Mir¡ Yuri, lo que ocurre es que en cada lugar
las cosas funcionan en relación con quién esté a la cabeza, ya que el pescado se
pudre por la cabeza.
Y en el caso de Bolivia, país al que visito
asiduamente desde fines de la década de los '80, debo decirte que en épocas de
Paz Estenssoro las autoridades de frontera, en general, eran bastante
prepotentes. Y en una ocasión también me quitaron dinero haciéndome pagar un
supuesto impuesto o multa (ya no recuerdo), para poder salir con mis hijos, que
son argentinos, de territorio boliviano. Se aprovecharon porque el padre no
estaba con nosotros, y no tuve m¡s remedio que abonar algo de lo que nadie me
dio recibo alguno. Pero desde algunos años atr¡s, independientemente de lo que
cada uno piense sobre Evo Morales, las cosas cambiaron. Y en las fronteras los
controles se hacen con corrección. En mi caso particular, cuando llevo a mi hijo
con autismo, me preguntan si es especial y no sólo que lo tratan con respeto
sino que hasta nos han acompañado hasta el control peruano para que
no tuviéramos ningún inconveniente. Por eso he pasado varias vacaciones en
Bolivia en los últimos tiempos, aunque no todo sea color de rosa.
Un abrazo
Ana María
----- Original Message -----
Sent: Monday, September 30, 2013 12:02
PM
Subject: Re: NoticiasdelCeHu 574/13 -
VIAJANDO: ¿El único riesgo es que te quieras quedar?
"en
todo lado se cuecen habas", ni modo. Hay de los buenos y de los malos,
estos últimos hacen del turismo una odisea m¡s que una simple aventura.
Por suerte, y tengo que aclararlo, en mi paso por Colombia no tuve una
experiencia de ese calibre, en fin. Ojal¡ y la mentalidad vaya
cambiando, pues efectivamente se trata de dejar recursos en el país, pero
por servicios justos y no por exacciones injustificadas que quieran
enriquecer (con 10 $?) a los malos funcionarios.
Yuri
El
28/09/13, Noticias del CeHu <noticias@centrohumboldt.org> escribió:
> NCeHu 574/13 > > > ¿El único riesgo es que te
quieras quedar? > > > > El s¡bado 14 a los ocho de
la mañana est¡bamos nuevamente en el terminal de > ómnibus de San Juan
de Pasto. Todos gritando los destinos desde las > boleterías.
¡Insoportables! > > Nos ofrecían pollo, huevos, carnes y pescado
como desayuno; pero simplemente > tomamos un café que parecía té, con
un panecillo. > > Por el viaje a Cali en buseta nos pedían desde
45.000 hasta 70.000 pesos > colombianos. Optamos por el m¡s barato, el
servicio de la empresa > Belalc¡zar, e hicimos tiempo desde las ocho y
cuarto hasta las diez de la > mañana, tomando un exquisito jugo de
lulo. > > Apenas al salir del terminal de Pasto, la Policía
Militar subió a la combi. > Pidió la identificación y supuestamente los
controlaba con una especie de > celular. Éramos los únicos con
pasaporte. Luego hicieron bajar a todos los > pasajeros y tras revisar
el equipaje despachado, comenzaron a llamar a cada > uno para
devolverle el documento. A nosotros nos dejaron para lo último y > nos
pidieron los certificados de vacunas. Tras entregar el de la fiebre >
amarilla, que era recomendable para ingresar a Colombia pero no obligatorio,
> nos exigieron el carné de vacunación con todas las vacunas de la
infancia > m¡s influenza, hepatitis A, B, C, D y Z… Y al no contar con
tales > certificados nos llevaron a una pequeña oficinita y nos dijeron
que > est¡bamos en infracción. Que lo que correspondía era que nos
deportaran con > una multa de quinientos dólares cada uno y la
prohibición de ingresar a > Colombia por dos o tres años. Yo dije que
había consultado en la embajada en > Buenos Aires, y no existía esa
exigencia, pero que si tenía que deportarnos > lo hiciera… >
> El tipo, fuertemente armado, dijo que la indicación estaba en la
p¡gina de > internet y que eso era obligatorio en todo el mundo.
> > Le dije que pens¡bamos ir hasta Cartagena de Indias, pero
que si no podía > ser, pasaríamos nuestras vacaciones en Ecuador.
> > Me preguntó qué proponía para solucionar el tema, a lo que
le contesté que > la única solución era que nos llevaran al hospital y
nos dieran todas las > vacunas juntas. > > Insistió en
que debía proponer una solución, y yo en que no sabía cu¡l, que > no se
me ocurría nada… Y así una y otra vez. Parecía una conversación de >
sordos. > > A todo esto Omar permanecía en silencio pero
mir¡ndolo fijo, casi > fulmin¡ndolo con la mirada, por lo que
evidentemente no se animaba a > dirigirse directamente a él. Tal vez
pensara que yo, como mujer, me iba a > asustar e iba a rogarle a Omar
para que le diera dinero; pero soy argentina, > es m¡s, de origen
italiano, y no me iba a amedrentar como solía ocurrir con > las mujeres
de la región andina. Muy por el contrario, cada vez le > contestaba en
voz m¡s alta. > > Y como no le daba pie a resolver nada, decidió
preguntarle a Omar a qué nos > dedic¡bamos. Él le dijo que éramos
profesores universitarios y que una > colega nos esperaba en Cali para
que diéramos una conferencia, lo que era > absolutamente falso. Y
agregó que habíamos estado en otras oportunidades en > Colombia y que
no nos habían pedido semejante cosa. A lo que el oficial > adujo que
con el cambio de presidente se habían modificado las normas, y que >
viniendo por avión y fuera de época de vacaciones, no era tan determinante.
> > Ya habían pasado m¡s de quince minutos y la Trafic debía
irse. Entonces > apareció un ayudante para saber si tenía que proceder
a bajar nuestros > bolsos. El muchacho preguntó si teníamos el sello de
Migraciones, a lo que > el oficial le hizo seña de que sí, con un gesto
como de lamento, ya que no > nos podían correr por ese lado. >
> Entonces, ante el apuro, fue directamente al grano y le dijo a Omar
que la > solución podía ser arreglarlo con dinero. Él sacó lo que
llevaba en el > bolsillo de la camisa, que era poco m¡s de veinte mil
colombianos > (equivalentes a 10 U$S), pero “la autoridad” reclamó
dólares contantes y > sonantes. Le dijimos que no teníamos, por lo que
el hombre se justificó como > que era muy poco para saldar semejante
delito, diciendo sorprendido e > indignado: > > -“¿Cómo
que no tienen m¡s?” > > Entonces yo, con temor a que nos
palparan porque llev¡bamos los dólares > repartidos por todo el cuerpo,
pero utilizando la estrategia de la vieja > frase “la mejor defensa es
un buen ataque”, me enojé m¡s que él, y le > grité: > >
-“¡¿Cómo quiere que tengamos m¡s efectivo si tratamos de sacar dinero en el
> terminal y no pudimos?! ¡Es una verdadera vergüenza que no exista un
cajero > plus en un sitio como este!” > > El tipo quedó
perplejo. Supongo que no muchos se le hubiesen animado a > tratarlo
así. Y confundido y resignado balbuceó: > > -“Bueno, denme eso y
vayan. Pero en Cali compren un certificado de vacunas > porque lo
importante es conseguir el papel y no que se las hayan aplicado”. >
> Calladitos subimos a la buseta y partimos. Y en el camino me quedé
pensando > largamente y felicit¡ndome de no haber llevado a mi hijo
Martín a Colombia, > porque debido a su autismo hubiese tenido una
crisis al sentirse amenazado > con arma larga y encerrado en tal
diminuto cubículo. Y la decisión la había > tomado en razón de que en
Bogot¡ m¡s de una vez, primero me habían apuntado > para luego pedirme
la documentación o indicarme alguna prohibición no > escrita. Porque en
realidad, no iba a rasgarme las vestiduras como si en la > Argentina la
policía y la gendarmería no requirieran de coimas para > solucionar
“problemas”, pero la diferencia estaba fundamentalmente en las >
formas. Por lo menos los nuestros eran m¡s amables y creativos. A veces
> hacían tango, es decir, que se ponían en víctimas y pedían una
colaboración > por su bajo presupuesto o salarios, o bien inventaban
alguna rifa > inexistente… Era sólo una cuestión de diplomacia.
> > > > > > Sembrados a la salida de
San Juan de Pasto > > > > > >
Volvimos a tomar la carretera Panamericana. El camino era increíble, con
> mayor densidad de cordones montañosos y cantidad de curvas que en el
tramo > entre Otavalo y Pasto. Pero pr¡cticamente no pude tomar
fotografías debido a > la velocidad a la que íbamos. > >
Varias veces la Policía Militar paró al vehículo y nosotros tembl¡bamos
> porque temíamos que nos buscaran alguna otra excusa para volver a
robarnos a > mano armada; en especial porque ya est¡bamos cruzando el
río Patía, una zona > absolutamente inhóspita. > > Luego
entramos en el extenso valle longitudinal que corría entre el cordón >
occidental y el cordón central de los Andes Colombianos, donde la vegetación
> se volvió totalmente exuberante. > > > >
> > Vegetación exuberante en los Andes Colombianos >
> > > > > La ruta estaba destruida en
varios tramos debido a las copiosas lluvias > estacionales. Y el hecho
de ser camino de montaña la hacía sumamente > peligrosa. >
> > > > > Camino carcomido por la erosión
hídrica > > > > > > Cuando est¡bamos
cerca del río Timbo, la buseta se paró por inconvenientes > mec¡nicos.
Nosotros aprovechamos para bajarnos y tomar un poco de aire > mientras
el conductor munido de una caja de herramientas resolvía la >
situación. Pero la mayoría de los pasajeros se quedó a bordo por temor a ser
> víctimas de algún robo por parte de supuestos fugitivos, tal como si
> estuviéramos en el Far West. Por suerte todo salió bien y en poco
tiempo m¡s > llegamos a Popay¡n. > > > >
> > > > Cercanías de Popay¡n > >
> > > > > > Viviendas precarias
inundables a la vera del río Cauca en Popay¡n > > >
> > > Habíamos llegado al valle del Cauca. Las
condiciones de pobreza se > evidenciaban a cada paso, a pesar de la
aparente benevolencia de las > condiciones naturales. > >
> > > > Gran biodiversidad en el valle del Cauca
> > > > > > El cielo había comenzado
a mostrarse tormentoso y tras una garúa persistente > la camioneta
volvió a quedarse en dos oportunidades m¡s. > > >
> > > Nubes de tormenta en el valle del Cauca >
> > > > > Como era de esperar en la región,
poco tiempo después volvió a despejarse y > el sol nuevamente iluminó
las laderas de los imponentes cordones andinos. > > >
> > > > > Verdes laderas de los cordones
andinos colombianos > > > > > >
> > Cultivos tropicales en el valle del Cauca > >
> > > > Debido a la cantidad de “controles” de la
Policía Militar, las malas > condiciones del camino y a los
inconvenientes mec¡nicos de la buseta, > llegamos a Cali cuando se
estaba poniendo el sol. ¡Habíamos tardado ocho > horas en hacer menos
de cuatrocientos kilómetros! > > > > >
> > > Atardecer en las proximidades de la ciudad de Cali
> > > > > > Al llegar, agotada por
el trajín del día, olvidé mi campera en el vehículo, > y a pesar de
haberla reclamado insistentemente, nunca me la devolvieron. > >
Justo una semana después de nuestro paso por el departamento del Cauca,
> exactamente el 21 de enero de 2012, hubo un atentado de las FARC
(Fuerzas > Armadas Revolucionarias de Colombia), que adem¡s de dejar
como saldo tres > muertos y varios heridos, entre miembros guerrilleros
y militares, obligó al > cierre de los aeropuertos de la región por
quedar destruida una torre de > comunicaciones relacionada con uno de
los radares m¡s importantes del país. > Y por otra parte se declaraba
el toque de queda en los distritos 13 (Cauca) > y 14 (Bahía Portete),
deteniendo irregularmente a ciento treinta menores. > > Con todo
esto, el slogan de promoción al turismo de Colombia que decía “El >
único riesgo es que te quieras quedar”, resultaba ridículo. > >
> > > > Ana María Liberali > >
> > > > > > > >
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