Visita al Parque Nacional Sierra Nevada y regreso a
Mérida
Llevábamos ya más de veinte días recorriendo Ecuador, Colombia y
Venezuela, en condiciones que no eran precisamente confortables. En los últimos
días habíamos caminado por Mérida y visitado sus alrededores. Y esa mañana veníamos conociendo los pueblitos
de la alta cuenca del río Chama y el Parque Loca Luz Caraballo con los
consecuentes efectos que nos generaba la altura; pero cuando Carlos nos sugirió
continuar viaje hasta el Área Recreativa Mucubají del Parque Nacional Sierra
Nevada, sin pensarlo aceptamos la propuesta, a pesar del cansancio y a que
nuestras tripas ya emitían sonidos pidiéndonos algo sólido que las consolara por
haber pasado ya el mediodía. Porque, tal como afirmara el escritor
estadounidense John Dos Passos, “Como
todas las drogas, viajar requiere un aumento constante de la
dosis”.

En camino al Parque Nacional Sierra
Nevada
El Parque Nacional Sierra Nevada fue creado en 1952 mediante
decreto del presidente Germán Suárez Flamerich, con el objetivo de proteger ese
sector de la cordillera andina, por ser un área de gran importancia ecológica
para Venezuela, tratándose del ecosistema de mayor altura del país. En la Sierra
Nevada se encontraban las principales cumbres, como los picos Bolívar (5007
m.s.n.m.), Humboldt (4.942 m.s.n.m.), La Concha (4.922 m.s.n.m.), Bonpland
(4.883 m.s.n.m.), Espejo (4.880), León (4.740 m.s.n.m.), El Toro (4.729
m.s.n.m.) y Mucuñuque (4.609 m.s.n.m.).

Ingreso
al Parque Nacional Sierra Nevada
Debido
a la altura, la zona se constituía en la divisoria de aguas de los ríos que
desembocaban en el lago Maracaibo y de los que lo hacían en el río Orinoco.
Entre los primeros se encontraban el Chama, el Albarregas, y el Mucujú; mientras
que los segundos era el Santo Domingo, el Mucusabiche, el Bumbún, el Pagüey, el
Curbatí, el Canaguá, el Acequia, el Socopó, el Batatuy y el
Michay.
Dentro
del Parque había gran cantidad de lagunas de diferente tamaño de origen glaciar.
Algunas de ellas eran la Mucubají, la Negra, La Verde y Los Anteojos.

Laguna
de origen glaciar en el Parque Nacional Sierra Nevada

La
laguna de Mucubají era la más cercana al ingreso del
Parque
La
laguna de Mucubají tenía acceso para automóviles, pudiéndose estacionar a tan
sólo metros del muelle; y era el punto de partida para realizar excursiones
hacia el pico Mucuñuque, por la vía de la laguna Negra.
Pico Mucuñuque 4670
m.s.n.m.
Pico Mifés 4630 m.s.n.m.



Desde
el muelle de la laguna Mucubají podían verse los picos Mucuñuque y
Mifés
La
laguna Mucubají estaba situada entre los 3.625 y los 3.655 m.s.n.m., siendo una
de las más grandes de la región, estando incluida en la lista de humedales
Ramsar desde 2007.

Laguna de Mucubají
Esta
laguna era de origen glaciar y tenía unos diez mil años de antigüedad. El curso
original de la quebrada de Mucubají, que vertía sus aguas en el río Chama, fue
sellada por una morena frontal que formó la laguna, lo que desvió el flujo hacia
el río Santo Domingo, perteneciente a la cuenca del Orinoco, con pendiente
atlántica.

Esquema
de la laguna Mucubají
La
morena terminal podía verse entre nosotros y el espejo de agua; la segunda, en
el medio, y la más moderna, detrás. Las morenas laterales estaban cubiertas de
pinos que fueron introducidos. No formaban parte de la vegetación natural del
páramo.
Silla del
Caballo 4581 m.s.n.m.


Valle Glacial de Mucubají en la Sierra de Santo Domingo.
Hacia la izquierda salía el camino hacia la laguna
Negra
La
acción de los glaciares modeló el paisaje redondeando el relieve y generando
valles en forma de “U”.

Valle de origen glaciario en forma de
“U”
La laguna albergaba una amplia población de truchas que fueron
llevadas al Parque en 1937 desde América del Norte y Europa, lo que atraía
muchos visitantes durante la temporada de pesca que se extendía desde mediados
de marzo hasta fines de setiembre.

Carlos
junto a la laguna de Mucubají
El clima de la zona se caracterizaba por tener temperaturas
variadas según la altitud, oscilando la media anual entre los 26ºC en las áreas
más bajas, hasta los -5ºC, en las altas cumbres; y un período en el que se
concentraban las precipitaciones, que iba de diciembre a marzo, mientras que
entre mayo y octubre, el período era seco. Entre julio y setiembre eran
frecuentes las nevadas en los picos más elevados, siendo esporádicas el resto
del año.

Gran amplitud térmica en función de la
altura
Por el tipo de clima de la zona, el Parque se había constituido en
uno de los más grandes refugios y espacios para cientos de especies faunísticas,
como el oso Frontino, que estaba en vías de extinción, la ranita endémica
Atelopus mucubajiensis, el venado caramerudo, el paují copete de piedra, el
puma, el coatí andino, el leopardo andino, el jaguar, y el conejo del páramo,
entre otras. Y entre las aves, la pava andina, el quetzal coliblanco, el sorocuá
enmascarado, la urraca, el águila real, y el cóndor de los Andes, que por estar
en peligro de extinción se había dado un programa de repoblación junto con
Colombia.

El Parque protegía diversos ecosistemas con fauna muy
variada
La vegetación principal del Parque estaba representada por selvas
nubladas andinas, en su mayoría estratos arbóreos y sotobosques bien
desarrollados, además de numerosas epífitas y especies endémicas. Abundaban las
briofitas y helechos (Jamesonia canescens), el pino aparrado (Podocarpus
oleifolius), el manteco negro (Ternstenia acrodonta), el frailejonote (Senecio
meridanus), el cafecito (Faramea killippi), y el coloradito (Polylepis
serícea).

Vegetación del Parque Nacional Sierra
Nevada
Pero en las zonas de
mayor altura, sobre los 3.000 m.s.n.m. se desarrollaba la vegetación típica de
páramo, constituida por un gran número de especies de
frailejón.

El frailejón era una planta
medicinal
Hicimos una relajada caminata por el Parque, observando todo con
detenimiento y oliendo el suave aroma de las plantas. Luego nos sentamos sobre
algunas rocas para descansar, y emprendimos el
regreso.

Descansando de la caminata en el Parque Nacional Sierra
Nevada
Pero antes de tomar la Carretera Trasandina, paramos en Apartaderos
en un restorán de muy buen nivel.
Cuando vino el mozo y nos preguntó si nos provocaban las truchas o
los cochinillos, yo estuve a punto de decirle que ninguno de los dos podría
provocarnos porque estaban muertos. Pero al ver nuestra cara de sorpresa ante la
consulta, Carlos nos aclaró que en Venezuela se utilizaba el verbo “provocar”
como sinónimo de “querer” o “desear”, y no como en Argentina, que significaba
“enfrentar o instigar”.
Carlos y Omar pidieron
trucha con vegetales, pero yo me incliné por el cochinito frito, que se trataba
de puerco con arroz, queso y papa hervida. Por todo pagamos 220 bolívares, que
eran equivalentes a 50 U$S a cambio oficial.

Omar
comiendo trucha con vegetales

Cochinillo frito con queso, arroz y papa
hervida
Y después de una larga charla de sobremesa, volvimos a la camioneta
para desandar el camino que habíamos transitado durante la
mañana.

Construcciones exóticas a la vera del
camino

Carretera
Trasandina saliendo de Apartaderos

En camino
al alto valle del río Chama

Tramos de
abundante vegetación que llegaba hasta la ruta
Faltando veinticinco kilómetros para llegar a Mérida, Carlos nos
propuso ingresar a Cacute, un pequeño poblado del páramo merideño, localizado
sobre la banda izquierda del cauce del río Chama.

Cacute,
en el estado de Mérida
El pueblo, que fuera fundado a finales del siglo XVIII, se
encontraba a 2.027 m.s.n.m., por lo que gozaba de una temperatura sumamente
agradable.

Ingresando al pueblo de Cacute
Aunque de espacio reducido, Cacute ofrecía una vista pintoresca con
sus casas típicas de tejados de aleros anchos, columnas de madera y pisos de
ladrillo. Poseía una sola calle donde se encontraba su pequeña plaza Bolívar y
la antigua iglesia del pueblo convertida en un museo religioso dedicado a su
patrono El Santo Niño de Cacute. Al frente de la plaza se construyó la nueva
iglesia.

Casas
típicas de Cacute
Los lugareños realizaban una gran diversidad de artesanías, entre
las que se destacaban las tallas en madera, tejidos en fibra vegetal, así como
dulces abrillantados, arepitas andinas, mermeladas, vinos y chicha
andina.

Las
artesanías tenían como materia prima los productos del
lugar
Fuimos subiendo lentamente a uno de los cerros que el pueblo tenía
como marco, y a medida que tomábamos altura, podíamos tener distintas vistas del
poblado.

Casas
construidas en un ambiente de vegetación
exuberante
El río Chama corría por la falla de Boconó, causante de los
terremotos de 1812 y 1894 que generara graves consecuencias en toda la línea de
pueblos, y en particular en Cacute. Pero además, Carlos nos comentó que el
gobierno construyó barrios, que fueron mejorados por sus habitantes, pero de
alto riesgo por estar localizados en el lecho de inundación del
Chama.

Barrio
edificado en área de inundación
En la cima del cerro se encontraba una enorme cruz blanca que podía
divisarse desde cualquier punto del pueblo, y a la vez, un mirador que ofrecía
una vista panorámica muy interesante, tanto desde el punto de vista físico como
desde el urbano.

Entorno
natural de Cacute

Vista
panorámica del pueblo de Cacute desde el
mirador

Mirador
de Cacute

Cruz del
cerro de Cacute
Y si bien hubiésemos deseado permanecer más tiempo en ese lugar,
tanto por el ambiente social que se presentaba un tanto pesado, como por la
tormenta que se avecinaba, descendimos en pocos minutos para retomar la
Carretera Trasandina rumbo a la ciudad de Mérida.

Desde la cruz, comenzamos a
divisar la tormenta

En pocos minutos las
montañas quedaron cubiertas de nubes negras

El río
Chama comenzó a crecer rápidamente

En el
pueblo había muchas rejas en casas y comercios

En la
Carretera Trasandina rumbo a la ciudad de
Mérida
Llegamos a Mérida a eso de las seis de la tarde, y nos despedimos
de Carlos, pensando quién sabía cuándo y dónde volveríamos a compartir tan
gratos momentos.
Aunque cansados, nos pusimos a contestar mensajes electrónicos en
el restorán de al lado del hotel, cuando vino Yulier Cadena, una joven profesora
de Geografía Económica, con quien mantuvimos una larga charla referida a nuestra
especialidad.
Y por la noche Luis nos invitó a comer arepas a un lugar popular
donde las hacían con gran variedad de rellenos. Él las ordenó con camarones,
Omar con aguacate y huevos de codorniz, y yo con aguacate y jamón. Lo pasamos
muy bien, y con mucha pena también nos despedimos de él, porque esa sería
nuestra última noche en Mérida, ya que a la mañana siguiente partiríamos hacia
Barquisimeto.
Ana María
Liberali