria

Árboles clasificados como de
“Interés Público”
Frente al Jardim de Cordoaria pasamos por el
Centro Portugués de Fotografía, museo que fuera la Cárcel de Porto y donde
estuvieran presas algunas grandes personalidades del siglo
XIX.

Centro Portugués de
Fotografía
Y
por el Rectorado de la Universidad de Porto donde también se encontraba la
Facultad de Ciencias...

Rectorado de la Universidad de Porto y Facultad de
Ciencias
En la zona estaba la Funerária Patria, cuyo
frente también estaba revestido en cerámicas como muchos otros edificios de
Porto.

Funerária Patria, de Joaquim
Oliveira
Nos metimos por angostos callejones donde
convivían lo antiguo y lo moderno, lo popular y el turismo
internacional…

Balcones de edificios mal
conservados

Viviendas populares y el Bragança
Oporto Hotel

Casas antiguas y parque automotor
moderno
Y antes de que el sol dejara de alumbrarnos,
regresamos lentamente hacia el hotel admirando nuevamente algunos de los templos
más bonitos.

En camino a la iglesia de San
Ildefonso
Esa vez cenamos en un lugar popular enfrente
del restorán distinguido de la noche anterior. Omar pidió un pescado de la zona,
y yo picanha, un corte de carne que había probado en Brasil. Comimos sendos
postres, tomamos una botella de agua mineral y dos cafés. Todo muy bueno y costó
sólo 15,60 euros.

Al día siguiente dejaríamos Porto, de la cual
nos habíamos enamorado. Y digo esto porque todo nos encantó: su entorno físico,
sus edificios, su gente, su historia, su cosmopolitismo, su ritmo, pasando por
alto sus lados oscuros, o bien admirándola a pesar de ellos.
Ana María
Liberali