El proceso que ha llevado a la quiebra
se inició en marzo, pero hundía sus raíces
en una década de deuda creciente y población menguante, por la profunda crisis
industrial que atraviesa la ciudad. Kevin Orr, nombrado por el estado de
Michigan como el gestor externo de la ciudad, o interventor, fue el encargado de
solicitar la protección por quiebra bajo el capítulo 9 de la ley de bancarrotas
de Estados Unidos.
Ahora la Justicia debe decidir si acepta la
petición de suspensión de pagos y reestructuración de la deuda por valor de
18.500 millones de dólares, aunque desde junio varios bancos habían acordado con
Orr una quita de hasta el 75%, según el diario Detroit News.
La petición de bancarrota tendría como consecuencia
inmediata la caída de contrataciones y gastos municipales al mínimo necesario,
lo que ha provocado críticas y peticiones para que la que fuera una de las
capitales más boyantes del mundo venda muestras de su antiguo esplendor, como
sus colecciones de arte o edificios.
La capital mundial del motor lleva en caída libre
desde los noventa. A las nefastas gestiones de sus alcaldes se sumó en 2008 la
crisis financiera, lo que terminó por condenar a la suspensión de pagos a una
ciudad que fue el símbolo del poder industrial estadounidense.
La ciudad ha perdido un 60% de su población desde
los años cincuenta, hasta llegar a los 700.000 habitantes —de 1,8 millones que
tenía en 1950—, mientras que solo entre 2000 y 2010 experimentó la salida de un
cuarto de sus habitantes, con algunas zonas urbanas convertidas en barrios
fantasmas.
Además de la caída de contribuyentes y de
ingresos, el desempleo, la salida de negocios y empresas ha provocado que las
arcas de la ciudad no puedan ingresar lo suficiente para mantener sus
compromisos y los gastos de servicios públicos