En camino a
Trelew
El viernes 6 de enero de 2006, Omar, Martín y yo partimos en un
micro rumbo a Trelew, ciudad costera de la provincia de Chubut. Durante toda la
noche atravesamos la provincia de Buenos Aires, y cuando nos despertamos ya
estábamos en plena Patagonia Extraandina, en el sudeste de la provincia de Río
Negro.

Zona de sierras y mesetas en el sudeste de la provincia de Río
Negro
En pocos minutos más paramos en la única estación de servicio por
más de cuatrocientos kilómetros, tanto a cargar combustible como para recibir
nuestro desayuno. ¡Estábamos en la localidad de Sierra Grande, a casi treinta
kilómetros de la costa!

Estación de servicio sobre la ruta nacional 3, en la entrada de la
localidad de Sierra Grande
El pueblo se encontraba emplazado contra el lado oriental del
faldeo de una sierra que había tenido gran importancia económica por haber sido
un yacimiento de hierro que abasteciera a la industria siderúrgica argentina.
En el momento de mayor esplendor había llegado a superar los once
mil habitantes, pero a partir de los ’90, en que la mina fuera cerrada por el
gobierno nacional (“Menem lo hizo”), hubo una crisis muy fuerte que le
generó un saldo migratorio tan negativo que la dejó en casi la mitad de su
población con un treinta por ciento de desocupación. Pero cuando nosotros
estábamos pasando, había vuelto a crecer a partir de la provincialización del
yacimiento, la explotación del turismo minero y de las playas
cercanas.

Sierra Grande, en el faldeo oriental de la sierra
homónima
Continuamos la marcha con rumbo sur por una zona desértica, donde
gran parte de los arroyos habían quedado convertidos en
cañadones.

Cañadón en el sudeste de la provincia de Río
Negro
Y como la mayor parte de las tierras patagónicas, hasta los propios
lechos abandonados conformaban parte de las estancias dedicadas a la explotación
de ganado ovino.

Alambrado que protegía a las ovejas, en el propio lecho
abandonado
Cruzamos el límite interprovincial y arribamos a Chubut, donde en
poco tiempo más llegaríamos al área norte de Puerto Madryn donde se encontraba
la planta de ALUAR (Aluminio Argentino).

Planta de ALUAR en las proximidades de Puerto
Madryn
Las plantas de aluminio son altamente contaminantes, y en el caso
de ALUAR, además de todos los residuos químicos volcados al mar, se destinó
prácticamente la totalidad de la energía generada por la represa de Futaleufú,
en el oeste de la provincia de Chubut, a setecientos kilómetros de la costa.
Pero además, para la construcción de la represa, se inundó una zona de gran
riqueza biológica y paisajística; de hecho, al lago generado se lo llamó “Amutui
Quimei”, que en lengua nativa significaba “Belleza Perdida”. Pero lejos
de plantearse su erradicación, se estaba ampliando con el fin de aumentar las
exportaciones. Sin embargo, había una gran discusión al respecto, ya que si bien
se decía que el turismo no daba de comer a todos, por lo cual ALUAR era la
primera fuente de trabajo local, lo cierto era que trabajaba con inmigrantes
fronterizos, en gran parte chilenos y bolivianos itinerantes o localizados
marginalmente, y no con los argentinos estables.

Planta de ALUAR, contaminante en una “zona de protección” a la
fauna marina
Ingresamos a Puerto Madryn, donde se bajaron gran parte de los
pasajeros, pero si bien iba a ser uno de los lugares que visitaríamos en los
próximos días, nosotros preferíamos establecernos en Trelew, que tenía mejores
precios en la hotelería y era una ciudad mucho más
tranquila.

Una de las amplias avenidas de Puerto Madryn, típica de todas las ciudades costeras patagónicas
En los últimos años Puerto Madryn se había extendido muchísimo,
pero en algunos sectores, marginalmente, como estaba ocurriendo en la mayor
parte del país, y la Patagonia no constituía una
excepción.

Barrio periférico de Puerto
Madryn
Dejamos Madryn y retomamos la ruta hasta llegar en poco menos de
una hora a la ciudad de Trelew. Y como en toda la costa patagónica, el viento y
la estepa fueron nuestros compañeros de viaje
permanentes.

Camino entre Puerto Madryn y
Trelew
Y después de casi veinte horas de viaje arribamos a Trelew, ciudad
localizada a mil cuatrocientos
cincuenta kilómetros de Buenos Aires, en el valle inferior del río Chubut donde
rápidamente nos dirigimos caminando hasta el hotel que habíamos
reservado.

Martín y Omar cargando los bártulos entre la terminal de ómnibus y
el hotel
Atravesamos la Plaza Independencia, de una extensión de dos
hectáreas, un espacio verde, que era un verdadero oasis después de pasar por el
desierto. Pese a sus escasos doscientos milímetros anuales de precipitaciones,
Trelew ofrecía estas demostraciones de esfuerzo humano por sostenerse ante las
adversidades climáticas.
Y esa aridez implicaba además una gran amplitud térmica diaria y
estacional. Mientras nosotros estábamos hubo días que superaron los 40ºC, aunque
las noches fueran frescas; mientras que en invierno podía llegar a los -10ºC.
Así que durante las tardes, dormíamos la siesta o nos refugiábamos en las plazas
arboladas donde la temperatura era menos sofocante.

Plaza Centenario de dos hectáreas de
extensión
La ciudad tenía ya casi 100.000 habitantes, sin embargo, se
mostraba tranquila, con un ritmo de tránsito muy calmo, especialmente para
quienes llegábamos desde Buenos Aires. Y si bien no contaba casi con actividades
nocturnas, yo me conformaba con degustar el corderito patagónico, mientras mis
acompañantes hacían lo propio con los frutos del mar. Pero una noche, en que
pidieron pulpo, el mozo del restorán les comentó que hacía varios días que no
había ya que era el primero en retirarse de la zona cuando las aguas pasaban
cierto nivel de contaminación, y que eso era responsabilidad absoluta de ALUAR,
a pesar de que ellos dijeran que cuidaban el medio
ambiente.

Tránsito tranquilo frente a una de las plazas principales de la
ciudad
El nacimiento de Trelew se halla íntimamente ligado a la historia
de la colonización galesa. El 28 de julio de 1865, llegaba el barco “Velero
Mimosa” con ciento cincuenta y tres inmigrantes galeses a las costas del Golfo
Nuevo, precisamente al lugar donde posteriormente se emplazó Puerto Madryn, pero
allí carecían de agua dulce, por lo que se establecieron a algunos kilómetros
más al sur, sobre la margen izquierda del río Chubut. Ellos fueron quienes dieron origen a
pequeños poblados, y tras el gran esfuerzo de construir canales de riego,
lograron producir varios cultivos, destacándose el trigo por su excelente
calidad. Pero para poder comercializarlo adecuadamente, les hacía falta un medio
de transporte que uniera la zona agrícola con el puerto. Y así surgieron, como
puntas de riel, las ciudades de Puerto Madryn y Trelew, bautizada por los
colonos como “Pueblo de Luis” que en idioma galés significaba “Tre”: pueblo y
“Lew”: apócope de Lewis, en honor a Lewis Jones, gestor principal de la
concesión para la construcción del ferrocarril.
Posteriormente, como todo el resto de la Argentina, la ciudad fue
lugar de arribo de varias colectividades. Y fue así que a la galesa se le
sumaron la italiana, la española, la portuguesa, la sirio-libanesa, la judía, la
zíngara, la chilena, y más recientemente la boliviana, la peruana y la china,
conviviendo todas ellas, con los descendientes de los pueblos originarios
tehuelche y mapuche.
Debido a su origen, la mayor cantidad de templos correspondían a la
iglesia evangélica, pero los salesianos también pudieron instalarse, como en el
resto de la Patagonia, construyendo la Parroquia de María Auxiliadora y su
respectivo colegio.

Parroquia María Auxiliadora, de la congregación
salesiana
Ya a principios del siglo XIX, Trelew se constituyó en un centro
comercial de gran importancia por la fusión de empresas de José Menéndez y
Mauricio Braun, quienes dieran origen a la Sociedad Anónima Importadora y
Exportadora de la Patagonia, extendiéndose posteriormente por toda la región. Y
continuó siendo un centro de referencia sumado a la conformación del polo textil
lanero más importante del país, cuya producción salía hacia el exterior por
Puerto Madryn y Puerto Deseado, mediante una promoción industrial durante las
décadas del 70 y 80. Esto, que fuera revertido durante los ’90, ya había
comenzado a retomar auge en el momento en que estábamos allí, sumándose otras
industrias de gran diversidad. Además de la lana, la cría de ovejas de toda la
región la llevó también a comercializar las carnes, que se han promocionado como
“corderito patagónico”, sin duda, la comida más
representativa.

Edificios del centro de Trelew, ciudad comercial e industrial del
Chubut
En 1910, para celebrar el Centenario Nacional se inauguró una
pérgola en la plaza Independencia, denominada “Kiosco del Centenario”, un lugar
muy verde frente al paisaje marrón de los alrededores, y sin duda, un paseo muy
agradable.

Plaza Independencia. Al fondo el Kiosco del
Centenario
Durante mucho tiempo la ciudad era sólo reconocida por haber sido
el escenario del asesinato de dieciséis miembros de distintas organizaciones
armadas peronistas y de izquierda, a manos de marinos dirigidos por el capitán
de corbeta Luis Emilio Sosa, suceso que tuviera lugar en la madrugada del 22 de
agosto de 1972, en la Base Aeronaval Almirante Zar, una dependencia de la Armada
Argentina, hecho conocido como la Masacre de
Trelew.
Pero en los últimos años, sin olvidar el pasado, se había comenzado
a promover el turismo promocionando el Museo Regional “Pueblo de Luis” y el
Paleontológico “Egidio Feruglio”, como también los paseos de las cercanías. Su
proximidad a Puerto Madryn le había dado la posibilidad de presentarse como
opción más económica de hospedaje, pero además, se había convertido en el centro
desde el cual se podían hacer excursiones en gomón para el avistaje de delfines
desde el Puerto de Rawson, ir a tomar el té a las colonias galesas de Gaiman y
Dolavon, y visitar el dique Florentino Ameghino.
Ana María Liberali