Brasil: la otra cara del milagro
económico
Alfredo César Dachary
En estos días, durante la visita del Papa
Francisco a Brasil, las manifestaciones no han cesado y en algunos casos se han
incrementado, como la ocurrida en San Pablo esta última semana de julio.
La escena se repite en Madrid, Atenas, Santiago
de Chile, entre otras capitales, y es muy similar. Jóvenes con el rostro
cubierto que destrozan agencias
bancarias, que sacan y rompen señales de tránsito, puestos de policía y levantan
barricadas incendiarias con basura para bloquear el tránsito. Una camioneta de
una televisora fue incendiada por un grupo de manifestantes, los que luego
destruyeron asimismo una concesionaria de vehículos en otra zona del centro,
cercana a la Paulista. Atacan las instalaciones del metro que recorre la avenida
que también fueron destruidas; algunos de los manifestantes quemaron una
bandera, antes de que un centenar de policías interviniera para
dispersarlos.
¿Qué está ocurriendo en Brasil?, ¿por qué una de las cuatro potencias
emergentes del BRIC, un país que ha tomado la vanguardia en el petróleo y que
lidera Sudamérica ha entrado en crisis?
En el año 2003, apenas asume la presidencia el líder metalúrgico y
candidato triunfante del Partido de los Trabajadores, Ignacio Lula Da Silva,
crea e implementa un programa social denominado “Bolsa familiar” que se inscribe
en el marco de un programa global emprendido por el gobierno para estimular el
crecimiento rápido y el progreso social y que tiene por objeto mejorar la red de
seguridad social brasileña.
Antes de éste había una serie de programas
separados de transferencia de fondos, con numerosas disfunciones, lagunas,
complejidad burocrática, elevados gastos administrativos, doble empleo de los
programas, sistema de selección ineficaz de las poblaciones beneficiarias y
ausencia de sinergia en lo que respecta a las medidas orientadas a los pobres en
materia de educación, salud y escolarización.
Este ambicioso programa que ha beneficiado en una
década de aplicación a más de 50
millones de personas, ha jugado un papel fundamental en la nueva imagen de
Brasil, sumado a otros logros como los de
Petrobras.
Para acceder a este programa se exigen dos
requisitos básicos: el primero es el de tener una renta familiar inferior a 35
dólares por integrante, y el segundo, que los niños vayan a la
escuela.
Pero el éxito del programa tiene su contraparte o
lado obscuro y es el mundo rural, el cual está más desprotegido que los pobres
urbanos. A este sector el gobierno le dedicó 2,000 millones de dólares en
préstamos, subsidios, infraestructura o incentivo para los campesinos, mientras
que las grandes empresas o multinacionales del agro negocio cuentan con 120,000
millones de dólares para la producción de soja que mayoritariamente se exporta y
no paga impuestos.
Esto llevó a que un analista hable de que Lula
fue “el padre de los pobres y la madre de los ricos”, ya que en el mundo rural
hay miles de campesinos expulsados de sus tierras que viven en campamentos, son
los famosos “Movimiento de los sin tierra”, y además de éstos, hay otros miles
que trabajan bajo un régimen similar al de la esclavitud.
El costo de pasar a ser el tercer exportador
mundial de granos después de Estados Unidos y la Unión Europea, se da a partir
de que el 50% de las 65,000 millones de hectáreas en producción están en mano de
las grandes corporaciones, y de éstas, el 54% trabaja con
transgénicos.
Los grandes terratenientes que explotan la soja y
el trigo, o sea, las corporaciones que cultivan más de 100,000 hectáreas pasaron
de 22 en el 2003 a 2,008 en el 2011, y los campesinos que integran el Movimiento
de los sin tierra son 2.5 millones, distribuidos en 500,000 familias en los
campamentos.
Ambas caras del fenómeno se reflejan en el hecho
de que Brasil, que es la 6ª. economía del planeta con un PIB de 2.2 billones de
dólares (superior a la del país continente India), en el 2013 ha crecido muy
poco, 0.6% en el primer trimestre del año y se espera sea de un 1.9% en todo el
año, prácticamente es un estancamiento.
A partir del nuevo siglo, Brasil fue el país que
mejor aprovechó la gran demanda de granos y otros productos que necesitaba la
gran economía china y, entre el 2004 y 2008, el PIB creció al 4.8% anual y luego
tuvo que enfrentar los efectos de la crisis mundial. Para los analistas uno de
los problemas de Brasil es su bajo nivel de productividad, que es menor que el
crecimiento promedio del PIB entre 1980 y 2012.
Pese a ser una sociedad desigual, más de 30
millones han pasado a ser miembros de lo que se le denomina la clase C, con
ingresos entre 1,610 a 6,940 reales, lo cual ha incidido en el consumo del país,
ya que estos nuevos integrantes de la sociedad del consumo requieren los niveles
básicos de confort, además de vivienda.
El aumento del consumo del mercado interior fue
acompañado de una serie de problemas, como el hecho de que la vivienda se ha
encarecido mucho, aunque la política del gobierno de Lula logró bajar los tipos
de interés, principalmente en la vivienda social y abrir mayor número de
créditos.
Por otro lado, han crecido los sectores de altos
ingresos acorde a la proporción que representan y, con ello, su consumo, ya que
este grupo tiene un muy elevado nivel de consumo que crece a un 20% anual. San
Pablo, capital económica y la ciudad más importante de Brasil, tiene la flota de
helicópteros más grande del mundo y la venta de coches deportivos Porsche se
incrementó en un 3,500% en la última década.
Esta nueva emergente burguesía, más la
tradicional, viaja a Estados Unidos donde los precios son tres veces inferiores
a los de Brasil, llegando a 1.5 millones de viajeros que gastan un promedio de
5,800 dólares por persona. La cifra total de gastos en el exterior, en 2011, fue
de 21,200 millones de dólares, 300% más que en el
2007.
El Brasil de hoy, pese a sus grandes avances y
diferencias, tiene un cierto parecido con otro grande de Latinoamérica: México.
Brasil va camino a ser la quinta economía del mundo con grandes empresas como
Petrobras, Camargo Correa, Embraer, Vale y otras, además de sus grandes
hallazgos de petróleo que lo podrán lanzar a ser un potencia mundial petrolera,
y es junto a China uno de los líderes del BRIC.
Pero esa fortaleza, la macroeconómica como
México, choca con la gran debilidad de los indicadores sociales, que pese a los
grandes avances del gobierno del Partido de los Trabajadores, primero Lula y
ahora Dilma Rousseff, éstos son bajos y el país sigue teniendo una gran
asimetría económica y social.
La chispa desencadenante de la gran revuelta
social ha sido el aumento en los precios del transporte público, a lo que se le
sumó el gran derroche en macroeventos deportivos, mientras las desigualdades se
perpetúan. La gente del país que más ama al fútbol y que salió a la calle, les
recordó a las autoridades y a la sociedad, en general, que no todo era pan y
circo, algo que es común en Latinoamérica, Europa y el resto del mundo
idiotizado y domado por los diferente medios de comunicación electrónicos.
El disparador que hace saltar la chispa es un
hecho que afecta la vida cotidiana de millones de brasileños, pero éste a su vez
fue impulsado por el Movimento Passe Livre, una resistencia que sostienen los
Comités Populares de la Copa desde hace meses y que estalló con motivo de la
Copa Confederaciones y que termina en una exigencia de un nuevo Brasil, más
democrático, más para la gente en lugar de que sea para el complejo entramado de
intereses económicos y políticos del imperio emergente con pies de barro.
El gran cantautor brasileño e icono de Brasil,
Caetano Veloso, publicaba en su web, en el que conectaba estas mega
manifestaciones en Río de Janeiro con la resistencia a las arbitrariedades y la
sordera del poder en Brasil diciendo: "Siento una identificación espontánea con
los manifestantes. Aquí en Río, desde la resistencia para frenar el derrumbe de
la Escola Friedenreich y la defensa de la Aldeia Maracanã, sentí, por los
mensajes de correo electrónico que recibía, por las conversaciones que tenía y
por los videos en los que aparecieron policías lanzando gases lacrimógenos, que
este tipo de manifestaciones crecerían. Que haya sido en respuesta al aumento de
la tarifa de los autobuses que ese crecimiento se produjo, sólo confirma mi
percepción de que es algo real, una expresión de insatisfacción de la población
con una situación de lo púbico que muestra su agotamiento. No se trata sólo del
gobierno del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (MDB) en el Estado o
en la ciudad, ni del Partido de los Trabajadores (PT) a nivel federal. Es todo un conjunto
que necesita escuchar a los ciudadanos por que ya no hay aceptación pasiva de lo
que ellos deciden que sea. Por mi parte, me identifico con los manifestantes.
Están dando voz a sentimientos a los que todavía les falta articulación. Tienen
que hacernos pensar. Recuerdo las marchas de la década de 1960 y pienso en los
movimientos que se producen en Turquía ahora, y hace poco en Estados Unidos,
España, Grecia y en varios países árabes. Me siento en sintonía con estas
personas (...)”.
La síntesis de este poeta de la música no requiere de expertos, la gente
se hastió de vivir en un país de dos pisos y siempre, aunque con nuevas
condiciones en el piso de abajo, algo que hoy es una bomba real en Brasil y un polvorín más fuerte en
la gran mayoría de nuestros países latinoamericanos.
alfredocesar7@yahoo.com.mx