Un día muy
salado…
Finalizada la reunión del CLAG, permanecí el fin de
semana en Bogotá, con el fin de conocer algo más de la ciudad y de sus
alrededores, ya que durante mi estada anterior, tres años atrás, me habían
quedado varios lugares pendientes.
Y uno de esos lugares era la Catedral de la Sal, que se
encontraba en la localidad de Zipaquirá, a poco más de cincuenta kilómetros al
norte de Bogotá. Así que el 29 de mayo por la mañana tomé el TransMilenio, que
tardó casi una hora, y en el cual, a pesar de ser sábado, viajé bastante
mal.
Llegada a Zipaquirá comencé a caminar por sus calles, que
en gran medida mantenían el estilo colonial, conservándose edificios
representativos de hechos políticos de gran importancia nacional, por lo que el
Centro había sido declarado Patrimonio Histórico y Cultural de Colombia.
Como en toda ciudad americana de origen hispánico, frente
a la plaza principal se encontraban los principales edificios públicos y la
catedral. Y este caso no era la excepción. Lo primero que divisé fue el Palacio
Municipal y la Administración de las Salinas, con sus techos verdes estilo
republicano.

Edificios públicos frente a
la plaza principal de Zipaquirá
La plaza se llamaba González Forero o de los Comuneros,
que si bien era seca, contaba con varias palmeras de gran
altura…

Plaza de los Comuneros en el Centro Histórico de
Zipaquirá
Había una gran cantidad de palomas, que como en todas
partes, eran la atracción de grandes y chicos.

Palomas en la plaza principal de
Zipaquirá
E imponente, se encontraba la Catedral de la Santísima
Trinidad y San Antonio de Padua, más conocida como Catedral Diocesana de
Zipaquirá para distinguirla de la Catedral de Sal, que sólo era un sitio
turístico y no una sede episcopal.

Catedral de la Santísima Trinidad y San Antonio de Padua
de Zipaquirá
Zipaquirá es una de las ciudades más antiguas de
Colombia, ya que sus orígenes anteceden a la época de la conquista. Los nativos
que allí habitaban se ubicaban en la parte más alta llamada “Pueblo Viejo”,
donde a la llegada de los cronistas españoles (1536), se alzaban un centenar de
viviendas con una población de más de mil personas.

Peatonal del Centro de
Zipaquirá
Pasé un buen rato caminando y observando la arquitectura
del lugar que me agradó muchísimo, teniendo en cuenta que hasta los edificios de
las instituciones bancarias guardaban el estilo, sin la construcción de
elefantes blancos que desequilibraran el conjunto.

Banco de
Bogotá – sucursal Zipaquirá
Todas las fachadas céntricas muy bien conservadas, siendo
de hecho, un centro turístico tanto de carácter nacional como
internacional.

Fachadas muy bien conservadas en todo el casco histórico
de Zipaquirá
Los habitantes locales también podían disfrutar de ese
gran patrimonio cultural ya que muchas viejas casonas habían sido recicladas
como sede de instituciones de diversa índole.

Club
Recreativo USISA – Ambiente Familiar
Las edificaciones que estaban deterioradas fueron
refaccionadas respetando la fachada original y muchas de las nuevas se
construyeron de la misma manera para no desentonar.

Típica edificación de
Zipaquirá
Pero el mayor atractivo de Zipaquirá era que había sido
uno de los centros de explotación de sal más importantes de Colombia, por lo que
se la conocía como la “Ciudad de la Sal”, y por eso gran parte de la excursión
tenía que ver con esa actividad.

Vista exterior
del Parque Temático de la Sal
Así
que me dirigí al Parque Temático de la Sal, que consistía en un predio de
alrededor de treinta hectáreas de espacios verdes, rodeado de naturaleza donde
se podían realizar actividades deportivas y visitar el clúster turístico
dedicado al sabroso mineral.

Bienvenidos a la
Catedral de la Sal de Zipaquirá - Primera Maravilla de
Colombia
La temperatura ambiente era de alrededor de 15 grados
centígrados, lo que para mi gusto era sumamente agradable, por lo que disfruté
muchísimo de la caminata por los bosquecillos del
lugar.

Bosquecillo en el Parque Temático de la
Sal
Pero como todo el trayecto era en subida, de todos modos
entré en calor, y antes de proseguir con el paseo, hice un alto en el camino
para tomarme un delicioso helado de sabores que no existían en Argentina, como
arequipe, feijoa, curuba, guanabana…

Muchos de los sabores eran nuevos para
mí
A medida que continuaba ascendiendo, el paisaje se
tornaba más bonito porque podía visualizar con mayor nitidez la cordillera
Oriental en el altiplano cundiboyacense, de más de dos mil setecientos metros de
altura sobre el nivel del mar.

Cordillera Oriental desde el altiplano
cundiboyacense
Por fin llegué a la plaza del Minero, lugar central desde
donde se podía acceder a todos los demás sitios del
Parque.

Plaza del Minero
Y allí había un muro de escalada con forma de Ceiba,
imponente estructura inspirada en ese árbol por su fuerza y gran
tamaño.

Muro de escalada con forma de
Ceiba
Lejos de treparme por la Ceiba, me dirigí primeramente
hacia el sector donde se mostraban las particularidades del yacimiento y se
daban explicaciones sobre las características geológicas del
lugar.
Los depósitos de sal de las Montañas de Zipaquirá tenían
una data de doscientos millones de años. Bajo presión y calor, la sal se
desplazó de manera similar a la de los glaciares, perdiéndose el rastro de la
estratificación y creándose una masa homogénea. Treinta millones de años atrás,
durante el Terciario tardío, la acumulación de los depósitos formó montañas por
encima del nivel del altiplano, facilitando la excavación de túneles para su
extracción.

Minerales salinos y otros
secundarios
Los estudios practicados en el lugar por arqueólogos y
geólogos habían demostrado que la explotación de las minas se daba desde el
siglo V, correspondiendo a una de las principales actividades económicas y al
desarrollo de la cultura Muisca.

Paredes de la antigua
mina
La antigüedad y trascendencia de las salinas de Zipaquirá
fueron ampliamente referenciadas por Alexander von Humboldt, en la visita que
realizara al lugar en 1801. Humboldt hizo una comparación de este yacimiento con
los que había visto en Europa, destacando la importancia de dicha explotación en
la economía y la especial relevancia que tenía para los gobiernos en concepto de
recaudación fiscal. En su libro “Memoria razonada de las salinas de Zipaquirá”,
desechó la idea de que la mina estuviera unida a otras formaciones como las
explotadas en Nemocón y Sesquilé; evaluó su capacidad; y criticó la manera en
que se había abierto la excavación, señalando que sería un inconveniente para el
futuro. Recomendó que la explotación se efectuara por medio de galerías, tal
como en Europa, ya que las minas dedicadas a la explotación de sal gema no
requerían de apuntalamiento con madera, que las hiciera más
costosas.

Moderna máquina extractora de sal
gema
Pero la gran perla del parque temático era la Catedral de
Sal, construida en el interior de las minas como sitio turístico, ya que no
constituía la sede de ningún prelado.
La visita podía realizarse abonando un arancel, esperando
luego la concentración de un determinado número de personas, y eligiendo entre
el español y el inglés, según el idioma preferencia para la explicación por
parte de los guías especializados.

Entrada a la Catedral de Sal
subterránea
Los circuitos estaban predeterminados, pero debido a la
escasa iluminación, y a la imposibilidad de visualizar la salida, algunas
personas sintieron claustrofobia, y en algunos casos, tuvieron que ser retiradas
prematuramente; pero a mí me dio una sensación de paz indescriptible, y una gran
emoción por encontrarme en las profundidades de la tierra. No por eso dejé de
sentir cierto temor debido a que se trataba de una región de importante
actividad sísmica por encontrarse en la placa tectónica sudamericana.
Las paredes estaban muy frías y húmedas, y sobresalían
luminosas las afloraciones de sal gema por todas
partes.

Afloramientos de sal gema en las rocas del interior de la
Catedral
Internándonos en la galería de acceso encontramos las
estaciones del Viacrucis (Vía al Calvario), que consistía en pequeños altares
tallados en roca de sal. Ese tramo tenía trescientos ochenta y seis metros de
longitud.

Estación del Viacrucis realizada íntegramente en
sal
Era en esos lugares donde algunos visitantes pretendían
permanecer un rato orando, pero eran llamados a continuar la recorrida para
posibilitar que otros pudieran ingresar.

Tenue iluminación en las
estaciones del Viacrucis
Continuamos
el recorrido y nos dirigimos hacia los balcones sobre las cámaras, el coro y las
escaleras del laberinto del nártex, lugar destinado a los penitentes y a los
catecúmenos (no bautizados).

Galería laberíntica de la Catedral de
Sal
Y
después de haber pasado por lugares angostos y sumamente oscuros, aparecimos en
la nave central, donde se encontraban el Altar Mayor, (pieza original de la
primera Catedral) y el comulgatorio que separaba el santuario de la Asamblea,
todo bajo una cruz luminosa que parecía estar suspendida en el aire.

Nave central de la Catedral
de Sal donde se concentraban los visitantes
La cruz era algo increíble. En teoría debería ser de sal,
pero todos nos preguntábamos de qué manera podrían sostenerla. Y pronto la
incógnita fue develada. La cruz estaba verdaderamente hecha de sal, pero como
bajorrelieve del muro. Tenía dieciséis metros de altura por diez de ancho y
ochenta centímetros de profundidad, y debido a su iluminación daba la sensación
óptica de estar flotando sobre el Altar Mayor. Fue tallada en 1992 por Acrópolis
Ing. Parada – Díaz – Sandoval.

Cruz de sal en bajorrelieve bajo efectos
lumínicos
Las minas tenían tradición de santuario religioso hecho
por los trabajadores antes de la construcción de la primera Catedral en 1954,
que estaba dedicada a Nuestra Señora del Rosario, Patrona de los Mineros. Ese
templo contaba con tres naves grandes con columnas improvisadas dominadas por
una gran cruz iluminada. Con el paso de los años, esa iglesia se volvió insegura
debido a fallas estructurales siendo cerrada en 1990; y en 1995 fue inaugurada
la nueva Catedral.
La nueva Catedral se empezó a construir en 1991, sesenta
metros por debajo de la antigua. El Instituto de Fomento Industrial, la
Concesión Salinas y la Sociedad Colombiana de Arquitectos habían abierto un
concurso con el fin de escoger el mejor diseño, siendo el ganador el del
arquitecto bogotano Roswell Garabito Pearl. En cuanto a las técnicas de
construcción estuvieron a cargo del ingeniero Jorge Enrique Castelblanco Reyes,
también oriundo de Bogotá.

Una nave menor entre paredes de
sal
Además de la riqueza que implicaba el hecho de la
construcción de semejante obra subterránea, podían apreciarse diferentes obras
escultóricas realizadas en sal y mármol, como “La Marcha del Minero” del artista
Luis Alberto Forero.

La Marcha
del Minero de Luis Alberto Forero
En la profundidad de la nave central se encontraba “La
Creación del Hombre”, como homenaje a Miguel Ángel, obra tallada en mármol por
el escultor Carlos Enrique Rodríguez Arango.

La Creación del Hombre de Carlos Enrique Rodríguez
Arango
Y
además, esculturas como el Niño Jesús, La Piedad, y otras de gran simbolismo
cristiano.

Escultura del Niño Dios en la Catedral de
Sal
Desde el lugar del coro, podía verse en perspectiva toda
la nave central con la imagen del Arcángel Gabriel.
Una planta de energía eléctrica propia permitía realzar
las imágenes y generar efectos especiales.

Arcángel Gabriel en la nave
central
Sobre el plano frontal de la nave se encontraba el
Bautisterio, un espacio circular concéntrico alrededor de la pila bautismal,
totalmente tallado en una roca de sal.

Bautisterio tallado en una roca de
sal
Y como despedida, la mayor parte de los presentes
accedimos a que el fotógrafo oficial nos retratara con una imagen de conjunto de
la nave central.

En la nave central de la
Catedral de Sal
Ya
fuera del área de la iglesia pero continuando en las galerías subterráneas,
encontramos un espacio dedicado a la exhibición y venta de diferentes productos
derivados de la minería.

De esta majestuosa mina nace la marca de sal “Mi
SAL”
Y
si bien Zipaquirá era tierra de sal, Colombia lo era de esmeraldas, por lo cual
asistimos a una muestra y venta con certificado de autenticidad.

Colombia, país de la
esmeralda
Los precios dependían del tamaño y del tallado de cada
pieza, pero estaban muy por encima de lo que se ofrecía en otros lugares de
Bogotá.

Esmeraldas auténticas de diferente
valor
También
podían apreciarse estalactitas y pirita, mineral compuesto por sulfuro de hierro
y llamado “oro de los tontos” por su apariencia semejante.

Estalactitas y pirita o
marmaja
Entre la muestra de artesanías se encontraban estatuillas
de oro que correspondían a las culturas
originarias.

Estatuillas de oro de
pueblos originarios
Y
después de permanecer un rato tan largo en la penumbra, al volver a la claridad
del día, quedé encandilada, pero muy satisfecha por todo lo que había podido ver
en las galerías subterráneas.

Parque de la Sal al salir de la
Catedral
Fui
desandando el camino despaciosamente. Me parecía digno de ser disfrutado un
paisaje tan apacible donde a medida que avanzaba podía tener vistas diferentes
del valle.

Catedral Diocesana con el Cordón Oriental de
fondo
Vegetación
natural e implantada se combinaban a cada paso, destacándose las flores
multicolores. Y en ese momento recordé que cuando era niña, lo primero que
conocí de Colombia fueron justamente las flores a través de mi colección de
estampillas, que las tenía como algo muy representativo del país.

Vegetación abundante en la bajada del Parque de la
Sal

Espiando entre los árboles el Centro de
Zipaquirá

Acercándome al nivel del
valle…
Y como no podía faltar… ¡Un cartel totalmente fuera de
lugar! Que supuestamente indicaba la “Plaza de la Sal”, pero que terminaba
siendo la leyenda más pequeña, frente a la famosa marca de colas, y al ridículo
“Arepa’s World” (Mundo de la Arepa).

¡Que quiten ese cartel! ¡Es contaminación
visual!
Pasé por el Museo de
Arqueología…

Museo
Arqueológico
Y regresé al Centro de Zipaquirá…, donde siendo ya la
tarde del sábado, las calles estaban muy pobladas de gente del lugar,
reflejándose en ese momento su tamaño, ya que superaba para 2010 los cien mil
habitantes.

Movimiento comercial de la peatonal de
Zipaquirá
Todo había estado muy bien durante el transcurso del día,
sin embargo, a poco de caminar, me encontré con lo que hacía que Colombia no
fuera un destino de mi preferencia, la custodia fuertemente armada en todas
partes. Lejos de darme seguridad, me demostraba una absoluta inseguridad, y
desde ya que el ambiente se tornaba mucho más tenso que el que habíamos tenido
en la Argentina durante la dictadura.

Fuerzas de seguridad en la puerta de locales
comerciales
A pesar de estar muy avanzado el día, no había comido
nada, pero no sé si fue sugestión o qué, pero me lo pasé tomando agua porque
sentía la boca salada. Pretendí entonces merendar directamente con algo dulce,
pero allí muchos ya estaban cenando y todo lo que me ofrecieron terminó teniendo
sal.
Tomé nuevamente el vehículo que me llevaría a Bogotá y
dejé la vista perdida a través de la ventanilla…

Retornando a Bogotá
En el camino pude ver algunos animales productores de
leche, así como cultivos a cielo abierto y en invernadero, siendo ésas otras de
las actividades que complementaban la actividad turística, que se había
convertido en la más importante de la ciudad.

Cultivo
en invernadero en las afueras de Zipaquirá
Ya muy cansada arribé al Centro de Bogotá donde destiné algo de
tiempo en pasear por sus calles antes de que todos
desaparecieran.

Salida
del TransMilenio en el Centro de Bogotá
Y antes de regresar al hotel, entré a un bar y pedí algo dulce,
pero el mozo me dijo que se le habían terminado todas las tortas, y que sólo
podía ofrecerme algo salado…
Ana María Liberali