NCeHu
631/13
Argentina
Prensa Obrera
Buenos Aires, 27/10/13

En el lapso de apenas
dos años, el Frente de Izquierda pasó de medio millón de votos a casi un millón
y medio, un crecimiento del 200 por ciento. Acabamos de conquistar el ingreso de
un bloque de cuatro diputados nacionales y la instalación en numerosas
legislaturas y concejos deliberantes. No lo logramos en calidad de fuerza
democratizante, sino de frente revolucionario. En el piso superior de estos
resultados, hemos derrotado en forma amplia al peronismo en la capital de Salta
y establecido un empate a nivel de la provincia. Entre las Paso nacionales y las
provinciales, hemos avanzado un 30 por ciento, y entre éstas y las finales otro
30 por ciento -con un salto inédito en el interior de la provincia. En el cuadro
del desmoronamiento del peronismo en cuanto movimiento popular, estos resultados
nos postulan como candidatos a desarrollar un nuevo movimiento popular en
Argentina de carácter obrero y socialista. Se ha manifestado una rebelión
popular que ha tenido como escenario la conciencia del proletariado más activo y
de numerosos estratos medios. En la inmensa mayoría de las concentraciones
obreras, duplicamos y triplicamos los promedios electorales obtenidos en los
distritos. La consecuencia política más directa de estos resultados deberá ser
un salto de calidad en el desarrollo del movimiento obrero. La política
revolucionaria en el campo electoral se fusiona, de este modo, con el movimiento
real de las clases explotadas. El domingo pasado se ha puesto de manifiesto la
importancia de una estrategia y de un método. La unidad de la concepción
política con el desarrollo práctico es la conquista fundamental de la
experiencia que estamos atravesando. De aquí en más, esta praxis política deberá
corporizarse en la unidad entre la acción parlamentaria de propaganda, por un
lado, en una etapa de transición política (o sea, convulsiva) y la fusión de la
izquierda revolucionaria con el movimiento obrero. El parlamentarismo, integrado
a la totalidad de la propaganda socialista, deberá servir al desarrollo de la
conciencia política de la clase obrera y a la educación revolucionaria de
nuestros parlamentarios, en especial los más jóvenes, como tribunos y cuadros
realmente socialistas.
Hemos consagrado un
bloque de tres diputados del Frente de Izquierda en el Congreso Nacional, el
cual se ampliará a cuatro cuando derrotemos el fraude escandaloso en Córdoba.
Además, hemos quedado con legisladores en siete provincias. En distritos donde
no se elegían cargos provinciales -como Neuquén, Santa Cruz o Río Negro-,
nuestro crecimiento fue también notable. En la capital del Chaco, nuestra
votación ha superado el 10% o más, pero si no hemos impuesto un diputado
provincial, fue por el fraude descarado del oficialismo en el interior
provincial. En Jujuy disputaremos, en el escrutinio definitivo, el ingreso de
uno o dos legisladores provinciales. En la Ciudad de Buenos Aires crecimos, en
relación con las Paso, un 35% y conquistado un representante en la Legislatura.
La derrota política parcial que implica no haber logrado el diputado nacional en
este distrito, con toda su importancia, no modifica la curva del gran ascenso
político de la izquierda revolucionaria.
Los resultados
electorales zanjan la disputa entre la izquierda revolucionaria y la
democratizante en el terreno preferido por ésta: las urnas. Por eso, su derrota
es catastrófica. No solamente han quedado expuestas las diferencias de objetivos
estratégicos y de métodos, sino también la contraposición completa de
caracterizaciones sobre la naturaleza y alcances de la crisis mundial. En
oposición a las recetas rutinarias del reformismo legislativo, ofrecimos al
electorado una caracterización elaborada de esta crisis y sus perspectivas
catastróficas en el plano económico-social, político e internacional. El
catastrofismo sirvió para sustentar una pedagogía política, simplemente porque
arma al pueblo para enfrentar mejor las consecuencias del derrumbe del
capital.
Más que
un agotamiento del kirchnerismo El resultado electoral ha
reforzado el agotamiento del kirchnerismo, que arranca en 2007, atraviesa
vaivenes, y se expresa ahora en todas sus determinaciones. En la provincia de
Buenos Aires, la “madre de todas las batallas”, el bloque K pierde 15 puntos. En
la Ciudad de Buenos Aires, Filmus colgó los guantes. En Santa Fe y Córdoba, los
K quedaron terceros. El segundo lugar de Mendoza no es siquiera un premio
consuelo: los superó por lejos el “destituyente” Cobos y el Frente de Izquierda
les quitó la segunda banca de diputados. En Santa Cruz, fueron nuevamente
derrotados. En sólo dos años, el oficialismo perdió más de cuatro millones de
votos. Desde estas páginas advertimos la tendencia a este derrumbe, el mismo día
en que CFK y Scioli festejaban el famoso 54 por ciento. El alejamiento de la
Presidenta, por razones de salud puso en evidencia, sin maquillajes, el carácter
faccioso del núcleo interno del gobierno. La enfermedad fue utilizada de manera
concertada para apurar el arreglo del pago de una parte la deuda externa en
litigio y pedir un rescate internacional del Banco Central menguado de
reservas.
La transición política
que se ha abierto se caracteriza, antes que nada, por la crisis financiera, con
todas sus consecuencias para los llamados ‘planes sociales’ y la aplicación
forzada de un ‘ajuste’. La pelea entre las camarillas K se nutre del naufragio
de la improvisación económica aplicada hasta el presente. El Frente de Izquierda
debe hacer frente a una transición del régimen vigente -la cual es, por
naturaleza, una etapa de crisis de todo orden y de agitación en los medios
populares. Se anuncia un parlamentarismo ‘caliente’; con independencia de su
mediocridad, en el cual el Congreso será forzado a participar del arbitraje
político. El bonapartismo ejecutivo tiende a cero.
La
oposición La llamada oposición es un conglomerado de tribus que se
nutren del naufragio oficial. Deja en evidencia que la crisis política
representa el agotamiento de toda la etapa democratizante iniciada en el ’83, la
que ha pulverizado a los llamados partidos tradicionales. Como acostumbran a
decir algunos, “es parte del problema, no la solución”. La acicatea el cambio de
frente de la burguesía nacional, que busca revalorizar, por medio de una
devaluación, los capitales que ha fugado y que quiere sacarse de encima el
sistema de regulaciones montado por el kirchnerismo, el cual ya no sirve para
nada. La especulación de que de todo esto salga ‘un nuevo peronismo’, armado por
internas abiertas, se salta la crisis que deberá encontrar un desenlace, antes
de 2015, en la transición que se ha iniciado. Ha esto debería añadirse el
empequeñecimiento de la burocracia sindical, completamente descompuesta, que se
marginalizó a sí misma en la competencia electoral reciente. En resumen, el
Frente de Izquierda da un gran paso adelante como fuerza popular en una etapa de
crisis de régimen en todos sus aspectos. El Manifiesto Político, que lanzó en
las vísperas de las elecciones, define la dirección política e intelectual que
quiere imprimir al movimiento obrero frente a una crisis de conjunto. Los
apetitos presidenciales, que los candidatos que creen haber triunfado han
expuesto antes de que se acabe el conteo de votos, es una fuga hacia la
nada.
Ajuste y
Frente de Izquierda El millón y medio de votos del Frente de
Izquierda es una advertencia del movimiento popular a la burguesía contra la
aplicación de un ajuste. Esta caracterización, que hemos repetido durante la
campaña electoral, ha sido recogida por uno de los principales comentaristas
políticos. El lunes mismo, Carlos Pagni, justifica su opinión, tanto en La
Nación como en su programa de televisión, de que el gobierno no aplicará las
recetas que en forma creciente agitan los voceros del capitalismo, por el temor
a la reacción popular que anticipa la alta votación obtenida por el Frente de
Izquierda. Es decir que se ha perdido la confianza de antaño en que las
rebeliones populares podían contenerse o desviarse por la ausencia de una canal
o dirección política antagónica.
De esto se trata,
precisamente.
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